Seguramente Owen Wilson no leyó Rayuela, de Julio Cortázar, pero si lo hubiera hecho, al llegar al capítulo 93 esta reflexión lo habría paralizado : “Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio”.
En el 2006 el actor conoció y se enamoró de Kate Hudson. El romance duró unos meses pero fue intenso, pasional, de esos que se viven como un rayo que te parte. Cuando la actriz decidió romper, Owen entró en un período de oscuridad del que hasta hoy prefiere callar. Quizá porque hablar significa recordar y sobre todo, no olvidar.
Repasando la filmografía de Wilson más de uno duda si es un actor talentoso o simplemente un tipo con suerte. Sus personajes casi siempre son alegres, simpáticos, de esos seres que parece que cada vez que la vida les da palos ellos le devuelven sueños. En muchas de sus producciones su rol es de “amigo de...”: de Ben Stiller, de Eddie Murphy, de Vince Vaughn, de Jackie Chan. Al verlo en pantalla enseguida el espectador desea sumarlo a su grupete.
A fines de los 90 y comienzos del siglo XXI su presencia era habitual en las comedias más exitosas. Si le preguntaban por su trabajo, lo minimizaba: “Solo me limito a decir cosas y consigo que suenen auténticas”. Quizá porque en sus actuaciones daba la impresión de que no se esforzaba mucho, la crítica escribía sobre él en forma algo despectiva, como recopiló la revista Vanity Fair: “Wilson no es tanto un actor como una persona cómica que actúa”; “A diferencia de algunos de sus compañeros (Stiller, Vaughn, Anderson) no desprende ambición y perfeccionismo”; “Su estrellato le cayó como un cometa sobre la cabeza”; “No actúa, parece sorprendido de salir en una película”; “Todos sus personajes parecen destilaciones de él mismo”, “Tiene la suerte del tonto: juntarse con la gente adecuada”.
Owen protagonizaba películas pero no romances. Si le preguntaban por qué no encontraba pareja reconocía que era un hombre fiel y sensible solo cuando se enamoraba, para luego contar que por eso, en su época universitaria prefería salir con strippers, lo que le garantizaba relaciones divertidas, consentidas y -algo fundamental- sin compromiso, y mucho menos un enganche afectivo.
En 1999 por primera vez se lo vio en una relación que se podría catalogar como noviazgo. Fue con Sheryl Crow. Ella venía de una breve relación con el músico Eric Clapton. Con Wilson se conocieron mientras filmaban The Minus Man, un thriller donde el actor salía de sus papeles habituales y la cantante tenía una pequeña participación. Noviaron dos años y cuando rompieron ella le dedicó “Safe and Sound” (”Sano y salvo”) una canción que por un lado asegura que “no te dejaré hasta que estés sano y salvo”, y por otro dice que “siento que podría haberte amado”.
En el 2006 al actor le ofrecieron participar en la comedia Tres son multitud, los coprotagonistas eran Matt Dillon y Kate Hudson. Apenas pisó el set, Owen se sintió atraído por la actriz. Hudson es de esas personas que no tienen una belleza perfecta ni una sensualidad descarada, pero son simplemente adorables, de esas que cada vez que te sonríen te hacen sentir que la vida es una linda aventura.
Los 11 años de diferencia no fueron un problema para el romance. A Kate le enamoraba su humor y ya sabemos que si la belleza es una victoria, la risa te hace firmar la rendición incondicional. Wilson lograba hacerla reír contándole con seriedad que su fobia a dar entrevistas era porque tenía miedo de avergonzar a sus padres diciendo algo indebido, o cuando le aseguraba que, si tuviera que dirigir una película, en vez de hacer un casting invitaría al actor a cenar porque “comiendo es la mejor forma de saber si la persona se acerca al personaje”.
Acostumbrada a moverse en un mundo con egos enormes, Hudson no podía menos que enamorarse de ese hombre que aseguraba: “Me daría vergüenza escribir una película como Anaconda aunque, extrañamente, no me dio vergüenza protagonizarla”. El flechazo fue muy fuerte. Kate que venía de separarse de su marido, el cantante Chris Robinson, no temió embarcarse en una nueva relación con convivencia incluida.
Todo parecía marchar bien, compartían paseos en bicicleta o caminatas por una playa australiana donde ella había viajado para filmar. El panorama parecía idílico y soñado, pero no.
La fuerte adicción del actor a la cocaína y heroína –había estado dos veces en clínicas de rehabilitación- comenzó a minar la estabilidad de la pareja. Luego de varias rupturas y reconciliaciones, Kate tomó sus cosas y se marchó de la casa que compartían en Malibú. Pero sobre todo, se marchó de su vida.
Owen, que había reconocido que se volvía muy sensible y vulnerable cada vez que se enamoraba, entró en un túnel oscuro y depresivo, de esos que no se sabe muy bien cuándo empiezan pero lo que resulta mucho peor: no se sabe cuándo ni cómo terminan. El actor cómico y de risa fácil sintió que una tristeza profunda e infinita lo invadía. Se sintió morir y quiso morir. Al hijo de padres ateos lo vieron en una capilla en Santa Mónica.
72 horas después de esa visita religiosa, el 26 de agosto de 2007, su hermano Luke lo encontró en el baño de su casa, inconsciente, con las muñecas cortadas y rodeado de frascos vacíos de somníferos. Ante la falta de certezas, y entre tanta información o desinformación, y especulaciones -como la manera en la cual lo habrían afectado las fotos que aparecidas días antes de Kate Hudson junto a su nueva pareja, Dax Shephard-, se desempolvaron frases del actor que, a la vista de los acontecimientos, resultaron quizás advertencias. “Soy una persona de altos y bajos. Eso es algo de lo que mis novias se suelen quejar, soy inconsistente”. En el, 2005, en una entrevista con la revista Playboy, reconoció que aunque era una alguien común que bajaba a la playa patinando con su perro todos los días para conocer chicas, también tenía una “tensión depresiva de ascendencia irlandesa”.
Mientras los rumores arreciaban, Owen se recuperaba. Ingresó a una clínica de rehabilitación en Los Ángeles y al abandonarla fue Andrew Wilson, su hermano mayor, quien se hizo cargo de él, lo llevó a su casa y lo cuidó hasta que estuviera emocionalmente recuperado. Ni el actor ni su familia hablaron públicamente del episodio. “Con todo respeto les pido a los medios que me permitan recibir atención médica y curarme en privado durante este difícil momento”, rogó en un comunicado.
Poco a poco retomó su rutina. Jamás volvió a hablar sobre ningún aspecto de su vida privada, salvo sobre su trabajo, decisión que mantiene hasta el día de hoy. Sí permite que le tomen fotos en algunas actividades: le encantan los deportes suele practicar ping pong, tenis, natación, surf y hasta dominó, y mira con fanatismo los partidos del Chelsea.
Después de Wilson, Hudson vivió varios romances. Tuvo una breve relación con el actor Pastor Dax y otro también muy efímera y nunca del todo confirmada con Heath Ledger a quien definió como “alguien hermoso, dulce y gentil”. Salió varios meses con el ciclista Lance Amstrong, que había sido novio de Sheryl Crow, la ex de Wilson. La vincularon con el golfista Adam Scott y tuvo una relación confirmada y fotografiada con el beisbolista Alex Rodríguez.
En 2014 después de cuatro años y un hijo, rompió con Matt Bellamy, líder de la banda Muse, debido a las “distintas perspectivas” que tenían sobre la vida. Desde 2016 está en pareja con Danny Fujikawa. “La primera vez que vi a Danny tenía 23 años y estaba enormemente embarazada de Ryder (su primer hijo). ¡Sus hermanastras son mis mejores amigas y así es como hemos estado en el mismo círculo durante más de una década!”, escribió en diciembre de 2017 en su Instagram. Aunque no lo aclaró otro “inconveniente” fue que, al conocerse, él tenía 16. Quince años después, los siete años de diferencia dejaron de ser un obstáculo para ser un dato.
Para evitar especulaciones o simplemente porque estaba feliz con su presente amoroso, contó cómo Danny pasó del casillero “amigo” al de “novio”. “Hace un año me llevó de paseo y lo que pensé que era solo una excursión con un amigo de la familia se convirtió en una cita inesperada. No hubo movimientos en esa primera fecha. De hecho, le llevó meses dar el primer paso. Me besó un año después y fue mucho más dulce”.
En 2018, tuvieron a Rani Rose, que se sumó a Ryder Robinson y Bingham Hawn Bellamy, de entonces 17 y 10 años, hijos de sus relaciones con Chris Robinson y Matt Bellamy, respectivamente.
Como Kate, que tuvo tres hijos con tres parejas distintas, Owen también fue papá de tres hijos -Obert, Finn y Lyla- con tres mujeres diferentes. Pero a diferencia de su ex novia, no fueron relaciones estables sino efímeras, tanto que no se sabe si a Lyla la conoce aunque está incluida en su seguro médico y le pasa una pensión.
Hoy Wilson parece haber alcanzado cierta paz. Porque si como dice Cortázar viviste y sobreviviste al amor como un rayo que te partió los huesos, también, como dice el escritor, aprendiste que en el amor, lo importante es “andar sin buscarnos, pero sabiendo que andamos para encontrarnos”.
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