Si bien en los últimos años ha tomado distancia de la actuación, Catherine Zeta-Jones es una de las grandes figuras del cine internacional. No hace falta verla protagonizando un filme para saber de su vida: siempre es noticia. Una de sus últimas apariciones fue a fines del año 2021 cuando acompañó a su pareja, Michael Douglas, a la entrega de los premios Emmys. Suele tomar distancia cuando necesita una pausa del medio que la lanzó al estrellato. Su carrera está repleta de grandes éxitos. Sin embargo, llegar hasta la cima no fue nada fácil. Vivió y aún atraviesa situaciones que hacen que su recorrido sea mucho más emotivo.
Gran parte de su infancia la transcurrió en Swansea, Gales, donde nació, el 25 de septiembre de 1969. Allí pasó por varias etapas y situaciones que la marcaron. Su padre era empleado en una fábrica de golosinas y su mamá se ganaba la vida como modista. Nos les faltaba nada, pero tampoco les sobraba. Pero todo cambió cuando Catherine era una adolescente: ganaron un premio millonario en el bingo.
Pero poco antes de aquellos años de fortuna, estuvo la preocupación por la salud. Catherine enfermó hasta encontrarse cerca de la muerte. Sus padres le regalaron una tortuga como mascota que le trasmitió un virus agresivo que rápidamente se ramificó por su vía respiratoria. Era apenas una nena. La llevaron a un hospital casi sin signos vitales, y los médicos tuvieron que realizarle una traqueotomía de urgencia. Era la única opción. No podía respirar.
La intervención le permitió seguir viviendo. A medida que fue creciendo, las consecuencias se hicieron visibles. La intervención le dejó una cicatriz muy grande en el cuello, y las miradas ajenas siempre se dirigían ahí. En alguna oportunidad la actriz comentó que siempre fue fuerte mentalmente, y que eso la ayudó a no deprimirse ante las burlas. Hoy, a sus 52 años, lleva esas marcas con orgullo, como un recuerdo permanente de lo que atravesó, pero también de las armas que utilizó para superar las adversidades.
El bullying sufrido no desanimó su interés por lo artístico. A los 14 años se inscribió en una escuela de arte dramático, dando los primeros pasos de una carrera sin límites. Antes de esto ya había cautivado a la prensa inglesa como cantante, siendo una verdadera niña prodigio de voz poderosa. En los distintos programas de televisivos a los que acudía, generaba emoción.
A los 21 debutó en cine, lo que significaría otro cambio rotundo para Catherine. Si bien nunca eligió qué camino continuar, de alguna manera el séptimo arte ganó la pulseada para que sus energías fueron colocadas allí. En su momento causó sorpresa, ya que tenía un futuro prometedor dentro del pop. El tiempo parece haberle dado la razón, más allá de que le costó un poquito más posicionarse. El quiebre fue recién en 1998 cuando protagonizó La máscara del Zorro, junto a Antonio Banderas.
Su llegada a Hollywood fue un escape: el suyo, de la prensa inglesa. Cuando empezó a ganar notoriedad el acoso de los fotógrafos se hizo sistemático, por eso decidió mudarse a Estados Unidos en busca de tranquilidad. A diferencia de lo que muchos podrían haber aventurado, ingresar a la meca del cine le brindó estabilidad laboral y también emocional: los paparazzis ya no la perseguían de la misma manera.
Tiempo después trascendió que Zeta-Jones fue diagnosticada –no hay precisiones sobre fechas- con trastorno bipolar. Lo trataba sin mayores inconvenientes con un tratamiento médico, pero en 2011 tuvo una recaída que no pudo superar en su casa, y debió ser internada. Allí se hizo público, y ante las consultas que se repetían, la actriz prefirió hablar.
Por entonces Michael Douglas contrajo cáncer de garganta: logró recuperarse cuando Catherine cayó en un profundo pozo depresivo. Los especialistas le indicaron que posiblemente se debía a la enfermedad del actor, que la llevaron a descuidar su propia salud, dejando de tomar en tiempo y forma la medicación recetada.
Durante su internación de una semana, la actriz estuvo bajo un estricto control. Le realizaron una serie de estudios que arrojaron que enfrenta un trastorno bipolar grado dos, el cual aparece por periodos prolongados que en algunas ocasiones se le mezclan con episodios de manía leve. Es algo con lo que convivirá de por vida: no podrá superarlo jamás, pero sí contará con un tratamiento para contrarrestar sus efectos.
Al salir de la clínica psiquiátrica, Zeta-Jones habló de su salud: “Este es un trastorno que afecta a millones de personas y yo soy una de ellas. Si mi revelación de tener bipolaridad 2 ha animado a una persona a buscar ayuda, entonces vale la pena. No hay necesidad de sufrir en silencio y no hay vergüenza en buscar ayuda”, declaró la actriz en la revista People en ese momento.
Según remarcó, los primeros síntomas aparecieron en 2004. Ese año tenía periodos de ansiedad, situaciones que podía controlar, hasta que en un momento -aunque no sabe bien cuándo ni por qué- la situación cambió y ya se volvió incontrolable. Fue entonces cuando acudió a profesionales.
Buscando encontrar algún motivo, recordó que aquel año se topó con un acosador que le seguía los pasos, un fanático que había conseguido su teléfono y la molestaba. Casi un año antes había sido madre de Carys y ya tenía a Dilan, de cuatro. Y la preocupación la empujó a las inseguridades, pudiendo haber derivado en su cuadro.
Hoy, lleva adelante su día a día sin mayores sobresaltos, cumpliendo con lo que le indican los profesionales que supervisan su estado. “Todos tenemos problemas y estoy muy feliz de tener grandes amigos, un gran apoyo, y eso es todo lo que puedo hacer para tener una vida plena”, dice Catherine Zeta-Jones, entendiendo que antes que cicatrices, porta las marcas de la vida.
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