Si bien en la actualidad las series ganaron terreno, en parte gracias a las distintas plataformas de trasmisión vía streaming, en otros tiempos también hubo producciones que marcaron época. En la década del 90, una de las que sobresalió fue Beverly Hills 90210. Incluso, y ya parándonos en esta línea de tiempo, al no tener la posibilidad de poder verlas cuando uno deseaba, sino cuando aparecían en pantalla o salían los DVD, todo lo logrado por las producciones de esos tiempos tienen otro valor.
Esta serie juvenil emitió su primer capítulo en octubre de 1990 y tenía planeado durar una temporada, pero debido a lo que generó en el público, se fueron agregando emisiones hasta cumplir una década. En Estados Unidos se trasmitió por Fox, en horario central, para luego ramificarse por todo el mundo y su último capítulo fue en mayo del año 2000.
La historia abrió y cerró la década, pero el furor se dio durante el verano del 91. Cuando parecía que ya no le quedaba crédito, se diferenció de la competencia que se había tomado un receso y la cadena televisiva sorprendió con una maratón de capítulos bajo el título “temporada de verano”. Ese fue el despegue absoluto para instalarse y lograr que sigamos hablando de ella 30 años después.
A grandes rasgos, el guion giraba en torno a un grupo de jóvenes de clase alta que vivían una lujosa vida, pero con los problemas y desamores de cualquier mortal. Buena parte de la trama gira en torno a sus años de escuela secundaria y universidad y uno de los actores principales fue Jason Priestley, que se puso en la piel de Brandon Walsh.
Sin ir más lejos, al principio el producto giró en torno de él y de su hermana gemela Brenda Walsh (Shannen Doherty), desde la llegada de ellos con sus padres a Beverly Hills provenientes de los suburbios de Minneapolis. En ese instante empiezan a descubrir una vida totalmente distinta a la que estaban acostumbrados para encarnar una historia que recorrió el globo terráqueo.
Priestley se convirtió en un verdadero sex symbol de la década. Nacido en Vancouver, Canadá, el 28 de agosto de 1969, cuando se mudó a Estados Unidos se transformó en una de las figuras mediáticas más importantes, y su magnetismo iba más allá de la actuación. También se destacó en su trabajo como modelo y dejó fluir su faceta de deportista, ya que fue un destacado jugador de hockey sobre hielo.
Sin embargo, en un momento las luces del éxito lo cegaron. Le abrieron una puerta al infierno que, afortunadamente, logró cerrar a tiempo. A la par, claro, cuando salió de ese lugar, su luz mediática se fue apagando más allá de que nunca dejó de trabajar. Pero claro, ya no era parte de la elite hollywoodense.
Los proyectos siguieron en pie, pero ya sin la repercusión de antaño Si bien en principio se fue alejando de Hollywood porque las propuestas que recibía no eran del mismo calibre que las que solía afrontar, por otra parte, él también decidió correrse de los flashes después de vivir algunas situaciones límite de índole personal que lo marcaron.
Por entonces, también fue piloto automovilístico, carrera que desempeñó durante casi 9 años. El gran susto lo tuvo en 2002, cuando en pleno entrenamiento chocó contra un muro a 290 kilómetros por hora. Fue operado de urgencia, estuvo un tiempo en terapia intensiva y tanto los médicos como él aseguraron que su vida había corrido riesgo, que estuvo en manos de Dios y que estaba vivo de milagro.
Fue el peor episodio de varios. A principios del nuevo milenio, también tuvo problemas de alcoholismo. Un año antes del accidente en el circuito, tuvo uno similar pero en las calles de Los Ángeles, por conducir alcoholizado. Su auto deportivo no sirvió más y Jason estuvo 5 días preso, tuvo que pagar una multa, le sacaron la licencia de conducir por un año y fue obligado a hacer un curso de rehabilitación.
Todos esos temas lo resguardaron para poder recuperarse. Se dedicó al trabajo, pero fue seleccionado los proyectos. La crítica más dura lo apuntó y dijo que no supo estar a la altura de la serie que lo catapultó y que por eso dio un paso al costado para seguir protagonizando pero en filmaciones de segunda línea. Incluso volvió a trabajar en la pantalla chica y en producciones canadienses.
Se habló tanto de eso, que él se encargó de dejarlo en claro en una nota con el programa mexicano Las Estrellas: “No siento que Beverly Hills 90210 sea mi karma ni una carga negativa de por vida. Disfruté de lo que hice y después seguí otro camino. Brandon pasó aunque uno tiene que estar enamorado del personaje que uno hace. Pero se terminó. Ya cumplió su etapa. Y yo no me quedé agarrado de él, lo dejé ir”, aseguró.
Priestley recordó que en su esplendor vivió situaciones que lo marcaron, pero de las que supo salir. “Nunca me interesó ser una celebridad, creo que lo más importante es tener vigencia en la industria, nunca perder el deseo y desafiarse a sí mismo. Eso es lo que siempre he tratado de hacer”, comentó desde que dejó la vida alocada atrás.
A la par, logró esa familia que tanto anheló. En 2005 se casó con la maquilladora Noami Lowde, a quien había conocido meses antes. Dicen las revistas de aquellos años que fue amor a primera vista, por eso fue todo tan rápido. El tiempo les dio la razón, ya que siguen juntos e incluso, fruto de este amor, tuvieron dos hijos: Ava (14) y Dashiell (12).
Desde entonces el actor encontró refugio en la vida familiar. Tiene una gran relación con los niños, y se los ve a menudo haciendo de las suyas y disfrutando de sus vacaciones. Jason es un apasionado de la cocina y durante la pandemia, con mucho tiempo libre, sorprendió en sus redes sociales con sofisticados platos preparados por sus propias manos.
Laboralmente, su última gran aparición fue en Private Eyes, serie canadiense que se emitió desde 2016 a 2021. Se trata de una comedia romántica que supo trascender y posicionarse. Actualmente está alejado, esperando nuevos proyectos para volver al ruedo, sin demasiada prisa, claro. En definitiva, y pese a que lo tuvo todo, esta es la manera, mucha más relajada, que eligió para vivir.
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