Nunca se supo, exactamente, qué fue lo que pasó esa noche. Supuestamente, Natacha Jaitt había ido al salón de fiestas Xanadú, del barrio Villa La Ñata de Tigre, para resolver una cuestión de trabajo. Pero en horas de la madrugada terminó encontrado la muerte de la manera más espantosa. Era el sábado 23 de febrero de 2019 cuando el país se despertó con esa triste noticia. Y, tres años después, su familia sigue pidiendo justicia. Porque detrás del personaje mediático, que iba al límite y no esquivaba la polémica, había una mujer a la que muy pocos conocían y a la que sus hijos aún hoy siguen llorando.
Alberto Jaitt y Aliza Mariani, los padres de Natacha, habían tenido a Ruth, a ella y a Ezequiel, con un año de diferencia cada uno. Y luego decidieron no tener más hijos. Sin embargo, cuando nadie se lo esperaba, llegó Ulises, a quién la modelo y conductora le llevaba ocho años y de cuyo cuidado se tuvo que hacer cargo debido a las múltiples obligaciones de sus progenitores. Según confesó después el periodista, su hermana lo había “adoptado como a un hijo”. Y eso hizo que ambos se volvieran inseparables.
Sin embargo, no faltaría mucho para que Natacha se convirtiera realmente en mamá. Tenía apenas 20 años de edad cuando dio a luz a Antonella Olivera. Y, en aquel momento, decidió dedicarse a pleno a la crianza de su hija. Sin embargo, cuando cuatro años más tarde se separó en buenos términos del padre de la nena, supo que no podría hacerse cargo de la ella sin antes forjar su carrera. En ese momento le llegó la propuesta de participar del Gran Hermano de España. Y como su ex pareja no quiso firmarle una autorización para que la pequeña viajara con ella, no le quedó más remedio que llegar a un acuerdo con él para cederle la tenencia.
No obstante, la modelo y conductora mantuvo una relación fluida con su hija, a quien visitaba habitualmente. Y su hermano siempre destacó el buen trato que tenía con el padre de Antonella, con quién según él Natacha tuvo “la única relación sana” de su vida. Sucede que, tras su separación, ella comenzó una relación que el periodista calificó de “tormentosa” con el fallecido actor Adrián Yospe, con quien años más tarde tuvo a su segundo hijo, Valentino.
Tras incontables conflictos, que incluyeron una denuncia por violencia de género que Natacha presentó contra el actor en España, la modelo y conductora se separó de Yospe en 2009. Entonces, el actor quiso quedarse al cuidado del nene, que tenía apenas 3 años de edad. Sin embargo, la Justicia determinó que la tenencia fuera compartida, con lo cual Valentino pasó algunos días de la semana con su mamá y otros con su papá, hasta que en 2011 Adrián falleció. Y, desde ese momento, fue Ulises quien ayudó con la crianza del niño.
Quienes tuvieron la posibilidad de conocer a Natacha lejos de las cámaras y de los escándalos, sabían que para ella sus hijos eran lo más importante de su vida. Y que todo lo hacía pensando en que, el día de mañana, no les faltara nada. “Para ella era un sacrificio estar lejos de Anto y Valen. Pero quería triunfar para que a ellos les quedara algo, para que pudieran tener un futuro”, cuentan. Lo cierto es la muerte la sorprendió con apenas 41 años de edad y con mucho trabajo pendiente todavía como mamá. ¿Qué fue de la vida de sus hijos?
Antonella tenía 20 años cuando falleció su madre. Hoy, con 23, está radicada en una localidad cercana a Barcelona, en España. “Estoy trabajando de camarera, pero con el sueño de generar mi carrera artística y con planes de irme a vivir a Madrid”, cuenta la joven en diálogo exclusivo con Teleshow. ¿Cómo hizo para superar la muerte de Natacha? “En ese proceso, es uno mismo el que tiene que tomar la decisión de no quedarse estancado. Porque la herida por la pérdida de mi mamá no es algo que se vaya a sanar, va a seguir abierta el resto de mi vida. Y yo solo puedo aprender a vivir con ella. Pero tengo que salir adelante por mí misma, por mi hermano que es la luz de mis ojos y por la gente que amo”, explica.
En ese sentido, la joven asegura que lo que más la ayudó fue el hecho de “trabajar por lo que quería” sin perder de vista su objetivo. “Tuve que hacerme cargo de mi vida. Decir: ‘Busco algo diferente y lo voy a conseguir’”, señala. Antonella confiesa sentirse feliz por lo mucho que evolucionó desde que llegó a ese país europeo. Y explica: “Después de cambiar de cultura y de forma de vivir, encontré un trabajo que me permitió tener plata en el bolsillo todos los días. Y, a la vez, focalizarme en mi proyecto artístico, que es lo que mi madre siempre me incentivó a hacer”.
¿Qué le pasa cuando recuerda a su mamá? “Yo la pienso todos los días. La pienso en todo lo que hago, en todo lo que evoluciono, en mis éxitos y en mis fracasos. La pienso siempre. Y cada vez que veo una mariposa, sé que es ella la que me la manda para que sepa que me está acompañando. Así que el sentimiento depende del momento. Cuando estoy feliz, la recuerdo con una sonrisa. Y, cuando estoy triste, la recuerdo con llanto”, cuenta Antonella. Y dice que, de chica, tiene la imagen de Natacha como “una mamá graciosa”. “Era la mamá que nadie tenía, no solo porque trabajaba en televisión sino también porque tenía un gran sentido del humor. Con ella nos reíamos mucho en casa, todo era alegría. Y era un ser especial”, concluye.
Con 12 años de edad, cuando murió Natacha, Valentino quedó en el medio de una pelea judicial por su tutela entre su familia paterna y su tío Ulises, quien finalmente quedó a su cargo. Hoy, a un mes de cumplir los 16, el adolescente acaba de comenzar el cuarto año del secundario. “Gracias a Dios está bien, le va genial en el colegio, sigue dibujando que es lo que más le gusta hacer, está alto y se puso de novio con una chica que conoció en enero en la colonia”, le dice a este medio el conductor de El show del regreso (Radio Ensamble).
Para Ulises, que ya ocupaba el rol masculino en la vida de Valentino desde que falleció su padre, no fue fácil hacerse cargo solo del joven, que no recibe ningún tipo de cuota alimentaria por parte de la familia Yospe. “Ahora mi abogado, César Carozza, está analizando un temita con respecto a lo que fue la herencia de su abuelo, porque hay que investigar que pasó con un par de propiedades”, explica el periodista, que logró que su sobrino se quedara con la casa que fuera de su progenitor. Sin embargo, con esfuerzo, ambos pudieron salir adelante y lograr “una buena convivencia”.
“Como todo adolescente, está en una etapa en la que hay que ponerle límites y explicarle mucho los cuidados que tiene que tener, porque ya está agarrando un poco más la calle”, dice Ulises. Pero se enorgullece al habar de los logros de Valentino: “La verdad es que es un resiliente. Es un pibe fuerte, muy inteligente. Y yo le doy mucha contención, porque estoy con él todos los días de su vida. También estuve analizando la posibilidad de buscar algún apoyo psicológico, porque aunque él esté bien puede servirle de mucho. Pero en la escuela se porta bien y aprobó todo, así que eso es un buen síntoma”.
Claro que, a tres años de su partida, los recuerdos de Natacha siguen presentes en el joven. “En casa se la nombra todos los días, porque a cada instante se nos vienen a la mente anécdotas con ella. Valentino, por ejemplo, siempre se acuerda de cómo le cocinaba. ‘¡Que ricos eran los tallarines con estofado que me hacía mi mamá!’, dice. Es un dolor que vamos a llevar siempre, tanto él como yo. Y es por eso que, ahora que es más grande, él también está muy pendiente de la causa y quiere saber qué le pasó a su madre”, cierra Ulises.
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