Con el entusiasmo de volver a la radio, donde empezó a los 16 años atendiendo por teléfono a los oyentes, Romina Manguel disfruta del camino recorrido y es consciente de que en cada nuevo trabajo el desafío es aún mayor. Hoy, se la puede escuchar volviendo a casa en No dejes para mañana, en Radio con Vos, de lunes a viernes de 19 a 21. También en A confesión de parte, en Millenium, los domingos de 12 a 13.
La periodista recibe a Teleshow en uno los estudios de la emisora, para una charla distendida. Se define como obsesiva y laburante, de la vieja escuela. Asegura que una nota bien hecha no se puede resolver solo con un mensaje de WhatsApp o un llamado por teléfono. Y puntualiza cuándo sintió que se consolidó como periodista: “Al dejar de tener tanto miedo a equivocarme”. Además, opina del periodismo actual, la competencia desleal, y también del Gobierno: “Muchos le bajan el precio a la Argentina por no ser año electoral y creo que está todavía más caliente que en el año electoral”. Además, desorientada, se pregunta: “¿Qué quiere Alberto Fernández?”.
—¿Dónde estamos?
—Estamos en Radio con Vos, adonde llegué después de muchos años para hacer el regreso de 19 a 21. La extrañaba: yo soy un bicho de radio. Anduve por la tele, me formé en gráfica, pero le tenía ganas a la radio. ¿Y sabés que no se terminaba de dar? No terminábamos como de encontrarnos, y bueno, llegó el momento.
—¿Cómo fue el primer día, el debut de No dejes para mañana?
—Con nervios, con ansiedad, sin poder dormir. No importa cuántos años hace que hago esto: la verdad es que yo estaba súper nerviosa. Por ahí amigos o colegas me decían que no se nota al aire; bueno, esa es la idea. Pero la paso pésimo, porque me parece que me voy a quedar sin voz, voy a olvidarme los nombres, no voy a poder hacer la nota, no voy a poder leer los diarios, me voy a olvidar. Bueno, cosas que no terminan pasando. Por lo menos el primer día no pasaron…
—¿Qué le preocupaba más de su regreso a la radio?
—Soy muy respetuosa de la audiencia y hay un juego de seducción que me lo tomo muy en serio. Y esta es una audiencia complicada en ese sentido, que no se deja ganar fácil, y me gusta el desafío. Pero también le tenía miedo a eso: al rechazo. Una no puede mostrarse y contar todo lo que es en una primera cita. Llevo el paralelismo porque es como a mí me resulta más fácil por haberlo vivido. A veces tenés la ansiedad o querés contar que sos bárbara, que sos divertida, que sos inteligente, y termina siendo un quilombo que no se entiende quién sos. Yo digo: denme la oportunidad de contarles quién está de este lado, quién los va a acompañar de 19 a 21, desde dónde miro la vida, cuáles son mis anteojos. Por ahí no les gusta, por ahí sí, pero denme la oportunidad porque, a veces, hay mucho prejuicio: muchas veces te putean antes de saber lo que vas a decir, es increíble.
—Al presentarse ante una nueva audiencia, ¿siente que está dando un examen?
—Sí, y está bien eso. No es que crea que todo el mundo me tiene que conocer ni mucho menos, tampoco insisto en que les tengo que gustar ni que tienen que saber qué hice, saber hace cuánto tiempo trabajo en la radio, que me encanta contarlo: me encanta haber empezado sirviendo café a los 16 años en Radio América, los domingos a las 7 de la mañana. Todavía me acuerdo la emoción de cuando me habilitaron a escribir los primeros mensajes de los oyentes. Hice toda la carrera que hay que hacer en los medios y está bueno contarlo. Y esto que decís vos de dar examen: ¿por qué no? Me parece que estamos un poco zarpados algunos comunicadores, el famoso: “¿No sabés quién soy yo...?”. La gente no tiene por qué saber.
—¿Cuándo sintió que se había consolidado como periodista?
—Cuando dejé de tener tanto miedo a equivocarme. Me parece que tuvo que ver con eso. Me acuerdo de que tenía mucho miedo y le decía a (Jorge) Lanata, por ejemplo, que me había equivocado en aquello o lo otro. Y él me decía: “¡Qué sé yo! Ya está. Si el concepto lo transmitiste no pasa nada. Te equivocás y no pasa nada”. Sí creo que tenemos que ser responsables, por supuesto. Yo soy realmente muy responsable con el laburo que hago, muy obsesiva. Pero todos tenemos nuestros momentos de estupidez, donde las cosas no nos salen como queremos o como soñamos, y me parece que no podemos estar frustrándonos todo el tiempo. Creo que hay que saber administrar las frustraciones.
—En lo profesional, ¿cuál es su sueño?
—Decir todo lo que quiera. No estar preocupada ni por lo que piensen, ni por cómo caiga, ni por si es una mala palabra, ni si el otro se ofende. Creo que ese sería el programa... A veces, y lo sabés, los mejores diarios no terminan de plasmar las mejores notas porque somos mucho más nosotros, decimos todo lo que después, cuando la cámara se prende, no nos animamos a decir. ¿Y dónde me veo? Frente a un micrófono. En el piso de un canal soy muy de tirarme, de sentarme en el piso y realmente poder decir todo lo que aun hoy, con la vara bien corrida, sigue siendo políticamente incorrecto, y poder reírnos un poco más aun en los peores momentos.
—2022, Manguel en radio. ¿Y televisión?
—Voy a hacer tele en Canal 9. Arranco el domingo 6 de marzo a las 22. Vamos a ir a sacudir un poco con política. Vamos a rockear la política un ratito, una vez por semana.
—¿Cómo se lleva con la televisión? ¿Le produce más estrés?
—Sí, es más estresante. Puede sonar frívolo y recontra superficial, pero a diferencia de los colegas varones, que se ponen un traje, se ponen un poco de polvo y salen, nosotras tenemos como que montarnos: que el pelo, que el anillo, si el escote... Y por ahí eso, a veces, se roba mucho de lo que vos estás diciendo. Entonces vos estás, por ejemplo, preparando un informe durante una semana, con lo que eso implica, y viendo fuentes, y después terminan diciendo: “Qué horrible le quedaba la camisa, qué gorda que la hacía”, “Qué flaca que estaba”, “Se hizo la cara”, “Se hizo...”. No hablan del informe. La tele es imagen y me cuesta amigarme un poco con eso.
—Es mamá de dos nenas. ¿Qué le preocupa del futuro de sus hijas?
—Mucho me preocupa. Tremendamente. Yo no soy de las que quieren que se vayan (al exterior). Me encantaría que puedan formarse acá: creo que hay universidades increíbles, que la educación argentina, a pesar de todo lo que está pasando y cómo se la ha desfinanciado, es de las mejores del mundo. Me gustaría que pudieran tener la oportunidad de elegir y no está cosa de: “Los pibes se tienen que ir”. No quiero que sea como la última opción quedarse a estudiar o a trabajar en Argentina. Mi abuela vino en un barco sin hablar español, llegó al puerto a los 14 años desde Polonia. Entonces, que sus bisnietas se tengan que ir del país... no me parece. Me encantaría que se queden a pelearla acá. No a pasarla mal, no a tener miedo, no a salir con el miedo que están saliendo hoy a que les afanen, a que les pase algo, a que las toquen en un colectivo. No a esta cosa de tener que llamarme 200 veces y yo estar con el celular viendo en dónde están con la geolocalización de cada una. La verdad es que eso no me gusta. Pero bueno, son las condiciones también de vivir en la Argentina de hoy.
—Hablando de eso, ¿cómo ve a la Argentina, hoy?
—Cambia todos los días. Muchos le bajan el precio a la Argentina por no ser año electoral, y yo creo que está todavía más caliente que en el año electoral, donde las cartas van a estar mucho más jugadas en cuanto a quiénes van a ser los candidatos, quiénes van a salir a dar esta pelea. Hay mucha interna en el oficialismo, hay mucha interna en la oposición, bueno, por supuesto, todos pendientes de la resolución del Fondo Monetario. Por otro lado, te sale Alberto Fernández y (Santiago) Cafiero con una gira que parece la más inoportuna del planeta, a Rusia y a China, cuando se presupone que están detrás del conflicto geopolítico con Ucrania. Aburrir no te aburrís nunca, información hay mucha. Me sigue sorprendiendo la tolerancia de la Argentina, esta idea de “diciembre estalla”, y no estalla, y aguantamos, esperamos. Y creo que en el fondo hasta debe haber cierta cuestión de fe, de que de alguna manera caemos parados, como país te estoy diciendo, ni siquiera te estoy hablando de un espacio político. Digo: terminamos cayendo parados. todavía...
—¿Cómo ve al Presidente?
—No podría decirte. Si me preguntás: “¿Sos una de las que confió en el liderazgo de Alberto?”, yo te diría que sí, sin haberlo votado, pero creí que sí. Después pensé que estaba completamente afuera de la cancha con Cristina Fernández de Kirchner manejando absolutamente todos los frentes, y creo que este acuerdo con el Fondo, preacuerdo, depende quién lo diga, si la oposición o el oficialismo, le vuelve a dar cierto aire. De hecho, su mesa chica vuelve a hablar de un Alberto Fernández candidateable de cara al 2023, que hace un mes, después de las PASO... Pero acá aprendimos a que no hay que velar a nadie antes de tiempo porque el muerto se te levanta a la mitad del velorio y dice: “Perdón, ¿qué están festejando?”. Ahora, si vos me preguntás, para mí sigue siendo una incógnita. ¿Qué quiere Alberto Fernández? Yo no tengo la menor idea.
—Si tuviera la oportunidad de hacerle una pregunta al Presidente, ¿cuál sería?
—¿Cuáles eran sus proyectos como presidente?¿Cuáles son sus prioridades y en cuáles claudicó por la pandemia o por Cristina? No me la va a contestar, pero digamos, por la pandemia, por Cristina, por el mundo, ¿qué banderas tuvo que bajar? ¿Cuáles fueron?
—¿Qué opina de la Vicepresidenta?
—Es un personaje. Es un personaje sobre el que, a pesar de ella y su silencio, se sigue hablando y midiendo todo en torno a ella. Es un fenómeno que creo que la política va a estudiar durante muchísimos años. Es un fenómeno político. Y cuando decís eso te dicen kuka. Ya me da fiaca explicar que no soy kirchnerista. Pero la verdad es que... no hay manera. Vos fijate: desde la oposición, el macrismo, se mide en torno a Cristina Fernández de Kirchner; el propio Presidente se mide en torno a Cristina Fernández de Kirchner; la fuerza está en torno a ella, ¿que hace cuánto viene sin hablar? Y le alcanza una nota manuscrita para hacer un quilombo como ese de la semana trágica que todos recordamos. Entonces, me parece que tiene un poder de fuego que no se explica.
—¿Qué político la sorprendió para bien y cuál para mal?
—Tarde lo descubrí, pero me gusta mucho cómo se está moviendo (Miguel Ángel) Pichetto. Me parece que hay gente que pegó la vuelta que es interesante, y que además tiene una perspectiva desde lo peronista, desde la oposición, que es muy interesante de escuchar. Wado De Pedro es interesante, y Andrés Larroque, este Cuervo más maduro, me gusta. Me desilusionaron algunos roles de algunas mujeres en el Gabinete: lamento que no hayan podido hacer más, que no hayan peleado más su lugar. A mí me había gustado el nombramiento de Marcela Losardo, por ejemplo, como ministra de Justicia, y no quiso, no pudo, no tuvo más ganas. Pero me parece que era una pelea interesante para dar si lo que Alberto decía respecto de la Justicia era cierto, aunque lo que estamos viendo no se condice con sus primeras expresiones al respecto. Pero me gustaba, me parecía que podía tener un buen perfil de ministra, con buenas relaciones con distintos sectores de la Justicia. No diría desideologizada porque era parte del gobierno de Alberto, pero era más amiga de Alberto que albertista o más amiga de Alberto que kirchnerista.
—¿Losardo se fue o la invitaron a retirarse?
—Bueno, siempre tiene que haber un poco de las dos. Por lo menos, generar alguna resistencia. Creo que hubiese tenido apoyo para generar algún tipo de resistencia, pero no le quiso provocar algún problema a Alberto.
—¿Qué opina de Máximo Kirchner?
—Es una incógnita. Todo lo que te podría decir no sería cierto porque viene de fuentes muy lejanas. No sé nada fuera de las participaciones que tuvo en el recinto. No termino de saber cómo piensa acerca de un montón de cosas en la vida que para mí son fundamentales.
—¿Cómo vive el feminismo?
—Me llegó de grande, como el vino. Naturalicé, por ahí por ser chica y estando tantos años laburando en los medios, ciertos tratos, techos, prerrogativas que tenían los varones y que nosotras no teníamos. No me sentía parte de esa lucha colectiva. Y lo aprendí de amigas, lo aprendí de colegas, lo aprendí de Lu Peker, lo aprendí de Ingrid Beck. Y lo entendí. Espero que no sea demasiado tarde porque es importante que tenga un lugar en la agenda, porque es importante la agenda de género, porque es importante la perspectiva de género, porque es importante estar en una redacción y frente a una injusticia levantar la mirada y encontrarte a vos, por ejemplo, y saber que por ahí si vamos las dos a plantearlo tenemos mucha más fuerza que si fuese una. Para ser honesta: (el feminismo) es algo que me fue llegando de a poco, y lo entendí.
—Hablando de mujeres, ¿qué opina de las periodistas que llegan más por los atributos de belleza o por relaciones personales, que por capacidad y preparación?
—Es competencia desleal, para arrancar. Pero también negarlo es una estupidez, porque pasa. Pasa en todos lados: en una oficina, en un estudio de abogados; no necesariamente la más inteligente, la más capaz, la más tenaz en su laburo es a la que mejor le va. Ahora, si vos sabés que hay un montón de colegas que están hace años laburando y que a vos te pusieron a dedo, no está bueno. Pero hasta ahora no conocí a ninguna de esas que diga: “Me retiro”. Fuera de eso, que cada una se mueva y que juegue el rol con el que se sienta más cómoda.
—¿Cómo ve al periodismo hoy? Especialmente al de opinión y a las nuevas generaciones.
—No me gusta el periodismo que estamos haciendo. Cuando tengo la posibilidad de conversar con colegas de gran prestigio, que son referentes, vuelvo a preguntar hacia dónde vamos, porque no lo termino de entender. Todos opinan de todo; yo no tengo una opinión de todo. Con respecto a las nuevas generaciones, hay de todo: generalizar sería injusto. Hay gente súper interesante y otra que está con esto: “En dos minutos te consigo, te resuelvo, te hago”. No es en dos minutos: es mucho trabajo, es mucho tiempo. Entiendo que hay falta de recursos, entiendo que cada vez hay menos gente en las redacciones, en las radios, en los canales, pero no podés tratar de resolverlo en cinco minutos con un llamado. ¿Qué nivel de verosimilitud, qué entidad tiene esa nota? A mí me gusta que haya trabajo atrás de una nota.
Algo personal
—El minuto que cambió su vida.
—Los partos, claramente. Entendí que todo tenía otro sentido. Dejó de importarme prácticamente todo el resto de las cosas que me rodeaban.
—Los hombres de su vida.
—Fuera de los profesionales, mi viejo es uno de los grandes hombres de mi vida. Mi pareja hoy. Gerardo Rozín es otro de los hombres de mi vida. Mis amigos; no sé qué haría sin ellos. Soy lo que soy por ellos también.
—¿Qué la hace feliz?
—Estar en mi casa. Muy.
—¿Tiene algún muerto en el placar?
—Sí, tengo. Claro que sí. ¿Cuáles? No se puede decir (risas).
—El sexo en su vida.
—Lo disfruto. Me divierte.
—¿Más ahora que antes?
—Lo disfruto más de grande. Estoy menos pendiente: si se me ve la celulitis, si la panza... Es para disfrutar, es para divertirse. Yo era bastante más conservadora, entonces, como estoy menos conservadora, más divertida, menos prejuiciosa, la estoy pasando mucho mejor.
—¿Sus miedos?
—No tenés tiempo. No sabés lo que es. 30 años de análisis. El mayor miedo: perder a la gente que quiero.
—Para finalizar: un secreto.
—¿Un secreto que tenga que develar? Le mandaba cartas de amor a Guillermo Andino. Qué horror. Pero porque era licenciado en Relaciones Internacionales y yo quería seguir esa carrera y me parecía que era espectacular que fuese periodista. No tengo que dar más explicaciones. Se las dejaba en la puerta de Canal 13. Se acaba de enterar Andino.
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