Gustavo Martínez murió a los 62 años tras caer desde el piso 21 de un edificio donde vivía con Marta y Felipe Fort, ubicado en Sucre al 1900, en el barrio de Belgrano. Según explicó el abogado César Carroza, el personal trainer no estaba pasando por un buen momento de salud por sufrir un principio de Alzheimer y un cuadro depresivo. Desde la muerte de Ricardo Fort, Gustavo se encargó de la crianza de los hermanos Fort con la ayuda de Marisa López.
“Mi papá es Ricardo Fort y después tengo a Gustavo y a Marisa que nos cuidan. Otra persona no me interesa. No hace falta la genética para ser familia”, dijo alguna vez Marta Fort al referirse a quienes son “su familia adoptiva” como varias veces definió a su tutor y su niñera.
Martita y Felipe nacieron en Los Ángeles gracias a una subrogación. Ricardo tenía desde hace años el deseo de ser tener hijos y se lo contó a su padre cuando estaban viajando a una exposición de chocolates en Europa. La primera reacción de Carlos fue desestimar la idea de su hijo pero luego le dio el dinero que éste necesitaba para emprender la búsqueda.
Luego de varios trámites en Estados Unidos y de visitar clínicas, el deseo comenzó materializarse. El 25 de febrero del 2004 nacieron sus hijos a quienes bautizó en honor a su madre y a su abuelo, el fundador de la fábrica de chocolates. Aunque en sus últimos años se lo veía constantemente rodeado de gente, viajó solo a recibir a sus bebés y hasta fue el encargado de cortar el cordón umbilical. Por cuestiones laborales, Gustavo que en ese entonces ya no era pareja, no pudo acompañarlo al nacimiento, tampoco fueron los flamantes abuelos que conocieron a los chicos recién a los dos meses cuando llegaron a la Argentina.
Los primeros días los mellizos estuvieron en incubadora por su bajo peso y una vez que estuvieron fuertes fueron dados de alta y viajaron a Miami al departamento familiar, donde los esperaban Claudio Borges, entrenador físico y su esposa. Ellos lo ayudaron a armar las cunas, comprar la ropa y sostuvieron a Ricardo en sus primeras semanas como papá. Luego, llegó el relevo y fue Karina Antoniali, ex esposa de Eduardo (hermano de Ricky) quien lo acompañó, junto con su hija Macarena que en ese entonces tenía cuatro años.
Fascinado con sus hijos, Ricardo estaba convencido de que quería hacer todo él, pero no es fácil para nadie, encontrarse como padre solo al cuidado de dos bebés. Fue quien era su cuñada quien lo convenció de contratar una niñera que lo ayudara en la diaria con los chicos y luego fue un paso más allá y le dijo con nombre y apellido quién era la persona indicada para la tarea: Marisa López.
La flamante tía era amiga de la niñera y por eso no dudó en recomendarla. Ricardo, muy cercano y amigo por esos años de Karina, confió en ella y así fue como Marisa comenzó a ser parte de la familia.
Su conexión con los bebés fue inmediata. Ella venía del mundo del deporte, había jugado al hockey y participado en la Selección, antes de que este fuera bautizado con el nombre de Las Leonas. Junto con Magdalena Aicega y Vanina Oneto, alzó la medalla dorada en los Juegos Panamericanos de Mar del Plata de 1995. Un año después de aquel logro, dejó el equipo, según dijeron en El Gráfico porque se le complicaba coordinar los horarios para entrenar.
Marisa había llegado al seleccionado de Hockey en 1983, jugó en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988 donde por primera vez participó la selección argentina obteniendo el puesto número 7 y en 1995 decidió retirarse tras haber llegado a ser capitana. En algunas crónicas de la época la describen como un “genio” que ya hacia sus trece años se perfilaba como una gran deportista: nadaba y jugaba al tenis hasta que se enamoró del palo y la bocha. “Era técnicamente perfecta y descollaba en todos los puestos, hasta de arquera. Pero especialmente era valiosa en defensa, porque a todo lo demás le agregaba su gran visión de cancha y una velocidad mental”, la describía el diario La Voz.
Quienes frecuentaron la casa de Fort dijeron a Teleshow que ella era “una imagen materna para los mellizos” a quienes “quiere como si fueran sus hijos” y que estaba junto con Gustavo “pendiente de todo”, no solo de Martita y Felipe, sino también de los detalles del hogar y del propio Ricardo. “Vivía cuidando a todos y él tenía agradecimiento por su labor”, aseguraron, sobre todo en los últimos tiempos en los que él estaba mal de salud.
En varias oportunidades ella viajó a Miami con los chicos o a donde ellos fueran de vacaciones para acompañarlos y cuidarlos desde su rol de niñera. Incluso recibió el 2021 en la ciudad preferida del chocolatero con los mellizos, el tío de ellos, los primos y Rocío Marengo. Junto con Gustavo se encargaron de acompañar a Martita y Felipe en su día a día y seguro sea una de las personas que mejor los conoce, ya que desde que tienen unos pocos meses los cuida y nunca se separaron.
Martínez había sido pareja de Ricardo y estaban separados cuando el chocolatero decidió cumplir su sueño de ser padre, deseo que venía postergando desde hacía años y que logró gracias a que su padre le dio el dinero para realizar una subrogación de vientre en Los Ángeles. Cuando personal trainer fue operado el mediático le abrió las puertas de su casa para que realizara el post operatorio. Se incorporó de manera tan natural al hogar integrado por Ricky, Marisa y los mellizos, que entre todos decidieron que lo mejor era que se quedara a vivir con ellos. Meses antes de partir, cuando el dolor físico era insostenible y no había morfina que alcanzara a calmarlo, Ricardo realizó un poder a través del cual dejaba establecido que si algo le sucedía, su amigo quedaba a cargo de la tutela de los chicos, que en ese entonces tenían solo nueve años.
La semana que viene, el 25 de febrero, cuando cumplan 18 ya podrán decidir por ellos mismos dónde y con quien vivir y también tendrán potestad sobre sus acciones en la fábrica. Aunque ya no necesiten niñera, Marisa, como varias veces Martita y Felipe lo dijeron, fue, es y será siempre su FAMILIA.
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