Puede que la actuación sea un juego practicado muy en serio. Y que como tal, contará con sus propias reglas, inquietudes y búsquedas, permitiéndose cambiar la clásica pregunta que nos hacían en la infancia para entonces indagar, cuando ya tenemos varios años: “¿Qué querés ser cuando seas… chico?”. Esa respuesta podría definir a un adulto en toda su esencia.
Entonces, imaginándose niños otra vez, estarán quienes se identifiquen con El Chavo del 8 o con Quico (¡no pueden ser más distintos!). Otros podrían preferir ser El Ñono, quizás un Godínez. Y muchas se verán reflejadas en La Chilindrina.
Pero en aquella bonita vecindad, a Florinda Meza le tocaría en suerte interpretar a La Popis, una nena de ocho años que -siempre con su muñeca Florencia en brazos- era pura bondad e inocencia. Esas nobles cualidades la hacían víctima de las fechorías de la hija de Don Ramón: a través de engaños maliciosos pero precarios, La Chilindrina lograba quedarse con sus golosinas y paletas, cuando no, directamente con su dinero.
Sin embargo, la infancia real de la propia Florinda Meza fue bien distinta a la que desarrollaría con su personaje en El Chavo del 8. La actriz que en el recordado programa de Roberto Gómez Bolaños se hizo famosa como Doña Florinda (la mamá de Quico y tía de La Popis), perdió la inocencia demasiado pronto en su niñez, empujada por las decisiones de los mayores -quienes a menudo no reparan en los niños-, y también por la tragedia. Y eso, la marcaría para siempre.
Nació el 8 de febrero de 1949 en Juchipala, un pueblo del estado mexicano de Zacatecas. Florinda Meza García de Gómez -tal su nombre completo- era muy pequeña cuando sus padres se separaron. Quedó a cuidado de sus abuelos, quienes se ofrecieron a encargarse de su crianza. Y gracias a ellos tuvo sus primeros encuentros con el arte, la cultura y hasta la política. Esas charlas extensas, que se producían cuando en México la televisión recién daba sus primeros pasos, despertaron precoces intereses en aquella niñita inquieta.
Fue entonces cuando Florinda se toparía con el dolor, al morir sus abuelos. Y también con la desolación, al tener que transcurrir la adolescencia sin afectos cercanos que la contuvieran, que la amaran, que la cuidaran. El desamparo aceleró la madurez y esa joven endureció una personalidad que -como en un respiro- recién se permitía la ternura en los entrañables personajes que le tocaría interpretar más adelante en los sets televisivos.
Empujada por aquella circunstancias poco favorables, Meza empezó a trabajar siendo adolescente. Probándose en distintos oficios llegó a ser secretaria, modelo de comerciales y hasta locutora, reemplazando a María Antonieta de las Nieves (sí, La Chilindrina) como la voz de la señal Televisión Independiente de México.
Aquel prematuro interés por el arte -el valioso legado de sus abuelos- completó la ficha de inscripción en la Asociación Nacional de Actores. Y viéndola sobre el escenario la descubrió un tal Chespirito. Cautivado por su talento y atrapado por su belleza, Gómez Bolaños la invitó a sumarse a Los supergenios de la Mesa Cuadrada, un programa de 1969 que resultó ser la antesala de El Chavo del 8, con un elenco estaba integrado, entre otros, por el virtuoso Ramón Valdes, quien luego sería el adorable Don Ramón de la vecindad.
De la mano de Chespirito, Florinda alcanzó la popularidad y el reconocimiento. Como todos sus compañeros interpretó en el ciclo a distintos personajes (las mencionadas Doña Florinda y La Popis, pero también a Chimoltrufia) y fue parte de las películas El Chanfle (I y II) y El Charrito. Además, expandió sus dotes creativos convirtiéndose en guionista (lo hizo con novelas muy exitosas, como La Dueña). Y siempre con el respaldo del creador de El Chapulín Colorado, terminó convirtiéndose en la productora del El Chavo del 8.
Aunque al día de hoy -más de cuatro décadas después- nadie lo puede afirmar con seguridad, por esta circunstancia habrían comenzado los conflictos de Florinda Meza con los demás actores de la serie. Eran los mismos que, acostumbrados a tenerla hasta ese momento como compañera, no aceptaban ahora recibir sus órdenes como flamante directora artística. Por caso, eso habría motivado la abrupta salida de Ramón Valdés.
Pero además, estaba Carlos Villagrán. Mucho antes de convertirse en Quico, el niño mimado y consentido de Doña Florinda, Villagrán fue pareja de Florinda Meza en la vida real, según lo revelaría el propio actor recién en 2011. El lustro de amor que los unió se habría extinguido a poco del debut de El Chavo del 8 en el Canal 8, justamente, para luego pasar a Televisa.
Abundan las dudas sobre lo que en realidad ocurrió entre ellos, incluso respecto a las fechas del inicio y el final de la relación, ya que solo Villagrán habló públicamente del noviazgo: “No lo voy a negar”, declaró, casi esforzándose por colocar a Florinda en una posición poco favorable: “Fue una carga para mí”. Muchos creyeron ver en sus palabras un dejo de despecho, en una historia más propia de aquellas novelas que también emitía Televisa.
Villagrán siguió hablando. Dijo que la actriz se descompensó durante las grabaciones del ciclo, en las vísperas de la ruptura amorosa. Y aseguró que, sin saber cómo proceder, le pidió consejos a un integrante del elenco para ver de qué manera podía comunicarle a Florinda que no quería seguir adelante con el vínculo amoroso. ¿Quién fue esa persona a la que recurrió como “si fuera un padre”, a la búsqueda de una palabra sabia? Villagrán habló con Chespirito, quien luego sería la pareja de Florinda. Sí. Culebrón.
No obstante, otra versión da cuenta de que el creador de El Chapulín Colorado fue quien en verdad le exigió a Villagrán que terminara el noviazgo, ya que la cadena no veía con buenos ojos los amoríos entre los compañeros del exitoso programa para toda la familia. ¿Y cómo fue que más tarde él mismo terminaría con Florinda, incumpliendo esa norma profesional? Donde manda capitán no manda marinero; o niño con un trajecito de marinero, a lo Quico...
Olvidando su memoria de caballero, Villagrán concluyó sus recuerdos narrando que Meza mantuvo un affaire con el director del programa, Enrique Segoviano. “Ella se quería pegar a alguien”, acusó, dejando la impresión de que sus sentimientos hacia la actriz no estarían del todo resueltos, pese al tiempo transcurrido.
“Yo tuve mis novios, mis pretendientes, mis decepciones, porque además fuera del medio artístico tuve proyectos de matrimonio, pero el problema es que todos querían que dejara de actuar. Y yo pensaba: ‘Si les gusto por lo que soy, por qué al casarse me piden que sea otra cosa, yo no voy a ser lo que les gusta entonces’”, le contó en una oportunidad Florinda al periodista Gerardo Rozín.
Regresemos a los 70. Ya con el controversial romance con Villagrán en el pasado, Meza estrechó su vínculo con un Gómez Bolaños que estaba casado con Graciela Fernández, su novia desde los 22, y tenía seis hijos, una familia conformada -de acuerdo a la definición de la misma actriz- por “siete valijas muy pesadas”. Por su estado civil, su bien ganada fama de infiel y el vínculo laboral (era su jefe, claro), Florinda se habría negado durante mucho tiempo a las propuestas sentimentales de Chespirito, quien además, era dos décadas mayor.
“Si tienes un matrimonio, tienes hijos y tu mujer es linda y buena, ¿por qué haces todo lo que haces?”, solía recriminarle Florinda. “Siento que mi vida está vacía, me falta algo”, le contestaba Gómez Bolaños, quien durante cinco años buscó seducirla con poemas, canciones y dibujos. Nada le resultaba.
Hasta que un día, estando en Santiago de Chile por una gira de la serie, la actriz le reprochaba por enésima vez los engaños a su esposa cuando Chespirito suspiró: “Cómo me gustaría que alguien me besara…”. “Si quieres besar a alguien, ¿por qué no me besas a mí?”, recibió como respuesta, luego de un lustro de intentos fallidos. A partir de entonces Gómez Bolaños pasó a llamarla “mi bonita”, y Florinda, “mi Rober”. Pero allí no se agotaban los apodos: en los pasillos del canal a ella la acusaban de “roba maridos” y a él, de “padre abandónico”.
“Caí como hoja en mar revuelto, me enamoré perdidamente de ese hombre y le dije: ‘Yo no quiero ser en tu vida una mujer más, quiero ser la única mujer, y él me convenció con su respuesta: ‘Mira, cuando un vaso está lleno no le cabe nada más’”, afirmó Meza, años atrás.
Juntos, hicieron teatro y cine. Se casaron en 2004, pero no tuvieron hijos (según la actriz, por decisión de Chespirito). Y permanecieron unidos hasta que la muerte del genial humorista, en noviembre de 2014, la hizo caer en la tristeza mas honda y más espesa. “Solo quería dormir y no despertar”, llegaría a confesar Florinda, una vez superada la pena. Jamás volvería a formar una pareja ni siquiera a salir con otro hombre: “Mi único y gran amor ha sido, es y siempre será Roberto Gómez Bolaños”.
Hoy, mientras en Juchipala una estatua homenajea a su ciudadana ilustre, Florinda Meza vive en Ciudad de México. A los 73 años conserva su popularidad tanto como la fama (bien o mal ganada) de manipuladora, autoritaria y maltratadora. Regresó a la pantalla grande después de 30 años con la película Dulce familia. Y no pasa un día sin recordar al gran amor de su vida, a quien cuidó hasta sus últimas horas.
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