Promediaba el 2021 cuando a Jorge Rial, recientemente desvinculado de América luego de toda una vida, le propusieron hacerse cargo de la tarde de Radio 10. Era un espacio al que conocía bien y que había sido su casa durante buen tiempo, pero aún así, no le fue fácil tomar la decisión. Acorde a su estirpe periodística, solo quedaba aceptarlo como un desafío. Llevaba unos años alejado de la radio, y el horario del regreso a casa le parecía óptimo, más relajado y por fuera de la fragua diaria informativa.
Ocurrió que Argenzuela, su flamante criatura, se ganó un lugar en las tardes, para sorpresa del propio conductor, que vio colmada sus expectativas. Entonces llegó otro ofrecimiento: pasar a la franja de 10 a 14. El destino le tenía guardado un retorno circular, esa segunda mañana que se muestra tanto o más caliente que la que le tocó protagonizar. Y ahora sí, se siente preparado para dar batalla. “De aquel refugio de la tarde ahora me encuentro de nuevo en medio de la línea de fuego de la información. Y me gusta: me calienta, es lo que me gusta hacer”, asegura el conductor a Teleshow, a horas de que se encienda la luz de aire y dispuesto de hablar de todo, como si ya estuviera frente al micrófono. De su nueva luna de miel con la radio, de su desencanto con la televisión y del momento que atraviesan el periodismo en general, y el de espectáculos en particular.
—¿A qué atribuís el renacer de la AM?
—Pasaron muchas cosas. La radio sigue siendo un medio de comunicación en el que la gente se informa, y se puso interesante. La movida por la salida de Marcelo Longobardi de Mitre, la aparición de Rivadavia es interesante, la 10, que se pone fuerte a la mañana. La radio que más representa a la calle es la 10, y vamos a proponeros eso: recuperar la calle. Quiero recuperar esa mística de la radio que yo viví en los comienzos, aquel gran éxito de Radio 10.
—¿Por qué se mantiene la radio como ese lugar de referencia?
—En esta época de grieta profundísima, todavía hay cierto espacio en la radio para que haya más expresión y más opinión, porque hay más tiempo. La tele es demasiado sesgada, creo que está pasando su peor momento a nivel credibilidad, y la radio te da una libertad y un vuelo que no te da ningún otro medio. Yo lo disfruto mucho. Ya hay una gran diferencia, y es que no te maquillás para salir al aire, así que el ego no se te va por las nubes. Hay una magia que volví a sentir y me volvió a enamorar.
—¿Sentís que sos otro en la radio? ¿Alguien más parecido a vos mismo?
—La tele te encasilla. Yo era el tipo que hacía espectáculos, el malo. Y yo siempre fui mucho más que eso. Me divertía ese personaje hasta que me aburrió, y creo que a todos les pasa. Cuando Lanata decidió hacer entretenimiento, le dijeron: “No, Jorge, a vos te queremos haciendo política”. Acá tengo otro espacio para la libertad y la discusión, y no necesitás una imagen. En la gráfica y la tele tenés que mostrar algo. Acá es una voz que te dice: “Último momento: renunció Máximo Kirchner”. La gente puede no conocerte la cara, pero te cree. Y eso es inigualable.
—¿La gente sigue creyendo en el periodismo?
—Se bastardeó mucho al periodismo en estos últimos años, sobre todo desde la pandemia. Creo que la primera gran víctima de la pandemia fue el periodismo: desinformó, confundió, militó causas como las antivacunas y provocó bastante daño. Hay que reconstruir el periodismo y la radio es un buen lugar para hacerlo, porque además se está volcando mucha gente joven.
Un nuevo aire. En aquel momento de incertidumbre luego de su salida de América, Rial masticó un tiempo la oferta de la 10 antes de aceptarla. Y para salir de esas dudas, se aferró a una certeza: “Lo único que pedí fue gente nueva, con la que no hubiera trabajado nunca, y que no me viera a mí como ‘el tipo de los medios’. Que yo fuera el único viejo de la mesa, que podamos intercambiar ideas. Y lo encontré”, explica el conductor, satisfecho y orgulloso por el trabajo realizado.
A ese equipó sólido que integran Andrés Lerner en economía, Sofía Caram en política y judiciales, Nacho Genovart en deportes, Agustín Rey en espectáculos, Miguel Ángel Pierri en policiales y Belén Castellino en la locución, se suman dos refuerzos para afrontar la nueva temporada: Mauro Federico (”para toda la rosca política”) y Rodolfo Gringo Cingolani (”para el debate futbolero”). Además, habrá un protagonismo decisivo para los móviles: por tercera vez en lo que va de la charla, Rial repite el concepto de recuperar la calle casi como una obsesión.
—¿Y cómo se recupera?
—Agarré la frase del peronismo: “Donde hay una necesidad, nace un derecho”, y la transformé: ”Donde hay una necesidad nace un móvil”. La idea es otra vez tener el pulso de la calle con tres móviles fijos para satisfacer la necesidad periodística y la de la gente también. Además quiero recuperar el estudio que da a la calle, pero eso es más simbólico: lo veo con la ventana baja y no me gusta, tiene que estar lleno de gente de un lado y del otro, que te puedan ver y vos, dar la cara.
—Cuando anunciaste el cambio de hora en tus redes, lanzaste un alerta a los famosos: “No se va a salvar ninguno”. ¿Extrañás un poco al Rial de Intrusos?
—Veo los programas de espectáculos y lamentablemente entraron en la lógica de la domesticación del famoso. El famoso domesticó a los periodistas de espectáculos y se perdió ese espíritu crítico, salvo algunas cositas de Ángel de Brito. Y los programas no tienen la influencia que tenían antes porque las redes sociales rompieron todo. ¿Qué podés hablar de Wanda Nara si Wanda Nara habla por ella? El programa va a estar dividido: las dos primeras horas con mucha actualidad, y después, más distendido. Ahí va a aparecer el espectáculo, y van a caer víctimas de nuestra mirada. No soy amigo de los famosos ni lo quiero ser; ni de los políticos, ni de los empresarios, ni de los deportistas.
—Se está cumpliendo un año de tu partida de Intrusos. ¿Cómo lo ves a la distancia?
—Mi salida era lógica y necesaria para el programa y para mí. Yo me había aburrido de entrevistar gente que no conocía, que no sabía que hacían. Cuando yo me voy del programa pido que queden Adrián (Pallares) y Rodrigo (Lussich), y el canal no los quería. Ellos querían a (Horacio) Cabak y a mí no me parecía; creía que lo lógico era que siguieran ellos. Ahí cambió el estilo: lo hicieron más liviano y de entretenimiento. Ahora está Florencia (de la V) y también es lógico, porque ante un canal que ha perdido a sus figuras, miraron para adentro y me parece bien. El problema es que es parte del ambiente, y estar al frente de Intrusos la va a limitar bastante. Pero Intrusos es muy resistente: logramos armar un producto que traspasa todo, al punto que cualquiera lo puede manejar y es imposible que lo choque.
—¿Aun sin tu presencia?
—Sí, porque tiene un estilo. Es real que no instala agenda y no tiene la influencia de antes, que lo que decías en Intrusos explotaba, pero sigue siendo un programa de referencia y me siento orgulloso de haber armado ese estilo durante 20 años. No es lo mismo: no lo miro porque no cuentan nada que yo no sepa. Y perdió maldad, esa cosa irónica que tenía y ya no tiene.
—Ese sí eras vos. O al menos, el personaje del que hablábamos al principio de la nota.
—Sí, claro. Pero tengo 60 años, tengo cierta espalda como para hacer ciertas cosas. Pero entiendo que no se pueda, y está bien. El espíritu sigue estando, es un clásico, y los clásicos no se discuten.
—Destacaste a De Brito en la charla, con quien tuviste un desencuentro a finales del año pasado. ¿Cómo estás con él?
—Con Ángel no somos amigos, pero tampoco enemigos, y las veces que nos peleamos fueron boludeces. Pasó que a fin de año, con lo de Wanda, la verdad que ellos tenían la mejor información del tema. Lo dije al aire, lo invité a salir en el programa y él me invitó a LAM. Yo no fui porque no tenía ganas todavía de volver a la tele y tampoco me parecía porque podía verse como una mojada a de oreja a Intrusos, y no era mi intención. Entonces lo dejamos pendiente.
—¿Lo ves como tu sucesor?
—No, porque es ponerle una etiqueta a alguien y compararlo… Él es Ángel de Brito, tiene su propia personalidad y ya tiene un lugar ganado en el mundo del espectáculo. Me parece que es el que mejor sigue el estilo de lo que era el viejo programa de espectáculos. Tiene buena info, tiene primicias, y eso es un valor agregado y lo que lo hace diferente. Y mantiene esa ironía: le gusta pelear.
—Mencionaste que la televisión está en su peor momento de credibilidad. ¿Cómo se soluciona?
—Hay que reconstruir la televisión, hay que hacerla de vuelta. Para mí es bárbaro como medio de comunicación, pero hay que reconstruirlo, y no veo muchas ganas de hacerlo. La tele cree que echar mano a los influencers es renovarse, y no es así. No reniego de la tele, pero hay que barajar y dar de nuevo.
—¿Extrañás algo de la tele?
—Nada, nada. No está en mis planes volver a la televisión. No me quita el sueño, no extraño y casi no miro porque no hay mucho que me atraiga. Paso. Lo último que vi fue la edición anterior de Masterchef Celebrity, pero ni siquiera veo noticieros, porque para eso voy a los canales de cable. Y entretenimiento no hay: no veo nada que me atraiga.
—Hace unos días recordaste en tus redes un aniversario de aquel Gran Hermano 2007 y sus 50 puntos de rating. ¿Volverá el país a hablar de algo que pasa en la televisión?
—Hoy sos tendencia y ya dicen: “El país está hablando de…”. Y no está hablando el país. En aquel momento, de verdad 50 puntos era la mitad del país viéndote, y lo sentías en la calle. Hoy es tendencia El Presto por putear a las mujeres; es tendencia Yao Cabrera y el tipo cree que en realidad es famoso, que es popular. Pero es tan efímero eso… En aquel momento Gran Hermano, Tinelli, Susana, los partidos de fútbol: de verdad se paraba el país para verlos. Y hoy, ningún programa de televisión para el país.
El valor de la noticia. La grieta radio-televisión parece ser una batalla desigual en este etapa de la vida de Rial. Entonces es momento de volver a ese universo que, a pesar de los cambios tecnológicos, mantiene su esencia a prueba de transistores y apps. A esa criatura llamada Argenzuela en la que se cocinará la actualidad dura y el entretenimiento, que Jorge condimentará con sus grandes pasiones: el periodismo, la política, la información, el deporte, el debate, el espectáculo, ese combo de magia radial que lo tiene en plena luna de miel. “Haciendo periodismo”, como dice en el avance. Y en un contexto de país que siempre parece dispuesto a darle letra.
—¿Qué año político imaginás?
—En estos seis meses viví un ajetreo inusitado pero lógico en un país que es así, y se va a repetir este año y el que viene. Esta es la política argentina: es zozobra todo el tiempo, inconsistencia, contradicción constante, peleas internas, desmentida todo el tiempo. Es un gran momento para hacer periodismo. No sé si es un gran momento para el país, porque estamos todos angustiados, pero para hacer periodismo es muy bueno. Hoy creo que lo revolucionario es informar y para mí es fantástico.
—¿Cómo influyen las redes sociales a la hora de hacer periodismo? ¿Pueden verse como una amenaza?
—Al periodismo no lo mata nada porque tiene un extra que es la opinión, la mirada, el análisis. Las redes sociales es paja, y sobre todo para nosotros, los periodistas, que morimos por tirar la primicia en nuestra cuenta personal de Twitter. Y hoy la primicia no existe: es de todos. A mí eso me parece una pelotudez, dejé de correr atrás de eso. Prefiero la buena información, el buen dato, el agregado. Hay primicias que son una mierda, la muerte de Diego Maradona, por ejemplo: ¿valía la pena ser el primero? No. Yo lo quiero contar al aire y desarrollarlo. Esa es la diferencia del periodismo con las redes.
—¿Es un reflejo de madurez?
—Aprendí, hice experiencia, son años. Aparte, casi no tenemos esa primicia porque hoy todo se maneja por comunicados. Me siento como Diego hablando con (Javier) Castrilli: los políticos no te van a contestar, no hablan. Yo los quiero escuchar, no quiero que escriban. La política no es hacer Twitter, es otra cosa. Y la política no puede perder el capital del contacto con la gente. Hoy cualquier tuitero se le para de manos a un político, y eso no puede ser.
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