Los 8 escalones del millón es uno de los programas más rendidores en la temporada estival de la televisión abierta. Noche a noche, ocho participantes se dan cita en la pantalla de El Trece para poner a prueba su saber con el objetivo de hacerse con el premio de un millón de pesos. Con temáticas bien variadas como geografía, deportes o historia, el conductor Guido Kaczka los va guiando en el camino hacia el objetivo, donde se topan con cinco especialistas que son los encargados de realizar las preguntas finales.
Según la dinámica del ciclo, los concursantes deben contestar dos preguntas por cada escalón. Los que lo hacen de manera correcta, suben al siguiente escalón y son los encargados de elegir quienes los acompañan en el caso de que haya empate. Este condimento ingrato es uno de los atractivos del juego. Es una estrategia para deshacerse de los potenciales máximos adversarios, pero a veces no resulta sencillo. Porque también durante la competencia se van tejiendo afectos y empatías, que a la hora de tomar una decisión tan cruel como esta, puede jugar en contra.
Algo de esto quizás le ocurrió este miércoles a a Javier, un ingeniero industrial y piloto de aviones oriundo de la localidad de Burzaco. Durante la instancia referida a “frases célebres” cada uno de los cuatro concursantes que seguían en carrera tenía que completar la sentencia que empezaba el conductor. Javier cerraba la ronda y ya contaba con una respuesta afirmativa en primera instancia, mientras que los otros tres cargaban con un error. La situación era sencilla: si contestaba bien, pasaba al siguiente escalón y debía determinar quiénes lo acompañaban y quién era eliminado. Si su respuesta era incorrecta, quedaban los cuatro con un acierto y debían desempatar.
“¿Qué es el tiempo según la frase atribuida a Benjamin Franklin?”, indagó el conductor antes de otorgar las opciones: “Vida o dinero”. Y allí fue que el participante decidió salir de protocolo. “Yo no quiero elegir. Si pierdo, vamos a una aproximación”, afirmó repasando el reglamento. Y asegurando este dato y a pesar de conocer la respuesta correcta, Javier resolvió equivocarse a propósito. “Vida”, contestó sin titubear. “Creo que tiene que ser parejo todo”, argumentó ante el estupor del conductor y los jurados.
“Formalmente te tengo que decir que es incorrecto”, señaló Guido y trató de entender lo que estaba pasando. “Esto nunca lo vi. Miramos todo los días el programa en casa”, agregó la medallista olímpica Cecilia Carranza, jurado invitada. “No lo vi nunca yo”, replicó el conductor, dejando en claro el carácter inédito de la jugada. “¿Querías que sea empate?”, indagó buscando una explicación. “Quería que todos tuviéramos una oportunidad. Si yo subía, tenía que elegir quién se quedaba abajo y no quería hacer eso”; se justificó Javier, mientras recibía la felicitación y el agradecimiento de sus competidores.
Como indica el reglamento, Guido leyó una pregunta cuyo resultado es un número y se define por aproximación. La consulta fue en qué año María Julia Alsogaray había dicho: “En 1000 días vamos a poder tomar agua del Riachuelo”. Alicia y Ricardo fueron los que estuvieron más cerca, y pasaron a la siguiente instancia, mientras que Javier empató con Carolina y tuvieron que volver a responder por aproximación.
“¿En qué año Martin Luther King pronunció su famoso discurso conocido como ‘Yo tengo un sueño’?”, es lo que tenían que responder. Al escuchar la consigna, Javier emitió un suspiro de desencanto, dando un indicio de que no era un tema en el cual estuviera muy informado. Su 1980 quedó muy lejos del casi perfecto 1964 de su contrincante, lo que decretó su eliminación. Sin hacerse demasiados problemas, y sabiendo que había actuado según sus convicciones. Aunque quizás, Kaczka y su equipo continúen buscándole una explicación.
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