En la década del 90, las series televisivas marcaron la adolescencia de millones. Desde a Beverly Hills, 90210 a Dawson’s Creek, pasando por Buffy, la cazavampiros, Charmed y, la que nos ocupa en esta crónica, Sabrina, la bruja adolescente. Su debut fue en septiembre de 1996 y se trasmitió a través de la cadena ABC. Según los registros, el primer capítulo fue visto por 17 millones de espectadores en todo el mundo. Ese número fue en aumento a medida que fueron pasando los episodios que reflejaban las aventuras de Sabrina Spellman, una joven que al cumplir los 16 años descubre que tiene poderes mágicos.
Quien se puso en la piel de la protagonista fue Melissa Hart, aun cuando era mayor en edad a Sabrina: tenía 20 años. Fue su gran despegue, su trampolín que la llevó a lo más alto. De no ser conocida en el ambiente artístico, pasó a ser una de las figuras de ese momento. Pero ese vuelco que daría su vida no le resultaría gratuito.
Hart nació el 18 de abril de 1976 en Nueva York. A los 10 años, gracias a que su mamá estaba vinculada a la producción y también era cazatalentos del mundo artístico, trabajó en Christmas Snpw. Pero pronto se desvinculó de ese mundo de la ficción para dedicarse a terminar el colegio y regresó en 1991 para una participación en Clarissa te explica todo. Allí, su nombre empezaría a crecer: Melissa dejó la secundaria para dedicarse de lleno a la actuación. Al año siguiente llegaría el estallido al ponerse el vestido de la bruja más famosa de la tevé.
Melissa arrastraba un pasado reciente que la afectaba: sus padres se divorciaron a sus 13 años, y ella se fue a vivir con su mamá, perdiendo todo contacto con su papá, de un día para otro. Empezó a experimentar una rebeldía que terminó de explotar cuando su fama alcanzó límites que nunca había imaginado. Hace una década atrás, en su libro autobiográfico, Hart comentó que comenzaron a frecuentarla hombres poderosos y las fiestas privadas se convirtieron en parte de su rutina. Noches interminables que la tenían como estrella exclusiva, lo que le daba pasaporte a todo lo imaginable. Y lo que no.
Fue parte de la Mansión Playboy. Un día la invitaron y a partir de esa vez se convirtió en una abonada. Decidió contarlo en su libro, al que llamó Melissa Explains it All: Tales From my Abnormally Normal Life (Melissa lo explica todo: cuentos de mi vida anormalmente normal). En sus páginas sacó a la luz el drama que atravesó cuando pasó del anonimato al estrellato. El tormento que se les conoce a los niños prodigio también lo viviría ella, en carne propia.
Melissa contó que tuvo inconvenientes con las drogas y el alcohol. Su vida privada se había convertido en un verdadero infierno. Lo que era un rumor lo terminó por confirmar ella misma. En los últimos años de la serie esos murmullos daban cuenta de que llegaba tarde a las grabaciones y en malas condiciones, sin dormir, ebria, por lo que siempre había que esperar a que se recompusiera para empezar a filmar.
En 2003 llamó la atención el abrupto final de Sabrina, la bruja adolescente, ya que todavía seguía cautivando a la audiencia. Los fanáticos pedían que siguiera. Tiempo después se supo que había sido una decisión de los creadores, cansados de tener que soportar la falta de profesionalismo de la protagonista. Ante la imposibilidad de reemplazarla -sería poco creíble en la historia que otra actriz tomara su lugar-, cortaron por lo más sano. Y concluyeron el programa.
Ese murmullo se empezó a trasladar dentro de la industria: su nombre se inscribió en una de esas listas negras jamás confeccionadas -al menos, no en público- y su carrera se derrumbó de manera categórica. Hart desapareció de los escenarios y de la pantalla durante tres años en los que no la convocaron para ningún papel. Regresaría en 2006 como parte de Dirtbags.
“Yo experimenté con marihuana, éxtasis, hongos y mezcalina durante un año y medio. Me gustaba cuando salía a bailar, y tomar mucho champagne”. Sus palabras hacen referencia a la etapa final de los 90 y principio del 2000. Sucedió cuando comenzó a reunirse con las conejitas de la mansión que comandaba Hugh Hefner. Incluso llegó a realizar varias producciones fotografías sin estar en condiciones, bajo de los efectos de sustancias prohibidas. Puntualmente, se refirió a la tapa de Maxim, que salió en octubre de 1999. Según indicó, se topó con el material cuando ya estaba en la calle: no recordaba que había hecho esas fotos.
En tren de confesiones, pero para la revista Life & Style, sostuvo que tuvo relaciones casuales con otras mujeres. Contó que cuando no estaba en sus cabales, se atrevía a experimentar situaciones que nunca se había planteado concretar. Hasta que entendió que aquella vida debía concluir. “Estaba rodeada de malas influencias. Yo no disfrutaba de consumir drogas, pero era un poco tímida y con eso me desinhibía, necesitaba poder encajar en ese mundo”. En principio, dejó de ver a Britney Spears y Paris Hilton, a las que acusó directamente de involucrarlas en esa oscuridad.
Al hablar de su cambio de vida, Melissa pone en primer lugar de la lista al músico Mark Wilkerson, a quien conoció a fines de 2003 en un concierto benéfico. Un año después se casaron en Florencia, Italia. Siguen juntos hasta el día de hoy, y completaron la familia con tres hijos: Mason, Braydon y Tucker. Además, la actriz retomó su vida religiosa, la que había abandonado cuando se convirtió en una estrella.
No hace mucho contó que todos los domingos va a una iglesia presbiteriana y que la Biblia es uno de sus libros predilectos, al cual acude a menudo. En cuanto a lo laboral, regresó a una de sus primeras casa: Nickelodeon. En el canal para un público infantojuvenil está protagonizando la serie The Casagrandes. Porque muchos años transcurrieron desde los 90. Sabrina ya no sería una adolescente; Melissa, tampoco. Ahora transita la madurez.
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