Una estrella es un astro, un cuerpo celeste que brilla con luz propia en el firmamento. No necesita de nada ni de nadie para ser: simplemente mantiene su forma gracias a su propia gravedad. La definición de estrella, entonces, le calza a Valeria Lynch como un guante: es única, independiente y brillante. Hizo comedia musical, se convirtió en la reina de la balada pop, coqueteó con el rock y siempre que pudo le hizo el amor a la música.
El 7 de enero de 1952 nació María Cristina Lancelotti, esa beba que estaba destinada a ser alguien diferente. No solo por su nombre -ella misma eligió cómo se quería llamar- sino porque llegó para ocupar un espacio en el mundo del espectáculo en el que no cabía nadie más. En Villa Ortúzar, su porteño barrio natal, la artista mostró que tenía inclinaciones artísticas y dotes desde que era una niña. Las clases de teatro y las de canto, que nunca abandonó, llegaron para moldear su espíritu histriónico.
Valeria era un personaje que interpretaba Dora Baret en una novela de cuando la cantante tenía 14 años y ya soñaba con tener un nombre artístico. “Cuando cante, me voy a llamar Valeria”, recordó, en diálogo con Jey Mammon. El apellido salió de la guía telefónica, como sugerencia de un productor. De los 14 a los 17 el tiempo pasó volando y llegó su aparición en La Botica del Ángel, aquel mítico espacio de Eduardo Bergara Leumann, donde interpretó “Cuando un amigo se va”.
La mezcla de estilos siempre ha sido una constante en su carrera. Por eso se enoja cuando le remarcan con sorpresa su incursión en el rock, por ejemplo. Es que después del clásico de La Botica, Valeria saltó sin escalas a la obra hippie por excelencia: Hair. La adaptación argentina llevada adelante por Alejandro Romay la tuvo como intérprete del hit setentoso “Acuario, deja que entre el sol”. En su libro biográfico Esa extraña dama (Editorial Planeta, 2017), la artista cuenta que cuando era muy chiquitita le encantaba cantar “La cafetera”, de Nicola Paone, que se la había enseñado su abuela. Otra vez la mezcla de estilos, su marca registrada, su fuerte influencia pop. Y popular.
En Corta por Lozano, hace unos años, su amigo y colega Raúl Lavié la acusó (entre risas) de no calentar la voz. “¡Tomo clases!”, respondió ella, dejando en claro que es humana y que sigue siendo perfeccionista al extremo. Su excelencia reside en esa voz inconfundible, en su capacidad de sostener los agudos como nadie, y en trabajar muchísimo.
El amor y el trabajo se han mezclado en su vida desde el comienzo y fue con Héctor Cavallero, su esposo por casi dos décadas y padre de sus dos hijos, con quien forjó una carrera sólida e internacional desde que sacó su primer disco en 1977. Con una tapa diseñada e ilustrada por el completísimo artista Horacio Fontova, quien había sido su compañero en Hair, Valeria se dio a conocer con un álbum a su medida.
La década del 80 fue la suya: se hizo famosa y amada en todo Latinoamérica, Estados Unidos, Europa y Japón. Además de lucirse como cantante, Lynch retomó la senda de Hair y le puso su impronta a otras comedias musicales como Están tocando nuestra canción, junto a Víctor Laplace y Cipe Lincovsky, la ópera rock Evita, de Harold Prince, para volver en los 90 con la sorprendente El beso de la mujer araña.
“Para dar algo diferente uno debe correr riesgos y yo soy una artista de riesgo”, le gusta decir. “Cada día más” se convirtió en un clásico motivador para la Selección Argentina de fútbol, con Diego Maradona como fan número uno. “Fui a la concentración en México y me llevaron a verlo, estuve con todos los jugadores, fue hermoso. El Diego amaba este tema y cuando fue técnico de la selección y estaban concentrados en Paraguay, él me pidió que les hiciera un video a los jugadores cantando ‘Cada día más’”, recordó con emoción.
Cada una de sus canciones es un himno, como “La extraña dama” (el tema es de Valeria junto a Marcelo Alejandro Morales), que salió de la telenovela homónima y quedó para siempre en el inconsciente colectivo. O “Muñeca rota”. También “Como una loba”. La lista no tiene fin.
Con su actual pareja también la unió la música. Valeria iba a grabar “Arrancacorazones”, de Attaque 77, cuando Mariano Martínez (cantante y cofundador de la banda punk) llegó al estudio. Así se conocieron. Se saludaron, él dio algunas ideas y empezó a trabajar como su productor. Pasaron dos discos, muchas canciones y nació un amor. “Un músico, si tiene la cabeza abierta, se puede nutrir de un montón de otros estilos. A veces uno mismo se pone límites y no sabe adónde puede llegar. Aprendo mucho. Esta es una nueva forma de seguir creciendo”, le dijo Valeria a Ángel De Brito en una entrevista reciente.
Cuando empezó el confinamiento, la cantante se hizo vegetariana para acompañar a Mariano Martínez, empezaron a hacer streamings, compusieron juntos, viajaron a Uruguay. Otra vez Valeria se aggiorna, crece, se transforma. Después de haber cantado en los escenarios más prestigiosos del mundo, de haber ganado concursos internacionales, de haber inspirado a cada uno de los colegas con los que colaboró, la Lynch está más activa que nunca. La mujer que se reinventa, la estrella de comedias musicales, la artista que sale de gira cumple 70 años. Y sigue sin aferrarse a su destino.
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