Esta semana El Trece volvió a emitir El Zorro en sus mañanas, y si el enmascarado derrotaba al Capitán Monasterio, la serie volvió a derrotar a todos sus competidores. El rating marcó 6.2 y se impuso a Flor de Equipo, que midió 5.5. Es decir que no lideró por “una cabeza”, como dice el tango, sino por la llamada “amplia diferencia”. Casi transcurrido un cuarto del siglo XXI, más de cien mil personas eligieron ver un programa del siglo pasado y grabado hace 65 años. ¿Por qué esta serie creada en 1950 y producida por Walt Disney continúa atrapando audiencias? ¿Cuál es su secreto para que pase lo que pase se convierta en un imbatible en su horario?
Hagamos un poco de historia. La ficción, protagonizada por Guy Williams en el doble papel de don Diego de la Vega y su alter ego, El Zorro, contó con dos temporadas de 39 capítulos de 30 minutos cada una, que se emitieron entre 1957 y 1959. En 1960, se realizó lo que se dio a conocer como la tercera temporada, pero solo constó de cuatro especiales de una hora de duración cada uno. Aunque la serie tuvo un éxito inmediato en Estados Unidos y provocó una epidemia de Z en bancos de escuela y paredes de casas, por problemas contractuales el actor principal decidió bajarse y no hubo más episodios.
En 1968, el viejo Canal 13 comenzó a emitir El Zorro todos los días de 19 a 19.30 y el furor por el héroe de negro se trasladó a la Argentina. Hasta ahí el fenómeno era entendible; se trataba de una serie actual, con un elenco de actores maravillosos y con un guion novedoso: el héroe luchaba no contra extraterrestres sino que defendía a los pobres de la avaricia de los ricos, incluso en tiempos donde la diversidad no estaba en agenda era una serie inclusiva. Había un mudo que se hacía pasar por sordo y las mujeres también empuñaban la espada y sobre todo ya sabían y se lo dejaban bien claro a sus candidatos que “no es no”. Pero estamos en 2022. Para la mayoría de los chicos, Walt Disney es solo un estudio que hace películas o un parque de diversiones a los que les gustaría ir, Guy Williams es un desconocido y la mayoría de los protagonistas de la serie ya fallecieron. Hoy las peleas no son con espadas sino en las redes sociales y la única esgrima que se puede llegar a practicar es la verbal. Y sin embargo, la serie vuelve a arrasar.
Eduardo Coco Fernández, gerente de Producción de El Trece, entrega algunas pistas. “Una de las razones del éxito es que se trata de una historia con personajes reconocibles. Otra es la complicidad que se crea con el público, el único que sabe la verdadera identidad del hombre que se esconde detrás de una máscara -sostiene-. Además, atrapa porque son personajes y situaciones puras. Los padres saben que sus hijos pueden mirarlo sin restricciones porque la serie transmite valores como el respeto o la defensa de lo que está bien”.
No solo eso, los padres pueden mirarlos con sus hijos y los abuelos con sus nietos, ya que se trata de una historia que atraviesa el tiempo y las modas. Un adulto puede decirle a un chico: “Yo jugaba al Zorro”, y no se sentirá ni fuera de tiempo ya que el nene le responderá: “Yo también”. Es que en tiempos de apps y juegos virtuales, la infancia de los inmigrantes digitales de hoy se parece más a la de los adultos de mediados del siglo XX que a la de los nativos digitales del siglo XXI. El Zorro logra que generaciones distintas compartan un mismo código, una misma complicidad y un mismo efecto.
Como productor, Coco Fernández admira la capacidad de los guionistas para contar en capítulos que duran apenas media hora una historia donde está muy bien enmarcado lo que está bien y lo que está mal. Y esa es otra de las razones de su vigencia. “En la serie, el bien siempre triunfa sobre el mal. Y sin dudas esto estimula la imaginación de quienes en la realidad esperan que esto ocurra, pero tienen serias dudas de que efectivamente así suceda”, afirma Guillermo Kaufman, doctor en Ciencias de la Comunicación Social y profesor de Narrativas Audiovisuales en la UBA.
Otro de los grandes méritos de la serie es su simplicidad. “Las situaciones son sencillas, los personajes son transparentes, los valores que se transmiten son evidentes y compartidos (aunque no necesariamente practicados) por los espectadores, el mundo de ficción funciona de manera simple y, en general, la visión del mundo real que propone es también muy llana. En cada capítulo hay un conflicto que se resuelve y los justos siempre ganan, pero los espectadores saben que además vencerán de un modo muy entretenido”, explica Kaufman. En todos los capítulos sucede algo: hay mucha acción, un poco de romance y bastante humor. El guion, entonces, es uno de los grandes méritos de esta serie. Pero, ¿es el único?
Sin duda, otro de los ingredientes del éxito es su protagonista: un héroe que no es un gran súper héroe. El Zorro no viene de un planeta lejano ni posee un cuerpo con poderes especiales. Cuando trepa por las paredes lo hace sin la ayuda de telarañas que salen de sus manos, escapa de sus perseguidores huyendo por los techos y no volando y no conduce una nave cibernética sino que monta un caballo negro. Además suma otro ingrediente, su padre es un hombre muy bueno pero absolutamente incapaz de darse cuenta de que su hijo es ese justiciero. Argumento que ayudaría a más de un psicólogo con su paciente. Imagine el lector el diálogo ¿no se siente reconocido por sus padres? No se preocupe, al Zorro le pasaba lo mismo.
El Zorro además es un personaje muy imitable. Es un héroe posible y humano, para ser como él no se precisa vista láser, un cuerpo con capacidad regenerativa o un traje especial; alcanza con un palo de escoba que se transforma en caballo, un repasador que se usa de capa y una percha convertida en espada, todo eso más un poco de imaginación y muchas ganas de defender a los débiles.
En este sentido, Guillermo Salmerón, guionista de Maradona, sueño bendito, reflexionó: “El Zorro atrapa porque es un héroe real que lucha por oprimidos reales. No se pelea contra extraterrestres sino con el poder colonial”. Además, Salmerón destaca que los personajes están muy bien delineados, pero a su vez ofrecen gran cantidad de matices. “El Zorro es el héroe, pero Diego de la Vega tiene todos las características del antihéroe. El Sargento García es el perseguidor pero también un tipo bonachón que prefiere estar en la taberna cantando con sus amigos. Hasta el mismo Monasterio no es un villano convencional”.
El autor resalta que en la serie todo transcurre entre los límites de lo posible. Los hechos no suceden en una galaxia extraña sino en un lugar reconocible y con situaciones identificables donde los poderosos se aprovechan de los más débiles. Por eso cree que fue tan exitosa en toda Latinoamérica, y en especial en la Argentina.
Otro aspecto para analizar es que la serie plantea muy bien el juego entre lo que parece y lo que es. Porque Don Diego de la Vega se muestra como un ricachón superficial y bastante cobarde cuando en realidad es otro, un hombre valiente y dispuesto a liberar a los oprimidos. Este juego de “parezco una cosa cuando en realidad soy otra” es algo que seduce pero también identifica a los espectadores, quizá porque la mayoría de las personas más de una vez nos mostramos de una manera pero nos sentimos de otra. O nos juzgan de una manera cuando somos otros.
Por su parte, Axel Kuschevatzky, periodista especializado en cine y productor cinematográfico, considera que la serie “más que un éxito es una tradición”. Y se explaya: “El Zorro es un héroe que se sacrifica por el bien común. Diego de la Vega sale de la zona de confort que sería ser un hombre rico para identificarse con los oprimidos y defenderlos. Es una variante de Robin Hood. Además, es una figura antisistema, y por eso atrapa a grandes y chicos”. Con ojo de productor cinematográfico subraya el casting de actores: “Todos son impecables, no solo los principales, Guy Willimas (murió en Argentina, en absoluta soledad) y Henry Calvin, sino que también los secundarios son buenísimos”.
Las adultos mayores: una audiencia leal
En términos de audiencia Kuschevatzky desafía la idea generalizada que identifica al Zorro como un programa que solo ven los chicos. “(El mediodía) es un horario de adultos mayores, y está comprobado que ellos son la principal audiencia”, sostiene, y ensaya una explicación: “Creo que establecen con la serie un vínculo de nostalgia que los lleva a un tiempo donde se sentían mejor. Si una persona vio ese programa toda su vida, volver a verlo lo retrotrae a momentos muy placenteros”.
Lo que argumenta Kuschevatzky lo ratifica las mediciones. Los adultos mayores siguen el programa con fidelidad. “Para quienes no tienen cable, no usan Internet ni tienen Netflix, las posibilidades del entretenimiento hogareño están sumamente limitadas. Habría que revisar la grilla de los canales de aire y ver cómo están pensando hoy a los adultos mayores, y qué espacios de participación e interacción les proponen. Tal vez la vean una y otra vez porque las opciones no sean demasiado apropiadas para ellos”, señala Kaufman. “Si para muestra alcanza un botón”, valga un ejemplo, esta cronista daba clases en la escuela TEAImagen, analizando con los alumnos el fenómeno del Zorro al preguntar qué abuelos mayores de 80 años veían la serie, todos levantaban sus manos. La miraba el abuelo ex bancario de la alumna que vivía en Morón, pero también la abuela que siempre fue ama de casa del nieto que era vecino de Caballito.
Si bien es cierto que no hay productos nuevos y las propuestas de programas para compartir entre grandes y chicos es muy limitada, ¿solo por eso El Zorro mantiene su audiencia fiel entre estos adultos mayores? Maria Ana Monzani, psicopedagoga y doctora en Educación ayuda a reflexionar “la serie conserva una estructura sencilla que la hace comprensible y amigable para los que pasaron los 80. No solo implica esa conexión con la infancia sino un mundo donde los buenos se imponen, hay un personaje que protege y lucha por la Justicia. Así, cada capítulo resulta no solo previsible, también es esperanzador”.
Lo importante no es que El Zorro siempre logra escapar y nunca lo descubren; lo lindo es que pase lo que pase, el bien siempre triunfa. Para el espectador no hay sobresaltos, los malos son malísimos y todos los conocen, los buenos son buenísimos y todos los quieren. Y un aporte más, la serie conserva una estética donde si bien hay acción no hay un remolino de líneas argumentales que por poco precisan ser acompañadas por un cuadro sinóptico que explique la trama, tampoco aparecen figuras que discuten a los gritos sobre temas que no entendemos y personas que no conocemos.
Al casi medio millón de personas que de lunes a viernes ve la serie no solo les gusta el Zorro, también ese increíble perdedor que es el Sargento García. Un soldado al que siempre su perseguido se le escapa, un poco por su propia torpeza y otro poco, porque lo deja escapar. García ocupa el rol de esos perdedores crónicos pero simpáticos y queribles que todos conocemos o en el que todos nos reconocemos. Si el Zorro fue creado para ser admirado, el Sargento García fue pensado para ser querido y por eso lo queremos.
Por guion, por actores por un héroe que no es un súper héroe, a más de medio siglo de su estreno El Zorro sigue teniendo miles de leales seguidores. Quizá la explicación de su éxito sea que, como sus protagonistas, todos somos un poco héroes y un poco torpes, que aunque casi todos los días soñamos ser tan valientes y hábiles como el Zorro nos despertamos sintiéndonos como el Sargento García, algo perdedores y con muchas más ganas de disfrutar una buena comida y un buen trago con amigos, que andar obedeciendo las insólitas órdenes de insólitos comandantes. O quizás El Zorro es un éxito porque es el único lugar donde tenemos la certeza de que siempre siempre los buenos le ganan a los malos.
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