La madrugada del 22 de diciembre de 1996 una pareja discute con furia. No están solos en esa hermosa casaquinta poblada de jazmines en San Miguel: dos de sus hijos duermen en su cuarto junto a una pequeña invitada. Los gritos, los reproches, se intensifican. Hay un revólver, un Smith & Wesson calibre 38. La pelea recrudece, la furia no cesa, se escucha un disparo. La mujer cae, una bala atraviesa su sien. Cinco días después, el 27 de diciembre, muere. Las dudas se instalan. ¿Fue un accidente? ¿Se trató de un suicidio? ¿Hubo un homicidio? Un final demasiado triste para una artista que marcó una generación con su personaje de Señorita Maestra: Cristina Lemercier.
A fines del siglo XX, Lemercier era muy conocida para los televidentes argentinos. Llegó de la mano de Fermina Piangetti, la maestra suplente que reemplazó por unos días a Jacinta Pichimahuida, encarnada en ese entonces por Evangelina Salazar, quien se tomaba unos días para irse de luna de miel con uno de los artistas más famosos de su tiempo, Palito Ortega. En la vida real, Cristina no podría haber ejercido la docencia por una cuestión de edad: tenía solo 16 años.
Un tiempo después, en 1982, Lemercier ya no fue suplente sino que pasó a titular y encarnó a Jacinta Pichimahuida por la pantalla del canal público. El ciclo mutó su título a Señorita Maestra. Fue tan exitoso que a medida que los alumnos crecían el ciclo seguía pero sin cambiar la esencia: así llegaron a la pantalla Señorita Jacinta y Séptimo grado, adiós a la escuela, ambos por Canal 9. En tiempos sin multipropuestas de canales infantiles ni nativos digitales, los chicos se prendían en la pantalla para ver las aventuras de Siracusa, de Cirilo Tamayo, detestar a Etelvina y soñar tener alguna vez una maestra tan dulce, tierna y comprensiva como Jacinta.
Aunque intentó cambiar de rumbo interpretando personajes sensuales en El Pulpo Negro, Por siempre amigos o Monumental Moria, fue en la conducción de programas infantiles que la figura de Lemercier se afianzó. Así la vimos en Dulce de leche, La hora de los pibes y Boomerang, todos ellos por la pantalla del canal público, ATC, entre 1989 y 1996.
Mientras desde la televisión su mirada angelical cautivaba a las audiencias, en la vida real se enamoraba de Raúl Ortega, el hermano de Palito. Raúl se había destacado en El Club del Clan con el seudónimo de Freddy Tadeo, pero después se alejó de la actuación para dedicarse a la política. Se casaron en 1968. Ella había cumplido 18 años y esperaba un hijo de Ortega, al que llamaron Pablo. Luego llegaron Paula y Julia.
Lemercier era una figura conocida en la tele, con una gran continuidad laboral. En los tiempos oscuros de la dictadura militar también se la vio en pantalla. “Trabajé con los militares. ¡Como si nadie lo hubiera hecho! Vendieron Señorita Maestra por Estados Unidos y Latinoamérica”, explicaba.
Hacia 1983, con la llegada del gobierno de Raúl Alfonsín, se quedó sin trabajo. Cristina aseguraba, aunque sin pruebas, que estaba “en la lista negra de Alfonsín”. “Como Bernardo Neustadt, que lo sacaron de Canal 13″, decía, para agregar: “Juro por mis hijos que cuando ganó la UCR fui muy feliz, pensé que por fin íbamos a vivir en una democracia. Pero ellos dijeron que yo era del Proceso y no me dejaron trabajar. Fue algo terrible”. Alejada de la televisión, vendió ropa, cosméticos y hasta trabajó en una concesionaria de autos.
La actriz jamás ocultó su militancia peronista. Durante los años 90, con Carlos Menem en la presidencia, regresó a la pantalla del canal oficial. “Me crucificaron porque toda mi familia está en política. Pero yo no soy ni María Julia Alsogaray, ni Adelina de Viola. Conocí a Carlos Menem en el 83 en ATC, y mi madre llegó a ser secretaria de Estado y asesora del Presidente”, respondía a los que cuestionaban su regreso a la pantalla e insinuaban que entre la artista y el mandatario había algo más que una amistad.
Un episodio ayudó a acrecentar rumores. En 1985, durante una visita de Lemercier a la casa del entonces gobernador en La Rioja, Julia, la hija de la artista, resultó herida tras el ataque de un puma que Menem tenía en su mini zoológico privado. La nena se recuperó y, en una entrevista posterior con la revista Teleclic, Lemercier describió aquel episodio como “el momento más triste” de su vida.
Ya con Menem en la presidencia, en 1991 protagonizó un pequeño escándalo cuando en un acto del riojano en Tucumán se trepó al palco y se paró a su lado. Según la actriz, Menem la había invitado, pero fue echada del lugar por el brigadier Antonietti, que cumplía órdenes de Hugo Anzorreguy, jefe de la SIDE.
En 1992, Lemercier tuvo un problema serio de salud. “Me descubrieron un páncreas edematoso. Estuve 14 días internada en terapia intensiva. Salí y al otro día me operaron de vesícula. Volví a mi casa y me volvieron a internar por un PH que no podían controlar”, relataba en la revista Teleclic. A sus problemas de salud se sumó que su ciclo en ATC fue levantado y su madre fue echada de su cargo como asesora presidencial.
Se estaba recuperando cuando tuvo otro golpazo. El 26 de julio de 1996, Luis Ortega, hermano de su marido y casado con Gloria, hermana de la conductora, falleció en un siniestro vial. La muerte de su cuñado comenzó a envolverla en la depresión.
Desde 1991, Cristina estaba separada de su esposo, quien se desempeñaba como embajador en Costa Rica, pero cada vez que volvía al país se quedaba en el chalet de San Miguel. Ese diciembre de 1996 había vuelto para pasar las Fiestas con sus hijos.
La noche del 22 comenzó una fuerte discusión entre Lemercier y Ortega que, según las crónicas periodísticas de entonces, se habría originado por la propuesta del político: quería que la familia, que vivía entonces en aquella casona del Gran Buenos Aires, se mudara a su Tucumán natal.
Entonces, se oyó un disparo. La propia Lemercier, según pudo reconstruir la investigación posterior, tomó un arma que siempre llevaba por razones de seguridad y la acercó a una de sus sienes. Poco después, una ambulancia se llevaba a la animadora en estado crítico al sanatorio General Sarmiento. No sobreviviría.
Cuando trascendió la noticia de su muerte aparecieron dudas y especulaciones sobre si se había tratado de un suicidio o un homicidio. Para ambas hipótesis existían indicios firmes, como los detalló la periodista Virginia Messi en un artículo publicado días después de la muerte.
Los médicos vieron en su frente dos orificios y los interpretaron como la entrada de dos balas, lo que sustentaba la hipótesis de homicidio. Pero la bala se fraccionó y la autopsia determinó que hubo un solo disparo, lo que reforzaba que fue un suicidio o accidente.
Durante la autopsia se detectaron moretones que fueron enviados a analizar. Los que avalaban la hipótesis de homicidio señalaban que eran golpes. Pero los que sostenían que fue suicidio argumentaron que la actriz sufría de “coagulación por consumo”, una rara enfermedad que genera grandes moretones luego de golpes insignificantes.
La posición del arma demostraba que la bala entró en línea recta por su frente. En caso de suicidio el revólver quedaba en una posición incómoda para disparar. Sin embargo, los peritos señalaron que, aunque inusual, era posible.
Por último: la ausencia de marcas. Cuando una persona se quita la vida con un arma de fuego suelen quedar rastros alrededor del lugar de entrada de la bala. Pero en este caso no se encontraron, por lo que el disparo pudo haber sido hecho por otra persona, o bien, porque durante la internación al limpiar la herida, lo borraron.
La profunda depresión por la que pasaba la actriz también abonaba la hipótesis de suicidio, pero su esfuerzo por recomponer la relación con su marido mostraba su deseo de salir adelante.
¿Suicidio, homicidio o accidente? Las investigaciones concluyeron que fue un accidente. Así como la familia de Cristina, que lo expresó a través de una carta de su hijo mayor al diario Crónica: “Fue un accidente trágico lo ocurrido; anoche en Navidad entregué y recibí los regalitos que había comprado mi madre para mí y para mis hijitos. Ella ama la vida como nos ama a nosotros y a sus nietitos. Esto es simplemente lo ocurrido. La única y verdadera historia”.
Durante sus últimos meses de vida, Lemercier condujo un ciclo de entrevistas a grandes personalidades que se llamó A los que me quieren. Mientras agonizaba, tras aquel episodio que todavía sigue siendo un misterio para muchos, el canal emitió, casi a modo de homenaje, el último episodio que había dejado grabado.
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