El miércoles de beneficios trajo emociones profundas y variadas en Masterchef Celebrity. Desde el comienzo mismo de la prueba, Mica Viciconte, Luisa Albinoni, Mery del Cerro y Paulo Kablan conectaron con lo más profundo de sus historias de vida. Cada participante, al abrir la caja misteriosa, se encontró con un retrato de sus abuelos. Un impacto directo al corazón que se transformó casi en simultáneo en la consigna para hacerse con las medallas. Y sobre todo, para evitar caer en el domingo de eliminación.
A la hora de inspirarse y homenajear a su abuela Rosa, Paulo no la tenía nada sencilla. Según su recuerdo, en aquel menú de la infancia había “pasta, asado y comida libanesa, todo al mismo tiempo”. De esa amplia oferta, optó por lo último, quizás para fortalecer las raíces árabes y elaboró keppe crudo, keppe frito, tabule y labne, algo que le resultaba tan familiar que aseguró poder hacer con los ojos cerrados.
Promediando la prueba sonó la tan temida chicarra y en ese momento nada puede ser bueno. El jurado integrado por Germán Martitegui, Donato De Santis y Damián Betular informó que debían agregar un plato dulce. Para ello, dispusieron de cinco minutos más y no les pedía demasiada elaboración ni más consigna que cumpla con los requisitos de la nostalgia. Fue a lo sencillo y preparó unas torrejas, lo que definió como “el postre más barato y más rico del mundo: el pan viejo vuelta y vuelta”.
Donato fue el primero en probar y agradeció con profundidad el viaje en el tiempo y el espacio que propuso el periodista. Más seco, Germán alcanzó a aprobar con una sonrisa. Y Damián dio la última venia al tomar la torreja con la mano y darle un generoso mordisco. Cuando llegaron las palabras, cada uno tenía algo para decir y ratificar estos gestos. “Yo te vi levantar la caja y en el momento en que encontraste esta foto se te conectaron los cables. Sentite orgulloso que todos tus ancestros brillan en estos sabores”, afirmó De Santis. Ante semejante elogio, las lágrimas empezaron a inundar el rostro del periodista, mientras los aplausos de los participantes le servían de consuelo
“¿Quién cocinaba esto en tu casa?”, preguntó Germán y la respuesta sorprendió: “Todos. Mi abuela, mi papá, mi mamá. Esto lo aprendí a los siete, ocho años”, replicó el periodista y se dispuso a abrir el álbum de recuerdos familiares. “Yo soy el segundo de ocho hermanos. De una señora que enviudó cuando no tenía los 40 años. Era maestra de una escuela pública. De noche cocinaba comida que vendía al otro día para completar el sueldo”, señaló con la voz quebrada.
Paulo destacó que el sacrificio de su mamá Marta dio sus frutos, porque todos los hermanos pudieron cumplir sus estudios universitarios. “De noche había olor a comida en mi casa, y ahí aprendí. Una historia hermosa de vida, nunca dijo ´qué vida de mierda me tocó. No tuvo tiempo quizás para decirlo”, reconoció, y sus palabras conmovieron al siempre duro Martitegui. “Emociona verte, emociona la historia pero emociona también la comida sola. Releja lo que es argentina, ese mix que pocos países pueden tener”, afirmó el chef. “Hoy brillaste como nunca. Cocinar con el corazón te salió espectacular”, cerró su colega Betular. La emoción y su conexión con las raíces dio sus frutos y le valió la primera medalla de oro en las ocho semanas de competencia, que le entregó complacido el conductor Santiago del Moro.
SEGUIR LEYENDO: