La vida después de “Sachanta”: cómo el acoso en las redes sociales te puede dejar al borde del suicidio

Samanta Casais se perfilaba como la ganadora de Bake Off cuando fue el blanco de un escándalo nacional. La acusaron de “mentirosa”, “trucha”, “asesina” y los memes hacían una invitación: “Quemen a Sachanta”. Mientras de un lado se vivía una novela, ella, del otro, pensaba en la muerte

Guardar
Entrevista a Samanta Casais

Era junio de 2020 y hacía casi tres meses que el COVID nos mantenía encerrados. Ya había más de 850 personas muertas en Argentina, y las balas empezaban a picar cerca. Era, además, invierno, por lo que ni el más kamikaze se atrevía a hacer planes fuera de casa a puertas cerradas. No había fútbol de domingo, restoranes abiertos ni una escuela a la que llegar al día siguiente y, en ese contexto, un reality de tortas sentó frente al televisor incluso a los que jamás en la vida se habrían sentado a ver un reality de tortas.

Samanta Casais, una de los 14 concursantes de Bake Off, estaba de ambos lados de la pantalla. El programa había sido grabado a mediados de 2019 por lo que ella -que en ese entonces trabajaba de administrativa en una petrolera y estaba haciendo home office- también lo siguió, domingo tras domingo, encerrada en su departamento de Barracas.

Samanta tenía 29 años cuando ganó, en una primera instancia, el reality Bake Off
Samanta tenía 29 años cuando ganó, en una primera instancia, el reality Bake Off

“Plena, así me sentía en ese momento”, cuenta ahora a Infobae. La diferencia entre ella y nosotros es que Samanta ya sabía que había ganado.

“Estaba súper contenta. Era todo muy raro…verte en la tele los domingos y encima en el horario de la cena. Mucha gente me empezaba a seguir, a decirme ‘me encantan tus cosas’, y para mí era como decir ‘wow, está pasando’”, comienza.

Va a llorar a lo largo de la entrevista -va a llorar cuando recuerde el impacto de los “morite lacra, te tenés que morir”- pero hay varias razones por las que ya no es aquella Samanta rota. Una se llama Juani, tiene cuatro meses y sonríe desde los brazos de Juan Cruz, el novio de Samanta, el mismo que el año pasado la encontró acostada en la bañera llena repitiendo un susurro: “No quiero vivir más”.

Y de pronto, un alud

La captura que inició el escándalo
La captura que inició el escándalo

Samanta llevaba tres meses navegando en esa plenitud y ya se perfilaba como ganadora cuando alguien puso en Twitter una imagen de ella haciendo un huevo de pascua en C5N en 2017, un rogel en 2018, levantó el dedito acusador, usó la palabra “fraude” y desató un escándalo nacional.

Que no era pastelera amateur, que era profesional y tenía un local de tortas, que trabajaba en Café San Juan, que trabajaba en la televisión, que había remodelado su cocina con la plata del pueblo, que había que descalificarla, colgarla en la plaza pública.

De un rato para el otro, el hashtag “Sachanta” se convirtió en primera tendencia en Twitter, lo mismo pasó con “La quiero presa”. La novela escaló tanto que, unos días después, la palabra “Samanta” se convirtió en tendencia mundial en Twitter, un podio en el que suelen estar personalidades mundialmente famosas: un Messi, digamos.

“Me empezaron a llegar miles de mensajes horribles. Que era una trucha, que era una mentirosa, que era una chanta, bueno, inventaron el hashtag ese famoso ‘Sachanta’, memes por todos lados”, cuenta. Los memes a los que se refiere no son chistes bobos. Dicen, por ejemplo, “Quemen a Sachanta”.

Así se alimentó a la horda de odiadores
Así se alimentó a la horda de odiadores

“Decían lo que se te ocurra: desde que me muriera, que mi familia se muriera, que era una persona horrible, que no ayudaba a mis compañeros, que devolviera el premio, cosas espantosas que todavía no me entran en la cabeza”, sigue. Es cierto que cuando la bomba estalló hacía seis meses que habían grabado la final pero Samanta todavía no había cobrado los 600.000 pesos, por lo que no había un premio que devolver.

Al principio intentó responder cada insulto, pero los mensajes en las redes se reproducen como los Gremlins y eran tantos que resultó imposible. “Contestaba y me retrucaban, me decían ‘sí, te tenés que morir porque sos una lacra para la sociedad, no servís para nada’. Yo pensaba: ‘Pero es un reality de pastelería…¿cómo puede ser tanta violencia?’. Y empezaron a investigar toda mi vida, como si fuese no sé…la persona más buscada del mundo”.

"Queremos sangre": ¿un chiste?
"Queremos sangre": ¿un chiste?

Las dudas pesaron sobre dos puntos de la declaración jurada que Samanta había firmado para ingresar al programa. En uno ella reconoce su error; en otro, no: “Decían que yo tenía experiencia y no era amateur porque trabajaba en la televisión. Para que sea un trabajo te tienen que pagar y yo había ido dos veces a la televisión, una a hacer un huevo de pascua y otra a hacer un Rogel, siempre de invitada”.

El error que reconoce es haber puesto que “no” cuando le preguntaron si tenía experiencia gastronómica, “porque era un reality de tortas y yo entendí que se referían a experiencia en pastelería”. Antes de trabajar en la petrolera Samanta había sido “ayudante de cocina, sacaba sandwiches y entradas”, y sus viejos recibos de sueldo lo mostraban.

"Enana demoníaca", uno de los tantos apodos que le pusieron
"Enana demoníaca", uno de los tantos apodos que le pusieron

Estaba por comenzar julio, el invierno se había vuelto más crudo, la final del programa se aproximaba y el sueño de Samanta Casais había mutado a pesadilla.

“No quiero vivir más”

Los días que siguieron no fueron más fáciles: no había forma de eliminar tantos mensajes de odio, ni al novio, ni a la mamá ni a las amigas de Samanta les daban las manos para bloquear a tantos agresores.

Además, la llamaron del programa para anunciarle que iban a descalificarla y a grabar de nuevo la final, y en los programas de chimentos sumaron otro ingrediente: una acusación de “homicidio culposo” por la muerte de un jubilado con su auto en noviembre de 2017, lo que alimentó a la horda con otra munición: “Asesina”.

Según la causa a la que en su momento accedió Infobae, esa tarde Samanta manejaba el auto que le había prestado una amiga para entregar unas tortas. En el trayecto, pinchó una rueda y llegó hasta la banquina. Quiso poner balizas pero el auto no tenía. Según el juez, el jubilado iba en moto “por la banquina (es decir, por un lugar indebido ya que no está habilitado para la circulación)” y “embistió la parte izquierda del mencionado automóvil”. Murió dos meses después.

"La quiero presa" fue también tendencia en Twitter
"La quiero presa" fue también tendencia en Twitter

Fue ahí que se acabó la resistencia y empezó la caída libre.

“No quería existir más. Era tal el hostigamiento que no había manera de frenarlo. El único momento de descanso para mi cabeza era la noche, porque sabía que todo el mundo dormía y no me podían atacar, pero cuando empezaba el día de nuevo era como ‘ay, no, otra vez, me van a empezar a decir esto, lo otro, voy a estar en el noticiero’, y me generaba ansiedad, ataques de pánico. Dormía 2, 3 horas y me despertaba con un dolor de estómago impresionante”, recuerda.

“Llorar, lloraba todo el día, imagínate que están haciendo una imagen tuya que no es real y que todo el mundo la cree, entonces vos decís ¿cómo hago contra todo el mundo?, ¿cómo hago para explicarle al mundo que no soy esa persona que dicen que soy?”.

Fue en ese entonces que la idea del suicidio apareció como la única salida.

"Quiero sangre"
"Quiero sangre"

Samanta se había ido a bañar, su novio a hacer compras. “Llené la bañera, me metí y dejé correr el agua. Estaba como…en blanco, lo único que pensaba era ‘¿cómo hago para morirme y no sufrir?’, para que sea rápido. Después dije ‘no, ¿y las personas que quedan acá?’, ‘¿y mi novio?, ¿y mi mamá? ¿y mis hermanos?’. Fue como decir ‘no, pará’, pero a la vez sí quería, sí quería, pensaba: ‘Bueno, si yo me muero esto se termina acá’”.

Fue Juan Cruz quien entró al baño cuando volvió y quien escuchó a su novia repetir “no quiero vivir más”. “Realmente no sentía nada adentro, estaba… no sé, es horrible la sensación porque no la puedo describir, pero lo único que quería era no estar más en ese momento ahí, viva digamos. Me daba lo mismo si me moría o si no, estaba como una planta”.

Su estado de ánimo, una semana después de la final, se ve en su cara
Su estado de ánimo, una semana después de la final, se ve en su cara

Juan Cruz llamó al psicólogo, la derivaron a un psiquiatra y la orden fue clara: no más teléfono, no más televisión, no más YouTube, había que medicarla para que, al menos, volviera a dormir. Samanta no era depresiva y jamás había tenido pensamientos suicidas, era evidente que lo que estaba sucediendo era producto del llamado hostigamiento digital.

“Nunca me sentí tan triste en la vida”, dice ahora Samanta. Se nota que Juan Cruz pasó largos períodos de indignación porque, mientras entretiene a su bebé fuera de cámara, no tiene ningún temor en decir lo que piensa: “Así estaba ella cuando le avisaron que iban a estirar el programa tres capítulos porque estaba midiendo mucho”.

"Enana psicópata" fue otro de los apodos que alimentaron los memes
"Enana psicópata" fue otro de los apodos que alimentaron los memes

Samanta estaba en un pozo anímico cuando tuvo que volver a grabar la final, un episodio que tuvo, a pedido del público, su cuota de perversión: primero la mostraron feliz y ganadora para después -cuando las redes ya hervían- quitarle el premio.

Hacía 20 días que la novela rompía todos los récords cuando se emitió la final, el 6 de julio. La Samanta a la que le quitaron el trono está pálida, le tiembla la voz. Las redes sociales aplauden desde afuera tremendo acto de justicia, “lo logramos, compañeros, que pase el que sigue”.

Pasó un año y medio de todo aquello y Samanta todavía no pudo volver a ver el reality.

El después de “Sachanta”

Lo que siguió fueron varios meses de silencio y una Samanta que pensó en abandonar su deseo de ser pastelera. “Dije ‘bueno, no hago más nada’. A mí siempre me gustaron los números, siempre tuve pendiente estudiar contabilidad y dije ‘me anoto en la facultad, hago cualquier cosa que no sea esto, y listo’”. Hasta que llegó una propuesta de la marca Pasta Ballina para hacer un vivo en Instagram.

Junto a Juan Cruz mientras gestaba a Juani, su primer hijo
Junto a Juan Cruz mientras gestaba a Juani, su primer hijo

Yo dije ‘¿un vivo, donde voy a estar leyendo en vivo lo que la gente me dice?’. Era como estar cara a cara con los haters (odiadores). Me generaba un miedo…no sé, como si viniera un malón de gente, y yo ahí, contra un paredón. Si te ponés a pensar decís ‘pero si no conozco a los que me agreden, ¿por qué me pone mal?’. Es increíble cómo tu mente te lleva a pensar todo eso”, analiza hoy, que tiene 31 años.

Samanta aceptó con la condición de que cerraran los comentarios. Lo importante fue, no sólo que se animó sino que quedó claro que nadie iba a convertirla en una contadora. A fin de 2020, además, Samanta se enteró de que estaba embarazada, lo que iba a hacerla pasar de pantalla para convertirla en esta que es hoy: Samanta madre, Samanta pastelera profesional, Samanta con 255.000 seguidores en Instagram.

"Pastelito en el horno", con estas fotos contó que estaba embarazada
"Pastelito en el horno", con estas fotos contó que estaba embarazada

El 9 de agosto de este año nació Juan Ignacio y en Instagram se la ve agradecer a las marcas por el cochecito, por la cuna, lo que significa que el “Sachanta” no caló tan profundo en su imagen, aunque ella crea que todavía no terminó de despegarse ese estigma.

“Creo que el de arriba me dio una tregua y Juani llegó a nuestras vidas para traernos el amor que nos faltaba”, se emociona, y abraza a su bebé, que ahora está a upa de ella. “Haber sido mamá me fortaleció mucho. Ya no me banco tanto algunas cosas, respondo, estoy más segura de quién soy. Ese personaje ficticio que hicieron de mí ya no me lo creo”.

Le preocupa lo que va a leer su hijo sobre ella cuando crezca, "voy a tener que hablar con él y explicarle todo", dice
Le preocupa lo que va a leer su hijo sobre ella cuando crezca, "voy a tener que hablar con él y explicarle todo", dice

La Samanta de ahora hace capturas de pantalla de los mensajes agresivos y escracha, con nombre y apellido, en sus historias de Instagram. “Ahora me enojo con la situación, antes no, me hostigaba a mí misma. Pienso que si algunas personas tuvieran la oportunidad de conocerme, aunque sea un 10% de la persona que soy, me pedirían disculpas”.

Dice que está “harta”, aunque “hay heridas que no terminaron de cicatrizar”. A la Samanta de ahora no le resbalan situaciones de acoso como la que sufrió Joaquín Nahuel, el pastelero de 10 años que se hizo conocido por hacer tortas para pagar la cirugía reconstructiva que necesita.

El chico tiene quemaduras en su cuerpo y, según contó su mamá cuando decidió cerrar su cuenta, “le dijeron pastelero discapacitado, que su brazo no es lo único deformado, que sus tortas están quemadas como él”.

Joaquín, el nene de las tortas junto a las personalidades que lo respaldaron
Joaquín, el nene de las tortas junto a las personalidades que lo respaldaron

Fue Samanta quien se vio en ese chico, publicó una foto con él y escribió:

Mi pregunta es ¿hasta cuándo? ¿Cuál es el límite? (...) Estoy segura de que en este posteo tendré haters que dirán mil cosas: desde que me quiero colgar de esta situación para reaparecer y mil cosas más, ¿pero saben una cosa? YA NO ME AFECTA, NO ME INTERESA, porque volvieron de piedra mi corazón. ¿Pero a un nene? ¿En serio? ¿Crearle inseguridades? ¿Quiénes creen que son? ¿Qué tan poderosos se creen?”.

Después le habla directamente a Joaquín, y le pide que no escuche a todos “esos cobardes que descargan en las redes sus frustraciones”. #NoMeCalloMás, así termina su posteo.

SEGUIR LEYENDO:

Guardar