Primero fue un detective lunático en Ace Ventura. Su cara comenzó a ser reconocida detrás de La Máscara, curiosamente. Ya nadie tenía dudas de su talento cuando fue el Acertijo, en Batman. Terminó siendo un Mentiroso, Mentiroso; cuando no, Tonto y Retonto. Vivió engañado en The Truman Show y sufrió por amor en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Y hubo más: The Number 23, The Bad Batch, entre éxitos. Porque desde hace rato Jim Carrey es mucho más que el comediante dueño de una cara histriónica.
No obstante, su infancia lejos estuvo de esa sonrisa y alegría que el actor suele provocar en sus fanáticos. Su vida no fue un tendal de momentos agradables. Incluso, algunas de las experiencias del pasado continúan presentes: quedaron secuelas con las que lucha a diario.
Jim Carrey nació el 17 de enero de 1962 en Ontario, Canadá, en el seno de una familia muy humilde. Su mamá, Kathleen Oram, era ama de casa, y Percy Carrey, su padre, fue un hombre que siempre se quiso dedicar a la música, pero que nunca lo logró. Tuvo que dedicarse a trabajos formales, dejando su pasión en el espacio del hobby.
El actor vivía con sus padres y dos hermanos mayores cuando, al cumplir los 12 años, todo cambió: Percy perdió su trabajo y los Carrey, la vivienda. Quedaron en la calle. La alternativa fue improvisada. “Vivimos en una casa rodante por un tiempo, y trabajamos como guardias de seguridad”, comentó Jim en una entrevista que le brindó al periodista James Lipton.
Para ese entonces, el niño ya hacía de las suyas en las reuniones familiares. Era un gran imitador, tenía facilidad para sacar a la perfección a personajes públicos. Incluso, en el colegio, si todos se portaban bien, su maestra cortaba la clase 10 minutos antes y se la entraba al pequeño Carrey, quien deleitaba a sus compañeros con sus ocurrencias.
Pese a todo, Jim nunca pensó que eso sería el inicio de una carrera artística. En el mientras tanto, empujado por su papá y mamá, siguió estudiando. No le fue fácil. Cuando sus compañeros supieron dónde vivía, se convirtió en el centro de atención, y del bullying. Le hacían chistes, se burlaban por su posición económica. Y eso, lo afectó.
A los 16 años abandonó los estudios. No por las bromas ni por falta de empeño: había que traer dinero a una casa en la que apenas había para comer. Y entonces, Jim comenzó a trabajar. Hizo de todo durante meses, hasta que comprendió que podrís sacarle un rédito a aquellas cualidades artísticas que exhibía en la familia y frente a sus amigos.
Sabiendo que nada puede perder quien nada tiene, le envió material suyo a Carol Burnett, una de las humoristas más talentosas y prestigiosas. Le pidió ingresar a su programa; no lo logró. Por recomendación de su papá empezó a actuar en el club Yuk Yuk’s, de Toronto. Allí también experimentó eso de vivir en un auto abandonado: los pocos dólares que ganaba no le permitían alquilarse un departamento y, a su vez, tener un plato de comida. Había que elegir.
A los 18 años Carrey se mudó solo a Los Ángeles para desarrollar una carrera que ni siquiera había empezado. Lo poco que había hecho fue de manera amateur. Pero algo lo hizo perseguir ese sueño. Eran él y su confianza, que le decía que podía triunfar como actor, y no se detuvo en su sueño.
Comenzó a trabajar en The Comedy Store en West Hollywood. Su primera actuación en tierras norteamericanas tuvo lugar en el programa de humor In Living Color. Ese fue el puntapié para empezar a crecer sin freno hasta que a mediados de los 90 ya era una verdadera estrella de cine
Cuenta la leyenda que cuando se mudó a suelo americano puso en su bolsillo un cheque falso por un monto de 10 millones de dólares. Cada vez que iniciaba un proyecto lo llevaba, porque sabía que en algún momento iba a ganar ese dinero. Fue una suerte de amuleto. En el 95, cuando lo convocaron para Tonto y Retonto, cobró por su participación ese monto.
Jim Carrey vivió un tiempo en la cúspide, hasta que en 2004 volvió a afrontar distintos problemas. El más complejo: le diagnosticaron bipolaridad y depresión. Siguió trabajando, mostrando su mejor sonrisa e interpretación ante una cámara. Pero puertas adentro, su vida se convirtió en un caos.
En los set de grabaciones sus compañeros padecían su mal humor, su cambio de actitud, que también se trasladó al plano sentimental: terminó separándose de la Jenny McCarthy, ex modelo de Playboy. Y la depresión, que trataba con profesionales, multiplicaría su alcance.
En 2012 se puso de novio con la maquilladora irlandesa Cathriona White. Tres año más tarde, aún juntos, la joven se quitaría la vida. La encontraron muerta en su departamento; la autopsia reveló que todo se debió a una sobredosis de un cóctel de medicamentos. La familia de Cathriona acusaría públicamente a Carrey, responsabilizándolo por su fallecimiento.
Hace unos años, Jim Carrey habló de todo lo que debió afrontar en este último tiempo, en el que sus trabajos no fueron de la magnitud esperada. “He tenido que lidiar con ciertas corrientes profundas en mi vida en los últimos años, y por esa razón todo aquello que no me mata me vuelve más amargo. Hablando en serio, uno no permite que esas cosas lo derroten y aunque de vez en cuando te golpean y te dejan un poco confundido, siempre se encuentra la forma de salir bien parado del mal momento. Lo cierto es que por todas esas cosas yo puedo entender lo que es el dolor”.
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