Las luces se apagan, el estudio hace silencio, y un tarareo inolvidablemente ochentoso se mete en los hogares argentinos. Son tiempos en los que florece la democracia y con ella, diferentes expresiones culturales en plena efervescencia se daban cita en las tardes de los sábados. El rock nacional, que asoma definitivamente de las cuevas, los artistas populares que vuelven del exilio, las figuras internacionales que empiezan a desembarcar en nuestro país en la era pre globalización y las nuevas propuestas sin distinción de género que buscan emerger y ven una posibilidad latente.
Pero no solo es música lo que transmite la pantalla viva de Badía y Compañía. Figuras de la talla de Jorge Luis Borges, María Elena Walsh o Diego Armando Maradona, se mezclan con el ascendente bailarín Julio Bocca; comediantes como el Profesor Diógenes Lambetain, Paolo El Rockero o MC Phantom se hacen un lugar entre personalidades del espectáculo, la actualidad y el deporte. Todo está orquestado por la calidez de Juan Alberto Badía, alma mater y cabeza visible; detector de talentos y constructor de climas, y sostenido por un equipo que su ojo clínico había convocado y su manejo de grupo había logrado consolidar. Hoy, el hombre que construyó este sueño cumpliría 75 años. Y en su recuerdo, y su homenaje, la memoria viva de la más inolvidable de sus creaciones.
El equipo del Capitán Beto
Marcelo Tinelli no había trabajado nunca en un estudio de televisión. Hacía dos años que acompañaba a Badía en la radio en Piedra libre, y se sentía cómodo en un ámbito en el que empezaba a hacerme un nombre vinculado al periodismo deportivo. “Juan me propuso que hiciera televisión, y al principio le dije que no” dice el hombre de Bolívar en diálogo con Teleshow, y parece una ironía, casi 40 años después de aquella charla y convertido en una de las figuras más importantes de la pantalla chica.
“No me interesaba”, se sincera el conductor de ShowMatch. “Tenía 23 años, y sentía que la radio tenía una magia que la tele no tenía; que ir a laburar a la tele me exponía mucho. Me costó animarme, pero gracias a Dios pude dar ese paso, y gracias a Dios pude trabajar con Juan Alberto en la televisión”, agrega. Una vez que se decidió, no se fue más del programa, y el resto es historia conocida.
Badía y Compañía se estrenó en 1983 en Canal 9 y entre 1984 y 1988 se emitió por Canal 13. Llegó a durar ocho horas. Y en vivo. Con musicales, reportajes, sketches, mesas redondas y dos escenarios, la trastienda y el show. Una hoja de ruta que craneaba Marisa, hermana de Juan y productora general del ciclo, y se ramificaba en diferentes áreas y que sostenía un grupo de periodistas que cubrían las diferentes temáticas que proponía cada sábado. Una de ellas, Cecilia Laratro, ya tenía unos años en el medio y acreditaba un trabajo con Cacho Fontana, pero quería darse el gusto de ser parte del programa que más disfrutaba ver. Agarró el teléfono, llamó al canal, alguien tomó nota de ese deseo y siguió con su vida.
Al tiempo la llamaron diciéndole que había un trabajo para ella. Lo primero que hizo fue una cobertura en exteriores, en la tradicional Fiesta de la Flor en Escobar. A la semana siguiente, la mandaron a los bosques de Palermo para otro evento clásico, el Día de la Primavera. Pero con una salvedad. “Ese día Marisa me dijo ‘llevate un vestido y cuando termines de hacer el móvil, venite al piso’. Empecé a presentar cosas con Juan, y me quedé”, cuenta a este medio la periodista que permaneció en el programa hasta el final.
“Le seguimos haciendo compañía”. Esa frase se repetía horas y horas ,sábado a sábado, con el desafío que significaba hacer televisión en vivo de ese calibre, capitaneado por Marisa Badía. “Era un stress tremendo. Había un libro de rutina gigante que nos repartían donde decía cómo se hacía el programa. Marisa era la mano derecha de Juan Alberto y era impresionante el despliegue de producción, algo que nunca había visto en la tele”, afirma Tinelli.
Mario Mactas, Pepe Eliaschev, Luisa Valmaggia, Silvia Fernández Barrio, Victor Sueyro, Jorge Dorio, Alan Pauls son algunos de los nombres que formaron parte del staff periodístico que apuntalaba a Juan Alberto como maestro de ceremonia. Y en la formación de grupos reside también parte de su talento. “Juan Alberto tenía esa condición de convocar gente muy capaz, porque sentía que no solo no competían con el sino de que lo ensalzaban, que estar rodeado de buenos profesionales le otorgaba un plus. Es una condición bastante poco común en general en los conductores”, analiza Cecilia. “Siento un orgullo enorme de haber participado de ese programa de esa calidad, con esos invitados y con compañeros extraordinarios”, concluye.
Un ómnibus mágico y misterioso
A la distancia cuesta imaginarse esos tiempos televisivos, un programa en el que se puedan cruzar en una trastienda Borges con el Cuchi Leguizamón, dar lugar al teatro, la danza, el folklore y el rock, no perder de vista la actualidad política ni el humor; pero al mismo tiempo reservar un espacio para los nuevos talentos y cerrar con un broche de oro en forma de recital de primer nivel internacional, que podían dar Charly García, Luis Alberto Spinetta o Soda Stereo. Un cambalache sumamente organizado, en el que todo esto suceda según lo planeado.
“Ahí la genia total era Marisa Badía”, reafirma Cecilia. “Desde el control durante el programa y desde la producción en la semana. Armaba todo con tiempo y tenía una capacidad enorme no solo para convencer a los artistas para que vinieran al piso, sino también para poner a disposición lo que necesitaran”, añade la periodista, y cita como ejemplo un sábado en el que fue Nacha Guevara a presentar Evita. “Con lo exigente que es Nacha, pusieron a disposición los estudios para que ensayaran durante no sé si más de un mes para que en vivo saliera perfecto. Y salió perfecto”, sentencia.
A mediados de los ‘80, el nombre de Miky MC Phantom era tan desconocido para el gran público que el MC que debía pronunciarse EmCi -como iniciales en inglés de Microphone Controler- se tradujo como Mac, en honor a la cadena de hamburguesas que recién desembarcaba en el país. Sin embargo, tenía una interesante trayectoria en el under y unos amigos lo convencieron para que se presente en un casting de talentos para el programa de Badía que se llamaba Todo Nuevo. Allí fue con todas sus ilusiones, pero la experiencia no fue la mejor, y entre sus nervios y se volvió con la frustración a cuestas.
César Miguel Bugni, el hombre detrás del personaje, no se hizo demasiados problemas. Volvió a su rutina habitual en el mítico bar El Taller de Plaza Serrano, donde mantenía una audiencia cautiva hasta la madrugada imitando el sonido de las películas con su voz y un micrófono. Helicópteros, bombardeos y persecuciones salían de su boca y causaban carcajadas entre los parroquianos. Sin darse cuenta, estaba sentando las bases de lo que sería el Stand Up Comedy, pero para eso faltaba un rato. Lo inmediato estaba por suceder una noche cualquiera de esas, cuando una mesera se le acercó y le dijo que había un productor de Badía y Compañía que quería hablar con él.
“¿Querés estar este fin de semana en el programa?”, le soltó sin demasiado preámbulo Claudio Koremblit, otro de los nombres claves del ciclo, especialista en hurgar donde pocos lo hacían. Y a él se le movió la estantería. “Yo estaba muy ilusionado y me consideraba un buen pingo, pero nunca sabés qué te puede pasar. No había estado antes delante de cámaras, en vivo y en directo, en Badía y Compañía. Cuando vi que las lucecitas se encendían, tenía pánico”; reconoce Miky con su voz inconfundible, apasionado y agradecido por la posibilidad de contar su historia en el programa.
MC Phantom fue con Silvia, por entonces su novia y luego su esposa. Superó los miedos y realizó su actuación con creces. Todavía recuerda el aplauso cerrado y sostenido del público en las gradas. Pero nunca se olvidará de un gesto que se le grabó a fuego. “Cuando cortan las cámaras, vienen Juan Alberto hacia mí, me da la mano y con esa voz toda portentosa que tenía me dice: ‘Te felicito, muy original, desde ya que esta es tu casa’. Creo que soñé toda la noche con esa frase”, relata desde Madrid, donde reside hace años, con una gratitud hacia el hombre que le abrió las puertas de la televisión.
Música en vivo
La última hora de cada programa era un show musical de una hora de duración, con los artistas más importantes del momento y quedó como uno de los rasgos distintivos del ciclo, que tuvo su punto cúlmine cuando logró que Luis Alberto Spinetta le diera el gusto de interpretar su esquiva “Muchacha (ojos de papel)” durante una visita con Jade. “La relación de Badía con los músicos, y sobre todo con el rock nacional, fue muy fuerte, y clave en la televisión argentina”, sintetiza Tinelli.
“¿Si es para Badía, todo”, dice Fabián Zorrito Von Quintiero ante la consulta de Teleshow y a esta altura, el apellido funciona como una contraseña. Primero fue televidente del programa y luego lo visitó como músico de Soda Stereo y Charly García, para presentar respectivamente Signos y Parte de la religión. “Fue alguien que dio un espacio a los músicos que en su momento abrió la tele para el rock argentino, y por eso es tan respetado y tan querido”, dice justificando su reverencia al conductor.
Y suma una anécdota que demuestra que el lazo continuó más allá de los márgenes del programa: “Una vez que tocamos con Charly en Nueva York, él ya estaba transitando un momento difícil y sin embargo vino a vernos y estuvo con nosotros. Artistas como Charly o Luis siempre se dieron cuenta que era un tipo de televisión que apoyaba a la música y que le daba lugar al rock en un ambiente tan frívolo”, señala el tecladista.
Parte de este sello que Badía marcó como pocos, el Zorrito busca mantenerlo en los diferentes programas de televisión de los que le toca ser parte. Como lo hace actualmente en No es tan tarde, la música tiene un lugar decisivo dentro de su figura como entretenedor. “Siempre que estoy en la tele quiero estar en ese rol, sacarle minutos a la televisión para dárselos a la música en vivo, defenderla y darle la posibilidad a que los artistas puedan mostrarse”, enfatiza.
Muchos de estos musicales pueden verse en YouTube y es un ejercicio de la nostalgia y también de la documentación empírica de que todo esto que narran los protagonistas sucedió efectivamente en la televisión argentina. “Siempre que me encuentro con un programa me detengo a mirarlos. Son increíbles las notas que le hacía a grossos del rock, como Spinetta o Charly y también me río mucho”, evoca Tinelli.
En ese zapping por la nostalgia, las risas de Marcelo tienen un destinatario predilecto y es el inolvidable Licenciado Lambetain que interpretaba Esteban Mellino. “Cuando se juntaba con Badía eran muy graciosos, siempre terminaban haciéndome una broma, o pintándome la cara. Era como una cámara sorpresa, en el marco de esa charla que tenían entre ellos”, agrega el conductor con un guiño a su maestro.
Hoy Juan Alberto cumpliría 75 años y la mejor manera de recordarlo es a partir de su obra, que claro está, no fue la única, pero sí marcó a una generación que se asomaba a la aventura democrática. “Cualquier homenaje que se le haga es merecido porque hizo una mejor televisión”, dice el Zorrito, voz autorizada como televidente y como participante. “Siento un orgullo enorme de haber participado en ese programa de esa calidad. Los viernes, cuando veía la rutina lo que había de teatro de cine de música de invitados, unos compañeros extraordinarios. Para mí era una fiesta”, evoca Cecilia, y analiza desde el hoy qué significó el programa. “Quedó en la memoria de la gente, que lo recuerda con mucho amor y en todos los que pasaron por él, sobre todos los músicos, que siempre lo recuerdan con agradecimiento. Porque a pesar de su apariencia formal, Juan Alberto era rock and roll”.
Como cada vez que se le presenta la oportunidad, Marcelo Tinelli demuestra la gratitud hacia quien fue su maestro. “Guardo el más maravilloso de todos los recuerdos. Confió en mí, y no solo me dio la oportunidad de trabajar en la tele, sino que me abrió las puertas de su casa en Martínez donde compartimos tantos momentos. Me abrió el mundo de los Beatles, a hacer radio y televisión como nadie hacía, y esa calidez y claridad de conceptos me marcaron durante mucho tiempo”, señala el hombre de Bolívar con la voz quebrada. Y remata con un recuerdo muy personal. “Allí también conocí a Soledad, mi primera mujer, así que está dentro de mi corazón y está presente en toda mi carrera”.
Badía y Compañía se emitió por última vez a finales de 1988 y su despedida no pudo ser más atinada. Con una copa en mano listos para brindar, Juan Alberto y Cecilia se despiden frente a cámara. “Dos muñequitos de torta”, bromea él. “Engamados en beige”, apunta ella. El conductor presenta una sorpresa para el cierre, con la que sintetiza el concepto y la esencia del programa. La música. “Una cosa maravillosa que nos ha permitido sobrevivir tanto tiempo en este canal, un argumento que jamás dejará de tener la televisión”, señala convencido. Lo que está por acontecer es un compendio de los mejores momentos del ciclo. Para acompañar, entre la melancolía y la gratitud, elige darle play a “Music”, de John Miles, cuya letra sintetiza el espíritu del conductor y del programa: “La música fue mi primer amor, y será el último”.
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