Con 80 años de vida y 50 arriba de los escenarios, Palito Ortega decidió finalizar, a conciencia y más vigente que nunca, su carrera artista. ¿Como lo hará? con un tour de despedida al que llama “Gracias” y el cual viene preparando minuciosamente hace meses. Como la ocasión es especial, el show será magistral y superador, y además será la excusa perfecta para volver a reencontrarse frente a frente con su público. Nostagia, sorpresa y agradecimiento serán las emociones innegociables que quedarán selladas para siempre en cada presentación.
El puntapié inicial de la gira es el próximo 11 de diciembre en el Estadio Luna Park, ya completamente agotado, y donde se acaba de sumar una nueva fecha para el 22 de abril del 2022. Además de presentarse en la meca del espectáculo, el Rey recorrerá el interior del país y también visitará algunos países de Latinoamérica, como Chile y México.
En una entrevista íntima con Infobae, Palito se animó a hablar de todo: su infancia, los momentos bisagras en su vida, sus padres, la familia y de cómo ve al país hoy: “No sé qué pasó. Dios quiera que volvamos, otra vez, a ver en los barrios a las familias sentadas en la vereda, a los chicos jugando en la calle, sin la preocupación de que algo violento vaya a pasar”, afirma. Asimismo, opinó sobre el Presidente, aseguró que tal vez Alberto Fernández tenga mucha más iniciativa que la que demuestra.
A las doce del mediodía en punto, Palito llegó a las oficinas de su manager, Luis Méndez, donde estaba acordada la entrevista. En cada rincón del amplio piso había elementos que evocaban a la historia del Rey: cintas de sus películas, fotos, instrumentos, todo encuadrado por la presencia de su manager y de su amigo Lalo Fransen. Allí se sentía la complicidad de aquellos tiempos de juventud anclados con un presente de despedida.
Humilde y perfeccionista, a pesar de haber llegado impecable a la cita, el intérprete de “Yo tengo fe” se produjo como lo que es, una verdadera estrella: maquillaje, cambio de saco y un rosario infaltable en su cuello. Así dio inicio a una charla sin pausa, llena de recuerdos, gratitud y realidades.
—¿Cómo está y en qué momento de su vida se encuentra?
—Soy un poco como el vino (risas), cuando se va añejando se pone más sabroso. Estoy bien. Siempre tengo un sentimiento de gratitud hacia la vida y hacia Dios, que me han dado mucho más de lo que alguna vez soñé; y eso que yo soñaba en grande. Más allá de la importancia de la carrera que se ha ido prolongando por más de 50 años, quiero destacar los aspectos más íntimos, la familia, los hijos, los nietos, ya que uno ve que se va prolongando la vida a través de ellos y esa tal vez sea la mejor recompensa.
—¿Cómo es subirse al escenario con 80 años? ¿A qué le cuesta adaptarse más?
—En realidad no me cuesta. No soy un artista de mucho preparativo ni mucho ensayo. Me gusta la cosa más natural, más espontánea. Por supuesto que siempre con la banda uno tiene que repasar un poco las canciones, el orden, pero no soy tan meticuloso del armado del show, me gusta ese juego que se produce en el momento, el ida y vuelta con la gente. Me cuesta mucho, ni siquiera lo puedo pensar en un show muy estructurado donde todo está ordenado. Yo creo que hay un orden natural: arrancamos con esta canción y seguimos. Lo vas sintiendo. Me gusta sentir cómo está recibiendo la gente el show, qué vas dando y qué vas recibiendo.
—¿Cómo vive este momento de su carrera y por qué decidió retirarse?
—Yo creo que vamos a tener un año de despedida por delante. Es decir, lugar al que voy ya no vuelvo. Esta es la idea. País al que voy ya no vuelvo. Vamos a hacer unos viajes por Latinoamérica.
—¿Por qué no vuelve más?
—Porque está bien, ya la vida fue muy generosa, me dio la posibilidad de andar mucho. Cuando yo pienso en todos mis colegas, los que empezaron en la misma época que yo, y ya lamentablemente no están, digo, gracias a Dios me responde la garganta, tengo la fortaleza para viajar, para ir y estar ahí como los primeros días.
También hay una generación de artistas importantes. Tenemos chicos realmente muy talentosos en nuestro país. Hay que alentarlos a ellos, y hay que ir dejando el lugar. Y uno, muy de vez en cuando, como estoy haciendo yo ahora, hacer algún show. Lo del Luna Park va a ser la despedida. Me parece que con esta aparición va a ser como dar el último abrazo de mis canciones a la gente.
—Finalizada la gira, ¿cómo sigue la vida de Ramón?
—Igual, sigo tocando la guitarra. Yo tengo un estudio, estoy terminando de montar acá el estudio que tenía en Luján, el estudio de grabación donde vinieron muchos amigos queridos a compartir horas y horas tocando. Ahora estoy terminando de montarlo aquí en Buenos Aires, en la Capital. Y bueno, me encontraré otra vez en el estudio con la guitarra grabando. Yo escribo siempre. Ahí se van quedando archivadas canciones que voy escribiendo o vienen los amigos y compartimos, ya aparece la guitarra, el piano, algún teclado y percusión, y se arma. Empezamos a tocar, lo que a uno le gusta hacer, no solamente lo formal de un concierto sino la informalidad de encontrarnos y tocar, tocar entre nosotros.
—¿Cómo tomó su familia la noticia de dejar los escenarios?
—Yo creo que están contentos, porque también ellos sienten que las giras son sacrificadas, y los viajes, los horarios de los aviones, ir y volver. Yo ya hice mucho esa vida, llegar a otros países que tienen cambios de hora y uno anda con los horarios medio cambiados, las movidas son diferentes.
Mirá yo era muy amigo de Tita Merello, era soltero todavía e hicimos muchas giras juntos. Y Tita era como una madre que siempre me estaba retando (risas). Atrevida, me decía: ”Escuchame, no vayas a tomar agua cuando viajás afuera porque no está...”.
Hay que hacer un balance, pensar todo lo que te ha pasado, todo lo que viviste y todo lo que recibiste, y ser agradecido de que todavía estemos de pie, que tengamos la suerte de subirnos a un escenario y que la gente te reconozca y te reciba con cariño. Entonces me parece que uno no tiene que esforzar tanto esta bendición, porque miro para atrás y veo a mis amigos, tantos amigos que ya no están y fueron tan importantes, que han hecho canciones inolvidables, giras y películas. Entonces, bueno, yo estoy acá, todavía disfrutando, gracias a Dios.
—Cuando piensa en esos amigos que ya no están, ¿le da miedo morir, los extraña?
—Mirá, el último querido amigo que se fue, fue Cacho Castaña, y creo que la última vez que hice un Luna Park fue con él. Es un amigo muy presente.
Yo he tenido oficinas ahí en la calle Tucumán, teníamos la organización de nuestra productora, en el mismo edificio donde estaba Sandro. Y además estacionábamos en una cochera uno frente al otro, a veces llegábamos juntos e íbamos a tomar un café e intercambiábamos ideas. A veces pienso y digo: se fueron, se fueron amigos muy queridos y jóvenes, además. Y yo estoy de pie todavía, pero no quiero tirar mucho de la cuerda. Me gusta que vengan mis nietos, me gusta que vengan mis hijos. Soy un buen asador, por lo menos eso dicen, me gusta a mí ir y elegir los cortes y tomarme mi tiempo. Me gusta hacer el fuego, hacerlo con leña y separar las brasas. Soy muy meticuloso.
—¿De qué habla con sus amigos?
—Bueno, generalmente uno habla de las cosas que van ocurriendo, de las cosas que uno se entera que van pasando. La vida social, la vida política, la vida cultural, siempre hay algún tema que uno ve en las noticias. Se habla de todo. Con los amigos es bueno tener siempre tiempo para sentarse a conversar, saber cómo andan, cómo les va, qué están pensando hacer, qué proyectos tienen, qué ideas. Es bueno conversar, porque también se corrigen muchas cosas en esos intercambios de ideas.
—Mencionó la palabra “sacrificio” hablando de las giras. ¿Cuál fue el mayor sacrificio que tuvo que afrontar?
—Las giras demandan un gran esfuerzo porque los horarios de los viajes no dependen de uno directamente. Yo, en un momento, viajaba mucho. Todo el tiempo estaba en gira, así es que terminé comprando un avión. Tenía un avión con un piloto particular. Después, hice yo el curso de piloto y si bien en la gira no quería pilotear, te da la facilidad de que al otro día del show salís a la hora que querés. Por ahí vas a una gira y terminás de cantar a las 2 de la mañana, comés algo, te acostás a las 3, 4, y resulta que el avión sale a las 8:05. Es decir que no dormías nada. Es muy sacrificado eso. Lo hice muchos años, pero, cuando pude, compré el avión y fue más cómodo. Tuve mucho tiempo esa suerte de poder manejarme por mis propios medios.
Si uno no tiene la posibilidad de ir acomodando las cosas para que no sea tan sacrificado es muy difícil. La vida de un artista es muy difícil. Sobre todo, aquel que tiene que trabajar con su garganta mucho, de repente, el actor, se expresa hablando también, pero cantar en un show es una hora y pico seguida. Es mucho esfuerzo. Y hay mucha gente, como es mi caso, que no estudió canto, no estudié lo que es colocar la voz. Se que, y lo he hecho siempre, hay que cantar un poco antes del show para calentar la garganta.
Mis canciones son melodías que se pueden cantar en una cancha, en un estadio de fútbol, como ocurrió con “Yo tengo fe”. La música popular tiene eso. Y Gardel es Gardel porque además de cantar maravillosamente bien cantaba esas melodías populares que las podía cantar todo el mundo.
—¿Por qué usted sigue vigente y otros no?
—Yo tendría que haber escrito un libro para que la gente joven, los cantantes o los músicos tengas una guía, pero la verdad que es difícil. Las cosas se dan de una manera. Me parece a mí que el artista tiene hasta la suerte de aparecer en el momento determinado de la historia de un pueblo. Yo siempre canté, le canté a la vida, siendo mis orígenes muy difíciles, pero yo le canté a la vida con gran esperanza. Le canté a la vida siempre con los brazos muy abiertos, como queriendo abrazarla.
Yo sé que varias veces intentaron descifrar por qué se produce cierta reacción de la gente con un artista o con otro. Se estudian estos fenómenos para entender por qué se produce esto con los artistas que tienen esa llegada con la gente. Por qué sí alguien que no tiene una voz extraordinaria y por qué no alguien que canta mejor inclusive. Qué hay. En un momento dado yo leía esos estudios y bueno, algunos concluían que era el sueño de todos los muchachitos que venían del interior a buscar el futuro en Buenos Aires.
—¿Y es así?
—Están las oportunidades, pero no es tan solo eso. Se abren todas las puertas y vos tenés que elegir por cuál de ellas querés entrar. Te podés equivocar. De hecho, yo vine con un amigo y quería todo rápido y más fácil.
Yo empecé a trabajar, encontré un trabajo ahí en el Once, en la calle Pasteur y Corrientes, de cadete. Un día, un chico, un vendedor, le hizo una broma de mal gusto a una vendedora y todos me señalaron porque yo era el cadete. La chica se enojó, se puso a llorar, le habían hecho una broma pesada para esa época, y el patrón me acusó a mí y me suspendieron sin goce de sueldo, una semana. Cuando salí del local me crucé con el vendedor de café, una cosa llevó a la otra y empecé a vender café por eso. Y vendiendo café el destino, Dios, vaya a saber qué energía, esa misma semana que empecé, caminé, caminé, caminé, no vendía un café, y yo seguía caminando por Callao hacia Libertador, Barrio Norte, que está lleno de bares ¿Quién le va a comprar un café a un cafetero de la calle? Igualmente yo seguía, seguía, seguía. Algo me estaba llevando. Y de repente veo en una esquina una cola de gente y me acerco, y una señora me pidió un café y todo el mundo me empezó a pedir café. Vacié todos los termos. Esa cola era de gente que estaba esperando para entrar a ver a Pedrito Rico (risas), un cantante español que estaba muy de moda en ese entonces, que se presentaba ahí mismo, en Radio Belgrano, en esa esquina, esa radio tradicional argentina.
Y ahí me quedé en la puerta y empecé a ver locutores, artistas, porque de ahí salía Canal 7, ese viejo Canal 7 en blanco y negro. De repente bajó una muchacha jovencita, Pinky, después bajaron Brizuela Méndez, Fito Salinas. Yo no podía creer que esa gente estaba... Y cuando me di cuenta ya era de la familia de la radio.
—Desde ese momento de la radio hasta hoy, ¿qué otros momentos mágicos o bisagras marcaron su vida?
—Un momento mágico fue cruzarme con un amigo, Dino Ramos. Habíamos andado juntos en esa orquesta donde yo empecé como ayudante y él era el cómico de esa banda, hacía la parte de humor. Me acuerdo de que Silvio Soldán era muy jovencito y era el que presentaba la orquesta. Era una troupe que andaba de gira por todo el interior. Y ahí empecé a familiarizarme con los instrumentos. También conocí a don Alberto Alcalá porque lo ayudaba a armar la batería, a desarmarla. Todo aquel al que le gusta la percusión y busca los métodos de Alberto Alcalá los va a encontrar, era un excelente músico y maravillosa persona. Él me enseñaba y no me cobraba, sabía que no podía pagarle las clases. De hecho, el primer instrumento que empecé a tocar fue la batería. De manera que, bueno, la formación fue así, siempre se fueron dando las cosas. Yo tomaba lo que se me daba, no lo desaprovechaba. Trataba de aprender todo el tiempo. Y se pasan momentos difíciles y la vida es así, la vida es ruido permanente, un desafío.
—¿Qué aprendió de los momentos difíciles?
—Se aprende a darle valor a las cosas. Uno, a veces, no se da cuenta y las deja pasar. Pero aquel que tiene mucho frío por finita o gruesa que sea la frazadita, si te la dan, te abriga.
—Cuando tuvo que irse con toda su familia a vivir a Estados Unidos. ¿Cómo vivió esa decisión de empezar de cero en otro país?
—Ahí juega un papel importante la compañía que tengas. En mi caso: Evangelina. Con el último abrazo que le di a Sinatra, él me dijo: “Sé todo lo que te pasó. Lo único que quiero es que no te olvides de que por cualquier garantía que necesites en los Estados Unidos no dejes de llamarme”. Por eso yo, cuando pagué todas las deudas, dije: “Vámonos”, pero podía pasar también que llegase allá y llamase a Sinatra y no me diera ni la hora.
—Cuando lo abrazó y le dijo eso ¿qué sintió?
—Yo sentí que era sincero el ofrecimiento. Porque yo no le comenté lo que había pasado. Él se enteró.
—¿Quiénes estuvieron a su lado en los momentos más difíciles?
—Mi familia. Uno no tiene que perder de vista su punto de partida. Si no perdés esa referencia cada cosa que te viene pasando la vas a ir poniendo en la balanza, entre ese punto de partida y eso que está pasando. Yo salí sin nada de mi pueblo, sin nada. Hasta la valija que traía era de cartón y prestada. Pasé la primera noche en la plaza ahí en Retiro, no sabía para dónde ir. Tomé el tranvía a la mañana cuando empezó a amanecer. Tomar un tranvía y no saber adónde te vas a bajar… Es decir, si vos partís de esa realidad, después es muy difícil que te equivoques. Es muy difícil volverte loco.
—Hablemos de sus padres.
—Yo me crié con mi padre.
—¿Necesitó a su mamá?
—Sí, como todos los hijos necesitan a su madre. Salir a los 12 años a buscarte la vida de diferentes maneras te va formando. Quedás desprevenido, un poco mal parado en una situación semejante, te mueve el piso mucho. Yo siempre admiré a mi padre y le tuve un gran respeto. Después me encontré con mi madre, pero ya habían pasado años.
—¿Cómo fue ese encuentro? ¿Quiere contarlo o no le gusta hablar del tema?
—Sí, es un recuerdo de un encuentro muy cargado de expectativas. Pero yo ya era bastante maduro. Ya había pasado por muchas situaciones. De manera que fue un encuentro más amigable de lo que podría haber sido.
Tuvimos una buena relación. Tuve la satisfacción de darle lo que ella necesitaba. Cualquier hijo tiene la satisfacción de hacer eso. No me quedó ningún resentimiento. Son circunstancias de la vida. Hay que aprender, hay que, sobre todo, ir valorando cada cosa que Dios te pone en el camino y yo tuve una gran oportunidad, la gran oportunidad de seguir haciendo lo que más me gustaba que era la música y poder expresarme a través de ella.
—¿Le quedó algo por hacer?
—No, no me quedó. No me quedó por una razón: no quiero ser pedigüeño, no quiero pedirle nada más a la vida.
—¿Nunca lo desubicó el éxito o la fama?
—Si eso ocurrió pasó en una medida mínima. Mínima. El éxito altera cosas, siempre, pero cuando vos venís peleando de abajo, es como que vas aprendiendo mucho. Es verdad que el éxito te sorprende y en el momento es como que te desubica un poco. Pero no, porque yo empecé muy chico, empecé ya metido en las orquestas. Empecé a conocer gente. Estar sentado un día con Sinatra de igual a igual firmando un contrato es... Viajar por el mundo, hacer giras…
—Con tantas historias vividas. Si pudiera elegir una momento o día para olvidar, ¿cuál sería?
—Ninguno.
—¿Ninguno?
—Sí, porque uno aprende de todo. Aprende de los buenos momentos y aprende los malos. Entonces si te olvidás por ahí no aprendés. A veces cuando alguien te quiere corregir algo te dice ¿ya te olvidaste de tal cosa? o ¿ya te olvidaste de que pasó aquello? No hay que olvidar. No hay que ser rencoroso. No hay que andar por la vida tomando revancha. La vida te da, te quita. Lo peor que te puede pasar es que te termines resintiendo con la vida. Porque esa es una enfermedad que no tiene remedio. Y eso te lleva a reacciones, a veces, un poco duras, casi violentas.
—Como ciudadano, ¿cómo está viviendo este momento de la Argentina?
—Con expectativas, mirando, siempre tratando de entender por qué pasa esto o aquello. Cuando yo viajaba, los primeros años por Latinoamérica, llegaba a algunos países y me sorprendían las cosas que decían los títulos de los diarios. Sobre todo, aquellas relacionadas con la violencia. Y hoy veo que, lamentablemente, nos familiarizamos ya con eso acá también. Los titulares a veces, los noticieros, te preocupan, te asustan. Sobre todo, cuando tenés una familia, tenés hijos, tenés nietos. Porque uno, bueno, más o menos ya sabe por dónde caminar. Me gustaría que haya un poco más de prevención. Que se vea un poco más. Que se serenen los ánimos. Que encontremos la luz. Que estemos más juntos, más seguros. Y esto siempre depende de quienes están rigiendo tu destino. De quienes nos gobiernan. El ejemplo tiene que venir de ahí. Si un chico ve todo el día en la televisión violencia y noticias se va cargando de cosas negativas y no es bueno. No sé cómo vamos a cambiar. Yo tengo muchos amigos en la provincia de Buenos Aires y a todos los veo con mucha preocupación, a una hora determinada, algo que yo no creía que pudiera pasar en mi país porque lo veía en otros países de Latinoamérica, cierran todo. Es decir, no sé qué pasó. Dios quiera que volvamos a ver en los barrios a las familias sentadas en la vereda, a los chicos jugando en la calle sin la preocupación de que algo violento les vaya a pasar.
—¿Conoce a Alberto Fernández?
—Sí.
—¿Cómo lo ve hoy? calculo que lo conoció en otro contexto, ¿no?
—A mí me parece que Alberto Fernández tal vez tenga mucha más iniciativa que la que demuestra. Pero como él llega, de alguna manera, elegido por su Vicepresidenta, es como que no es él todo el tiempo. Esto lo digo desde una experiencia personal: cuando llegué a Tucumán yo fui el candidato para enfrentar a Bussi, que tenía el 60 y pico por ciento en las encuestas, yo podría haber sido el candidato por el peronismo, pero como yo no estaba afiliado el peronismo no me dejó. Entonces me tuve que sentar a pensar en formar mi propio partido. Y me acuerdo de que un amigo me dio la idea: sí, sí se puede, sí tal cosa, sí. Le puse Surgimiento Innovador. Y después la palabra FE: Frente de la Esperanza. Convoqué a todos los partidos chicos para armar un frente y con eso salí a la calle. Bussi tenía el 60 % en las encuestas y yo solamente empecé con el 37 %, 38 %.
Yo creo que el peor error que cometió Bussi fue enojarse conmigo porque a la gente no le gustó eso. Así que bueno, yo digo que paré un proyecto nacional, porque nadie sabía bien que detrás de eso estaba el partido militar, que arrancaba en Tucumán y ellos querían decir que ahora los había elegido la gente, no había más golpe. Entonces yo lo enfrenté, no tenía temor.
Un día nos sentamos, faltando 30 días para las elecciones, en un programa de televisión cara a cara, y lo único que sabía que tenía que hacer era no llamarlo general, ni señor, solo Bussi a secas. Yo lo miraba y creo que él me quería poner nervioso, pero me concentré con mucha paciencia y él se empezó a poner nervioso. Ese día le gané la elección. Pero bueno, la historia tiene muchos matices.
Dios quiera que volvamos, otra vez, a ver en los barrios a las familias sentadas en la vereda, a los chicos jugando en la calle sin la preocupación de que algo violento vaya a pasar
—De la música pasó a ser gobernador. ¿Cómo volvió de gobernador a los escenarios otra vez?
—La vida me puso muchas pruebas. Yo me preguntaba: ¿cómo vamos a salir de esto?
—¿Y cómo salió?
—Salí bien. Creo que más allá de alguna abolladura, por supuesto, el camino tampoco es de rosas todo el tiempo, pero terminé la gobernación y volví a cantar. No tenía un palacio, no tenía cuentas. Volví a cantar y sigo cantando.
—Hablando de cuentas, ¿cómo está económicamente, pudo ahorrar o vive al día?
—Bueno, 50 años cantando, 50 años, gracias a Dios, de tantas películas y tantas giras. Uno tiene que prever que en un momento determinado ya no vas a hacer tantas giras ni tantas películas, entonces tenés un medio de vida.
—¿Tiene una cierta tranquilidad económica?
—Sí, para vivir. No para hacer una fiesta todos los días, pero para vivir. Cuando ya educaste a tus hijos, cuando ya ves a los hijos de tus hijos es porque la vida te dio un tiempo y lo aprovechaste y ahora lo único que uno necesita es tiempo para vivir. Uno no quiere que se corte ese hilo que nos une a todos, a toda la familia, a los amigos.
—¿Qué le gustaría que la gente sepa de usted, que no saben todavía? o ¿qué le gustaría decirle a toda la gente que lo acompañó en todos estos años?
—No se me ocurre otra cosa que gracias. Gracias porque fue mucho lo que me dieron. Como te decía antes, yo soñaba, era un chico que tenía una gran fantasía. Yo ya me veía, mientras vendía diarios en las colonias en Tucumán, cantando. Imitaba a un locutor que escuchaba en la radio y siempre lo presentaba Ramón Ortega. Me acuerdo que había descubierto ahuecando las manos y hacía el sonido de una ovación. Y cantaba (risas). Pero solo. ¿Por qué hacía eso? ¿Qué me estaba anunciando Dios? ¿El destino? Cuando yo me estaba yendo del pueblo, cayeron unas gotas, que yo digo que cayeron como una bendición, porque paró enseguida. Pero yo sentí eso, sentí que fue como una bendición. Y unos vecinos ahí en la vereda me gritaban: “Eh, no te despidas tanto, la semana que viene vas a estar de vuelta, che”; “Llevá mucho pan en la valija, te vas a morir de hambre”. Las cosas crueles que te pueden decir. Yo no me inmutaba, pero al que me dijo que iba a estar de vuelta, le dije: “Yo voy a volver, por supuesto, pero no como decís vos. Cuando vuelva vos vas a tener que pagar una entrada para verme”. Te lo juro por mi vida, me acuerdo haberle dicho eso. ¿Por qué le dije eso? ¿Por qué? Si en las condiciones que me estaba yendo era imposible, yo tenía que ser un soñador increíble para decir eso. Y lo más increíble de todo es que, finalmente, volví y vi caras conocidas y tal vez entre las caras conocidas estaba el que me gritó eso. Tuve una premonición de lo que iba a ser mi vida, que iba a cantar y tener éxito.
Las fechas del Tours “Gracias”
9 de enero: Jesús María (Córdoba)
19 de febrero: Henderson (Provincia de Bs. As.)
22 de febrero: Teatro Colón (CABA)
26 de febrero: Teatro Municipal (Santiago de Chile)
26 de marzo: Quality Espacio (Ciudad de Córdoba)
1 de abril: Teatro Mercedes Sosa (San Miguel de Tucumán)
22 abril: Luna Park (2da. Función)
Foto y video: Cristian Gastón Taylor- Edición: Tomás Morrison
Maquillaje: Verónica De Luca
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