Christian Slater: el alcoholismo que lo atrapó de niño, la caída al abismo, la muerte cercana, la resurrección

Nació con su destino marcado en el mundo de la actuación. Antes de los 20 años protagonizó El nombre de la rosa y alcanzó la fama. Pocos sabían que detrás de esa sonrisa pícara y fama de rebelde se ocultaba un joven inseguro y tímido. Luego de varios fracasos de taquilla y escándalos parecía que su estrella se había apagado. Resurgió en la serie Mr. Robot y hoy disfruta de esa paz que da la vida vivida

Christian Michael Leonard Hawkins -Christian Slater- nació el 18 de Agosto de 1969 en la ciudad de Nueva York (Foto: REUTERS)

El dicho “en casa de herrero cuchillo de palo” no siempre se cumple, y Christian Slater es la prueba. Casi casi que nació con su destino marcado. Su padre, el actor Michael Hawkins, brillaba en el teatro neoyorquino. Su mamá, Mary Jo Slater, era una poderosa encargada de casting. Dicen que cuando su hijo tenía solo tres meses, en una escena digna del Rey León, lo llevó hasta el escenario de un teatro, lo elevó sobre su cabeza y en una actitud más de profetisa que de madre gritó/auguró: “¡Esta es tu vida, hijo mío!”. Meses después logró que le dieran un papel en un aviso de pañales.

Si la madre no dudaba de la vocación de su hijo, con el padre el vínculo era más complejo. El hombre sufría episodios maníacos depresivos, cuando su mujer estaba embarazada de cinco meses la empujó en una calle abarrotada de autos. En 1972 les escribió varias cartas amenazándolos de muerte y terminó en un psiquiátrico, donde recibía a su hijo con una camisa de fuerza.

Christian creció como un chico tímido y callado que no hacía actividades en su infancia. Prefería pasar horas jugando solo antes que con amigos y se agarraba a los pantalones de su papá suplicándole que lo llevara a las obras que representaba en Broadway. A los siete años participó en una novela, The Edge of Night, y actuó en algunas puestas de teatro. Actuando descubrió dos cosas: le gustaba ser el centro de atención y era bueno aprendiendo sus parlamentos.

Por su sonrisa y su mirada peligrosa, Christian Slater era comparado con Jack Nicholson, actor al que l idolatraba (Foto: Getty Images)

Al cumplir nueve años, el chico que no hacía actividades de chico pero que era chico entró de lleno a lo peor del mundo adulto. De gira con la obra The Music Man en una fiesta bebió una copa de champagne, le gustó la sensación, bebió otra y otra, hasta que se emborrachó. A los adultos les pareció gracioso. No sabían que comenzaba a andar un peligroso camino que tardaría mucho en desandar y que lo llevaría a afirmar: “Trabajar es mi hobby, estar sobrio es mi trabajo”.

El debut en el cine le llegó con La leyenda de Billie Jean que protagonizó en 1985, pero fue en El nombre de la rosa, junto a Sean Connery, que su nombre se hizo megaconocido. En esa película cambió su adicción al champagne francés por el whisky escocés y además conoció a la chilena Valentina Vargas, siete años mayor. Quedó tan impactado que le pidió a su madre que le rogara al director que ella quedara en la película porque “se había enamorado”. Esta atracción tan pasional como hormonal ayudó a la escena de sexo entre esa campesina y el célibe monje que encarnaba Slater. El director no dio muchas indicaciones salvo “que se deje llevar”. La espontaneidad pero sobre todo el alboroto de hormonas del muchacho lograron que la primera toma fuera la definitiva.

Dirigido por Jean Jacques Annaud, Christian Slater compartió cartel con Sean Connery en "El nombre de la rosa", adaptación de la novela homónima de Umberto Eco, en el papel del joven novicio Adso de Melk (Foto: Getty Images)

Slater debía volver a la “normalidad” de terminar el secundario. Sus padres no aceptaron que abandonara sus estudios, así que ideó un plan. Prendió un cigarrillo en clase y en ese raro sistema de convivencia que tienen los estadounidenses de “armas sí, cigarrillos no”, se ganó la expulsión.

Sin obligaciones escolares se instaló en Los Ángeles y en el casillero “estrella adolescente”. Fue para esa época que comenzó a correr un rumor que todavía persiste. Sus cejas tienen una forma particular: en una entrevista bromeó que una vez se las depiló para parecerse a Spock, el personaje de Star Trek, y que no le habían vuelto a crecer bien. Lo dijo en broma pero hasta el día de hoy le preguntan por “el disfraz que salió mal”.

Lo que no era rumor sino certeza era su adicción cada vez más fuerte y descontrolada por el alcohol. Como él mismo dijo en un reportaje: dejó de hacer las cosas como Dios manda para hacerlas a su manera. El primer modo es “cuando algo empieza mal y después va mejorando”. Al modo Slater, las cosas empiezan bien y se van poniendo mal.

En 1989 comenzó su colección de episodios policiales. Conducía alcoholizado e intentó huir de la policía. En el camino chocó contra un poste de luz y, cuando los oficiales lo quisieron detener, los intentó golpear con… su bota. Se consideró al calzado como un arma peligrosa y ¡marche preso! El rubio terminó diez días en la cárcel.

“Estaba seguro que estaríamos en este negocio para siempre, compitiendo por los mismos roles y en cambio, sucedió esta tragedia”, reflexionó Christian Slater sobre la muerte de River Phoenix (Foto: Getty Images)

A pesar de su primer problema con la ley lo eligieron para filmar Robin Hood, con Kevin Costner y Morgan Freeman. Siguió con El imperio del mal y Kuffs. Cansado un poco de hacer siempre de chico rudo intentó con el drama romántico en Corazón indomable, junto a Marisa Tomei, y luego filmó Amor a quemarropa, dirigido por Tarantino y con Patricia Arquette. Con ambas se besó y amó en la pantalla y en su cama.

Slater era parte del grupete de estrellas de moda/chicos malos integrado por River Phoenix y Johnny Depp. Vivían al límite hasta que la vida les mostró los límites cuando Phoenix murió de una sobredosis. Phoenix estaba por comenzar a filmar Entrevista con el vampiro y, con su muerte trágica, el papel pasó para Slater. “Fue incómodo, incómodo y difícil”. Para homenajearlo donó todo lo que ganó en esa película a asociaciones benéficas.

La muerte de Phoenix no le puso un freno a su vida desmesurada. En 1994 lo arrestaron por intentar abordar un avión con una pistola 9mm. La sentencia fue pasar tres días trabajando en un orfanato.

Christian Slater no perdió su pícara media sonrisa ni siquiera cuando le tomaron la foto de detención en 1994 (Foto: Getty Images)

Su nombre todavía no estaba maldito y, sobre todo, todavía su presencia en pantalla se traducía en dólares en las boleterías. Filmó Código flecha rota, con John Travolta, y Días de amor y de rosas, Hard rain y Malos pensamientos, una maravillosa comedia negra con Cameron Díaz, que considera una de sus tres películas favoritas. Se divirtió a lo grande pero tuvo una recaudación pequeña.

El 10 de diciembre de 1997 vivió una noche inolvidable, que sin embargo olvidó. La llamó su “noche en el infierno”. Después de pasar dos días bebiendo y tomando cocaína en el departamento de un amigo, decidió asomarse al balcón para arrojarse al vacío. Estaba en un piso 14, tuvo un minuto de lucidez, se asustó y comenzó a correr. Su novia intentó detenerlo; la golpeó. Un asistente intervino; lo mordió. Llegó la policía; empujó a un oficial mientras intentaba sacarle el arma al grito de “¡Vienen los alemanes! ¡Vienen por nosotros!”.

Aceptó que tenía un problema. Le permitieron asistir al estreno de la película Hard Rain; al día siguiente entró en la cárcel de La Verne. Pasó 59 días. Su rutina consistía en levantarse y preparar la comida para los otros presos. “También tenía que ocuparme de que las celdas estuvieran limpias. Fregar, barrer, sacar el polvo, cocinar, limpiar el vómito de los borrachos que habían estado durante la noche. Fue asqueroso, desagradable, nada divertido, nada cool”, contó en una entrevista en Rolling Stone. “Nadie me trató en una manera especial; a nadie le importaba. Fui afortunado de que me dieran elementos para poder escribir, leer y escuchar música. Pero era un delincuente entre delincuentes”.

Muchos se preguntaban cómo un tipo que parecía tenerlo todo podía ser tan autodestructivo. Es que detrás de ese porte de chico malo con actitud de “todo me importa un bledo”, se escondía un muchacho inseguro, que pensaba que era un bueno para nada. “La bestia mala que tengo ente ceja y ceja me dice diariamente que soy una porquería. Es verdad, así es. Y cuando tomo, uso drogas o me concentro en algo fuera de mí, logro anestesiar a la bestia”, admitía en la misma entrevista y reconocía que más que un adicto a las sustancias era un “adicto a no querer sentirme mal”.

Entre problemas con la ley y películas, Slater también tuvo tiempo para el romance. Entre sus parejas conocidas enamoró a Winona Ryder y Samantha Mathis. También salió con Christina Applegate, Christy Turlington, Rosie Perez, Tamara Mellon e incluso Sharon Stone.

Christian Slater novió con Winona Ryder. "No hablamos de forma regular, pero la amo. Nunca superé el enamoramiento que tenía por ella en ese entonces", admitió Slater. "Sigue siendo la mujer de mis sueños" (Foto: Getty Images)

Para casarse la elegida no fue una actriz sino la periodista Ryan Haddon. Dieron el sí en el 2000 y tuvieron dos hijos: Jaden y Eliana. Ryan no dudó en salir a defender a su esposo cuando lo acusaron de vivir una noche loca junto a Ben Affleck en un club de desnudistas. “Se limitaron a escuchar música, a dar vueltas, a hablar con gente. Eso es todo”, aseguró la mujer. Como diría Darío Barassi, raro.

En el 2003 en un hotel de Las Vegas discutió con su esposa y por primera vez no fue el chico malo sino la víctima: Ryan le tiró un vaso de vidrio por la cabeza. Él terminó en el hospital con una herida que requirió 20 puntos y ella con una denuncia de violencia doméstica. Se separaron al año siguiente y se divorciaron en 2007, previa batalla por custodia de niños y reparto de bienes.

Con el divorcio firmado se enamoró de Tamara Mellon, que no necesitaba de un príncipe que le llevara un zapatito ya que ella era cofundadora de la marca Jimmy Choo. Estuvieron juntos dos años hasta que el actor se hartó de esa novia que le ordenaba el armario por colores, le llenaba el departamento de fotografías de serpientes enrolladas porque le parecían sensuales y nunca alcanzaba el vestidor para guardar sus más de mil pares de zapatos.

Desde 2013 está casado con Brittany López, una cubana diecisiete años menor. Se conocieron a partir de una equivocación. Slater estaba en un exclusivo hotel de Florida desayunando, cuando vio a una joven que se arrodillaba delante de una señora algo mayor y la tomaba de la mano. El actor pensó que era una romántica propuesta de casamiento entre dos mujeres lesbianas y se acercó a felicitarlas. La joven lo miró asombrada y entre carcajadas le explicó que no era su prometida sino su… tía. Lo invitaron a desayunar con ellas y al tiempo se enamoraron.

En 2019 Slater y su esposa fueron papás de Lena. “Intento ser el mejor esposo que puedo ser. Intento ser un buen compañero, abierto y comunicativo", asegura el actor (Foto: Getty Images)

Después de tres años juntos decidieron formalizar su amor. Se acercaron al juzgado de Florida, ciudad donde residían para preguntar por los trámites para la boda, planeaban una celebración íntima y discreta. Pero ya en las oficinas pensaron que no era necesario esperar y así como estaban, sin familiares ni amigos presentes se casaron. Por ahora, siguen juntos y felices.

El siglo XXI lo encontró estabilizado en lo personal pero no en lo laboral. No era su fama de ex chico malo lo que alejaba a los productos sino la versión hollywoodense de nuestro “billetera mata galán” que en Los Ángeles sería “fracaso de taquilla mata actor famoso”. Hard rain costó 70 millones y recaudó 19. Al menos fue al cine; El confesor, The deal, Hollow Man 2 directamente fueron a video. En televisión tampoco le iba mejor. Estrenó tres series en tres años y todas se cancelaron por falta de audiencia; empezó a figurar en las listas de “show killer”.

Lejos de bajonearse, Slater sabía que podía seguir trabajando en serio sin tomarse demasiado en serio. Apareció en Zoolander, haciendo de Christian Slater, confeso admirador de Derek Zoolander. Volvió a aparecer como él mismo en la serie Dos hombres y medio, en un guiño a su compañero de parranda Charlie Sheen. En la comedia Arquero, era un agente de la CIA que se parecía muchísimo a Christian Slater, cuyo nombre también era Slater.

Christian Slater con Rami Malek en una escena de Mr Robot. Uno de los pocos papeles donde el rubio no hace de villano ni un personaje retorcido (Foto: USA Network)

Las puertas del cine se cerraron pero se le abrieron la de los micrófonos. Su tono propio, entre lento y cuidadoso, entre sarcástico y presuntuoso, le permitió ser la voz en off de distintos personajes animados. Trabajó en propuestas infantiles como Las aventuras de Jimmy Neutron, Boy Genius, Phineas y Ferb, La Guardia del León y Jake y los piratas del país de Nunca Jamás, y en otras para adultos como Los siete poderosos y Ricky y Morty.

En el medio volvió a mandarse una “gran Slater”. En 2005 la policía de Nueva York lo detuvo por un cargo de abuso en tercer grado; presuntamente intoxicado, acosó a una transeúnte. El cargo fue retirado por falta de pruebas y “con la condición de que no cometa ningún delito durante seis meses”. El juez debe haber pensado: “Ay, no aprende más...”.

Las buenas laborales le volvieron en el 2015 cuando lo convocaron para la serie Señor Robot y pasó de “mata serie” a “engancha serie”. No solo fue un éxito de audiencia, también de crítica, tanto que ganó un Globo de Oro por su trabajo.

Al año siguiente vino a la Argentina para filmar La Cordillera, con Ricardo Darín. Se hospedó en el Palacio Duhau y escuchó aullidos de fans, alguien le explicó que no eran para él sino para Ricky Martin que se encontraba en el mismo piso. Filmó sus escenas, cenó con Darín, su mujer y el director Santiago Mitre, después recorrió Recoleta, no un termo bajo el brazo sino con un latte en la mano y mascando chicles de nicotina.

Slater con Darín, en una escena del filme La Cordillera

Con su carrera revivida realizó un papel secundario pero fundamental en La esposa, junto a Glenn Close, y en 2020 apareció en Phreaks, una miniserie sobre piratas informáticos de la década de 1970. Además cumplió uno de sus sueños: hacer teatro en Londres. Durante cinco meses protagonizó Glengarry Glen Ross. Actualmente prepara una una nueva serie, llamada Dr Death.

Hace poco reflexionó en una entrevista: “Siempre tenía la sensación de que había una fiesta mejor que aquella en la que estaba. Hoy, en cambio, cuido y valoro la fiesta en la que estoy. Estoy increíblemente agradecido por lo que tengo”. Parece que por fin encontró algo de paz y sin la ayuda de champagne francés o whisky escocés. Las hoy señoras buenas a las que alguna vez nos gustó este chico malo decimos “ojalá le dure”.

"Creía que debía sufrir por mi arte. Trabajaba creando situaciones dramáticas y tensas para poder sentir que era realmente parte del trabajo. Y tenía que cambiar eso. Porque lo cierto es que nadie quiere trabajar con alguien que cree en esas cosas", admite Slater (Foto: REUTERS)

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