Hollywood tiene historias que van de una punta a la otra, cubriendo todo el espectro de colores. Hay historias oscuras, otras más claras, y un sinfín de grises. A lo largo de los años se fueron conociendo experiencias de vida que podrían haberse transformado en películas exitosas. Natalie Portman podría protagonizar una de ellas.
La actriz nació el 9 de junio de 1981 en Jerusalén, Israel. Su verdadero nombre es Natalie Hershlag, pero cuando empezó a hacerse conocida adoptó el apellido de soltera de su abuela. Su papá, Avner Hershlag, es un reconocido médico especialista en fertilización asistida. Su trabajo le ofreció la posibilidad de que toda la familia se instalara en los Estados Unidos y allá fueran, cuando Natalie era muy pequeña.
Una de sus abuelas, de origen rumano, trabajó como espía para el Servicio de Inteligencia de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial. Y su abuelo materno fue profesor de Economía: la premisa de la familia siempre fue seguir una carrera universitaria, una premisa que Portman adoptó como estilo de vida.
Si bien empezó a actuar de chica, cuanto finalizó su etapa escolar empezó su etapa universitaria en Harvard: se recibió de psicóloga en 2003. Para ese entonces ya tenía 11 películas en su haber; podrían haber sido más, pero desestimó varios proyectos por priorizar el estudio. Nunca, ni las luces de la fama que suelen encandilar a tantos, la corrió de ese camino.
“No me importa si la universidad arruina mi carrera, porque prefiero ser inteligente antes que una estrella de cine”, comentó a poco de recibirse en una entrevista con New York Post. Durante ese periodo escribió varios ensayos, en los que se destaca el análisis del conflicto bélico entre Israel y Palestina.
No satisfecha con lo realizado, en 2004 fue por más e hizo un postgrado en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Pero no es todo si de su nivel académico nos referimos. A la hora de expresarse, prácticamente no tiene problemas en ninguna parte del mundo. Además del inglés, habla francés, alemán, hebreo, japonés y árabe. En alguna oportunidad comentó que su meta era también dominar el español y estudiar Medicina, para el día de mañana trabajar junto a su padre.
A la par del estudio fue construyendo una rica carrera como actriz. El arte estuvo en sus venas desde siempre. A los cuatro años empezó a tomar clases de baile y al poco tiempo hizo lo propio con el arte dramático. A los 10 le ofrecieron un contrato a sus padres desde una agencia de modelos, pero Natalie se negó, y sus progenitores aceptaron la decisión. “Ser modelo iba a ser estúpido y aburrido”, explicaría tiempo después.
Con 17 años ya era parte de la industria, y pese a su destacado rol en El perfecto asesino, aun no se había consagrado. No obstante, se permitió elegir qué proyectos hacer y cuáles no. Quería ser actriz, pero no a cualquier precio. Rechazó protagonizar Lolita por la cantidad de escenas sexuales que exigía la trama. Al poco tiempo tomó la misma decisión cuando la llamaron para tener un papel destacado en La tormenta de hielo. En ese caso, su personaje era demasiado siniestro.
En 2002 se sumó a la saga Star Wars y obtuvo un gran reconocimiento. Su despegue fue en 2004 con Algo en común, una película independiente que le valió el reconocimiento generalizado porque tuvo que valerse de sus propias armas. Sobre el final de ese año protagonizó Closer y fue la confirmación de una actriz de pura cepa. Resultó ternada a los Globos de Oro. No ganó, pero fue un indicio de su crecimiento, ya codeándose con grandes personalidades.
Finalmente –y según sus propias palabras- El cisne negro la catapultó al estrellato. “Creo que la universidad me preparó para afrontar trabajos duros. Para aceptar retos y esforzarme para superarlos. Cisne negro fue eso, aunque me costó aceptar porque no sabía si iba a estar a la altura. Al final resultó que toda la riqueza de matices de mi personaje y del filme me permitió crecer como persona, redefinirme como mujer y ser mejor actriz”, comentó en una entrevista con el medio español Fotograma.
Ya compenetrada en su personaje, sabiendo que sería la gloria o un freno en su ascendente carrera porque todos los ojos estarían puestos en ella, comenzó un riguroso entrenamiento. Había practicado danza hasta los 13 años, pero retomó, y durante meses le dedicó 16 horas diarias a la disciplina. No aceptó que le pusieran una bailarina oficial como doble para las escenas complejas, sino que ella le puso el cuerpo a las tomas más exigentes.
“La película significó un cambio en mi carrera porque me ha dado la posibilidad de cambiar de registro, de graduarme como actriz. Desde ahora soy una compulsiva buscadora de riesgos, de peligros profesionales. No quiero más papeles planos, romos o tontos, quiero seguir explorando las alturas, descubrir nuevas facetas de mi profesión”, sostuvo Natalie, quien en su repisa ya tiene un Oscar, un BAFTA, un Globo de Oro y otro galardón del Sindicato de Atores.
Durante el rodaje de El cisne negro conoció al bailarín Benjamín Millepied. Se enamoraron, se casaron y tuvieron dos hijos, Amalia y Aleph. Natalie cuenta que su marido es su cable a tierra cada vez que el trabajo la supera.
En cuanto a los trabajos que la marcaron, acá aparece la adaptación para Broadway de El diario de Ana Frank, en 1997. Sus abuelos perdieron a casi todos sus familiares en el Holocausto, en un campo de concentración. Incluso uno de ellos murió ahí, en Auschwitz. Actuar en esa obra no le fue sencillo; ni siquiera los ensayos fueron fáciles. En los primeros días Natalie debía interrumpirlos porque se largaba a llorar desconsoladamente, y no podía continuar.
Con apenas 40 años, Natalie Portman parece haber vivido muchas vidas en una. Actriz fuera de serie, logró posicionarse contra los mandatos impuestos por la industria, siguiendo sus propias reglas y en vez de las imposiciones del mercado. De esta manera, lo que queda sobre la mesa es su talento como marca registrada.
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