4 de enero de 2000, Uruguay. Diego Maradona está inconsciente en la chacra del empresario Pablo Cosentino, ubicada en el balneario José Ignacio de Punta del Este. No responde. Quienes lo acompañan deciden llamar a emergencias, no para solicitar la asistencia médica, sino para pedir un tensiómetro.
Del otro lado de la línea está Jorge Romero, un joven médico que se había recibido tres semanas antes de aquel episodio y era su cuarto día de trabajo en el Policlínico La Barra. Al hablar con Guillermo Coppola -entonces representante de Diego- entiende que el exfutbolista no estaba dormido, como el empresario le había dicho -“Duerme hace dos días, no logramos que se despierte”-. “Pero si está durmiendo hace dos días no está durmiendo, está en coma”, lo alertó el profesional que de inmediato subió a su auto y manejó 23 kilómetros hasta llegar a donde se encontraba inconsciente el hombre más importante del mundo.
“A los 10 segundos de entrar, me encontré con situaciones raras. Se notaba que Diego no había estado ahí, sino que lo habían puesto antes de que yo llegara. No era la casa principal de la estancia”, aseguró Jorge Romero en diálogo con Teleshow cuando recordó aquel episodio que sucedió hace 21 años. Maradona estaba recostado sobre una silla de mimbre, agonizando. “Al lado había una persona durmiendo; Guillermo lo despertó para que se corriera, y yo revisé a Diego: tenía una crisis hipertensiva y una arritmia ventricular. Además, dejaba de respirar durante lapsos de cinco o seis segundos. Estaba muy grave en serio. ¡Se estaba muriendo!”.
Acto seguido, comenzó una especie de negociación con Coppola, quien se negaba rotundamente a que Diego fuera internado. “La prensa es muy difícil, por lo que Maradona vive o muere con vos”, le advirtió el representante de El 10. “Lo dijo medio en chiste, y medio en serio…”, recordó el médico que logró convencerlo después de una conversación ardua en la que le explicó que era indispensable trasladarlo. “Si no lo internábamos, se moría en unas horas. Tampoco podíamos esperar una ambulancia porque iba a tardar mucho, y no teníamos tiempo”.
“Yo no podía creer lo que estaba pasando. Habitualmente en esas circunstancias le hago firmar un papel que dice que se hacen cargo y me voy. Pero pensé que los medios titularían: ‘Maradona fallece por joven médico…’. Y entonces, me quedé”, reflexionó Romero.
—¡Bueno, lo llevamos! Pero antes me voy a bañar. Soy una figura pública, no puedo salir así nomás.
Romero no salía de un incertidumbre. Coppola había accedido a trasladar a Maradona, y él -mientras el empresario se bañaba- comenzó a realizar maniobras de reanimación en el cuerpo de Diego. “Fue una eternidad”, lamentó el médico rural que desde los 16 años trabajó en sectores de exclusión social. “Me he encontrado en ranchos de barro con más contención de la que había ahí. Diego se estaba muriendo y nadie entendía realmente lo que estaba pasando”.
Después de que otras dos personas ayudaran a subir al astro a la parte trasera de la camioneta, Coppola -al volante- y Romero -en el asiento del acompañante- lo llevaron al hospital. “Pero cuando subimos, uno desapareció”, sostuvo el médico, extrañado.
“Yo tenía el ambo puesto y Guillermo me pidió que me sacara la camisa para no llamar la atención. Así que me tuve que quedar en cueros mientras seguía controlando a Maradona y llamaba a mi jefe para advertirle que estábamos yendo al Sanatorio Cantegril, y que nos esperaran con una camilla”.
Camino al centro médico, el representante tuvo una nueva actitud que desconcertó al profesional: le dijo que debía cargar combustible y se detuvo en una gasolinera. “Diego estaba inconsciente, muriéndose, y Coppola nos tuvo 15 minutos parados en una estación de servicio”, dijo, todavía sorprendido.
¿Qué sucedió al llegar al sanatorio? “Todos estaban esperando con una sonrisa. ¡Nadie tenía noción de la gravedad de la situación!”. De inmediato, exigió -“totalmente alarmado”- que acercaran una camilla. “Ah, ¿es para tanto?”, preguntó el jefe de la institución en la que quedó internado Maradona en la unidad cuidados intensivos: allí lo atendió “el mejor cardiólogo”, según Romero.
Una vez que la noticia tomó estado público, Romero fue asediado por la prensa. Además, debió declarar en la Justicia por una causa que se abrió luego de que se encontrara droga en el organismo del exfutbolista: los análisis arrojaron que había clorhidrato de cocaína en sangre y orina. En tanto, se supo que el consumo había generado la crisis de hipertensión arterial y la arritmia ventricular.
Por ese motivo, Coppola debió enfrentar a la prensa y buscó minimizar la situación: “Diego está un poco fastidioso porque se quiere ir, pide de comer y por suerte se lo ve físicamente deshinchado. Todos esos son buenos síntomas. Lo que sucede es que por las Fiestas, comió muchos asados, hizo desarreglos y, como además está excedido de peso, hizo este pico de hipertensión”, decía por ese entonces antes de ingresar al departamento de policía.
La declaración de Romero demandó seis horas: contó lo que vivió aquel día porque los efectivos policiales sospechaban que en aquella chacra hubo alguien que entregó las drogas ya que en el avión que trasladó a Maradona a Punta del Este no se encontraron estupefacientes. “Yo les dije lo que había visto: lo que pasó fue en otro lado porque el lugar en el que encontré a Diego estaba limpio. Por eso digo que lo habían puesto ahí antes de que yo llegara”, dijo sobre su relato.
Luego, debió hacer una ronda de reconocimiento. Allí, advirtió la presencia de Coppola y los dos hombres que estaban en la chacra: “Falta uno”, resaltó. “¿Cómo que falta uno?”, indagaron las autoridades. “Sí, el que estaba durmiendo al lado cuando yo llegué”, enfatizó el profesional.
El médico hablaba de Carlos Ferro Viera, el publicista argentino que más tarde fue señalado como el responsable de haberle suministrado la droga a Maradona. Por caso, en el preciso momento en que el exfutbolista estaba siendo asistido por los médicos, el empresario abandonaba Uruguay en un vuelo privado desde Laguna del Sauce.
Y en sus declaraciones el representante de Maradona y las demás personas que estuvieron en la chacra durante aquellos días de excesos, omitieron revelar la presencia de Ferro Viera. Es por eso que Coppola fue procesado por la Justicia uruguaya por falso testimonio.
Luego, Jorge Romero decidió mantener distancia y seguir cumpliendo con su labor en el Policlínico. “No lo iba a ver a Diego porque tenía que trabajar. Además, estaba muy grave. Salía en todos lados, no había manera de que no me enterara de cómo estaba”. Fue a visitarlo una sola vez: cuando Maradona salió del estado de sedación. “Estaba totalmente ido, pero sentía que mi trabajo no estaba terminado si no le decía: ‘Mirá, loco, casi te morís’”, recordó el médico, que nunca más volvió a tener contacto con el exfutbolista que falleció dos décadas después, el 25 de noviembre del 2020.
Esta historia se ve reflejada en el primer capítulo de Maradona: Sueño Bendito, la serie que se estrenó en las vísperas al cumpleaños del exfutbolista y cuyo guión fue modificado gracias al pedido legal de Claudia Villafañe: la Justicia falló a su favor y determinó que no se relataran determinadas situaciones que el propio Diego había firmado cuando autorizó la biopic.
El actor Martín Slipak es quien interpreta a Jorge Romero en la ficción que, como tal, se tomó algunas licencias y no recrea la historia exacta que el médico le relató a Teleshow sobre aquel día. Por caso, antes de cada capítulo de la primera temporada que cuenta con 10 episodios, se lee una placa que aclara justamente eso: “Inspirada en hechos reales. Algunos elementos fueron creados para dramatización. Cualquier similitud con personas reales es pura coincidencia”.
De esa manera, Amazon Prime Video hace la salvedad de que se guionó parte de la historia real, como en toda ficción de este tipo de personajes o casos verídicos.
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