“Estoy un poco nervioso”, confesó Chano antes de seguir hablando de sí mismo casi por única vez en la noche. “Les quiero pedir perdón por preocuparlos, a mi familia, a todo el mundo... Les prometo que voy a cambiar. Esta vez sí. En serio, amigos. Los que escribimos somos lamentablemente autobiográficos... Yo no sé si lo mejor está por venir, pero me conviene pensarlo así. Cuando nos ponemos autocompasivos y en víctimas, creemos que tenemos derecho de vivir mal y a pasarla como el orto”, dijo el cantante como preludio al momento más intimista y emotivo de su show en un Luna Park con entradas agotadas.
El comienzo había sido enérgico y junto a su banda: ellos sobre una tarima elevada y él abajo, ocupando todo el ancho del escenario. “Hola mi vida, no desconfíes de la música / Si algo te tira te, te, te, te levantás” cantó en primer estribillo de la noche (”Hola mi vida”, primer corte el último disco de Tan Biónica) para hablarle tanto a su multitud enardecida como también a sí mismo. Y seis canciones después (otras dos de TB más cuatro solistas), una habitación bajó desde el techo del estadio para que Chano se sentara en un sillón rojo y se acomodara detrás de una tele mal sintonizada. En ese ambiente, solo, apenas acompañado por una guitarra acústica y una intensa lluvia de luces blancas, cortesía de los celulares del público, se entregó con “Claramente” y “Momentos de mi vida”.
Allí también había un piano tapado por una sábana. Y tras revelarlo, anunció: “Le voy a pedir ayuda a la persona mas importante de mi vida” y se hizo presente su hermano Bambi Moreno Charpentier. En dupla, como en los mejores momentos de TB, regalaron un set de versiones al hueso: “Obsesionario en LA Mayor”, “Arruinarse”, “La ensalada” (“No la pueden creer que la estemos tocando”, dijo Chano, cómplice, sabiendo que es un viejo pedido de los fans de la banda), “Mis madrugaditas”, “La otra manera” y “Las cosas que pasan”.
Como siameses, reconstruyeron parte de la magia del grupo que tenían con Diego Lichtenstein y Sebastián Seoane, en una fecha y en un lugar muy especial. El 4 de noviembre quedó marcado a fuego y para siempre en el calendario del piberío biónico desde el estribillo de “La melodía de Dios”. Y el “palacio de los deportes” es el lugar en el que la banda comenzó a hacerse masiva y popular desde su debut en 2012: un triplete que fue corolario del largo “Obsesionario Tour”.
También aquí fue donde volvieron a tocar luego de la golpiza que le propinaran a su cantante tras chocar varios automóviles estacionados (2015). Acá, además, fue donde Chano eligió dar su primer gran show como solista (mayo 2018). Y ahora, sobre este mismo escenario que tan bien conoce, es en donde volvió luego de ese balazo que no solo no llegó a ser fatal, sino que le dio una nueva vida.
“¡Qué lindo estar todos acá de nuevo en esta vida loca, hermosa! Qué bien que los veo, me encantaría estar a la altura”, dijo después de tomar un poco de aire y pedir un poco de “nafta” (una botellita de agua). Se tira unos pasos, pone su voz al límite: la entrega física de Moreno Charpentier es total, pero pese a lo que transitó en los últimos meses, no se lo nota ni agotado ni agobiado. Todo lo contrario: el escenario es el lugar en el que Chano está más seguro. Allí está a salvo tanto de las tentaciones como de su autodestrucción, esa de la que se alimentó para escribir algunas de sus canciones más memorables.
La banda que lo acompaña está integrada por jóvenes músicos con recorrido en la escena urbana (“Soy tan inmaduro que me siento cómodo con gente de 20 años”, bromeó Chano) y que saben amoldarse al repertorio del líder. Sin embargo, la acústica del lugar atentó contra el audio y, por momentos, se perdieron detalles y sutilezas. Carolina Conzonno (trompeta, saxo y cello), Agustín Bragoni (guitarra), La Duke (teclado y keytar), Gero Peguino (batería) y Milán (bajo) son dirigidos por el guitarrista Renzo Luca, quien también es el sostén musical de Chano en esta etapa: juntos compusieron el único estreno de la noche, “De su color”, en la que el cantante mezcló sus versos con los de la rapera Dakillah.
“¡Que hermoso esto, no me merezco tanto!”, dijo la voz líder después del estallido provocado en el estadio por “Ella”, uno de los más grandes hits de Tan Biónica. “Estas canciones realmente cobran sentido cuando llegan a su boca y me dejan escucharlos cantarlas así. Yo ahora me voy a una habitación de hotel, solo, no me interesa nada más que estar bien para seguir”, contó antes de despedirse.
Así, Chano volvió a llenarse los oídos del cariño de su público, eso que desde al menos una década se viene traduciendo en un griterío histérico y ensordecedor cada vez que asoma su nariz al escenario. Sonriente y satisfecho, le quedaba poco más por hacer: la impostergable “La melodía de Dios”, con Bambi nuevamente haciéndole la segunda, y “Naistumichiu” marcaron el final.
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