Este año, Lolo Rossi tomó un protagonismo inesperado en ShowMatch. Si bien María Laura -tal es su nombre en el documento - desde hace varios años se desempeña como jefa de coaches en el emblemático programa de Marcelo Tinelli, este 2021 se animó a hacerle frente al jurado e, incluso, a dar fuertes declaraciones, especialmente contra Ángel De Brito y Pampita.
“A nosotras (Eugenia López y ella, que comandan a los coachs) nos criticaron muchísimo todo el año. Con todo, por los ritmos que poníamos, por la música...Siempre había alguna objeción. Y fueron todos en algún momento, pero ellos dos en especial”, había dicho días atrás en La Academia. Y había sentenciado: “Estoy harta de la crítica constante”.
Lo cierto es que, lejos de tomarlo como algo personal, Lolo entiende más que nadie que es un show. Comenzó trabajando con Tinelli en 1993, pero nada le fue fácil en la vida. Oriunda de Mar del Plata, desde chica siempre tuvo en claro que quería ser bailarina. “Se ve que estaba como muy marcado, porque fui yo quien les pidió a mis papás ir a danza. No sé de dónde, seguramente en algún lado estaba escondido y a los nueve años empecé con la curiosidad de aprender a bailar”, comienza contando en diálogo con Teleshow en el bar de los Estudios Baires, desde donde se emite el ciclo de El Trece.
A pesar de su gran presente profesional, sus comienzos no fueron nada sencillos. “Hice de todo: fui secretaria, trabajé en una librería, lo que sea para pagarme mis estudios y poder hacer teatro en el verano, y ahí empecé con Cherutti, Artaza…”. Hasta que, a sus 22 años, una compañía de España la selecciona como bailarina, lo que la llevó a hacer gira por España, Estados Unidos y Latinoamérica. “Fue la primera vez que se me abrió mi cabeza”, explica.
Al regresar, tuvo en claro que su destino no estaba en su ciudad natal y tomó la difícil decisión de irse a vivir a Buenos Aires. “Tengo todavía el recuerdo de ver a mi papá que me veía alejarme, como soltándome la mano. Fue re fuerte para mí eso, pero yo quería volar”, rememora mientras se le llenan los ojos de lágrimas. Y agrega: “No me acompañó hasta la terminal, pero me lo acuerdo en mi casa parado en la vereda, saludándome, él sabía que ya no había retorno, que no iba a volver. Mis padres fueron muy abiertos para esa época”.
Su desembarco en la “ciudad de la furia” fue casi como “tirarse a la pileta sin saber si había agua”. “Yo me iba sin laburo, a ver qué pasaba. Había conocido a Aníbal Pachano en una temporada en Mar del Plata, que me había dicho que cuando vaya a Buenos Aires que lo fuera a ver. Pero yo me presentaba en todas las audiciones que había, programas de televisión, todo. Y mientras tanto, hacía shows en casamientos, cumpleaños de 15, trabajaba todos los fines de semana. Siempre me banqué sola”, detalla.
—¿Cuándo diste el salto hacia lo más comercial?
—Trabajé mucho en teatro, también con Nico Repetto, Julián Weich...Pero sentí que la pegué cuando entré con Gasalla y Perciavale que eran los artistas de ese momento, para los que había que hacer muchas audiciones. También cuando entré en Disney, fue hermoso, ahí formé parte de un show que se armó en Costa Salguero.
—¿Y cómo aparece Marcelo Tinelli en tu vida?
—Fue porque me llamó Eugenia (López, la otra jefa de coaches), que era amiga mía y ya habíamos trabajado juntas. Me llamó para ser como una chica ShowMatch de ahora. Había una staff y de pronto empezamos a ser fijas en VideoMatch, como cuerpo de baile.
Pero en medio del éxito, el destino le tendría preparado otro golpe. “Se me rompen los ligamentos de las dos rodillas, tenía 34 años, y ya tuve que empezar a dejar de bailar. Fue bastante crítico, muy difícil para mí”. Fue en ese momento que comenzó como asistente de Eugenia. “Había cosas exigidas que ya no podía hacer, por eso pasé de ser bailarina del staff a ser la asistente, y también una especie de productora. Y al toque, llegó el Bailando, y estuve como coach un tiempo. Todo el Bailando lo gestamos juntas, es como un hijo. Además, éste fue uno de los programas que empezó a dar trabajo a los bailarines en televisión”, señaló. Y se jacta: “La gente empezó a hablar de danza en la tele, antes no se sabía qué era un adaggio”.
En el plano personal, está casada con Damián, que también es padre de sus dos hijas. “Lo conozco en 1998, bailando en el Parque de la Costa en un espectáculo, y seguimos para siempre. En 2010 tuvimos a Ruth y en 2013, a Sofía. Con los dos embarazos estuve acá, con mi panza. Vivimos mucho acá adentro, casamientos, cumpleaños, esto realmente es una familia porque todos nos conocemos desde hace mucho tiempo”.
Y destaca: “Para mí no es un sacrificio, más allá de la cantidad de horas, a mí me encanta venir a trabajar acá porque es un espacio que tiene que ver con mi mundo, que es bailar. Soy una privilegiada porque pude cumplir mis sueños, vivir de bailar es muy difícil en este país”.
—¿Cuál es el lado B de esta profesión?
—La parte fea es que todavía no nos valoran como deberían a los bailarines, en todo sentido. Tenemos una vida útil muy corta, y además son muy pocos los que pueden vivir de esto. Me encantaría que haya muchos más lugares donde nosotros nos podamos desarrollar y tener un una obra social, hay que luchar mucho todavía.
—Lidiar con famosos tampoco debe ser sencillo...
—Claro, es una de las tareas que tenemos. Siempre estamos relegados un poco con eso, porque todo tiene que estar en función del famoso. El bailarín también tiene que ser contenedor, ayudar al famoso, porque es gente que está expuesta, y que a veces les cuesta entender que no baila, creen que sí, pero no. A veces te piden rehacer cosas y vos le decís “pero pará, no podés hacerlo, dejame que te ayude”. Y además a veces no tienen la rigurosidad de los horarios...
—¿Recordás con quién te costó trabajar más?
—Uh, fue con varios, pero ponele, con (María Eugenia) Ritó era divina, pero llegaba tarde, era muy difícil laburar con ella a veces. Y después hay miles de soberbios, pero tratamos de llevarlos bastante bien igual. Ellos a veces sienten que les das un tema feo porque ellos no valen, pero no tiene que ver con eso, todo lo toman muy personal. Imaginate que no estaría bueno para el programa que ellos se vean mal, es nuestro laburo cuidarlos. También tiene que ver con el empeño que le pongan a la hora de bailar.
—¿Cómo te llevás con el jurado este año? Hubo momentos de tensión...
—Entiendo que es un show, y soy muy respetuosa del jurado porque está ahí para algo. A ver, yo le diría mil cosas, le diría “eso que estás diciendo es una burrada”, pero entiendo que es parte del show y que ellos no tienen que ver lo técnico únicamente. Ángel (De Brito) ve otras cosas más allá de lo técnico, digamos, pueden dar su opinión desde el público, desde el “me gusta, no me gusta”, pero a veces dicen cosas que para un bailarín es una burrada y me dan ganas de decirle “no es por ahí”.
—¿Sos muy exigente a la hora de elegir a los bailarines en un casting?
—A la hora de hacer castings nos importa mucho que obviamente que sea buen bailarín, tiene que ser excelente, también la contextura física porque muchas veces los varones tienen que levantar a las figuras. Es bastante exigente el casting, pero es un momento hermoso porque encontramos a gente como Tito (Díaz), Jony (Lazarte), Flor Díaz, Sole Bayona...son esos momentos de descubrimiento. Además, nosotros tenemos una charla con los bailarines que elegimos: cómo es en el trato, hay un montón de cosas son chicos que pasan muchas horas con los famosos.
—¿Y cómo llevás esta creciente exposición que les fue dando Marcelo?
—Yo no me doy cuenta, solo cuando me dicen “pero vos sos famosa”. Pero no, no lo soy. A veces me paran en la calle y me dicen: “¿Vos sos Lolo?”, y a mí me da mucha vergüenza y lo niego. Yo soy muy tímida, pero está buenísimo lo que nos generó Marcelo. Él es muy cariñoso con nosotros, más allá de que nos carga, es muy accesible y nos pregunta, nos da el lugar para que demos nuestra opinión, y eso hace que esta productora sea lo que es.
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