“Nada nos va a separar jamás. Te amé te amo y te amare para toda la vida”, escribió hace unos días Ana Rosenfeld en Instagram. Su mensaje fue dedicado a su marido y padre de sus hijas, Marcelo Frydlewski, quien falleció el 9 de octubre consecuencia del COVID-19 en Miami, a donde el matrimonio había viajado a visitar a una de sus hijas y a sus nietos. En una charla a corazón abierto con Ángel de Brito, la abogada contó cómo fueron sus últimos días y recordó su historia de amor.
“Estudiamos juntos. Nos reencontramos hace 36 años, vino a mi oficina por un tema laboral con quien era mi pareja, él no llegaba y me dijo que lo atendiera yo, fue de a poco porque teníamos una relación cada uno por nuestro lado. Recordamos historias de la facultad. Después me fui de vacaciones a Brasil con mi hermana y el se apareció de sorpresa, empezó una relación hermosa y no paró”, recordó.
Sobre éste último viaje que hicieron juntos, contó que fue por motivos familiares. “Mi hija hace diez años que vive en Estados Unidos y en junio nos fuimos, Marcelo se fue un día antes y me dijo que íbamos a pasar mas tiempo con los nietos, el segundo nieto nació en pandemia y ella positiva, fuimos a Miami a estar con los nietos y la pasamos muy bien, cuidándonos”.
La pareja iba a regresar el 26 de julio, pero decidieron extender su estadía dos semanas más hasta mediados de agosto. Días antes de volver, se dieron cuenta que tenían COVID-19: “Me fui a hisopar porque me imaginaba y el me dijo ‘hace dos años tenés la sensación de que tenés coronavirus’ y él siempre decía ‘si me contagio COVID-19 me muero’, y cuando di positivo nos miramos diciendo qué es lo que viene”.
“Sus primeros 8 días fueron increíbles, nos separamos de habitación pero estábamos los dos contagiados. Él el primer día dio falso negativo y al día siguiente dio positivo. Nos tomábamos la saturación y la fiebre, él tuvo cáncer de pulmón, pero lo determinante fue que tenía diabetes y el día 8 se levantó con fiebre, saturaba mal, yo estaba aislada y contra su voluntad lo metí en un Uber, él no quería porque sentía que si se internaba no volvía. La internación era el punto de quiebre donde jugaba una curva que no sabíamos como terminaba”, recordó entre lágrimas sobre la última vez que vio a su marido fuera del hospital.
Ese mismo día él la llamó desde el hospital para avisarle que lo dejaban internado y que los médicos estaban evaluando llevarlo a una sala de terapia intensiva. “Mientras estaba con COVID-19 lo vi una vez y me vistieron tipo la NASA para poder entrar, después paso a terapia intensiva común”.
“¿La última vez que lo viste bien fue el día que subió al Uber?”, le preguntó el conductor de Los ángeles de la mañana y ella contestó que sí: “Después con la mascara no podía hablar bien, entonces me escribía y me likeaba las fotos. Estoy angustiada, es la primera vez que estoy contando esto. Veo sus fotos y para mi él está, no me puedo imaginar que no esté, es mi vida, es todo para mí, me dicen que están mis hijos y nietos, si, son nuestra prolongación, pero yo dormía con el, los chicos te acompañan”.
Sobre Marcelo: “Era un hombre feliz, que disfrutaba todo y siempre supo que estaba enfermo de otras cosas”. En un momento de la internación, los médicos piden autorización para realizar procedimientos: “Nos dicen que si no lo intubaban se moría, me despedí de él y lo emocioné con mis palabras. Sentí que le tenia que dar valor porque para el que lo intuban es una despedida, no es como una anestesia de una operación”.
—¿Cómo te dicen que estaba muriendo?
—Eso fue cruel. Al principio no me dejaban ir más que un ratito aunque estaba en terapia común. El 22 de septiembre me llamaron para decir que quedaban horas de vida y me fui a despedir de él. Lloré, grité porque me dijeron que se estaba yendo y duró, duró hasta le 9 de octubre. Se dieron cuenta que me habían hecho un daño diciendo que le quedaban horas y me dejaron ir dos veces al día. Iba un rato a al mañana y a la tarde, todos los días, le cantaban, le hablaba, las boludeces que le habré dicho, del día a día, de los mensajes y el cariño, que qué hacía con las camisas y la valija. El 9 a las 5 y media de la madrigada suena el teléfono y dije... nunca te imaginas. Era del sanatorio y el médico con un ingles muy difícil me dijo por teléfono, ‘Marcelo se acaba de ir’, largué en llanto, impotencia porque siempre tenés la ilusión del milagro. Yo le pasaba audios y canciones que le habían bien al corazón.
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