“Yo tengo un montón de hijos”, decía Diego Maradona en su círculo íntimo. Y aunque su boca dibujaba una sonrisa, sus ojos no podían ocultar su pesar. El jugador cometió muchos errores en su vida. Y, aunque en sus últimos años intentó reparar aquellos que tenían que ver con sus descendientes, la realidad es que el tiempo no le alcanzó. Y murió dejando, al menos, tres asignaturas pendientes: una reunión, un reencuentro y una respuesta.
El 30 de octubre del 2020, el astro quería celebrar sus 60 años a lo grande, juntando en una mesa a todos sus hijos. O, al menos, a los cinco que había reconocido legítimamente hasta ese momento: Junior, Dalma y Gianinna, Jana y Dieguito Fernando. Pero fue lo que él mismo había sembrado a lo largo de tres décadas y media lo que le impidió lograr su cometido. Porque, aunque ellos siempre le perdonaron todo, él con ninguno se había comportado como debía.
El hijo de Crisitiana Sinagra nació el 20 de septiembre de 1986. Claudia Villafañe, pareja formal de Diego, estaba embarazada de su hija mayor cuando se enteró por la televisión que Maradona había sido padre. Él, como era de esperar, negó a muerte ser el progenitor del niño que había dado a luz la italiana. Y, durante años, le hizo creer a su familia que el joven a quien la Justicia le había dado su apellido era de su hermano Hugo. “La Dalma y la Gianinna”, que nacieron el 2 de abril de 1987 y el 16 de mayo de 1989, respectivamente, y cuyos nombres estaban tatuados en los brazos del Diez, se enteraron de que habían vivido en una mentira en el año 2016, cuando el jugador por fin reconoció públicamente a su primogénito. Pero, para entonces, la situación había llegado a un punto en el era imposible que entre ellos se pudiera generar una buena relación.
Un año antes, en 2015, Maradona había abrazado también a Jana. La joven, fruto de una breve relación con Valeria Sabalain, había llegado al mundo el 4 de abril de 1996. Al igual que Junior, había sido la Justicia la que le había dado el apellido luego de que el astro se negara a realizarse el ADN. Pero, a diferencia del italiano, ella nunca había intentado acercarse a Diego. Sin embargo, cuando ya siendo mayor de edad tuvo el impulso de hacerlo, fue bien recibida. Y es que, para entonces, el Diez ya se había desencantado con Claudia y sus hijas, al enterarse por la portada de una revista que la mujer llevaba una década en pareja con Jorge Taiana, algo que las tres le habían negado. De hecho, esta confirmación dio lugar a que comenzaran los enfrentamientos legales entre el astro y su ex esposa, lo que lo terminó alejándolo de las chicas e impidió que estas pudieran vincularse con su “nueva” hermana.
El hijo de Verónica Ojeda, en tanto, nació el 13 de febrero de 2013, cuando su padre ya había abandonado a la profesora de gimnasia para irse con Rocío Oliva. Es verdad que, cuando se peleaba con la joven futbolista, Maradona volvía a los brazos de la mamá de Dieguito. Pero la realidad es que el jugador no estuvo presente ni en el embarazo, ni en el parto ni en la vida cotidiana del niño. Y recién comenzó su acercamiento con él en los últimos años, cuando evidentemente se había propuesto reescribir su historia. Por otra parte, aunque había tenido diálogo con Junior y con Jana, el pequeño apenas tuvo un trato esporádico con Gianinna y casi nulo con Dalma, ya que las hijas de Claudia nunca aceptaron a su madre como pareja de su papá.
Así las cosas, la reunión con la que soñaba Diego nunca fue posible. Y en su último cumpleaños, marcado por la pandemia del coronavirus, tuvo que conformarse con que Junior lo saludara desde Italia, Dieguito lo fuera a ver a mediodía, Jana lo acompañara a la cancha de Gimnasia y Esgrima de La Plata por la tarde, Gianinna hiciera lo propio pero por su lado y Dalma postergara su visita para otra oportunidad. Algo que, sin lugar a dudas, terminó por entristecer aún más al jugador, que para entonces ya venía bastante golpeado anímicamente.
Un año antes, Maradona había querido ver a Matías, el hijo de Laura Cibilla, pero no lo consiguió. El astro se había enterado de que la ex mesera de La Diosa, con la que había compartido seis años de su vida, había estado hablando con Mariano Israelit. Así que, inmediatamente, se comunicó con su amigo para pedirle el número y la llamó para saber cómo estaba el chico. Hablaron durante toda una noche y quedaron en fijar una fecha para el esperado reencuentro. Pero éste jamás se concretó: al enterarse de la situación, Oliva le cambió el chip al teléfono del jugador, con quien todavía mantenía un vínculo, y el astro nunca pudo volver a comunicarse con la madre de ese niño nacido el 21 de enero de 2003, al que había criado como propio hasta los dos años y al que un dudoso ADN le dio negativo en 2008.
¿Si había más hijos? ¿Quiénes y cuántos eran? La pregunta daba vueltas por la cabeza de Diego y la respuesta nunca llegó. Al momento de su muerte, el astro tenía pendientes dos pedidos de filiación. Uno era el de Santiago Lara, nacido el 3 de junio de 2001, supuestamente, como fruto de su relación con Natalia Garat, una joven platense a la que le había presentado Carlos Ferro Viera. Y el otro era el de Magalí Gil, quien llegó al mundo en el año 1995 y cuya madre, de quién se desconocen los datos, la dio en adopción siendo una beba. Pero, al tiempo, se sumó también el de Eugenia Laprovíttola, que nació el 11 de julio de 1995 y se crió con sus padres del corazón, ya que su mamá biológica, según le dijo, la dejó por ser víctima de violencia de género por parte de su marido después de su affaire con el Diez.
En determinado momento, Matías Morla, por entonces apoderado de Diego, había asegurado que el astro tendría, además, cuatro descendientes en Cuba: dos mujeres, Joana y Lu, y dos varones, Javielito y Harold, nacidos entre el 2001 y el 2004. Maradona se enteró de esta versión cuando el abogado lo dijo en televisión y su ex asistente, Gabriel Buono, le mandó el video. Y aseguró no tener idea de la existencia de estos chicos, que hoy está casi confirmado que nunca existieron. No obstante, consciente de que nunca había sido cuidadoso al momento de mantener relaciones, Maradona sabía podía llegar a tener más hijos. Y esa duda lo carcomía. Pero se murió el 25 de noviembre del año pasado sin poder reparar, al menos, esa parte de su historia.
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