El 13 de noviembre del 2020, Héctor Larrea le puso fin a su trabajo en los medios. Después de seis décadas al frente de exitosos ciclos radiales y televisivos, el locutor sorprendió cuando él mismo en aquella tarde de un día viernes anunciaba su retiro en los micrófonos de Radio Nacional (AM870), la emisora donde hizo su último programa El carromato de la farsa.
“Yo quiero tener una breve conversación con ustedes” dijo al aire. “Mucha gente va a decir: ‘Este tipo se cree importante y va a decir lo que va a decir’. Bueno, quiero decirles que después de un encuentro interesante con mis médicos, mi psicólogo, mis familiares más cercanos, mis amigos más cercanos, resolví ponerle fin a esta carrera de más 60 años el 31 de diciembre (2020)”.
“Estoy con un estrés que viene de hace mucho tiempo y me mortifica mucho, me perjudica mucho. Ya no puedo hacer radio con la fuerza que el tipo de programa que me gusta hacer a mí necesitan”, se justificó tras su decisión de retirarse del éter.
“Me estoy dedicando a mí, pero el tiempo no me alcanza”, dijo Larrea a Teleshow, casi un año después de aquel anunció que enlutó a todo su público. “Estoy muy entretenido, pensé que iba a extrañar, pero no…”, comentó con su clásica voz que durante años significó el despertador de cada uno de sus fieles oyentes.
“Para mí no hay nada mejor que la radio, es el mejor descubrimiento que se haya hecho, nada me abrió los brazos como la radio, nada me hizo pasear el alma como la radio, nadie me mimó como la radio, nada me ofreció todo lo que me ofreció la radio”, con esas palabras Héctor Larrea graficó como su relación con el medio que le dio una popularidad inigualable y a la que él le dedicó 60 años de su vida.
El amor de Larrea por la radio lo llevó a estudiar en el Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER) y tuvo como expresión más contundente el programa Rapidísimo, que desde 1967 y por 30 años engalanó el éter de El Mundo, Continental y Rivadavia convirtiéndose en un emblema de la radiofonía nacional, marcando un antes y un después en la vida del locutor.
Sus días pasan por escuchar música, pero a su edad todavía quiere seguir aprendiendo. “Estoy dedicado en conocer cómo eran los arrabales porteños de 1890. ¿A quién se la va a ocurrir dedicarse a esto? - se pregunta con humor-. No todo se consigue por Internet, solo se pueden encontrar algunos datos y por medio de amigos estoy consiguiendo alguna buena literatura de cómo era y como se va formando la Argentina”, comentó.
“También veo médicos que nunca vi y llega el momento de tener que verlos. De salud ando bien, pero a esta edad hay que prevenirse”, dijo. Sin embargo, durante la charla reconoció: “Tengo en la rodilla derecha un problema con la rótula, pero el problema es que a esta edad no me quieren operar. Por suerte no tengo tanto dolor”, agregó. En breve comenzará una serie de ejercicios para evitar que el problema se agrave.
Democracias, tragedias, humor, radioteatros, descubrimientos, alegrías, entretenimiento, compañía, goles, piñas, canciones: todo pasó por la radio. Más de una vez, Larrea contó por qué en sus programas es tan importante la risa. Su papá murió cuando él tenía apenas 10 años. Por un tiempo -que le pareció infinito- ese hijo vio a su madre sumida en la tristeza. Hasta que un día, prendió la radio, justo daban un programa cómico y se produjo el milagro: su mamá sonrió. El chico descubrió dos cosas: que la risa era sanadora y que quería trabajar en la radio.
En su Bragado natal no había emisoras y eso lo empujó hacia las luces de la gran ciudad. De a poco, con tanto carisma como compromiso, fue haciendo su camino al andar. Un día llegó la gran oportunidad: Rapidísimo, su clásico ciclo que cambió los modos de combinar información con entretenimiento. Después llegarían las producciones especiales, la televisión en su prime time y los cambios de emisoras donde el recordado locutor Antonio Carrizo fue decisivo en su vida profesional. “Nunca se sabía bien por qué, pero la vida nos juntaba cuando yo necesitaba algo de él”, reconoció.
“El retiro es divertido después de haber trabajado tanto tiempo”, sintetizó el locutor con respecto a su decisión de “jubilarse” de los medios. De todos modos, descartó realizar algún viaje porque nunca fue “viajero”. “Soy bastante sedentario, soy un bicho raro, si no lo fuera disfrutaría más”, destacó. “Con tener para vivir estoy muy tranquilo”, señaló en diálogo con este medio en el día de nuevo año de vida.
Su familia pensó que Héctor caería en una fuerte depresión, pero su vitalidad que hoy lo mantiene más vivo que nunca a los 83 años no se lo permitió. “Si me voy a deprimir o no, el año que viene para esta fecha te lo digo. Y te voy a pedir que me traigas el psiquiatra. Pero por ahora no, por ahora estoy bien”, deslizó con mucho humor días posteriores al anuncio.
“Hetitor”, tal como lo solía llamar su publicó en la época de los años ‘90, cuando era el conductor del exitoso programa de entretenimientos Seis para Triunfar en la pantalla de Canal 9 le preguntaron “¿Cómo le gustaría ser recordado?” y el respondió sin titubeos: “Nadie es recordado infinitamente, salvo Gardel. No pretendo que me recuerden. Yo digo, me dicen “por qué no guardás cosas, vos no guardás nada no tenés archivo de nada, no tenés archivo de Landriscina que fue un éxito, no tenés archivo de Sánchez, no tenés archivo de nadie. No porque lo que es aire, la radio es aire, se va con el aire”.
Larrea formó su familia hace 52 años, por esos años, Héctor se cruzó con María Elizabeth Alba en la puerta de Radio Nacional y quedó totalmente enamorado. Desde aquel entonces fueron inseparables y tuvieron a dos hijas, Florencia y Laura-que vive en Noruega-, y luego les llegaron tres nietos. Una voz inconfundible y una carrera de la que nadie se puede olvidar. ¡Feliz cumpleaños, Maestro!
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