La expectativa por saber qué tenía que contar Sueño bendito sobre la vida de Diego Maradona llegó a su fin. La serie viene generando expectativas que se dispararon con la muerte del astro, el 25 de noviembre pasado. La intriga, más allá de la fascinante vida del protagonista, se disparaba en varios sentidos. Los conflictos legales, encabezados por Claudia Villafañe, para evitar que se mencionen algunos contenidos de la serie. El absoluto hermetismo con el que se manejaron tanto los productores como los actores respecto a lo que iban a contar en la historia. El impactante parecido con los protagonistas que se había desprendido en los adelantos.
El estreno se pudo ver en una transmisión especial de El Nueve, que preparó una previa desde la cancha de Argentinos Juniors. En una avant premiere bien futbolera, se dieron cita los protagonistas de la serie, y hubo música en vivo, donde se destacaron Valeria Lynch y Juanse, con sus maradonianas versiones de “Me das cada día mas” y “Para siempre diego”.
El capítulo debut se titula Promesa y ancla principalmente en la infancia del 10, desde su etapa de Cebollitas cuando la leyenda de Villa Fiorito empezaba a tomar vuelo, hasta su debut y casi inmediata consagración en la primera de Argentinos. La trama está plagada de aspectos del imaginario maradoniano, como el encuentro de Francis Cornejo (Fernán Mirás) el entrenador de los Cebollitas que se había deslumbrado con las habilidades de Goyo Carrizo, quien le recomendó fichar también “a mi amigo, que es mejor que yo”.
Junto a su andar futbolístico, la trama muestra la cotidianeidad en la Fiorito de principios de los ‘70, con la intimidad de la casa de los Maradona, recientemente declarada lugar histórico nacional. El pequeño Diego -más Pelusa que nunca- es interpretado por Juan Cruz Romero, quien la debilidad de mamá Dalma, la Tota (Mercedes Morán) y de papá Don Diego, Chitoro (Pepe Monje).
En simultáneo a sus proezas con la pelota, Sueño bendito dialoga también con los años oscuros del país. La tristeza por la muerte de Juan Domingo Perón, que caló hondo en el llanto de sus padres, como en los atropellos de la dictadura militar, que los tenía en la mira por “negros y peronistas”. Aquí se empieza a vislumbrar el cariño indestructible con la Tota, y la gratitud eterna a Chitoro, que se resume en una escena en la que los lleva a conocer el mar.
A esta altura, Pelusa cobra vida en la piel de Nicolás Goldschmidt quien se hace cargo de los primeros años profesionales del 10. El debut con la camiseta roja con la banda blanca, el número 16 en la espalda y el pedido del entrenador, Juan Carlos Montes. “Entre y juegue como usted sabe”. Las tribunas del estadio que todavía no llevaba su nombre se ven colmadas, más como marca la leyenda que lo que documentan los testigos que estuvieron ese 20 de octubre de 1976 en La Paternal para presenciar la caída del Bicho ante Talleres de Córdoba. El ingreso por Rubén Giacobetti, el caño a Juan Domingo Cabrera las imágenes reales para demostrar que todo no fue un sueño, o parte de un guion.
A medida que sus goles llegan a las redes rivales y a las primeras planas de los diarios, se empieza a ver cómo se fue moldeando la figura del ídolo, donde cobra relevancia la figura de Jorge Cyterszpiler. Con inteligencia emotiva, su amigo de la infancia interpretado por Peter Lanzani muta en representante y le explica qué y cómo debe hablar con la prensa.
Hacia el final del capítulo, los Maradona a pleno viven con emoción la mudanza a la emblemática casa de la calle Lascano, a cuadras de la cancha del Bicho. Allí la Tota y Chitoro ven cómo el esfuerzo que hicieron por Pelusa empieza a dar sus frutos. Mientras tanto la calle, se produce el encuentro casual con Claudia Villafañe, personificada en su juventud por Laura Esquivel.
Durante todo el capítulo, la biopic recurre a un flash forward que ubica a Diego en Punta del Este, a principios del 2000 y personificado por Juan Palomino. Esas horas dramáticas en las que el astro estuvo al borde de la muerte y un joven médico se convirtió en héroe. Junto a él, Guillermo Cóppola (Jean Pierre Noher) y Carlos Ferro Viera (Gerardo Romano) hacen las gestiones para que se mantenga en el mayor anonimato posible. En esta etapa también, se ven a sus familiares en su vida adulta: La Tota es Rita Cortese, Chitoro es Claudio Rissi y Claudia, Julieta Cardinali. Una fuerte frase acusatoria de la suegra a su nuera, con Diego moribundo, da cuenta de que algo se había roto entre ellas.
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