La agónica muerte de Javier Portales: postrado en una silla de ruedas, serios problemas económicos y una relación amorosa que terminó mal

Este jueves 14 de octubre se cumplen 18 años de la muerte del actor que se ganó un lugar en la historia grande del humor argentino

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La triste historia de Javier
La triste historia de Javier Portales, el compañero inseparable de Alberto Olmedo

Supo conquistar la inmortalidad gracias a sus trabajos en el mundo del espectáculo, dedicando toda su vida a hacer reír a millones de argentinos. Compañero inseparable de Alberto Olmedo, se ganó su propio lugar como uno de los cómicos más grandes que dio la televisión y durante cuatro décadas hicieron reír a todo un país.

Gozó de fama, prestigio, popularidad y llegó a ganar mucho dinero dedicando su vida al humor, hasta que un día las mujeres y su salud transformaron esa vida en un verdadero calvario, convirtiéndolo en un fantasma trágico de sí mismo que lo llevó a una profunda depresión.

El recuerdo de Javier Portales, a horas de la muerte de Alberto Olmedo

“No pienso que el Negro estaba en un mal periodo de su vida, estaba atravesando un buen momento”, dijo Javier Portales en 1988, cuando se enteró que su gran amigo acababa de morir al caer desde un balcón en Mar del Plata.

Quince años más tarde esa parte de su historia que había sobrevivido a la muerte de su gran amigo y compañero de trabajo se fue extinguiendo lentamente hasta que la muerte lo encontró a sus 66 años: solo, postrado en una silla de ruedas, con serios problemas económicos, pero sobre todo agotado tras su última relación amorosa, que terminó muy mal.

Todo comenzó a fines de 1969 cuando conoció a Delia. La mujer se convirtió rápidamente en su pareja y fue una especie de segunda madre para el pequeño Javier Ángel (por entonces de siete años), el único hijo del actor. Se casaron y estuvieron juntos durante dos décadas y media, hasta que en 1995, en los pasillos de un canal de televisión, conoció a una mujer 25 años menor que él. Así fue como Javier Portales inició, a escondidas de su esposa, un affaire con la guionista Marina Gacitúa, que tenía en esa época 33 años.

Sin embargo la relación prohibida se terminó cuando al poco tiempo Delia los descubrió. Despechada por el engaño, su esposa le inicio un juicio de divorcio que terminaría en un desastroso acuerdo para el actor. Dos millones y medio de dólares y una clausula en donde Portales se comprometía a cederle el 17% de lo que ganara. Ese sería el preámbulo de lo que vendría… Pero al actor su nueva relación no solo le trajo problemas con su ex esposa, sino también con su hijo.

Javier Portales con el Manosanta

Javier Ángel no veía con buenos ojos a la novia de su padre y comenzó a distanciarse de él. Durante muchos años nunca pudieron terminar una conversación sin pelearse.

En 1997, y a pesar de que seguía trabajando en televisión y teatro, el actor se quejaba de fuertes dolores en la espalda que se hicieron casi insoportables, según le comentaba a sus compañeros. Sus piernas ya no le respondían como él quería y se cansaba. Hacia cinco años que un accidente casero le había comenzado a deteriorar notablemente su salud y su ánimo.

A fines de ese año, y después de varias operaciones en su columna, el cómico viajó a Cuba por primera vez para someterse a un tratamiento de fisioterapia. Así, poco a poco, se fue encaminando. Para ese entonces el actor ya convivía con Marina y la hija adolescente de la mujer, en su piso de Caballito.

El 21 de febrero de 1998, casi dos meses después de su viaje a Cuba, es tal vez el día en el que comienza el peor momento en la vida de Portales. El actor, que siempre escribía en su agenda todas las actividades que realizaba, hizo su última anotación y ya nunca más volvió a abrirla.

Quien fuera el mejor amigo de Alberto Olmedo se dejó vencer por su enfermedad y la depresión. Con muchas dificultades para trasladarse, que le impedían trabajar, y con problemas con su novia Marina, Portales comenzó un largo periodo de reclusión en su casa. Según su hijo, en esos meses la novia de su padre lo sacó de la habitación principal del departamento para trasladarlo a una habitación de servicio, con la excusa de que allí estaría más cómodo.

Alberto Olmedo y Javier Portales
Alberto Olmedo y Javier Portales como Álvarez y Borges en "No toca Botón"

Pero el motivo de la mudanza, según detalló Javier Ángel en un programa con Mauro Viale, fue porque de esa manera la pareja de Portales podía ir y venir del departamento sin que el actor lo advirtiera y no hiciera cuestionamientos. Para ese entonces la mujer había logrado que el actor le firmara un poder general sobre todos sus bienes.

Después de varias internaciones, en las que Portales estuvo al borde de la muerte, su novia lo abandonó y viajó a España, donde comenzó una relación con otro hombre. De golpe, Javier se encontró solo, enfermo y sin dinero. Ni siquiera tenía plata para pagar una cobertura médica privada.

Los abogados del actor iniciaron una querella contra Marina Gacitúa por abandono de persona. Por otra parte su ex mujer, Delia, en un fallo judicial logró quedarse con el piso del barrio de Caballito y con otro departamento que aún tenía su ex.

Miguel Ángel Álvarez, tal el verdadero nombre del famoso escudero de Alberto Olmedo, nació en Córdoba el 21 de abril de 1937, pero se convirtió en Javier Portales por influencia de un poeta santafesino. Rezaba la barroca traducción, del nombre artístico que el hombre de apellido Álvarez, adoptó una noche en Río Cuarto cuando todavía era un desconocido. Después, ese presagio de buena suerte que encerraba su nombre se convirtió en realidad.

El éxito, la fama y el dinero durante muchos años fueron moneda corriente, pero las mujeres que pasaron por su vida se encargaron de torcer aquel destino de gloria. Javier Portales hizo de todo: desde Shakespeare, Chejov, hasta grandes autores del teatro, pero sin embargo todos lo recuerdan por su dupla con el inolvidable Alberto Olmedo.

Javier Portales en "Polémica en el bar"

El convertirse en un actor cómico no fue un dilema intelectual, sino más bien una combinación de intuición y azar que lo llevaron a tener un perfil popular. Su carrera en el mundo del espectáculo se inició a los 14 años haciendo radio teatro en Rosario, ciudad a la que se había mudado junto a su madre después de la muerte de su padre. Mientras estudiaba, en sus horas libres trabajaba en un taller de máquinas de escribir hasta que un día llamó una mujer, que enseguida se enamoró de su voz… Esa mujer era Erika de Boero, e inmediatamente le preguntó a ese desconocido que estaba del otro lado del teléfono si quería hacer radioteatro, ya que tenía una voz muy particular.

Así fue como el joven Portales comenzó a dar sus primeros pasos en ese fascinante mundo del teatro del que tanto quería formar parte. A los 17 años, luego de haberse desempeñado en varios grupos de teatro independiente, sintió que Rosario le quedaba chico y decidió probar suerte en Buenos Aires. Ese sería el comienzo de una rica y exitosa trayectoria.

Hizo más de 100 películas, interpretó a los clásicos en teatro y fue el autor de La sartén por el mango, una notable obra que fue declarada de lectura obligatoria en el Conservatorio de Arte Dramático. Pero sin lugar a dudas, Javier Portales se ganó la inmortalidad en sus trabajos en cine, teatro y televisión junto a los grandes cómicos de la Argentina.

Javier Portales en "Te rompo el rating"

Conoció la gloria como muy pocos actores lo han hecho. Se llenó de fama, junto a los humoristas más importantes, pero sus mujeres lo trataron mal e hicieron que sus días finales se convirtieran en una verdadera tragedia.

Hoy, en la esquina de Corrientes y Uruguay hay dos estatuas sentadas en un sillon, que representan a Borges y Álvarez, los dos célebres personajes que interpretó junto a Olmedo, en el programa No toca botón de gran éxito durante toda la década de los 80.

Javier Portales murió a los 66 años producto de una descompensación diabética en una cama del Hospital Ramos Mejía. De esta manera, tan triste y solitaria, se fue una de las más grandes figuras del humor argentino, quien pasó sus últimos días solo, postrado en una silla de rueda y siendo un fantasma trágico de sí mismo, que nada tenía que ver con esa imagen cómica que hizo reír a miles de argentinos durante cuatro décadas seguidas.

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