Sus bloopers en ShowMatch, que casi “infartan” a Pampita, y las desopilantes previas con Marcelo Tinelli hicieron que Nazareno Móttola se haya ganado definitivamente un lugar en La Academia. “Cuando me llamó Pachu (Peña) para hacer el caño fue un viernes a la tarde y tenía que hacerlo el lunes, todo ese fin de semana no dormí, no podía pegar un ojo”, confiesa en diálogo con Teleshow quien empezó en el certamen de baile como reemplazante del histórico humorista y luego lo llamaron para tomar el lugar de Rodrigo Tapari, que estaba lesionado. Hoy, ya es un nuevo participante confirmado y su partenaire es nada más ni nada menos que su novia, la bailarina Micaela Grimoldi.
Siempre de muy bajo perfil, puede sentirse orgulloso de haber trabajado con los “número uno”: hizo cámaras ocultas en el clásico VideoMatch de Tinelli, acompañó a Susana Giménez y Marley en varios formatos y hasta se dio el lujo de hacer teatro con Antonio Gasalla. Pero él nunca imaginó estar en ese lugar: viene del “palo” del circo, al que llegó casi por casualidad.
“Cuando era chico, me gustaba hacer piruetas con una bicicleta como si fuera freestyle, y en una época mi papá tenía un colectivo con el que hacía transporte. Una vez llevó a la hija de Moria, Sofía, de su casa a un circo, y a los bailarines también. Cuando yo lo acompañé, vi por primera vez un monociclo. Y claro, como me gustaba andar en bici, dije ´che, qué bueno que está esto´. Tenía 16, 17 años, me lo compré y a partir de ahí empecé a andar con eso”, comienza relatando. Ese fue el puntapié inicial: “Era raro en ese momento, entonces en Berazategui me hice conocido como ´el pibe de la ruedita´. Y un día me llamaron para que vaya a la escuela de circo”.
Después, llegaron las cámaras ocultas de VideoMatch y el éxito que asegura no haber buscado. “Al otro día no podía caminar por la calle, era una locura. Me acuerdo el Día del Amigo, me fui a bailar a un boliche y era como gente que se te agolpaba. Era raro, porque yo sé de dónde vengo, ¿qué me me voy a hacer el divo? No me lo puedo creer ni yo mismo”, explica.
Oriundo de una familia de clase media trabajadora, sabe muy bien lo que es tener los pies en la tierra. “La hemos pasado jodida…En la época del 88, 89…a mí no me gusta hacer en el golpe bajo, pero hemos pasado ciertas situaciones. Por suerte siempre estuvimos unidos. Me acuerdo que nos fuimos a vivir a Coronel Suárez y mi papá se quedó sin trabajo allá, hubo cosas…pero no me gusta que se me vea del lugar del ´pobrecito´. Hay una situación muy particular, no sé si contarlo, pero me marcó y me hizo ser como soy hoy, a valorar y respetar”, comenta.
—¿Cuándo empezaste a hacer esos bloopers de caídas, tan característicos tuyos?
—En la escuela de circo, que ya empezamos a jugar. Lo que pasa que cuando fuimos a grabar las cámaras ocultas de VideoMatch se tornó algo mucho más serio, porque nosotros lo hacíamos por juego.
—¿Tuviste algún golpe que te haya dolido en serio?
—Sí, alguna vez me golpeé. No grabando en VideoMatch, pero sí haciendo unas caídas en un show, le erré y me golpeé el párpado. Pero nunca terminé hospitalizado. Igual siempre existe un rasponcito o algo, es muy difícil sobre todo cuando uno viene haciéndolo en velocidad.
Lo cierto es que en 2008 le llega una oportunidad impensada: Gasalla lo convoca para hacer Más respeto que soy tu madre, una obra que fue un éxito en todo el país. “Todos los trabajos son muy importantes para mí, los tomo con la misma dimensión, pero sí fue una gran sorpresa porque ahí fue totalmente diferente: no contaba chistes, no me hacía el gracioso, sino que era una actuación que yo en algún momento pensé que no la iba a poder hacer y Antonio fue la persona que me apoyó”, recuerda.
—Contame cómo fue el momento en el que Gasalla te llama...
—Un día estaba en lo de mi mamá, nunca me lo olvido, y Pablitín, un amigo, siempre me llamaba y me decía “hola que tal, soy Marcelo Tinelli”, me hacía jodas. Y de repente, me llaman y me dicen: “Hola que tal, soy Antonio Gasalla, no sé si me conocés…”, y le digo “Claro, como no te voy a conocer, yo soy Spielberg…¡Corte, corte!”. Y veo que se empieza a reír y no era la risa de Pablo. Me acuerdo la sensación de ponerme colorado, de decir “qué cagada me mandé”. Pero Antonio súper bien. Lo primero que le digo es “mire, disculpe”. Le explicaba y me decía “no te hagas problema, no fue grave, no pasa nada”. Súper buena onda, me propone hacer la obra, para ver si me interesaba el libro y yo le dije “Antonio, a mí me interesa trabajar con usted”. Y bueno, me contó todo el personaje y me dijo “yo no quiero que te caigas ni que hagas chistes, quiero que actúes”, entonces le dije “mire, Antonio, yo le súper agradezco, pero vengo de una escuela de circo y nunca estudié actuación”. Y el me dijo “vos quédate tranquilo que yo sé a quién elijo y por qué”.
—¿Te resultó difícil trabajar con él?
—Yo hablo por mi experiencia, lo quiero mucho. No puedo hablar por los demás, yo tengo la mejor y me ha enseñado muchísimo, siempre me ha tratado con mucho respeto desde el momento uno, hasta cuando no era tan conocido. Nosotros hablábamos de cosas mías personales, y para mí es una gran persona, un hombre que sabe muchísimo, de lo que sea.
—Y de todas las figuras con las que trabajaste, ¿nunca tuviste ningún problema?
—He tenido, pero no te voy a contar (Risas). Sobre todo a veces son los menos famosos. No eran Susana, Marcelo o Antonio, justamente no eran personas tan populares y sin embargo fueron conflictivas conmigo. Pero yo siempre vengo, trabajo y me voy a mi casa. Una vez llegué al punto de que fui a la producción y dije “yo renuncio”, pero después me dijeron “se va a solucionar” y así fue. Llegaba un momento que la producción me decía que haga algo y yo lo hacía, y después esta persona me encaraba y me decía “che no lo hagas”. Y yo le decía que hable con la producción, pero no se animaba. Fueron unos días y después se calmó, lo charlamos y se solucionó, cero problema. Es muy difícil hacer humor y estar enojado con alguien o tener un conflicto con un compañero. Yo necesito estar cómodo, o saber que está todo bien.
—Después de trabajar muchos años sin parar, ¿te generó mucha incertidumbre la pandemia?
—Lo que pasa es que nadie lo esperaba, pensábamos que eran 15 días, y fue pasando el tiempo y en algún momento existió una preocupación porque uno también necesita trabajar. Recién ahora estamos arrancando con los eventos presenciales, de los cuales uno tiene que volver a agarrar el ritmo, durante todo este tiempo uno se olvida de la presencialidad. Preocupación siempre hay, en realidad esta profesión es así: llega diciembre y no sabés qué va a pasar el año que viene. Pero bueno, en ese momento estábamos todos en la misma situación y, de a poco, era pensar a ver qué íbamos a hacer, algún que otro setreaming…y cumpleaños por zoom, que era muy raro porque el vecino me decía: “¿qué estas haciendo? Te escucho gritando…”.
—Por suerte este año estás a pleno: participás en Polémica en el Bar y ahora en La Academia ¿Cómo estás viviendo estar en un programa de baile?
—Es la primera vez que hago una coreografía en sí, porque si bien uno ha hecho muchos programas, nunca tuve una coreografía pautada y sobre todo, bailando con otra persona. Me gusta mucho, me parece que es un trabajo totalmente diferente. Para mí es un aprendizaje y me divierto. Es jugar y armar historias, a mí me gusta dentro de la coreografía contar un cuentito. Y además estar en esta pista, con Marcelo, en un gran programa.
—¿Te queda algún sueño por cumplir?
—No sé si hay algo pendiente, siempre dejé que la vida me vaya sorprendiendo. Estoy muy contento con todo lo que he logrado. Si lo pienso en algo personal, es formar una familia. Estoy de novio, muy bien, y el tiempo lo dirá, pero es la idea. Creo que tienen que darse ciertas condiciones, me gustaría estar seguro de esa situación.
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