Ana Rosenfeld y Marcelo Frydlewski: 36 años de compañerismo, amor por los viajes y los barcos e incondicionalidad

La abogada y el empresario estuvieron casi cuatro décadas juntos. Tras una complicación en su cuadro de coronavirus, él falleció en la madrugada del sábado en Miami, dónde se encontraba internado

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Ana Rosenfeld y Marcelo Frydlewski
Ana Rosenfeld y Marcelo Frydlewski

“Mis padres me dieron la vida y vos me diste una familia. Te amo”, escribió Ana Rosenfeld a fines de agosto en sus redes sociales junto con una foto de ella con Marcelo Frydlewski, quien fuera su marido y compañero de vida durante casi cuatro décadas. Juntos habían viajado a Estados Unidos a ver a sus hijas y nietos que viven en Miami y, cuando se hisoparon para emprender su regreso a Buenos Aires, dieron positivo de COVID-19. La abogada transitó el virus sin problemas pero su marido tuvo que ser internado por una complicación en su cuadro.

Los días de Ana en Miami, tan cerca pero lejos de él, fueron largos. “Duran más de 24 horas y las semanas se están haciendo eternas”, escribió ella en sur redes a la vez que pedía a todos cadena de oración. Durante los primeros días, debido a los protocolos vigentes por el coronavirus, ella no pudo pasar a la sala donde él estaba sedado para verlo, solo podía ir hasta la puerta del sanatorio donde a diario los médicos le brindaban un parte. Recién después de dos semanas pudo estar con él, lo que renovó las esperanzas de ella. “Sepan que tiene espalda para seguir luchando”, se entusiasmó.

Siempre alerta a su teléfono por si la contactaban de la clínica, durante el mes y medio que él estuvo internado ella solo iba del departamento al hospital para verlo el tiempo que los doctores le permitieran. Sus amigos dijeron que la sentían muy triste.

(@ana.rosenfeld) Ana Rosenfeld con Marcelo, sus hijas y sus nietos
(@ana.rosenfeld) Ana Rosenfeld con Marcelo, sus hijas y sus nietos

Ella se hizo conocida como “el terror de los maridos” por representar a varias famosas durante sus separaciones. Sin embargo, casi cuatro décadas de amor y compañerismo confirman que la frase poco tenía de autorreferencial. Ana, de 67 años, estuvo 36 años con Marcelo, de su misma edad y empresario, y son padres de Pamela y Stefi.

En el 2016 y para celebrar los 31 años de amor, viajaron a la India. “Él programó todo, con una agencia de turismo del 20 de febrero al 20 de marzo. Nos alojamos en hoteles hermosos, antiguos palacios que los maharajás ya no pueden mantener. Estuvimos 3 semanas en la India y una en Maldivas y Sri Lanka. Volvimos por Doha, Qatar, que me resultó fascinante”, había contado a Gente sobre el viaje que hicieron juntos, uno de los más reveladores que compartieron.

Ambos se conocieron en la facultad cuando ella era muy joven (a los 20 ya se había recibido de abogada), pero en ese momento no pasó nada. Tiempo después, cada uno se casó y, una vez divorciados, se reencontraron. “A los dos años quedé embarazada de Pamela y a los tres, de Stephanie, ellas también son abogadas”, contó hace un tiempo a Infobae.

Siempre compañeros, los viajes eran una de las pasiones que los unía. Y, aunque siempre se llevaron bien, alguna vez durante la cuarentena estricta ella confesó en diálogo con Bendita que estaban como Los Pimpinela. “Al principio éramos como Palito Ortega cantando La Felicidad: era todo bárbaro, y ahora estamos más cerca de Joaquín y Lucía con mi amorcito”, dijo entre risas. Y agregó: “De entrada dijimos: ‘Tenemos que poner un poco de orden’, acostumbrados a tener una mujer en casa que me ayuda con todos los quehaceres, había que repartir las tareas”.

Así dividiendo ocupaciones lograron un equilibrio. “Él se encarga de todo lo que es la cocina y yo de la limpieza de la cocina pero hace tanto lío para cocinar que opté por comer ensaladita para tener que limpiar lo menos posible”, señaló ella entonces.

Aquellas no fueron semanas fáciles para la pareja, no solo por la convivencia 24/7 obligada, sino porque a miles de kilómetros una de sus hijas, Stefi, se estaba por convertir en mamá y ellos no podías acompañarla. “Le pregunto cómo va a organizarse porque no tiene con quién dejar a su nene de dos años y no lo puede llevar al sanatorio. ‘No te preocupes, mamá, Ari (su pareja) se queda con el nene en casa y yo agarro el auto y me voy a parir’. Mirá la fortaleza de los chicos, cómo se van forjando. ‘¿Vos estás loca? ¿Cómo me vas a decir eso?’, le contesto yo. No me quiere preocupar…”.

Ana y Marcelo en el casamiento de una de sus hijas (Verónica Guerman / Teleshow)
Ana y Marcelo en el casamiento de una de sus hijas (Verónica Guerman / Teleshow)

Juntos frecuentaban Punta del Este, adonde iban con su propio barco, el que ellos mismos acondicionaron. “Tiene 72 pies y lo hizo mi marido. Compramos el casco y lo personalizamos. Viajamos a exposiciones de barcos en los Estados Unidos y, de cada barco, copié lo que más me gustaba. Todo lo que me gustaba de los grandes barcos lo aggiorné a uno más pequeño. Tiene un tinte europeo. Lo hice porque me encanta la actividad náutica y le dedico mucho tiempo”, había contado hace un tiempo a Teleshow.

En aquella charla, hace poco más de dos años, la abogada había dicho que le daba “pánico” pensar en la muerte: “Creo que la gente que dice que no le tiene miedo a la muerte tiene otra espiritualidad que yo no tengo. Soy terrenal, amo lo que hago y lo que soy; disfruto lo que tengo, lo que hago y a mi familia; planeo viajar, hacer, dejar de hacer, compartir… y sé que todo eso se acaba con la muerte. Así que tengo miedo porque no quiero que se me acaben las cosas que tengo por hacer. Una vez, un gran rabino me dijo que todos venimos a la Tierra a cumplir una misión y, que el día que la cumplimos, ahí uno parte. Así que, ¡ojalá que me sigan dando muchas más misiones!”.

Sobre qué hay después, dijo: “Creo que…¡chau! Se apagó todo. Yo soy ‘dos más dos es cuatro’, no me anden con vueltas. Para mí, se apaga todo y chau. Dejaste de existir. Probablemente quedes en el recuerdo de algunos. No creo en los cementerios: no voy a visitar a mis seres queridos porque pienso que no están ahí. Perdí a mi mamá hace diez años. Y, durante mucho tiempo, yo hablaba y sentía que ella estaba sentada a mi lado. Sentía la presencia de mi madre. Se lo conté a un ser espiritual muy profundo y me dijo que la dejara ir. Así que, pienso que el cementerio es solo un lugar de referencia, pero yo no creo que estén ahí. Están en otro lugar que vaya uno a saber… ¡esperemos no enterarnos!”.

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