Pamela David conversó con la coach ontológica Mariela Kreimer: “Si yo cuido el presente, el futuro se cuida solo”

La consultora certificada en decodificación biológica y creadora del programa “Vitalmente liviano” nos aporta algunas claves para nuestro bienestar

La coach ontológica Mariela Kreimer con Pamela David (Video: PamLive)

Parece una misión imposible. La ansiedad surge y muchas veces no sabemos ni cuándo terminará. Pensamientos rumiantes, heladeras atacadas por el hambre, pánico por lo que todavía no aconteció, inseguridades... Y así vamos por la vida. Irritables y hambrientos, sin saber bien por qué, con miedos que calan fuerte y nos ponen en estado de alerta. Es que la salud mental es fundamental para nuestro desarrollo. ¿Pero podemos detectar lo que nos genera ansiedad? ¿Cómo brindarnos la calma que necesitamos cuando pensamos que nada va a ir bien? ¿Cómo podemos sanar nuestro vínculo con la comida? En este nuevo encuentro de PamLive, Pamela David charló con Mariela Kreimer, la coach ontológica y creadora del programa Vitalmente liviano, sobre cómo calmar la ansiedad para simplemente intentar vivir con mayor bienestar. ¡Mirá el video y aprendé a respirar conscientemente!

—Sos coach ontológico, consultora certificada en decodificación biológica y creadora del programa Vitalmente Liviano. ¿Cómo se fue dando todo en tu vida para llegar a quien sos hoy?

—Empecé desde mi experiencia personal, por mi historia de vida. Comencé estudiando decodificación biológica, encontrando un código entre lo que yo estoy pensando y sintiendo y lo que me está pasando en el cuerpo. Me operaron de ambos pies, quedé sin caminar, estuve mucho tiempo en sillas de ruedas; cuando volví a caminar, caminaba con mucho dolor, el pronóstico era que ya no había más por hacer y ahí es cuando empecé a investigar cómo funcionaba el cerebro y la mente porque decía: “No puede ser que yo no pueda volver a caminar y recuperar mis funciones normales”. Aparte siempre fui una persona muy positiva, no me podía conformar. Daba clases, coordinaba en escuelas, y cuando el médico laboral me dijo que me empiece a dar cuenta de que no iba a poder seguir ejerciendo como licenciada en matemáticas, sentí que me cortaron las piernas. No podía ni pensar en una vida donde yo no me vuelva a poner de pie, literalmente, en todos los sentidos. Cuando empecé a investigar, encontré esta disciplina que es la decodificación biológica. Se trata de encontrar un código para poder entender el por qué de esta respuesta en mi cuerpo, porque no podemos desconectar la mente del cuerpo, y si me está pasando algo en el cuerpo tiene que tener un sentido para mi mente, no es azar. Cuando encontramos ese sentido tenemos la oportunidad de trascender. Esa piedra pasa a ser un escalón, una evolución en tu vida, porque eso que podés resignificar lo podés sanar en tu historia y desde ese lugar crecer un montón en tu vida, y también compartiéndolo con tu entorno.

—Lograste volver a caminar…

—Fue un volver a caminar, literal y metafóricamente hablando, y entender que quizá mi profesión iba por otro lado. Yo coordinaba una escuela y a lo que me dedicaba era muy funcional a lo que a mí me gusta, que es transmitir un mensaje, pero había algo más esperándome y eso lo fui descubriendo con la decodificación. Después me formé como coach internacional, estudié neurociencia, programación neurolingüística, empecé a entender el funcionamiento del cerebro como una oportunidad de darnos cuenta de que siempre hay posibilidades. No hay ningún diagnostico que sea una condena ni una sentencia de vida, ningún pasado ni ninguna niñez que no se pueda reparar y esto de que nos merecemos disfrutar, que vinimos a eso. Hay herramientas específicas para poder intervenir en la mente y gestar ese bienestar y mucho más sencillas de lo que creemos.

—Arranquemos con la ansiedad, sobre todo en estos tiempos: todo tiene una relación.

—Hablaba con una nutricionista sobre este tema de no poder dormir por la ansiedad. Todo tiene un sentido: esto de no tener los mismos horarios, tiempos, el contacto con el sol, el salir, el movernos. Tenemos un montón de ciclos biológicos que nos van impactando en el estado interno y que no lo podemos evitar.

—Imaginemos el hoy. Estamos en otro escenario, con otra expectativa. Estamos saliendo….

—No solo estamos saliendo, sino que todo lo que pasó tiene un sentido maravilloso. A todos nos ha subido mucho nuestro nivel interior, nos encontró con nosotros mismos, nos encontró volviendo al hogar, nos encontró volviendo a cocinar, teniendo contacto con los hijos… Nos encontró. No es poco que eso haya sucedido también. Me quiero quedar con todo eso bueno, no voy a negar lo malo, pero voy a tratar de seguir dándole forma a todo esto que también fue tan positivo.

—Tuvimos esa ansiedad extrema y quedó en nuestro cuerpo, en algún lugar. ¿Qué hacemos si sentimos que todavía nos quedó algo de esa ansiedad?

—Hay algo muy presente que tiene que ver en la ansiedad que es que la mente está tratando de prever el futuro. Cuando no estoy en el presente, estamos como en un limpiaparabrisas pasando por el futuro y no estamos acá en el presente. Esto claramente sobreactivó en este momento donde nadie termina de saber qué va a pasar. Si te querés ir de vacaciones, todavía no sabes cómo ni cuándo. Digo, esto de no poder prever, al cerebro lo volvió loco porque el cerebro es predictivo: va repitiendo los pensamientos y los patrones. Dejó de poder prever y eso fue la ansiedad, el que yo quiero prever pero no puedo. ¿Qué podemos hacer? Dejar de adivinar el futuro. No es necesario. Si yo cuido el presente, el futuro se cuida solo. ¿Qué es cuidar el presente? Por ejemplo, cuando me encuentro en ese limpiaparabrisas pasando de presente a futuro, me voy a lavar las manos con el jaboncito que más olor rico tenga y prestar atención a su aroma, la temperatura del ambiente, observar las manos, estar presente. Voy a hacer un check in de mi cuerpo… ¿Cómo están en este momento mis pies? ¿Están relajados? Mis manos, mis hombros, o estoy tensa, presionando los dientes. Voy a comer y estar comiendo, conectando con lo que estoy haciendo en este momento, y si estoy pasada de pensamientos, hay que practicar la respiración consciente (ver video para realizar la meditación). Recomiendo la respiración 5 – 5: lo hago en 5 tiempos y 5 veces.

—¿También sirve para cuando no te podés dormir?

—La respiración consciente se usa para todo. Para ir a una entrevista de trabajo, para ir a ver a tu mamá, para lo que sea que te pueda alterar. Si no te podés dormir, empezás a respirar consciente, y volvés a hacer un check in de tu cuerpo. Cómo están tus manos, las relajo, mientras respiro consciente, cómo está el gesto, cómo está la mandíbula, cómo está la espalda. Recorres todo tu cuerpo respirando y podes hacer el ejercicio de visualizar una luz, que te traiga armonía con su color: la ingresás, la inhalás y la exhalás. Cuando estás en situación de enojo, tratas de focalizar dónde sentís el enojo. ¿En la garganta? ¿Es como una bola negra? Exhalala.

—En el poder de la atracción, hay que visualizar tu futuro. Pero vos decís que lo ideal es estar en el presente. ¿Dónde está la línea finita entre una cosa y la otra?

—Yo uso mucho la visualización en mi programa y la sugiero siempre. Empecé a caminar y correr usando la visualización y la ley de atracción. Eso no es pararse en el futuro. Pararme en el futuro con el miedo, tratando de prever o adivinar con temor, esa es la ansiedad: cuando yo temo al futuro. Ahora, si voy a hacer una relajación consciente antes de irme a dormir y empiezo a visualizarme en el estado deseado, y lo siento de esa manera, lo siento con armonía, lo siento con calma, lo disfruto y creo una imagen nítida de lo que quiero que pase. Eso está perfecto: no me estoy creando una ansiedad, estoy creando una imagen holográfica a mi cerebro biológico para que entienda qué es lo bueno para mí. ¿Por qué hay que hacerlo en armonía y calma? Porque el pegamento emocional lo es todo. Si yo mientras visualizo siento angustia, mi cerebro no me lo va a dar nunca porque el cerebro no quiere que yo esté en angustia. Mi cerebro se encarga de mi supervivencia segundo a segundo. Y para eso necesita que yo no consuma mucha energía. Si yo consumo energía extra, llevo un desgaste muy grande, es donde corro riesgo de muerte para mi cerebro. No puedo desgastar demasiada energía y caer en el agotamiento. Necesita mi energía para mi supervivencia. Si yo le cuento que eso que visualizo me da calma, va a buscar dármelo. Va a encontrar los medios para que lo consiga porque estoy en ese estado de calma. Es el pegamento de secado rápido: la emoción que imprimo. Ahí no estoy imprimiendo ansiedad, estoy guiando a la mente y la estoy armando de forma consciente. Distintos son los pensamientos rumiantes donde uno se lastima, y te das cuenta de eso. Cuando te encuentres con algunos de ellos, el “¿Y si…?”, transformalo en “¿Y si sale bien?”. ¿Por qué estamos esperando que nos pasen cosas feas? ¿Y si todo sale bien? Es entender que si no estoy esperando que todo salga bien, es muy difícil seguir andando ese camino, el cual tarde o temprano lo voy a abandonar.

—¿Cómo podemos cambiar nuestro vínculo con la comida de una manera natural y saludable?

—Cuando estamos hablando de suprimir las dietas, estamos hablando de dietas que traen consigo una obsesión que tiene uno por adelgazar y por eso se ponen privaciones. No estamos hablando claramente de un plan alimentario o si alguien tiene una restricción de salud y debe respetar una dieta. Estamos hablando de las restricciones que nos autoimponemos por una cuestión cultural de que queremos llegar a un cuerpo o a un anhelo de repente, que nos imprime la ansiedad. Y encima, no nos pasa. Gente que hace mi programa Vitalmente liviano nos cuenta que está a lechuga e igual engorda. No es lo que comemos. Hay personas que salen a correr o ejercicio o haciendo dietas y las ves sufriendo, pero eso les eleva el estrés, las hincha. No te vas a ver delgada si te estás hinchando y te estás estresando. No te está sumando nada; todo lo contrario. El cambio no solo tiene que ser gradual y natural. El objetivo no es estar más flaca, si quiero cambiar el vínculo con la comida que sea por amor propio, por fomentar la salud, no para buscar el cuerpo perfecto. La felicidad no viene de la mano con estar más flaca o más gorda. El cambio es de adentro hacia afuera y nunca del castigo. No es congruente. Nadie puede sostener en el tiempo el castigo. El primer vínculo con la comida es el cordón umbilical, luego, ya sea que mamá me dé el pecho, o alguien me dé la mamadera, alguien me sostiene en brazos cada vez que me alimenta. Lo más probable es que me alimenten cuando lloro, entonces yo tengo la pulsión de la angustia donde enseguida alguien me va a dar de comer y me agarra en brazos. Entonces, comida está asociado con angustia: “me alimentan = estoy en brazos = estoy seguro, estoy protegido”. Cada vez que yo tengo angustia voy a “ir a los brazos” de la heladera. Pero en realidad lo que estoy pidiendo es que alguien me materne. Es un programa de sobrevivencia inconsciente que aprendimos cuando nacimos. Yo estoy en angustia, me alimento y ahí siento el cobijo. Por eso cuando llegamos de trabajar nos desesperamos y queremos ir urgente a comer y devorarnos todo. Lo que necesito en realidad es que alguien me sostenga en brazos. Al mismo tiempo, hemos aprendido que la comida es compañía, es entretenimiento, “panza llena, corazón contento”, que de a poquito hay que entrar en consciencia y desaprender, donde la comida también está ligada a un montón de cualidades que necesitamos y buscamos de manera inconsciente.

—¿Cómo se comienza la búsqueda y el camino para aprender a amarnos?

—Desde el niño. Si te imaginás a vos de chiquitita, y podés verla en algún momento de silencio, en algún momento de dolor, de soledad, un momento que sentiste eso y que hubieras necesitado a alguien que te vea, que te descubra, que te proteja y acompañe en ese momento donde no te sentías bien. Es poder ver a esa niña y darte cuenta que sos vos, hoy. Es volver a tu infancia y poder ir a buscarla, protegerla y prometerle que va a tener, no solo la vida que soñó, sino que va a tener tu mano siempre. Tener tu mano siempre es recuperar tu amor propio. Es que hoy te mires al espejo y puedas ver a esa niña chiquitita. Uno piensa que al crecer ya supera la infancia y no. Vive acá: el cerebro va cargando información, sobre todo la de la infancia, y eso es lo que replica. Esos miedos que tenemos es ese niño preguntándonos: “¿Y si sale mal?”, “¿Y si no te quieren?”, y en realidad fueron un montón de situaciones que vivió ese niño que hoy tiene miedo. Cuando uno hace ese trabajo y se conecta con ese niño, volvemos a nuestra esencia, y desde ahí nos empezamos a ver con otros ojos.

—¿Qué es la banda gástrica virtual?

—No es magia ni una varita mágica. Por reprogramación subliminal, nosotros sin darnos cuenta adquirimos un montón de hábitos. Uno va a comprar una gaseosa y elige una marca, lo mismo con una crema que escuchaste en una publicidad: todo el tiempo nos están reprogramando de una manera no consciente. Con reprogramación y meditaciones de día y noche vamos a ir reaprendiendo, pero con mensajes súper positivos con respecto a la alimentación consciente. Son también afirmaciones positivas que tienen que ver con el amor propio para reconectar con el contacto amoroso conmigo. Después se hace la banda gástrica virtual, que es como si fuera la simulación de esa cirugía, donde desde esa simulación, lo que se promueve en el tiempo, es que se empiece a comer las cantidades de ingesta que necesitamos, que no estemos comiendo todo el día. Eso también es lo que nos altera el ánimo, la pesadez, por este vínculo nocivo justamente de comer todo el día. Es importante que se mantenga en el tiempo, acompañado por un grupo de personas, estando todos de la mano, viviendo la misma experiencia. Es fundamental seguir en contacto y estar contenido.

—¿Cuáles son los puntos más importantes del curso Vitalmente liviano?

—En la programación neurolingüística damos claves para gestionar las emociones en el presente. ¿Cómo hago en el día para vincularme con mi familia, para tomar decisiones en el trabajo, para aprender a decir que no? Damos claves para poner límites, para priorizarnos y estar mejor con nosotros mismos, porque cuando más nos necesitamos es cuando más nos lastimamos. Darte un atracón no te va a hacer bien. Sí te va a hacer bien un baño de inmersión; ponete música, respira aire puro, meditá, animate a pedir ayuda, fíjate que sí te hace bien. Siempre digo: pregúntense si cuando van a accionar y dudan, si es por miedo o por amor. Ante la duda elegí lo que te haga feliz, es lo único congruente, porque si con lo que haces estas sufriendo, ya no te sirve. No hay lógica. Hemos naturalizado que hacer cosas por y para los demás es bueno y hacer por nosotros es egoísta, y en realidad, si lo hacés por los demás por amor, está perfecto, pero si es por miedo acumulamos peso.

—¿Cómo trabajamos con los prejuicios ajenos? ¿Cómo hacer para que no nos afecten?

—Si me siento genial y me identifico, está perfecto, y si alguien me critica, está bien: no está hablando de mí, está hablando de su forma de ver las cosas. Vivamos la vida en pantuflas, seamos quien queremos ser. Si querés verte bien por vos, está perfecto, pero no lo hagas por lo demás. Ahí está la diferencia. Siempre va a estar bien si vos te sentís cómoda o cómodo con eso.

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