“Anoche vi ‘Sin tiempo para morir’, y lo lamento: un James Bond tan equilibrado y políticamente correcto, tan familiar, tan enamorado y tan moñas que constituye un insulto a la inteligencia de los espectadores y a la memoria del personaje. Si Ian Fleming lo viera, echaría chispas” tuiteó Arturo Pérez-Reverte en su cuenta de Twitter y desató la ira de algunos admiradores y el aplauso de otros que coincidieron con él en su apreciación del nuevo film protagonizado por Daniel Craig.
Mientras la película es vista en todo el mundo es un buen momento para repasar uno de los títulos más raros, tal vez el más raro que ha tenido la historia del personaje desde su nacimiento cinematográfico oficial en 1962 y dentro del canon de la franquicia. Y no es un recuerdo caprichoso, porque Sin tiempo para morir homenajea de forma explícita a un título menos popular de la serie: Al servicio secreto de su majestad (1969) protagonizado por un actor que solo interpretó a James Bond una vez: George Lazenby.
Luego de cinco grandes éxitos protagonizados por Sean Connery, el personaje no parecía ni agotado ni listo para retirarse, pero Connery no quiso interpretar más el papel y hubo que reemplazarlo. Fue un momento de gran zozobra, ya que nadie sabía a ciencia cierta si cambiar al actor iba a ser aceptado por los espectadores del mundo. Nunca había existido una franquicia como esa, con tanta taquilla y alto presupuesto y a punto de hacer un cambio tan importante. Había que elegir bien, era necesario cambiar, pero no demasiado. Había que mantener el nombre, pero no se podía seguir haciendo exactamente lo mismo.
Para el gran cambio la misión más complicada de los productores era elegir a un reemplazante. Se barajaron dos nombres: primero, buscaron a Timothy Dalton, quien insólitamente rechazó el papel. El actor argumentó: “Soy demasiado joven todavía”. Tenía razón, Timothy Dalton fue James Bond dieciocho años más tarde. Y el otro nombre por el cual optaron era el gran Roger Moore, que también sería un inolvidable James Bond en varios films, pero que en ese momento todavía estaba filmando la serie El Santo. Los productores la estaban pasando mal.
La elección final fue tan arriesgada como una misión del agente: eligieron a un actor que habían visto en un comercial, sin experiencia cinematográfica: George Lazenby. La apuesta era fuerte y temeraria. Tal vez por eso decidieron reforzar otros aspectos de la película, con la finalidad de sostener al reemplazante del querido Sean Connery. Se trató de un film muy diferente a los anteriores y esa fue su mayor virtud así como también su mayor problema. ¿Aceptaría el público un cambio tan rotundo? Ahora sabemos la respuesta.
Para asegurarse de que el film fuera sólido se buscó un alto nivel de fidelidad a la novela de Ian Fleming, autor del personaje y también se eligió a un gran actor para interpretar Blofeld, el gran villano de los films de James Bond. El papel quedó en manos de Telly Savalas, reconocido actor de cine, futuro protagonista de la serie Kojak. Todos sabemos que un film de Bond es tan bueno como su villano y como su protagonista femenina. ¿Pero las mujeres de Bond podrían ser más fuertes de lo que habían sido? ¿Llegarían a tocar el corazón del personaje?
Por eso la chica Bond no podía ser cualquier chica Bond. La elegida fue la talentosa Diana Rigg quien ya era una actriz famosa y mucho más que el complemento femenino elegido por su belleza. Era en televisión una estrella gracias a la serie Los vengadores, donde interpretaba a la inmortal Emma Peel, uno de los más grandes personajes femeninos de la televisión mundial. Diana Rigg seguiría teniendo una gran carrera hasta hace unos pocos años cuando interpretó a Olenna Tyrell en Game of Thrones.
Si Sin tiempo para morir se ve como una anomalía dentro del mundo de James Bond, hay que decir que Al servicio secreto de su majestad también lo es. Y ambas están muy conectadas. ¿Y en qué consiste la rareza? Primero porque Lazenby no estaba muy convencido del personaje, intentó hacer algunos cambios, que se viera de manera diferente, quería aportar a la película su propia identidad. Reemplazar a Sean Connery era muy difícil, casi imposible en aquel momento. Y aunque de todas maneras, la película funcionó en la taquilla, comparada con las anteriores recaudó menos. Algo de Bond no sonaba del todo como Bond. Nadie elige a 007 para que sea diferente, no importa lo que diga el marketing.
La pareja protagónica era realmente pareja, la chica Bond estaba a la altura del protagonista. Por supuesto que hay muchas chicas Bond en roles secundarios, porque algo de la identidad del personaje había que mantener. Aunque en el guión no hay explicación alguna por el cambio de actor, sí hay una escena fantástica al comienzo que funciona como el anuncio oficial del nuevo actor. James Bond rescata a Tracy (Diana Rigg) en la playa y pelea contra un grupo de hombres. Mientras eso pasa ella se va y lo deja solo. Entonces James Bond, rompe la cuarta pared, mira a cámara y dice: “Estas cosas no le pasaban al otro tipo”. Semejante guiño es un pedido a los espectadores para que entiendan que las cosas han cambiado.
La película es también dramática, tiene momentos trágicos, escenas más humanas. No tantas escenas humanas como Sin tiempo para morir, que por lejos es el film de James Bond con más elementos melodramáticos. En ambas James Bond muestra tener un gran corazón romántico. Demasiado grande dirán los detractores. No fueron sólo los cambios, sino también el final de la película lo que dejó a los espectadores algo perplejos. Por respeto a Bond no lo contaremos, pero su noto difiere del humor de la mayoría de los títulos de 007. Lo mismo ocurre con el nuevo James Bond de Daniel Craig en su despedida.
George Lazenby no quería ser James Bond y de hecho nunca más lo fue. Daniel Craig dice estar orgulloso del personaje pero también decide despedirse en este nuevo film.
Los espectadores se dividen como nunca con respecto a la película. Y para los conocedores de la franquicia, Sin tiempo para morir tiene una fuerte conexión con Al servicio secreto de su majestad. Ambas apuestan al drama y a los sentimientos. La frase y la canción We Have All The Time In The World marcan un sello definitivo entre ambos films. Ambos rompían con la tradición y buscaban algo nuevo. Las dos terminan con el mismo tema sonando en el cierre. Pero el film de Lazenby igual mantenía el espíritu y no se alejaba del todo de su origen, además de tener un sentido del humor acá olvidado.
Los fans de James Bond suelen guardar un lugar de afecto por Al servicio secreto de su majestad, a la que ven como la excepción que confirma la regla. Veremos si con los años Sin tiempo para morir consigue un recuerdo parecido o si es considerada una traición al personaje. Mientras tanto, se abren las apuestas acerca del futuro de 007.
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