Cuando una pareja se rompe, cuando la traición y el dolor invaden todo, ¿cómo se recuerda eso que se vivió? ¿Qué nombre se le pone al desencanto? Dicen por ahí que las personas no somos fragmentos o esquirlas para juntar con cucharita, pero ante la magnitud de una historia de amor que devino en otro de deslealtad, no hay manera de no salir lastimado y de pedir que por favor nos despierten pronto de la pesadilla.
Algo de eso debe sentir Gisela Dulko. Y Fernando Gago.
Su historia comenzó allá por el 2009. Gisela era una tenista reconocida, entre las mejores del mundo. Oriunda de Tigre, solía ver a su hermano jugar a al tenis, algo que la entusiasmaba mucho: a los siete años agarró la raqueta y no la soltó más. A los 11 la vida le dio un trompazo: murió su papá.
“Mi papá era fanático, me iba a ver a todos lados. Me acuerdo de una final que jugué no sé en qué pueblito del Interior. El me llevó con el auto, fue un partido medio dramático, porque me golpeé el abdominal, la chica que jugaba conmigo se cayó al piso, el médico entró dos veces a la cancha y yo iba 4-0 abajo en el tercer set. Al final lo gané. Cuando salí de la cancha no lo encontraba y resultó que estaba en un costado, llorando... Esas son cosas lindas que me quedaron de mi papá y que me gusta recordar”.
Siguió adelante con su hermano como entrenador. El esfuerzo y la pasión valieron la pena: en el 2004 estaba entre las 50 mejores jugadores del mundo y en 2010 llegó a ser número 1 en dobles.
En vidas paralelas, Fernando Gago pasó su infancia en Ciudadela y desde chico mostró su habilidad con la pelota. Empezó en las inferiores del Club Social Parque y de ahí aterrizó sin escalas en el fútbol grande: Boca. En 2005, el mismo año en que Gisela conseguía su mejor puesto en el ranking individual de tenis (26), Fernando lograba la titularidad con la camiseta 5 de los xeneizes. La habilidad de Gago como volante central no pasó desapercibida y en diciembre del año siguiente el Real Madrid se lo llevó.
Cuando no entrenaban, ni se enfocaban en torneos ni andaban cerca de raquetas y pelotas número 5, Fernando y Gisela tenían tiempo para el amor. La tenista era una de las más hermosas del circuito, algo que ella minimizaba “El tema de la belleza es una cosa más que una persona tiene, te puede ayudar con algún contrato y, obviamente, es grato que te consideren linda, pero lo más importante para mí es el tenis”.
Sin tiempo para citas a ciegas, frecuentar discos o salidas con amigos pero sí con una agenda apretada de torneos, era lógico que la tenista se enamorara de tenistas. Su primer amor fue el español Fernando Verdasco. Salieron un tiempo. “Cortamos porque nos veíamos poco. De hecho ahora vamos a estar 12 semanas sin vernos. Yo tengo 19 y él, 20, y para extrañarnos y pasarla mal, preferimos alejarnos”, contaba en Infobae.
Después vivió dos amores más con colegas: el español Tommy Robredo y el chileno Fernando González. En esa misma entrevista, Gisela admitía que recibía muchas propuestas amorosas: “A todos nos encaran. Yo, sonrisita y nada más. No soy muy rapidita, más bien demasiado lenta. Prefiero un chico tímido y no uno de esos que te encaran, cancheros”.
A Gago tampoco le iba mal en el amor. Pintón, con el buen físico de los futbolistas y una sonrisa entre pícara y seductora, pronto se ganó fama de seductor. Hubo rumores de relaciones hasta que unas fotos confirmaron su romance con Silvina Luna. Todo parecía marchar bien e incluso hubo ensayo de convivencia. Hasta que -¡ay Fernando, ay!- la ex Gran Hermano se enteró que su muchacho mantenía una relación paralela con Mica Vázquez, que a su vez no sabía que él salía con Luna. Un verdadero intringulis chingulis.
“Vos bajaste tu nivel como jugador porque te interesa más salir con chicas famosas del ambiente que defender los colores de Boca y ahora el Real Madrid va a pagar menos por vos de lo que le ofreció a Mauricio Macri cuando empezaste a salir conmigo”, lo habría aniquilado Silvina Luna cuando se enteró de su nueva relación. Ni la posibilidad de un viñedo pudo reconciliarlos.
Gago armó las valijas y se fue a Madrid. No se instaló solo: Mica decidió acompañarlo. Dejó su carrera, sus afectos y partió. Durante cuatro años estuvieron juntos, hasta que algo se rompió. Ella volvió a la Argentina y Fernando siguió su carrera en España.
Después de la partida de Mica, Pintita -como lo apodaban- mostró una recuperación digna de un deportista de elite y comenzó a noviar con Luli Fernández. El vínculo fue muy corto. La modelo decidió terminarlo por mail. “Yo conocí a Fernando Gago hace algunos meses y hubo buena onda. Al principio no tuve prejuicios respecto a él, pero a medida que lo fui conociendo me di cuenta de que era un mujeriego. Eso fue rápido por suerte, y entonces le mandé un mail explicándole la verdad: yo soy otro tipo de mujer y no quiero alguien así para mí. Ahí se terminó todo y fue hace más de un mes, nunca hubo un triángulo amoroso”.
Así llegamos al Máster 1000 de Madrid. Gago decidió asistir al torneo y las vidas del futbolista con la tenista dejaron de ser paralelas para ser compartidas. Dulko reconoció que fue amor a primera vista “Desde el primer día que te vi me enamoré de vos... y también te admiré como deportista y profesional, siempre responsable y haciendo todo a tu alcance por ser mejor jugador cada día. El fútbol era algo totalmente desconocido para mí hasta que te vi jugar, me enseñaste a entender el deporte y me convertí en una fanática más”.
Fernando también quedó impactada por esa rubia de piernas hermosas y ojos increíbles. Sin dudarlo le pidió a sus amigos tenistas que le consiguieran el teléfono. La llamó, lo atendió, hablaron, rieron, se conocieron, se enamoraron.
Noviaron dos años. El amor era tan fuerte que decidieron casarse. Volaron de España para dar el sí en el Registro Civil ubicado en Coronel Díaz y Beruti. De allí se fueron al Tattersal de Palermo para festejar la boda con casi 400 invitados. Aunque no hablaron con la prensa se los veía felices, enamorados. El presente era de ellos y el futuro, también.
Gisela se despidió de las raquetas, abandonó los courts. Dejó de jugar en julio de 2012. No lo lamentó: “Enseguida quedé embarazada”, explicó. El día más inolvidable de su vida no fue cuando ganó un torneo ni quedó primera en el ranking de dobles sino cuando llegó al mundo Mateo, su primer hijo. Lo vivió feliz porque, además, Gago regresaba al fútbol argentino.
Después de Mateo, llegaron Antonella y Daniele. Todo parecía idílico, aunque de vez en cuando surgía algún rumor de infidelidad. “Como muchas parejas, pasamos buenos y malos momentos, creo que en todas las relaciones pueden existir problemas, pero cuando hay amor todo sigue adelante”, reconocía. También manifestaba su apoyo ante las lesiones que había sufrido su compañero. “Atravesó un montón de cosas duras y jamás se cayó. Nosotros, su familia, hicimos todo lo posible para no dejarlo caer. Siempre estuvimos apoyándolo y tratando de que en casa pueda quitarse la presión del trabajo”.
En noviembre del año pasado el mediocampista se retiró del fútbol luego de superar cinco lesiones graves. “Es el final. Lo tenía decidido hace un tiempo. Y ahora lo voy a hacer público. Logré lo que quise hacer: me retiro en una cancha” y aseguraba que quería que lo recuerden no por sus lesiones sino por “cómo soy en el vestuario”. Al tiempo lo llamaron como entrenador de Aldosivi, de Mar del Plata. Aceptó.
Como entrenador no pudo repetir sus éxitos de futbolista. Este año, transcurridas 13 fechas, sumó solo 13 puntos, producto de cuatro triunfos, un empate y ocho derrotas, y sus dirigidos quedaron 23 entre 26 equipos. Final de ciclo.
Pese a su fracaso como técnico, las noticias de Gago seguían apareciendo en la sección Deportes. Pero en estos días todo todo cambió. El jugador y la tenista se separaban. Hasta ahí solo era un matrimonio más que se rompía. Un amor que terminaba en desamor. Pero con el correr de las horas, Cinthia Fernández, en Los ángeles de la mañana, comenzó a revelar detalles que transformaron una separación privada en un hecho publico.
Según contó la panelista, la tenista descubrió la infidelidad de su marido con una mujer que no solo era del mismo grupo de mamás del colegio, además la había ayudado con un emprendimiento. Para colmo, el engaño sucedió en la casa que ambos compartían y en su propia cama. Quizá por eso el dolor es más visceral e intenso. Porque el desamor se puede comprender, pero la traición, la falta de cuidado del otro, resultan intolerables e incluso inhumanas.
La historia comenzó a sumar ingredientes de culebrón. Entonces sucedió lo que suele suceder. Quizá porque ya no hay telenovelas a la tarde, porque se acabaron los cuentos como los que contaba Rosa de Lejos, La extraña dama o Rolando Rivas, lo cierto es que Gago y Gisela dejaron de encabezar los rankings de deportes para ser la noticia más leída, tanto que trascendieron fronteras y aparecieron en medios ingleses y españoles.
Según se cuenta Gago ya viviría con su amante y ahora pareja. Gisela se habría mudado del barrio en el que vivían además de cambiar a los hijos de colegio. Ambos ya tendrían sus abogados y estarían comenzando el divorcio.
Desde que estalló todo nada se supo de Gago. Hoy Gisela reapareció en sus redes sociales. Subió una foto donde se la ve entrenando y animada. “Lo hiciste”, escribió (en inglés) sobre la imagen, frase que algunos interpretaron como que logró salir adelante, y otros como una confirmación (a modo de acusación) sobre la infidelidad de su ahora ex.
Como escribimos al principio, dicen por ahí que las personas no somos fragmentos o esquirlas para juntar con cucharita. Pero cuando caen estas bombas en nuestras vidas uno no puede menos que sentir que nos desintegramos y pedir que por favor, alguien venga con una cucharita para juntarnos o al menos abrazarnos que sería lo mismo. Cuando se atraviesan estas separaciones tan dolorosas dan ganas de gritar: “Paren el mundo, me quiero bajar”. Pero no, no nos podemos bajar, porque como dice el tango, nuestra alma herida lleva “amor, pesar, dolor”.
Hoy Gisela y Gago saben que sus días ya no volverán a ser lo que fueron ayer. Ojalá en algún momento puedan rearmar sus pedazos, al fin de cuentas no hay amores livianos, todos son difíciles de llevar y sobre todo, de mantener.
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