—Franco, ¿te gustaría tocar con más gente?
—Sí, con un estadio lleno.
“Les quiero compartir un ratito de mi alumno Franco de 5 años tocando a Wos. La verdad es que él vino así, yo no le enseñé nada por ahora. ¡Es de otro planeta!”, escribió en su cuenta de Twitter Andrea Álvarez, baterista y profesora de batería, aún sorprendida tras ver, o mejor dicho oír, cada miércoles a Franco Retamozo, su nuevo alumno de nada más cinco años. En menos de un día, la performance del nene tuvo más de cien mil reproducciones, casi mil retuits y nueve mil Me gusta.
Feliz con el show que había presenciado, la artista le mostró el video a su colega Lito Vitale que “quedó enloquecido”. Es que hay cosas que no se aprenden, sino que se sienten con el cuerpo y el alma, que vienen con uno, como la pasión que Franco de cinco años tiene cada vez que se acerca a una batería.
Débora, su mamá, contó a Teleshow: “Todo el tiempo hay música en casa, hasta donde pude fui embarazada a recitales. Creemos que empezó imitando al papá, el baterista desde los 12 años”. Como muchos chicos, “hacía música con todo”: “Todo daba vuelta y buscaba lápices para usar de palillos, cuando el papá dejaba instrumentos, él estaba chocho, pasa de largo en las jugueterías, pero en las casas de música tenemos que entrar”.
Nada de autitos ni dinosaurios, cuando cumplió un año su abuela materna le regaló una batería y uno de sus juegos preferidos con su mamá es hacer que tienen una banda, mientras ella toca él canta y viceversa o a que tienen su propio estudio de música. Alertados del don natural de su hijo, la pareja decidió alentarlo y llevarlo a clases ya que entienden que “necesita otra orientación, guía”.
Cada miércoles Omar y Débora, los papás del nene que está en preescolar, lo llevan de González Catán a Caballito a tomar clases de batería con Andrea (colaboró con Soda Stereo, Divididos, Charly García, Attaque 77, Los Rodríguez y se prepara para grabar su próximo disco como solista), aunque “tomar clases” es una forma de decir porque a esa edad todo es lúdico y en su rol de maestra, la baterista deja que él se divierta y haga su música. “Nosotros nos juntamos y tocamos canciones, me muestra cómo se desarrolla, toca la guitarra en su casa también”, contó a este sitio la profesora.
“La mamá había preguntado para venir, pero él era muy chico, y cuando lo vi, me di cuenta que era otro mundo. Me preocupé como mamá también, porque conozco chicos que fueron prodigios y de grandes quedan ahí”, dijo quien tiene un hijo de 25.
“Cada vez que viene me quedo movilizada porque pienso cómo se le puede hacer bien a un niño, cómo contener la situación. Cuando veo casos así, digo que para mí son reencarnaciones, porque tienen la sabiduría de un adulto. Muchas veces hay chicos que no tienen contención o que la familia no se da cuenta, despegan demasiado del común y terminan abandonado la música, el fútbol o lo que sea que les guste”, reflexionó.
¿Cómo son las clases? Andrea enseña desde 1992 a profesionales y gente que quiere aprender por recreación de todas las edades y aunque ya había tenido chicos en su estudio, nunca de tan corta edad, y con semejante talento. “Yo empecé a tocar a los 5 por eso esto me interesa. Sabés y entendés de qué trata la situación, que es la música, cuál es ese viaje y me emociona cuando lo veo”.
Franco aún va al jardín por eso es chico para entender “las formalidades de la música” que a su edad “podrían hartarlo”: “Él me dice que lo tiene todo en el cerebro, se le ocurren cosas, tocamos juntos, me copia, pero sé que si quiero organizar algo, no va por ahí. Entonces tocamos, improvisa y dice ‘mi creatividad y mis inventos’. Cuando le pregunto cómo aprende, me dice que prueba y cuando acierta la nota ya sabe la canción o que mira si hay algún baterista que le parece interesante lo escucha e intenta sacarlo”.
“Toca re bien y entiende los estilos de música”, dijo aún sorprendida Andrea que cada miércoles minutos antes de que el nene llegue a su estudio da vuelta la batería ya que él es zurdo. “Hace todo de manera natural, es como un juego y con eso es feliz, por eso no pongo la presión en las clases con nada estructurado. La formalidad será para cuando sea más grande y pueda entender de manera intelectual esto que ya viene con él. Los niños no tiene tolerancia a la equivocación y no hay que llevarlos a eso, sino que hay que hacer que no se den cuenta que están aprendiendo algo nuevo. Mi función en este caso es cuidarlo y ver qué se puede hacer para potenciar semejante talento, acompañar este don”.
Débora comparó la pasión de su hijo con el deporte: “Mira dibus, pero lo primero que hace cuando se levanta es poner música o ver videos de bandas en vivo. A todo lugar que vamos hay música, hay músicos y se habla de ella...Es como el futbolero, habla de fútbol, vive por el fútbol”.
Todavía no habla sobre qué quiere ser cuando sea grande, no sabe de fama, por ahora se divierte haciendo lo que más le gusta: música. Cuando Andrea le pregunta si le gustaría tocar con gente (armar una banda con otros chicos), desde su inocencia él sueña y responde que sí: “Con un estadio lleno”.
De paseo con sus papás, pasó por una fuente y luego de arrojar la moneda y pedir un deseo, les confesó: “¡Quiero que nunca falte ensayo!”.
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