La participante caminó con su plato hasta donde estaba el jurado. La verdad es que la cocina nunca le interesó demasiado, pero Masterchef Celebrity fue la oportunidad que esperó siempre de mostrarse ante el gran público. Es casi una ironía que una artista y comediante que inició su carrera a los 16 años, actuó en películas, tiras y novelas, y trabajó en radio y shows del under, sea presentada apenas como una “influencer”; también, que alguien que llegó a “vivir a sandwiches de fideos” y estuvo cerca de pasar hambre, se haya enfrentado a tres chef famosos para definir su futuro en la televisión.
Daniela Viaggiamari no había probado antes la carne de wagyu por la que la iban a evaluar, pero sabía que estaba ahí para ser La Chepi, la chica de barrio con la que se convirtió en un fenómeno de Instagram, donde hoy 3.348.000 seguidores se ríen y se conmueven a diario con sus historias y las de su hijita Isabella (7) como si fueran las de una amiga cercana.
Chepi viene de “che, pibe”, el apodo con el que la bautizaron sus compañeros del último programa de radio del que participó antes de que quedarse sin trabajo la impulsara a volcarse a las redes y le cambiara el destino. Es que Daniela tiene sonrisa y medidas de modelo, y los ojos y la personalidad transparentes, pero, lejos del cliché de la rubia de Zona Norte, suma además la gracia de la calle, “como un amigo con lolas, muy poquitas lolas”, según explica entre risas al que quiera preguntar.
“Bueno, bambina”, le dijo Donato de Santis ese 4 de marzo. “Uff, se me prenden las hornallas cuando dice así”, respondió ella en un paso de comedia en torno de un romance con el que jugó desde que entró al reality, en febrero de este año. Y después aclaró: “Con respeto a tu señora”. “Vos también estás de novia”, interrumpió el conductor, Santiago del Moro. Entonces, ella dijo en el mismo tono casual y divertido que ya le contó a su novio, y agregó: “Es recolector de basura, es grandote. Te revolea como a una bolsa”. Los cocineros se rieron. El programa siguió, pero el dato no pasó inadvertido para el público ni para los medios.
Ese mismo día la noticia recorrió los portales: La Chepi y Javier Cordone se conocieron en 2020 durante el aislamiento obligatorio, cuando él estaba entre los pocos trabajadores esenciales que podían seguir con sus tareas habituales y pasaba por la puerta de su casa manejando el camión de recolección de residuos. Fueron más de un centenar las notas que se escribieron desde entonces sobre ellos, incluso en países como Chile, Perú, México y Costa Rica. A él casi nunca lo llamaban por su nombre; a veces, a ella tampoco. Uno de los títulos hablaba de “la influencer que ‘confesó’ su romance con un ‘basurero’”; otro decía que “encontró un novio basurero en la cuarentena”.
La semántica no es casual: en el pico de la pandemia, cuando los argentinos aplaudían todas las noches a los trabajadores de la salud, miles de recolectores se exponían cada día sin que muchos siquiera los saludaran. Y Dani es una actriz divina a la que, en su momento de mayor popularidad, se le ocurrió mirar precisamente a donde nadie mira. Y encima, “confesarlo”, como si fuera un pecado.
También es una chica que creció en una familia tipo: mamá, papá –tuvo un ACV que lo dejó postrado cuando ella estaba embarazada, hace ocho años– y dos hermanos que hoy viven en el exterior. La que se casó a los 21 con un amigo de su hermano con el que estuvo hasta los 24 (“Duré bastante para lo chica que era”). Y la madre que cría sola a su hija desde que era una beba y que, como miles de mujeres, el último año pasó meses haciendo más malabares que los habituales para compaginar compromisos laborales con tareas domésticas y el cuidado de una chiquita de primer grado sin clases presenciales –que fue quien, en rigor, descubrió a Javier mientras trataba de ampliar por la ventana la perspectiva de su encierro: “Para Isa ese camión grande con chicos que corrían atrás sólo podía ser manejado por superhéroes”–. Y es además una mujer de 41 años con una historia de lucha y resiliencia a la que, en plena pandemia y a la vista de millones de seguidores, de pronto se le alinearon los planetas.
Ahora, en un alto de las grabaciones de Bake Off, donde es host digital, La Chepi le dice a Infobae que muchas veces se preguntó por cuánto más tiempo iba a pagar el derecho de piso, que sigue manejando sola los contenidos de sus redes, y que apenas si descansa. Y que si no se queja, es por todo lo que esperó este momento: “Desde los 16 hago castings y recién ahora me llamaron para hacer un comercial en la tele”.
Cuenta también que hace poco se encontró en Pasapalabra con uno de los productores históricos de Susana Giménez, que le recordó que la carrera de la diva como conductora comenzó a consolidarse cuando tenía su edad: “Yo le dije que quería tener mi programa, y él me alentó, ‘¿Y qué? ¿Me vas a decir que estás vieja? ¿Sabés cuántos años tenía Susana cuando se hizo realmente famosa? ¡41!”.
Hay algo de esa misma identificación con la diva que funciona en los millones de seguidoras que sienten que lo que le pasa a La Chepi también podría pasarles a ellas, como cuando admite: “Pensar que una vez me compré en 12 cuotas esta máquina de mierda creyendo que iba a tener la cara como Soledad Fandiño, y claro, las pibas se cagan de la risa y dicen ‘soy yo’”. Lo mismo que cuando la vieron enamorarse de Javier en vivo, en medio del encierro y contra todo pronóstico.
Pero para eso, antes hubo un momento en el que esa madre que se había cerrado a todo, mucho más allá del aislamiento obligatorio, decidió mirar. “Me había separado de una pareja de la que estaba muy enamorada. Después estuve una que otra vez con alguien probando, y tampoco. Hasta que dije lo que me atrevo a decir que todas las mujeres decimos en algún momento: ‘Ya está, yo nací para estar sola’ –cuenta–. Pensaba: ‘Bueno, quizás tengo que estar así, en algún momento salir, darle murra un ratito, y ¡listo!, a mi casa’. Y claro, son tantos años, siete ya, en que Isa y yo somos un equipo y funcionamos así... Es lo que le pasa a cualquier madre soltera, porque ella tiene su papá, pero está conmigo prácticamente las 24 horas de lunes a lunes, entonces me cuesta imaginarme otra cosa”.
La Chepi casi no vivió con el padre de Isa, un bajista al que conoció grabando un disco; se mudó con él cuando quedó embarazada, y se fue cuando la beba tenía seis meses. Dice que es “un buen pibe”, que, en su momento, claramente se enamoraron, pero no eran felices juntos. Y que fue muy difícil “levantar a la nena, meterla en un carrito, alquilar un departamento... Mi vieja –la única que está y estuvo siempre– se levantaba a las 4 de la mañana y se venía caminando de Martínez a Acassuso para estar al lado de la cuna cuando yo me iba a laburar a la radio. Los dos primeros años fueron durísimos”.
Fueron también el comienzo de una etapa de celibato autoimpuesto: “Estuve muchos años sin tener relaciones sexuales. Muchos, muchos años. Y capaz que de vez en cuando decía: ‘Bueno, llamo a este amiguito…’, y enseguida pensaba: ‘¿Para qué?’ No quería salir más. Era todo trabajo, trabajo y trabajo, y bueno, después me quedé sin trabajo”. Los años sin sexo fueron por lo menos dos, en los que simplemente fue dejando el tema a un lado. “Me encontraba con mis amigas y decían: ‘Boluda, hace una semana que no cojo’. Y yo pensaba: ‘¿Una semana? ¿Cuál es el problema, en qué te cambia?’ Sentía que podía vivir sin eso, estaba como enojada con el sexo, creo que también por eso nunca apostaba en serio por ninguna relación”.
El enojo se le fue yendo de a poco, primero con un ex que fue un lugar seguro. Pero con una hija chiquita que casi no dormía afuera de su casa, tampoco fue fácil cuando empezó una nueva relación: “No supe combinar mi vida con Isa con tener una pareja. Si iba a lo del papá, me llamaba llorando a las dos de la mañana porque quería que la fuera a buscar, y yo capaz que estaba por abrir un vinito con el pibe y era: ‘Uy, perdoname, me tengo que ir’, y arrancaban las discusiones”.
Conocer a alguien se convirtió entonces en otra misión casi imposible. ¿Con quién dejaba a la nena si se abría una cuenta de Tinder? Y, además, dice, ella siempre fue de necesitar que haya por lo menos “un cariño o una admiración antes de que pase algo”, de necesitar conocer “pero en serio”, muy de “enamorarse y planear”. Y para enamorarse, o para conocer a alguien “hay que tener tiempo, y eso yo no lo tenía”, y entonces, de repente, la pandemia.
Y no, en su caso, que el mundo se frenara de golpe no representó de ninguna manera tiempo libre: además de tener a su hija full time, su trabajo como influencer se revalorizó por el contexto, con muchas más activaciones en redes. “Era yo con la misma cara viendo dónde podía hacer un video distinto adentro de mi casa y pensando mientras tanto ‘me voy a morir virgen’, porque me había vuelto como virgen de nuevo”, se ríe.
Y cuando pensaba que “nunca más iba a pasar nada”, abrió la ventana y vio que Isa saludaba a los chicos del camión de recolectores. “Ella todavía no iba a lo del papá porque no estaba el decreto, apenas me acompañaba con su barbijo hasta el almacén. Se desesperaba por ver gente, y los chicos la saludaban también. Con Danielito y Ezequiel, los peones que corren atrás del camión, nos empezamos a saludar todos los días mientras Isa los aplaudía por salir a la calle, como a los médicos”.
La Chepi empezó a hacer historias con ellos que subía a Instagram y el chiste de la parada en su casa –la casa que finalmente pudo comprar y arreglar también ahora– se convirtió en rutina. Decía por ejemplo: “Me voy a pintar la boca porque están por pasar los chicos del camión”, o hablaba de “lo buenos que estaban gracias a las horas de crossfit natural”, o les preguntaba si se animaban a bailar. Las emprendedoras de las que ella compartía información, les mandaban regalos a Danielito y Ezequiel, que se llenaron de seguidores en sus cuentas, “y las pibas se volvían locas y pedían sus arrobas”.
“El chofer nunca salía, porque era otro. Hasta que se ve que le pasan el dato a Javier de que había una rubia que hacía historias con la hija. Y un día bajó del camión y, con el barbijo y todo, dije ‘Uy, ¡qué bebo que es este pibe!’, le vi esos farolazos, y era raro, porque a mí nunca me gustaron los rubios, voy más al morocho, un Echarri versión Manaos”, dice y se ríe otra vez. Enseguida empezaron a hablar, en persona y por Instagram, y la relación creció con la espontaneidad de lo cotidiano: “Che, ¿a qué hora pasan mañana? ¿No me traés una Coca que el almacén me cerró a las seis?”
Charlaban de sus vidas, de sus historias, de sus hijos –él tiene tres, de tres madres diferentes–, y así se fueron conociendo, “pero en serio”, en plena pandemia y frente a Isa y muchos seguidores que creían que era un romance armado para las redes. También él quiso probar en un momento si lo que les pasaba era real o apenas un chiste para las historias de una humorista.
Cuando ella llegó a 2 millones de seguidores, el ex futbolista del Ascenso llegó con un vino en la mochila a la puerta de su casa. “Me dice: ‘Para que festejes’. Entonces Isa se dio vuelta, me mira, y le dice: ‘Mi mamá le dijo a la amiga que vos sos re lindo’. Yo me puse toda colorada, pero los chicos no tienen filtro, así que ella seguía: ‘Sí, le dijo eso, porque mi mamá quiere tener novio’”.
Con Javier las cosas fueron distintas desde ese momento en que Isa lo eligió, hasta hoy, cuando comparte juegos, abrazos y la intimidad de ese equipo de dos que son Dani y su hija. Pero faltaba atravesar el aislamiento enamorados y con la celestina presente 24x7. “Cumplimos todas las reglas, así que hicimos hasta los videos del sexting que recomendaba el Gobierno, lo que pasa es que hasta el sexting era muy difícil con Isa en casa. ¡Cuando veía que roncaba, despacito me iba al otro cuarto, cerraba la puerta y era el llamado!”, cuenta Dani.
Dice que ese fue el momento en que dejó de stalkear a los que habían pasado por su vida, y también cuando escribió la cumbia No va más con Rocío Quiróz (“No va más/ El pasado, pisado/ No vuelvas pa’ atrás./ Era sólo pa’ un ratito / y vos flasheaste amor por Instagram/ porque te puso un like demás”).
Pero que no todo es rosa ni se resolvió de un segundo al otro: “Obvio que aunque en las redes una muestra lo lindo y lo divertido, tenemos los mismos problemas que cualquier pareja, porque él es un pibe que tiene su bardo, su familia, sus hijos, su tiempo que tiene que repartir, y yo no paro de laburar, y la nena, los vídeos… y encima él vive en Ituzaingó y yo en Olivos”.
También enfrentaron los prejuicios de propios y ajenos. “En un momento sentí que tenía que cuidarlo de que lo convirtieran de golpe en un experimento ruso, de los que señalaban como diciendo: ‘Miren, es recolector y tiene facha’ –dice La Chepi–. Cuando Javi vino por primera vez a casa, hice una historia donde hablaba de mi ansiedad, y hubo mujeres que me escribieron por privado para decirme que tuviera cuidado, que guardara todo lo de valor. ¿Entendés que este pibe hace diez años que trabaja en el mismo lugar y cobra diez veces lo que ganaba yo en la radio?”.
Y claro, no es nada al lado de lo que le dijeron personas más cercanas: “Una allegada, por ejemplo, me felicitó, ‘Habla muy bien de vos que salgas con un pibe así’. ¿'Así' cómo? Un pibe bueno, que trabaja, que no me pide plata, que mantiene a sus hijos, que no me pega... ¿De mí qué? ¡Se olvidan de dónde nací y que yo misma me postulé como recolectora cuando me quedé sin trabajo! Ni hablar de los títulos de los portales, tan acostumbrados a que las pibas que están en las redes o en la tele tengan siempre un nuevo novio multimillonario o empresario.”
Hace unas semanas, la Chepi le preguntó a sus seguidoras si sentían que era más difícil formar una pareja siendo mamás. Ella no tiene dudas: “Porque aparte se te juegan otras cosas, yo me he puesto en riesgo muchas veces antes de que naciera Isa y son cosas a las que como madre no la querés exponer. Así que con Javu averigüé todo: si era verdad que se había separado y hacía cuánto, si realmente trabajaba en el horario que me decía, si había jugado al fútbol. No porque crea que no va a haber otras frustraciones, o que va a ser para siempre, sino porque tenía que chequear que no fuera un tremendo hijo de puta, porque sé que ya no negocio la falta de respeto”.
También en eso la Chepi es sin quererlo el espejo de muchas mujeres. Tuvo relaciones abusivas y fue golpeada: “Me han empujado con la panza abierta después de mi segunda operación de los intestinos –estuvo internada infinidad de veces desde chica, porque nació con el uréter acodado, una obstrucción uretral que sin tratamiento puede ser fatal–, un tipo que me gritaba desquiciado porque yo no podía tener relaciones sexuales por indicación del cirujano. Y me acuerdo que salí corriendo asustada, cinco pisos por escalera, con los puntos, con la faja. Me había ido a su casa manejando aunque el médico también me había dicho que no lo hiciera, y manejaba de vuelta y pensaba, ‘¿Qué estoy haciendo?’ Yo me dejaba denigrar. Salía con uno casado que me hacía ese verso de: ‘Cuando los chicos terminen el jardín, la dejo. No tengo relaciones con mi mujer, vivimos en la misma casa, pero dormimos en camas separadas’. O eso de llamar a una amiga desesperada, llorando, pensando que el otro tenía las llaves de mi casa y podía enloquecer y venir. Estuve metida en relaciones tóxicas, malignas, en las que me dejaba manipular. Y no estoy orgullosa, pero también gracias a eso es que hoy puedo desde mis redes decir: ‘Chicas, no, no vayan ahí’”.
Dice que también es gracias a esa historia de la que no reniega y de la que sigue aprendiendo que, con todo y su desconfianza inicial –”me cagaron tanto, que vivo alerta”–, se animó “a conectar desde el amor con una pareja a los 41 años y tratar de no repetir cagadas”.
Si hay más planes o una apuesta por el casamiento o la convivencia, en principio le parece algo lejano, más allá de algún chiste en las redes que los portales dieron por cierto, pero, dice La Chepi: “Hoy yo me la estoy jugando. Y me pude animar y sostener lo que más quiero, que es criar a mi hija, con la responsabilidad que me hace estar más convencida de lo que no quiero. Por eso cuando digo ‘Les deseo un compañero así’, no es porque crea que Javier sea perfecto, porque nadie lo es, sino porque es mi manera desearles que se animen”.
Y entonces interrumpe Isa, que estuvo dando vueltas cerca de su mamá durante toda la nota, y se pone a cantar fuerte Te amo, de Franco de Vita, y es fácil entender la simbiosis que conquistó a Javier al escucharlas a los gritos en la parte que dice: “Y hace tiempo te buscaba y ya te imaginaba así”.
La Chepi dice que es exactamente así, que lo personal y lo profesional llegaron ahora después de buscarlo mucho, un poco por obra del Universo y otro porque fue ella la que lo construyó. Suena real cuando asegura: “Siento que recién ahora soy la Daniela que me gusta”.
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