Diego Kolankowsky cuenta las horas, los minutos y los segundos y espera que pasen lo más rápido posible. La hora cero son las 19 de Nueva York, las 20 en Argentina, cuando se corra el telón y comience la entrega número 74 de los Tony Awards, la gran fiesta de la industria del teatro con epicentro en Broadway que el productor argentino vivirá desde adentro. Al fin y al cabo, es una espera que lleva 18 meses. Y si de un día para el otro se apagaron de manera inesperada las luces de las marquesinas del mundo, cada vez falta menos para que vuelvan a encenderse.
Productor de cine, teatro y televisión, Diego es dueño y director de DK Group International y radio Delta 90.3, entre otros emprendimientos en nuestro país. Hace ocho años, se lanzó a la aventura en la meca del teatro para incursionar en el género musical. Ganó una estatuilla por One on this island y logró ser el primer argentino en convertirse en votante de los Pemios Tony. Los mismos que simbólica y efectivamente, pondrán nuevamente en marcha a la maquinaria de Broadway, suspendida desde el 12 de marzo de 2020.
Además de su galardón a Mejor Reposición de Musical por Once on this Island, el palmarés de Diego cuenta con nominaciones con Spring Awakening y Beetlejuice. Precisamente esta versión de la historia contada en cine por Tim Burton, estuvo en cartel hasta que la pandemia puso en pausa la industria y que ya tiene fecha de reestreno para el el 8 de abril, dos años y unos días después de que se bajaran las persianas.
Mientras tanto, aguarda en las gateras American Buffalo, obra clásica de la dramaturgia americana firmada por David Mamet, con un elenco de lujo encabezado por Laurence Fishburne, ganador del Tony y conocido por su papel de Morfeo en Matrix; Sam Rockwell, ganador del Óscar al mejor actor de reparto por Tres anuncios para un crimen y Darren Criss, ganado un Emmy por su papel en El asesinato de Gianni Versace.
En este panorama, el festejo es doble y se parece a una sensación única e irrepetible. La de una ceremonia como tantas otras y la de un reestreno con las expectativas del caso. Pero tanto una como la otra, comparten un sabor especial: el de ver a la maquinaria en funcionamiento después de tanto tiempo.
—¿Qué te genera más emoción? ¿La entrega de los premios o el reestreno de Beetlejuice?
—La entrega de los premios es como el festejo de la vuelta del teatro. Pero la verdad que internamente las obras en las que cada uno trabaja son hijos, entonces uno puede festejar la vuelta al colegio pero es feliz cuando lleva a su hijo. Beetlejuice tiene que ver con la vuelta del esfuerzo de un grupo de trabajo durante años, de Warner Bros, de Mark Kaufmann de Jeffrey Richards. La industria del teatro en Estados Unidos funciona muy distinto a cómo conocemos la industria del teatro en Buenos Aires, el promedio de costo de producción de un musical de Broadway hoy ronda los 18 millones de dólares: reponer una obra es un proceso larguísimo que no es de un mes para otro, ni es un trámite que cuesta monedas. Es un proceso casi irreal.
—¿En qué situación está American Buffalo?
-Todavía nos queda por dilucidar la fecha de estreno, que por doce días nos quedamos con las ganas: estábamos programados para el 24 de marzo del año pasado y el 12 se cerró todo. Estamos viendo cómo y cuándo estrenar este clásico de la dramaturgia americana, que tiene un trabajo y un ensayo de años. Los procesos son largos, extenuantes y la industria del entretenimiento sufrió en todo el mundo, pero Broadway mucho más. Ni con las guerras mundiales cerró Broadway, esta es la primera vez que algo detiene esa maquinaria magistral de talento excelso en la historia.
Este domingo, se realizará la 74ª ceremonia anual de entrega de los Premios Tony, correspondientes a la temporada 2019/2020 con algunas particularidades acordes a los tiempos que corren. Se mudó de locación, del Radio City Music Hall, con capacidad para 6.000 espectadores, al Winter Garden, que albergará a 1.500. Además, la pandemia dejó inconclusa una parte de la temporada, por lo que el evento deberá adecuarse a estas circunstancias. Pero, contemplando la mitad del vaso lleno, es la primera entrega, ya pasadas la de los Oscar y la de los Emmy, que podrá contar con público. Cierto, con menor cantidad, y no de la manera a la que está acostumbrada. Pero es una luz de esperanza.
“Va a ser una ceremonia diferente”, resume Diego y adelanta qué tendrá de particular. “Las primeras dos horas se entregarán los Tony y en las dos horas de cierre, como la temporada quedó inconclusa, habrá un show increíble del Broadway Pack, con más de 150 compañías, con ganadores históricos de los Tony. Un megashow como nunca antes se vio”, se entusiasma el productor, que fue parte y ahora es juez de la prestigiosa estatuilla.
—¿Qué significa votar en los Premios Tony?
—Es un orgullo llegar después de haber recorrido un largo camino. Es un compromiso, son mojones que uno va adquiriendo, y tiene que ver con el mérito. Y el mérito acarrea una responsabilidad. Para poder pertenecer, tuve que que realizar obras de determinado monto, haber ganado un Tony. Primero, para convertirme en productor general de Broadway; pertenecer a la Broadway League, después convertirme en full member. Somos 702 Tony Voters y tiene una cualidad que me parece genial, que es que para votar en todas las categorías, tenés que haber asistido a la obra. Y si no viste una obra quedás imposibilitado de participar en ninguna de esas categorías. Es un sistema que jerarquiza el mérito y eso a mí me encanta.
—¿Cómo tomás la responsabilidad?
—El laburo mío es producir. Yo vivo de producir, pertenezco a la asociación teatral más prestigiosa del mundo. Pasa algo en Broadway que es muy particular: hay 42 teatros, ni uno más ni uno menos. En cine, vos podes ver cine prestigioso de Francia, Argentina, de Estados Unidos. En cambio, el teatro más excelso del mundo, está solo en esas 42 salas. Es como Harvard. Te puede gustar más o menos la obra, pero no hay dudas que está bien hecho. Son obras que tienen un costo promedio de 18 millones de dólares, industrias con 250 personas trabajando durante años para que sea exitoso económicamente.
—¿Cómo era la situación de la productora el 12 de marzo del 2020?
—Teníamos en cartel Beetlejuice en el Winter Garden, teníamos fecha para estrenar American Buffalo el 24 y estábamos de gira con Once on this island, y tuvimos que parar en la cuarta ciudad de 50. Se paró todo de un día para el otro y con pérdidas millonarias. La industria del entretenimiento fue la que más sufrió la pandemia. La música, el cine el teatro, todo perdió. Pero el show en vivo, en cualquiera de sus formas, fue lo más castigado. En el caso del cine, por ejemplo, filmamos una película que se estrenó un año después. Pero Broadway estuvo cerrado 17 meses. Las giras también estuvieron paradas. Algunos estados abrieron algunas semanas antes, no mucho más tiempo. Cuando el estado de New York dio luz verde, en acuerdo con la Broadway League, empezó el proceso de poner toda la escena de nuevo, y eso no se hace de un día para el otro.
—¿Cómo palpitás la vuelta del Broadway emblemático, el de las luces en las marquesinas y las multitudes en las calles?
—La tristeza de ver a Nueva York con los teatros cerrados, las calles desiertas casi abandonadas, era tremenda. Por un lado tengo una sensación ambigua, de lamentar estar en nuestra casa, que fue el Winter Garden durante un año, que lo veíamos a tope con una obra de nuestra producción. Pero al mismo tiempo, con la felicidad de estar yendo a una premiación, y a medida que te lo estoy contando, se me pone la piel de gallina. Es una emoción muy grande, llevada a la felicidad. Va a ser la primera obra teatro que voy a ver después de 18 meses.
—¿Cuál es tu mirada del impacto de la pandemia en el arte y los artistas?
—Creo que hubo una revalorización de la humanidad. La pandemia nos puso en primer plano la necesidad de la humanidad, y las redes sociales, pero se llenaron de arte. Explotaron con manifestaciones artísticas, explotaron las plataformas de contenidos. El mundo se llenó de series, de documentales, de música, gente haciendo música en su casa, filmando; creo que de esta pandemia va a ser el nacimiento de un boom artístico como nunca antes se ha visto. De todo esto van a salir nuevas ideas, nuevos formatos, nuevos artistas, y más allá de las cosas que nos pasan con la política, nos pone en contacto con la humanidad, con las emociones, el sentir, el abrazarnos, el compartir, el querer estar juntos. Creo que si algo tenemos que rescatar de la pandemia es la celebración de la humanidad y que sin lugar a dudas revalorizó la necesidad de tener el arte cerca.
—¿Cuál es el impacto del espectáculo por streaming?
—Hay algo positivo, que tiene que ver con las nuevas formas de comunicación en el arte. Te pongo un ejemplo, Miley Cyrus hacía streaming de sus shows en el Whisky a Go Go en Hollywood y en segundos vendía miles de tickets. Pero creo que el vivo será irreemplazable, esa sensación de cantar todos juntos en un recital, de llorar todos juntos en una obra de teatro, o de ponerte de pie con el pecho explotando de emoción por un cuento bien contado.
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