Alain Delon: la triste y violenta infancia del eterno galán francés

El artista que alguna vez fue el hombre más atractivo del mundo vivió una niñez, adolescencia y juventud complejas. Con destino de estrellado, logró cambiarlo cuando encontró su lugar en el mundo del cine

Alain Delon fue uno de los mayores mitos del cine en los sesenta y setenta (Foto: REUTERS/Gonzalo Fuentes)

Con una muleta, su cabellera encanecida y el cuerpo deteriorado, Alain Delon se acercó a la iglesia de Saint-Germain-des-Prés para despedir a Jean Paul Belmondo. Cuando una se comenzaba a preguntar qué había quedado de aquel que fue definido como “la mayor contribución de Europa a la belleza universal después del David de Miguel Ángel”, Delon, de 85 años, bajó su barbijo y sonrió. Y otra vez fue Delon, el galán eterno que tuvo el mundo a sus pies, pero también que como lo describió nada más ni nada menos que Brigitte Bardot es “esa águila de dos cabezas, el ying y el yang, lo mejor y lo peor, lo que te vuelve a la vez inaccesible y tan cercano, frío e incandescente”. Su fama de difícil y violento -alguna vez preguntó sin sonrojarse “¿Quién no le ha pegado alguna vez a su mujer?”- quizá se explica en una infancia que tuvo más días de furia que de inocencia.

Alain Delon and his son Anthony Delon arrive to attend the funeral ceremony for late French actor Jean-Paul Belmondo at the Saint-Germain-des-Pres church in Paris, France, September 10, 2021. REUTERS/Gonzalo Fuentes

Imagine el lector esta escena. Un maestro encuentra a un alumno que orina dentro de un tintero. Es la década del 40 y la violencia no solo está permitida sino que está bien vista como “método educativo”. El docente toma al niño de una oreja y enfurecido lo lleva hasta el pizarrón. El muchachito se defiende: “Delon me obligó, señor. Amenazó que si no lo obedecía me golpearía con su cinturón”. El docente llama a ese chico de ojos increíbles pero mirada desafiante y lo conduce ante el director. Retos, gritos, el muchacho permanece impávido. No escucha y mucho menos le interesa lo que dicen, en su cabeza solo piensa cómo vengarse de ese compañero al que considera un “soplón”.

La jornada termina. En la calle desierta, un Delon agazapado espera a su compañero. Al verlo, se abalanza y le da tal paliza, que los pocos que los ven no se atreven a separarlos. Su madre y su padrastro son citados en la escuela. No hay sugerencias, no hay apelación, solo hay veredicto y condena: Delon es expulsado. No será la primera vez ni la última. Durante su infancia y adolescencia será echado de 12 colegios religiosos y 14 internados.

"Si no hubiera sido actor estaría muerto. El cine era mi destino", reconoció Alain Delon en 2017 en la revista Paris Match

Hoy diríamos que Delon tuvo una familia disfuncional. Su padre, de origen corso, administraba un cine de barrio y su madre descendía de una familia argelina, de esas llamadas con desprecio pieds-noir (pies negros). El hijo tenía apenas cuatro años cuando sus progenitores se divorciaron. “Hubieran querido que se amaran, que paseáramos los tres juntos, pero no recuerdo haberlos visto jamás caminando de la mano, jamás vi una sola muestra de cariño entre ellos”.

Cuando sus padres se separaron ninguno quiso hacerse cargo de él y quedó al cuidado de una familia. Su madre rearmó su vida con un fiambrero y su padre volvió a formar pareja, por lo que a los ocho años, Alain alternaba a veces con el padre y otras con la madre. “Crecí entre dos familias y siempre fui recibido por “medio hermanos” y “medio hermanas”. En aquella época hubiera dado cualquier cosa por un hermano de verdad, alguien con quien compartir mis angustias. Creo que fue en ese momento que comprendí que nunca podría contar con nadie… que estaba solo en el mundo”.

Se convirtió en un chico solitario y rebelde, introvertido y cínico. Comenzó un recorrido frustrante por distintos colegios, pasó por instituciones dirigidas por jesuitas, benedictinos, franciscanos pero también por escuelas públicas y laicas. En casi todas le repetían lo mismo: era la primera vez que debían expulsar a un niño de su edad. A los 11, sus padres hartos de tantas expulsiones decidieron dejarlo a cargo de una nodriza que vivía junto a la cárcel de Fresnes. Quizá fue una sutil manera de decirle que ese lugar sería su futuro. Lejos de amilanarse, Alain se hizo amigo de los hijos de los guardiacárceles. Con ellos jugaba a “policías y ladrones” y siempre era del segundo grupo.

Su belleza y sus expresivos ojos azules hicieron de Alain Delon uno de los mayores mitos del cine francés (Foto: Gettyimages)

Cansados y hartos de buscar escuelas lo inscribieron en una institución religiosa especializada en chicos con problemas de conducta: Saint Gabriel de Bagneux. Durante cuatro años enloqueció a sus maestros. Un compañero lo desafió. “A que no te animás a robarle la moto al director”. Alain aceptó el desafío, tomó la moto y salió a recorrer los arrabales. Su audacia no era proporcional a su pericia como conductor. Se estrelló contra un paredón. La moto quedó maltrecha, con una rueda torcida; el conductor quedó con algunos magullones en su autoestima. Ya no hubo paciencia. Lo expulsaron.

Lo anotaron en un internado, Saint Nicolás d’ Igny. No fue necesario expulsarlo, se fugaría antes. Con 13 años se hizo amigo de Daniel Salvate, ambos compartían un sueño: convertirse en gangster. A los seis meses de estar pupilos, los adolescentes ya no soportaban el encierro. Con Salvate soñaban dejar Francia para instalarse en Estados Unidos, más precisamente en Chicago y convertirse en los nuevos Dillinger y Al Capone.

Del dicho pasaron al hecho. Cada vez que visitaban a sus padres acopiaban elementos para su aventura, así consiguieron mantas, una brújula y hasta un largavistas. Querían abordar un carguero que salía de Bordeaux para desembarcar en lo que para ellos sería la tierra prometida. El barco salía un lunes, ese fin de semana Salvate tomó todos sus ahorros, Alain no tenía dinero guardado así que desvalijó la caja de la fiambrería de su padrastro y de paso tomó varias latas de conserva. La mañana del lunes se despidieron de sus padres que se quedaron tranquilos convencidos de que volvían pupilos al colegio.

“La belleza estaba de mi lado. Todo el mundo me lo decía, todo el tiempo. Las mujeres me lo decían y no solo las mujeres", contó Alain Delon (Foto: Gettyimages)

Salieron a la ruta, hicieron dedo, a los que los llevaba les contaban compungidos la historia de una tía que “se está muriendo en Bordeaux y debemos llegar a tiempo para despedirla”. Tardaron seis días en recorrer los 300 kilómetros que separan París de Châtellerault. Escasos de dinero dormían en los cementerios. Agotados faltaban 200 kilómetros para llegar a Bordeaux cuando los levantó un viajante.

“Pibes, los dejo aquí. Tengo que hacer algo pero volveré a buscarlos para llevarlos a Poitiers”, les aseguró. Los dejó en una comisaría. El comisario salió a recibirlos y les preguntó quiénes eran, qué necesitaban. Delon respondió agresivo y arrogante. Se negó a decir quiénes eran, qué hacían y también a mostrar su documento. El comisario no levantó la voz, no los amenazó, pero cambió su tono paternal por otro de hartazgo. “Ya que te crees un gangster te voy a tratar como tal”. Llamó a un oficial y le ordenó que los metiera en un calabozo. “Cuando recuperen la memoria seguimos conversando”, advirtió.

Encerrados, solos, Salvate comenzó a llorar y a suplicarle a su amigo que dijeran la verdad. “Si cantás te marco con mi cuchillo. Te voy a hacer una cruz como a las vacas, y vas a quedar desfigurado para toda la vida. No sos más que un cobarde, una nena”, lo amenazó su ahora ex amigo Delon.

La amenaza fue más fuerte que el miedo de su compañero. Recién 24 horas después, Salvate pidió hablar con el comisario. Delon soportó doce hora más. Lo llevaron a una oficina donde se encontró con su amigo, sus padres, el comisario y su padrastro. Salvate padre, enfurecido le lanzó una cachetada y Delon, lejos de achicarse, comenzó a pegarle. Los separó el comisario, que lo hizo esposar mientras le aconsejaba a su padrastro “Mire señor, este chico tiene mala entraña. Si fuera mi hijo lo metería en un reformatorio”.

Delon trabajó con directores de renombre como Jean-Pierre Melville, Luchino Visconti, Michelangelo Antonioni, Joseph Losey, Jean-Luc Godard, Louis Malle o Volker Schloendorff.(Foto: Gettyimages)

Lo increíble de la historia es que, los adolescentes habían faltado al colegio seis días y nadie lo notó. Como consecuencia el encargado de disciplina fue expulsado. El hecho fue tan escandaloso que salió en los diarios. Fue la primera vez que Delon vio su nombre impreso. Ningún instituto quería aceptarlo, así que abandonó los estudios y comenzó a trabajar -obligado- en la fiambrería de su padrastro.

Es justo reconocer que en esa época mis padres vivieron un verdadero calvario”. Se la pasaba de fiesta en los boliches o vagando en las calles. Lideraba una pandilla que disfrutaba haciendo maldades. Un panadero vecino solía pasar varias horas amasando; a la tarde, dejaba reposar la masa para a primera hora poder hornearla. Ellos entraban al local por una ventana mal cerrada y le ensuciaban la masa, lo hicieron durante un mes. Cesaron no porque se arrepintieron, ni siquiera porque se aburrieron, solo porque los agarraron.

Su fama de bueno para nada y pendenciero hizo que le endilgaran culpas propias y ajenas. La hija de un vecino, tres años mayor, aseguró que esperaba un hijo de Alain, cuando en realidad era hijo del hombre casado con el que salía. Sus padres le creyeron a la joven y querían obligarlo a casarse para “salvar el honor”. El hijo juró que ese niño no era suyo, su argumento para proclamar su inocencia fue bestial: “jamás podría haber tenido relaciones con una chica tan fea”. Como nadie creía su versión, una noche acorraló a la joven en un callejón, la amenazó y no la dejó irse hasta que ella le dijo el nombre de su amante.

Alain Delon debutó en el cine con 22 años. Al año siguiente, en el rodaje de 'Christine' conocería a la que fue uno el gran amor de su vida y junto a la que formó una de las parejas más bellas del cine, Romy Schneider.

A los 18 años decidió entrar en la Marina. Había estallado la guerra de Indochina y se anotó como voluntario. Sus padres y vecinos suspiraron aliviados. Que se fuera a la guerra parecía la única forma de encontrar la paz. “Lo único que me interesaba era partir. Como todavía era menor de edad mis padres me dieron sin problemas la autorización para brindar servicio. Los primeros meses que pasé allí fueron los más felices de mi vida. Me veía respetado como hombre. No le temía a la muerte, me gustaba arriesgarme pero me espantaba la posibilidad de quedar estropeado físicamente”.

Aguantó y lo aguantaron cuatro años. Indisciplinado, soberbio, lo degradaban de “marinero sin especialidad” a “aprendiz marinero”. Repartía su tiempo entre arriesgadas acciones de guerra y el contrabando de bebidas, cigarrillos y hasta de armas. De todo el tiempo que estuvo alistado, dos los pasó en prisión. En 1955 le dieron la baja definitiva acusado de abandonar la guardia, robar un jeep, salir a dar un paseo y terminar con el vehículo adentro de un arroyo. “Fue una noche de debilidad, algo que le suele pasar a los humanos”, argumentó.

Al volver de la guerra le tenía miedo a la ciudad. No quería ver a su familia y su familia tampoco verlo a él. No volvió convertido en héroe sino en vergüenza. Trabajó de changarín cargó cajones de coliflor y tomates, fue mozo en un café y guardián en un mercado mientras dormía en la plaza Saint Germain. Conoció a ladrones, mafiosos, drogadictos y a todo marginal que anduviera por París.

Fue en la plaza de Saint Germain que lo descubrió Brigitte Auber. La actriz lo llevó a su casa, le enseñó modales y le prohibió pasar el día insultando. A cambio, él lavaba los platos, tendía las camas. Auber le presentó un amigo pintor que lo contrató como modelo.

Junto a Jean Paul Belmondo, Alain Delon fue uno de los actores más famosos de su país (Foto. by Gabriel DUVAL / AFP)

Su estilo de vida comenzó a cambiar. En 1957 lo invitaron a una fiesta donde conoció al director Ives Allegret que al verlo lo imaginó como un asesino sentimental y le propuso filmar Quand la femme s’en mêle. Delon aceptó porque le parecía que el trabajo de actor le ofrecía grandes ventajas con mínimos problemas.

Con su increíble belleza pronto atrapó al público. Podía ponerse en la piel de personajes tan atractivos como corruptos para luego interpretar a héroes tan tiernos como románticos. Los papeles le llovían. Protagonizó medio centenar de películas como “Rocco y sus hermanos”, “El gatopardo”, “A pleno sol” o “Notre Histoire”.

Tuvo miles de romances pero cuatro reconocidos; con Rommy Schneider, con la actriz francesa Nathalie Canovas, la modelo holandesa Rosalie Van Breemen y la actriz Mireille Darc.

Lejos de sus épocas de gloria hoy retirado de la actuación trata de recuperarse del accidente cerebrovascular que sufrió en el verano de 2019 y de recomponer un poco la relación con sus hijos para que ya no lo vean como un ser “machista, xenófobo y violento, coleccionista de armas, fetichista, presto a humillar a sus hijos y a numerosas mujeres con fría ferocidad” como lo describía su hijo Alain en su libro autobiográfico “De la race des seigneurs”. Vive en Suiza y cada tanto sorprende con declaraciones donde defiende la pena de muerte y muestra comprensión con el avance de la ultraderecha porque “la gente está harta de que les hablen como lo hacen los políticos. Quieren acción, quieren otra cosa”. Sin pena y con poca gloria asegura que en su vida solo hizo tres cosas bien: trabajo, hijos y… estupideces.

Delon tuvo una infancia rebelde, con múltiples expulsiones de los colegios en los que fue inscripto (Foto: EFE/Yoan Valat/Archivo)

Con material de archivo de las revistas Gente, Siete Días y Ahora

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