Corría agosto de 1969 cuando el festival de Música y Arte de Woodstock copó una granja lechera en Bethel, Nueva York. Más de medio millón de personas se acercaron, desde distintos rincones de los Estados Unidos, a ese predio de más de 200 hectáreas para presenciar un total de 32 shows. Entre tantos artistas y estilos, uno brillaba especialmente: Jimi Hendrix. El guitarrista estaba en la cresta de la ola y conmovió con temas que se convertirían en clásicos como “Voodoo Child” y “Red House”. Hendrix vivía meses intensos, de fama, dinero, amantes. Faltaba un año para que la muerte lo encontrara en un hotel de Londres dejando detrás de sí un tendal de hipótesis, dudas y sueños por cumplir.
Eran años agitados, la década del 60 iba llegando a su fin y entre los miles de chicos y chicas que se acercaron a vivenciar ese fin de semana en Woodstock, tres murieron: uno, por sobredosis de heroína; otro de peritonitis y el último atropellado por un tractor. De acuerdo a lo publicado por la web histórica History Daily Page, Jimi Hendrix fue el que mejor cobró por su actuación: 18.000 dólares. Basta compararlo con Santana, que recién empezaba, al que le pagaron 750 dólares, con la ya reconocida Joan Báez que facturó 10 mil y con Janis Joplin que se llevó 7 mil, para ver que se trataba de un fenómeno.
Jimi Hendrix murió por sobredosis el 18 de septiembre de 1970. Se pasó de consumo, se ahogó en su propio vómito, terminó con su vida de la manera más triste. En su libro Wild Thing, el autor Philip Norman describe a los testigos de la mañana en la que Jimi murió: la patinadora Monika Dannemann, novia del guitarrista, y el músico Eric Burdon, un amigo de la pareja. Ella dice que lo encontró mal y que llamó a la ambulancia, mientras que él asegura que Monika llegó sobre el final, cuando ya se lo estaban llevando. Burdon no dudó en aseverar que Jimi se había suicidado basándose en una nota que dejó en la habitación y que habría escrito antes de morir. Es probable que el texto titulado “La historia de la vida” no fuera más que un poema, pero Burdon supuso que se trataba de una carta de despedida.
Ese día, cuando lo sacaron de la habitación del hotel en la que fue encontrado, a Hendrix lo atendió el joven médico australiano John Bannister, que lo recibió en el Hospital St Mary Abbot de Londres. Medio siglo después, Bannister continúa manteniendo su versión: “Trabajamos en él durante aproximadamente media hora, pero no respiraba. Su esófago estaba lleno de vino. Había vino por todas partes”. Entrevistado por el diario The Sydney Morning Herald, el médico contó que el guitarrista “llevaba muerto al menos media hora”, cuando llegó al hospital. También mencionó a una mujer que lo acompañaba, refiriéndose a Monika Dannemann. “Ella estaba muy molesta. Fue una situación muy triste”, recordó en el diario australiano.
Hendrix entró en el tétrico “club de los 27”, como Jim Morrison, Janis Joplin o Brian Jones, todos músicos talentosos unidos por trágicos desenlaces ligados al abuso de drogas y alcohol. El genio de la guitarra había regresado de una gira y estaba exhausto. Monika era una joven alemana que conoció estando de gira unos meses antes, y aunque estaban juntos, ella no era la única. La chica era patinadora y comentó en más de una oportunidad que Jimi le había pedido casamiento, pero no hay pruebas de que eso haya sucedido. Dannemann tampoco tuvo una muerte serena: falleció el 5 de abril de 1996 a los 50 años asfixiada en su auto. Se supone que fue un suicidio, pero también trascendieron comentarios de allegados que hablaban de homicidio, ya que habría recibido reiteradas amenazas de muerte. ¿Por qué tanto misterio?
La muerte de Jimi también está plagada de dudas y especulaciones. Un ex road manager de los Animals, James ‘Tappy’ Wright, escribió en sus memorias que en su momento se llegaron a presentar cargos en contra de Mike Jeffery, el manager de Hendrix. Wright cuenta que Jeffery necesitaba conseguir dinero de manera urgente para pagarle a la mafia los 30 mil dólares que había pedido prestados, más sus intereses. El diario británico Daily Mail publicó en un informe que el guitarrista había adquirido, poco antes de morir, una póliza de seguro de vida por 2 millones de dólares. “Para Mike valía más muerto que vivo”, dijo en su momento Wright, casi sin dudar.
Aunque nunca hubo suficientes evidencias, Leon Hendrix, hermano de Jimi, también ha dicho más de una vez: “No tengo ninguna duda de que mi hermano fue asesinado. Solo quiero saber quién lo hizo”. Leon sabía cuánto quería su hermano a la música y a la guitarra, el instrumento que se imaginaba cuando era un niño aún y jugaba con una escoba en su casa de Seattle, Estados Unidos. Luego llegó la primera acústica, después la primera eléctrica, compradas con mucho esfuerzo por su padre, que ya veía el talento a flor de piel en su hijo. Jimi aprendió a tocar con los dientes, a hacer magia con las cuerdas, a soportar los meses en el ejército porque sabía que su talento iba a tener recompensa. Su carrera fue corta e intensa, y dejó una marca indeleble que ninguna intriga podrá borrar.
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