“¡No me rompas las pelotas, boludo!”, saluda J Balvin a Teleshow con una sonrisa y una ajustada imitación de la tonada porteña. Desde un set de televisión ubicado en Nueva York, encandilado por pantallas celestes cielo, le toca atender en continuado a la prensa latinoamericana. Cada 15 o 20 minutos pasan periodistas por el monitor que tiene delante de sus ojos. A veces devuelve la mirada, casi siempre se despereza con modales amables y suelta un discurso susurrado, ya acostumbrado a esta rutina que hoy está sujeta a una condición: nada de preguntas sobre su mujer, la modelo argentina Valentina Ferrer, ni tampoco sobre Rio, el flamante hijo de ambos.
El colombiano está frente a la cámara para hablar de JOSE, su nuevo disco, ese que viene anticipando desde que lanzó “Un Día (One Day)”, track en el que fundió versos con Dua Lipa y Bad Bunny y que estrenó en julio del año pasado con un videoclip protagonizado por Úrsula Corberó.
Un viaje largo, de luces y colaboraciones, irónicamente más colorido que Colores: su trabajo anterior, publicado el 19 de marzo de 2020 en simultáneo con el estallido mundial del coronavirus y con un mood sombrío que invitaba a perrear debajo del ventilador y con las persianas cerradas. Full cuarentena. Ahora, con fiestas cada vez menos clandestinas, vuelve muñido de elementos del pop de ayer y hoy para moldear al reggaetón en su enésima ola, la postpandémica, justo sobre el final del verano boreal y a poco de que comience la primavera en esta parte del mundo.
“Nos demoramos un par de meses para volver a tener la energía adecuada, porque emocionalmente ninguno estaba bien y todo estaba muy oscuro. Y la incertidumbre... Fue muy difícil, pero finalmente llegó la luz y ahí fue que aprovechamos para grabar, componer, crear”, cuenta Balvin sobre el proceso. “El concepto soy yo, lo que pienso, lo que siento, mi gusto musical y el sonido que siempre he querido escuchar en mí. Hay de todo un poco, con mucha variedad, mucha versatilidad”, define escuetamente sobre JOSE, estilizado en mayúsculas, sin tilde en la “e” y acentuado en la “o”. Ese es el apodo más familiar de quien nació con el nombre de José Álvaro Osorio Balvín en Medellín y hace poco más de 36 años.
“Yo celebro que le puedo compartir al público que soy un ser humano como cualquier otro. Y que obviamente entiendo que respetan a los artistas y que los pueden poner un pedestal si quieren, pero... No se les olvide que somos seres humanos como cualquier otro. Es parte de la vida”, explica sobre la razón de utilizar su sobrenombre como título. En ese sentido y con el álbum al alcance de quien lo quiera escuchar, su sueño es que “la gente diga: ‘Jose lo logró de nuevo’. No J Balvin, Jose”.
El jaleo extendido que une a “Una nota” con “Te acuerdas de mí”, en el que Sech le pasa el fuego a Yandel para que lo siga él solo. El electro-frenético de la mano de un Skrillex más accesible y amable para “In Da Getto”. Los latidos de bebé adentro de un útero como beat acuoso y rugoso para “Querido Rio”, carta de amor a la ecografía de un hijo por venir. Ecos de Coldplay en las texturas de “Vestido”. En los detalles está el sabor, mientras Balvin se pone en “modo Madonna” al confesarse en la pista, pendulando entre la frivolidad de la noche y el calor del hogar, casi siempre acompañado.
Entre los invitados, se destacan dos mujeres: la argentina María Becerra y dominicana Tokischa. La aparición de esta última es análoga a la de Rosalía en Vibras, disco que Balvin publicó en 2018 justo antes de que la catalana se disparara hacia el mainstream. Casualmente, por estos días Rosalía y Tokischa estrenaron una tema juntos al que titularon “Linda”.
“A Tokischa la conocí por redes. Un amigo mío, el manager de Bad Bunny, me dijo: ‘Escúchala’. Y yo dije: ‘Guau, ¡qué fresco, que personalidad, que energía!’. Y ahí la busqué y pudimos trabajar”, dice José sobre esta rapera de filo nasty, una de las novedades más calientes de la escena. “Creo que la idea es hacer reyes y reinas, príncipes y princesas. Crear un imperio entre nosotros. Uno más uno, tres. Siempre”, agrega respecto a su actitud de abrirle las puertas a nuevos talentos para que se siga expandiendo la “Latino Gang”.
—¿Qué te sedujo de María Becerra?
—Todo: el color de voz, la actitud, la puesta en escena. Cuando me puse a estudiarla, vi sus videos de YouTube de antes y me causó mucha gracia lo tímida que es, entre comillas, y lo extrovertida que es cuando está frente a una cámara. Cuando nos conocimos en Nueva York, fue espectacular: es la persona que yo pensaba que era y mucho mejor.
—“La disco esta llena y yo pensando dizque en ti”, cantás en “Que locura”, una línea en la que ajustás las ficciones de tus canciones con tu vida privada, que es más low-key. ¿Cómo trabajás tus textos?
—Yo soy un ser humano como cualquier otro. Yo he sido un peligro (se ríe). Sí, obviamente, he tenido muchas tentaciones. Y obviamente he caído varias veces. Pero respecto a las mujeres. De repente, hay letras que sí son muy reales de lo que he vivido, de lo que yo pienso, lo que yo siento. Otras sí son situaciones, pero casi todas aplican a Jose. A un amigo de un amigo le salen (más risas).
“El negocio, socio”, solía ser el latiguillo con el que Balvin se sintetizaba como artista y empresario en una misma persona. Algo que ahora vuelve de otra forma. “La intuición me guía hacia lo que yo pienso que es lo que va a funcionar y me arriesgo. A mayor riesgo, mayor ganancia. Al igual que en la pérdida, pero aquí pensamos siempre en ganar”, dice sobre su método.
También lo deja claro cuando piensa en voz alta sobre la importancia de tocar en vivo. “En el escenario uno entiende que está ahí por una misión. Y que no es solamente llenar estadios o lugares, que es muy importante, obviamente nos encanta. Nos encanta que todo el mundo gane: los empresarios, los sponsors, toda la gente que está metida. Pero también sé que la gente quiere de mi energía, o quiere escuchar palabras de ánimo, quiere estar en un estado de ánimo brutal”, dice José.
—¿Hasta qué punto te interesa lo material?
—Si yo soy lo tengo, el día que no tenga, no sería nada. No tiene sentido. Pues claro que me disfruto de las cosas materiales, pero eso no me hace a mí. Sería totalmente vacío, ¿no? Que caiga en una quiebra, Dios no quiera, y... ¿Dejo de ser yo? ¿No soy Jose? No. Por eso trato de trabajar mucho en el desapego. Sobre todo, en el desapego material. Ese desapego lo he tenido desde muy pequeño. Eso sí: soy más apegado a las personas. Eso es algo que debo estudiar. Hacer una buena terapia y un buen estudio con ese error mío para no depender tanto del afecto o de la aceptación de quienes me rodean.
—Sos parte de “The Metallica Blacklist”, disco en el que Metallica volvió a grabar su “Black Album” junto a artistas muy diversos. ¿Cómo te cayeron los comentarios de los detractores?
—Ellos me llamaron, yo soy super fan de Metallica. Me dijeron que eligiera que canción. Pero yo no hice un cover: en vez de eso, hice una versión. Yo simplemente utilicé el sample y ya. Soy tan fan de Metallica y como que esas canciones son tan intocables, que como que ni pa’ que. Y obviamente iba a ser muy controversial, aunque fue una cachetada de guante blanco para todos estos metaleros súper radicales que Metallica llegue y me invite. Es como: “Ok, si yo soy una mente cerrada e intolerante, ¿por qué mis ídolos tienen la mente abierta y trabajan con J Balvin?” Eso fue bien especial
—Hoy en tu Instagram compartiste una entrevista a Facundo Cabral en donde él decía: “Es una locura estar separados por la religión o por la ideología. La ideología es una idea petrificada, que está muerta. Y la vida es dinámica. Entonces, tiene que haber diálogo, que no lo hay”. ¿Cómo practicás la tolerancia?
—Facundo Cabral es, sin duda alguna, de mis grandes inspiraciones. Uno de los grandes dolores que he tenido es no poder tomarme un vino o un café con él. Hasta el momento he podido hablar con la mayoría de las personas que me inspiran. Lastimosamente, pues, él no está en este plano. Pero es legendario, sus palabras son un legado. Y estoy de acuerdo con él: mira lo que está pasando en Afganistán, es totalmente religioso. Divide, más que une. Esa es mi opinión personal. Ahora, a quien le guste, es respetable, pero... Facundo decía: “Qué increíble que las guerras más grandes sean en Tierra Santa”. Finalmente, son los seres humanos quienes controlan la religión.
—Te abriste como nunca a hablar de tu depresión. ¿Cómo estás trabajando para superarla?
—Sigo con tratamiento médico y con terapia psicológica. Y teniendo buenos hábitos: tratando de dormir bien, alimentarme bien, meditar, buscar un balance, no consumir drogas... Igual, pues, nunca lo he hecho. Y también la música, que está en todo momento. Creo que la vida de todos nosotros es una banda sonora. Siempre tendremos canciones que nos recuerden a algo, algún momento, situación, persona, temporada... La música es atemporal y tiene la bendición de crear nostalgia. La nostalgia no es triste, ¿sabes? Es como: “Guau, qué buenos momentos”
—¿Creés que existe la “canción perfecta”?
—Para mí hay canciones perfectas, pero no son mías (se ríe). “One”, de Metallica; “Smells Like Teen Spirit”, de Nirvana; varias de Dr. Dre; Michael Jackson también tiene muchas. Cada quién tiene su propia percepción de lo que sería la perfección, pero no me atrevería a decir ninguna de las mías. Y tampoco busco eso. Yo busco que pueda transmitir una emoción. Si al arte le pones mucha complicación, no se vuelve arte. Igual entiendo a muchos artistas que están escuchando y dicen: ‘Se escuchó un respiro, se escuchó esto, lo vamos a cambiar’. Creo que en esa búsqueda de la perfección, se pierde mucho de la esencia de la grabación y de la energía que tenías en ese momento. Porque nunca va a ser la misma, nunca va a sonar igual.
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