“Acá estoy, pero prefiero no hablar, perdoname. No estoy bien”, había dicho Cabito Massa Alcántara en junio de este año luego de que se conociera que estaba internado en el Hospital de Clínicas. 45 días después fue dado de alta y a un mes de haber salido de la institución médica, el conductor radial habló con Teleshow sobre su salud, su futuro y confesó que tuvo miedo de morir.
“Anímicamente bien, pasé momentos complicados pero estoy mejor”, celebró en una charla a fondo y dijo que en lo que a la parte médica respecta, está “tratando de mejorar”. Sobre cómo sigue su salud, detalló: “Estoy haciendo lo que tengo que hacer, estoy usando muletas porque el tobillo no lo puedo apoyar y siguiendo tratamientos tradicionales”.
El también publicista contó que estuvo a punto de perder un pie y que ante la declaración del equipo médico que lo estaba atendiendo decidió buscar alternativas, para evitar la amputación. “Hay que creer en uno mismo, si me hubiera quedado con los doctores de larga data, no tendría una pierna, pero busqué la mía y con el apoyo de mi familia y amigos y el equipo de traumatología del Hospital Fernández, acá estoy”.
Es que con un problema en uno de sus pies, los especialistas creían que su cuerpo no reaccionaría como para sanarse y que por eso lo mejor sería amputar. “La pelee”, dijo y fue así como con ayuda de su hermana Alejandra y de su novia Jessie emprendió un tratamiento SANA que consiste en cicatrizar heridas de forma rápida para evitar que se infecten: “Así me salvaron el pie”.
Por eso salió del hospital en silla de ruedas, luego usó andador y ahora muletas, hasta de a poco recuperar por completo su movilidad. Paralelamente tiene que reponerse de su anemia y de “otros temas por estar tanto tiempo internado”, por ejemplo, deberá ganar el peso y la masa muscular que perdió, para lo cual come ordenado, hace ejercicios y kinesiología.
Desde que fue dado de alta se divide y está parte en la casa de su mamá y parte en la suya, con su novia. Además lo acompañan siempre su hermana y Sol, su sobrina. “Me ayudan porque no me podía cuidar solo, pisar es difícil, ir a hacer las compras... ahora mejoró todo”, dijo quien además ya puede manejar, lo cual le da independencia para ir de un lugar a otro.
Los días en el Clínicas y el alta
Los días en el hospital no fueron fáciles. Aunque podía estar conectado al teléfono si quería, debido a los protocolos por el COVID-19 las visitas estaban restringidas: “Muchos amigos no podían venir pero igual estuvieron cerca. La soledad del internado estaba determinada pro el coronavirus por más que no tuvieras coronavirus. Es difícil porque los días son eternos, tenía insomnio, dormía poco. El ritmo de hospital es: a las 12 te controlan, te toman la presión y a las 5 te despiertan, yo que soy noctámbulo no dormía”.
En ese contexto, cada gesto de su familia y amigos que le llegara era un bálsamo. “Tengo la suerte de tener gente al rededor pero había pacientes que están muy solos, o que vienen del interior, ves lo que pasa en otras camas.... Yo odio el zapallo y la comida de hospital es 90 por ciento zapallo y a veces mi familia me traía algo diferente de comer y eso en ese momento, es un montón, lo mismo que cambiarte de ropa”.
En la cama y muchas veces solo, la cabeza juega un rol fundamental. “Tuve miedo, soy un cagón crónico, tuve miedo”, dijo. ¿A qué? “A morirme, al dolor no, no pasé tanto dolor estaba con analgésicos, pero sí tuve miedo a morirme y es difícil por lo que escuchás (en el hospital), los gritos, gente que entra y no sale mas”. Aquellos días recordó cuando en el 2017 estuvo unos minutos clínicamente muerto: “Ese había sido el peor momento, y ahora éste fue el peor, y las cosas pasan y uno se acostumbra y seguís adelante, sentís que nunca va a pasar, pero es un proceso”. A pesar de eso, él no se describiría como un luchador: “Algunos me lo dicen, pero yo no me siento así”.
En los momentos críticos buscó a qué aferrarse: “Me bautizaron, no soy creyente pero cuando estás mal te aferrás a creer, uno se acuerda de Dios o de lo que crea en ese momento, también me aferré a mi novia y a mi familia, a la contención de un abrazo”. A su vez agradeció el apoyo de sus amigos, y mencionó Christophe Krywonis a quien definió como un “hermano”, sus conocidos y al público: “No lo puedo creer, se me pone la piel de gallina cuando pienso en la gente, no sé cuándo sembré, pero coseché mucho amor, yo no los conozco pero ellos a mí sí”.
“Increíble”, fue la palabra que eligió para definir el momento en que recibió el alta: “Recién pude irme cuando pude recibir los antibióticos por vía oral, me fue a buscar mi novia, volvió ella manejando y en casa había dos amigos, fue emocionante, después de estar 45 días acostado”. Ya en su hogar, volvió a una de sus pasiones, cocinar. Pronto planea retomar el proyecto gastronómico que iba a emprender antes de su internación y además se siente con ganas de volver a la radio y a la televisión: “Me vuelvo loco pro hacer algo, no por lo económico”.
Cabito asumió su responsabilidad sobre lo que pasó y al ser consultado sobre si la pandemia y la cuarentena le afectaron, dijo: “El 2020 no tiene nada que ver, lo que me pasó tiene que ver con que no me sentía bien y tenía una anemia galopante, tenía que tomar vitaminas y no las tomé, la culpa es mía, no es ni mala suerte ni nada”.
Noches sin dormir, días interminables y miedos desde la cama del hospital hoy son parte del pasado. Enfocado en recuperarse con el apoyo de su familia, el conductor mira hacia adelante, se siente afortunado de tener “amor” y dijo que seguramente pronto estará cocinando en restaurantes de amigos.
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