A los 84 años, este sábado falleció Billy Cafaro, el primer rockero que cantó en castellano en América Latina. Susana Sanfilippo, su esposa, confirmó la triste noticia a la emisora radial FM Emociones, de San Nicolás.
Johnny Tedesco, fue uno de los que le dedicó un sentido mensaje, en su página oficial de Facebook. “Adiós Billy Cafaro. Para mí el primer ídolo argentino de música de rock. Encender la radio en cualquier horario sonaba el gran Billy con su extenso y exitoso repertorio. Excelente intérprete de clara, potente y afinada voz. Llenaba estadios y detenía el tránsito en sus presentaciones radiales bajando en helicóptero en pleno Obelisco”, escribió.
Porteño de nacimiento, Luis María Cafaro, tal era su verdadero nombre, quería ser cantante, pero sus padres, de pocos recursos, lo inscribieron en una escuela industrial para que un oficio le asegurara una mejor vida. El canto, decían, “no te va a dar de comer”.
La encrucijada entre él y la fama llegó cuando el mentor de una discográfica decidió que el rock, ese tsunami indomable, exigía una voz nativa. Y por esas impredecibles decisiones del azar, sus ojos y oídos captaron la voz de Luis María en un simple: “Pity Pity”, pegadizo tema del indiscutible Paul Anka. Hasta ese momento, su única cercanía a la música, más allá de su fervorosa vocación, era un cierto dominio del violín, instrumento que lo apasionaba, su aceptable voz, y las ganas.
El tema, multiplicado por Radio El Mundo en ese caliente 1958, sin traducir, reventó las disquerías: 300 mil copias. Cien mil más que “La balsa”, mito del rock nacional. Y cantado sin traducir por Cafaro, que en adelante sería “Billy”. Adiós a “Luis María”, salvo para los gordísimos cheques que empezaron a lloverle. Casi de la noche a la mañana, casi de la nada a millonario, Billy se transformó. No era para menos: pequeño de cuerpo, con barbita de mosquetero, hasta poco antes operario ayudante de un taller metalúrgico, era el fundador de la primera ola de rockmanía.
Sin embargo, poco después llegaría el mal paso. En 1959 grabó en castellano “Kriminal Tango”, un tema de rock alemán compuesto por Hazy Osterwald, y liberó las furias de millones de tangueros, que creyeron ver en su letra una burla, acusación, insulto al Santo Grial porteño: el Dos por Cuatro. La ola de ira, desprecio, insultos, ataques desde los medios fue tan violenta que recaló en España, donde su canto y su éxito fueron ignorados.
En 1963 volvió al generoso terruño. Cuatro años de exilio habían envuelto el fenómeno Billy Cafaro en densas sombras. Lo invitaron a cantar en el arrasador Club del Clan (Palito Ortega y aquella mágica colección: Violeta Rivas, Raúl Lavié, Cachita Galán, Jolly Land, Lalo Fransen, Nicky Jones…), pero nada sucedió: ya era sapo de otro pozo.
Pero no se resignó al final, al ocaso. Volvió a España, pero apenas lo recordaban. Batallando, sobrevivió allá dos años, del ‘65 al ‘67, y apenas. De poco sirvió la cruzada de sus más fieles acólitos, que denunciaron un complot de las discográficas contra el ídolo. En el ‘73, tuvo un pálido retorno impulsado por el productor Dino Ramos. Cinco temas, desde “El silencio azul” hasta “Con un tango en el bolsillo”, tardía reivindicación de “Kriminal…” y su escándalo. Y adiós. Pero no para siempre.
Volvió, en 1989, a grabar “Pity Pity” para el sello EMI: ambuló con su material por casinos, bingos, pubs, fiestas privadas. Lugares en los que el aplauso era más por la luz del pasado que por la niebla del olvido. En el 2003 se presentó, con un nada despreciable suceso, en el Dade County Auditorium, Miami, desgranado no rock sino baladas, boleros y tangos. Aguantó hasta el 2006, año en que grabó “Billy Cafaro con un tango en el bolsillo”, otra forma de expiar su pecado de “Kriminal…”: el paso en falso que cortó, como una guillotina, un éxito que apuntaba para largo.
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