Momento curioso se dio el viernes en Polémica en el Bar (América), el ciclo que tiene a Gustavo Sofovich como productor ejecutivo. Y fue de la mano de Alex Caniggia, la última incorporación a la mesa, y de Leonardo Tusam, quien le practicó una hipnosis en vivo al vástago del Pájaro. “A mí me gustaría que sea el más joven, el más vital de nosotros, el más potente”, propuso el conductor Mariano Iúdica, señalando a Alex, cuando el hijo del inolvidable mentalista ofreció hipnotizar a alguien. “A mí me gustaría el más viejo: Chiche”, contraofertó Caniggia y ofreció a Gelblung.
Antes de que comenzara, Iúdica explicó que una hipnosis es “una técnica de respiración: si vos lo escuchás y hacés la técnica de respiración, entrás en la concentración”. Y Tusam complementó: “En la hipnosis no se duerme, no se pierde la conciencia. Técnicamente, lo que sucede es que el rango de percepción consciente se focaliza y si hay una buena concentración, se profundiza. La hipnosis es un trabajo de, mínimo, dos personas. Es un trabajo muy parecido al del pesista y el coach: el pesista es quien levanta la pesa, y el coach es quien guía técnicamente”, comparó. Y le arrojó el desafío al mediático: “¿Estás dispuesto?”.
“Obviamente”, fue la respuesta de Alex y Tusam lo tranquilizó. “Si falla, no te preocupes, acá tenemos otras personas. Y no quiere decir que no sos hipnotizable, simplemente que no se dio la hipnosis”. “¿O sea, que yo ahora me voy a dormir?”, le preguntó Caniggia dejando en evidencia que no escuchó del todo la explicación del hipnotizador. “No, vas a estar concentrado. En la hipnosis se trabaja para potenciar tu fuerza”, le dijo Leonardo y se propuso comenzar a dirigirlo. Aunque Alex tenía otra pregunta para hacerle: “¿Vos sos como David Copperfield?”. “No, yo hago hipnosis, no magia. Me encanta la magia, pero no es mi laburo”, respondió Tusam sin perder un gramo de paciencia.
Y comenzó el momento más esperado: “Juntá los pies, los brazos contra el cuerpo y cerrá los puños. Vamos a comenzar con la respiración: oxigeno por la nariz y exhalás por la boca. La idea no es que te marees, sino que controles el aire. Yo voy a ser tu asistente, tu guía en esta concentración. Controlá el aire”, le dijo Tusam mientras Alex, con los ojos cerrados, comenzaba a lograr la concentración necesaria.
“Quiero que pretendas que la fuerza sale de tu mente y baja a tu cuerpo. Pensalo así, imaginalo de esa manera. Y empezá a mandar fuerza a tu cuerpo. Y empezá a poner duro el cuerpo”, seguía Leonardo mientras Alex comenzaba a tensar sus extremidades, su cuerpo.
“Ahora empezá a focalizar en este brazo”, le dijo Tusam a Alex mientras lo agarraba del brazo izquierdo y tiraba. “Ponelo rígido contra tu cuerpo, que yo no lo pueda separar”, le dijo y empezó a tirar más fuerte del brazo de Alex, sin poder separarlo del resto de su cuerpo. “Excelente concentración, vas muy bien”, lo felicitó. Luego intentó con el derecho y tampoco pudo separarlo. “Ahí está, vas muy bien. quiero que te concentres con esa fuerza que todos llevamos dentro; todos somos capaces de hacer cosas que parecen imposibles, posibles. Empezá a mandar más fuerza a tu espalda, a tu cintura y a tus piernas. te voy a inclinar y vas a estar duro como una roca”, dijo Tusam mientras con su mano izquierda empujaba al pecho de Alex y, con la derecha, lo sostenía desde la cintura.
“Controlá la respiración, vas a poder, vas a poder... vas muy bien. más duro ese cuerpo, más duro”, repetía Tusam mientras lo inclinaba. El cuerpo de Alex estaba totalmente rígido y así fue como Tusam lo apoyó en dos caballetes, como si fuera una tabla. “Más duro, más duro ese cuerpo, vas a poder, vas a poder”, insistía el hipnotizador mientras le pedía ayuda a Iúdica y a Matías Alé para pararse encima del torso rígido de Alex.
Estuvo unos segundos encima del mediático y, al bajarse, lo levantó con sus dos manos y lo trasladó como si fuera un paquete hasta donde estaba la línea de cámaras. La hipnosis estaba llegando a su fin y había sido exitosa. “Reaccioná, reaccionamos”, le dijo mientras le daba dos palmaditas en las mejillas. Dos segundos después, Alex abrió los ojos, gritó y aplaudió. “¡Buena, buena!”, lo saludó eufórico a Tusam, chocando sus puños.
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