En general, a todos los humanos nos gusta que nos digan que nos quieren o escuchar que nuestro trabajo, gusta. En el caso de las celebridades, las muestras de cariño son frecuentes. Es cierto que muchas veces sienten invadida su privacidad cuando sus seguidores se acercan y los tratan como a un miembro más de su familia o les proponen negocios insólitos, como ese fan que le ofreció a Marcelo Tinelli ser socios en un maxikiosco cerca del Nuevo Gasómetro. Lo que puede considerarse un exceso de confianza o una anécdota divertida, se convierte en un episodio inquietante y hasta aterrorizador cuando el seguidor pasa a la categoría acosador.
Si el lector tiene alguna duda de lo escrito lo invito a ver Misery, la película protagonizada por Kathy Bates y James Caan, basada en un libro de Stephen King, que narra como una aparente inofensiva granjera se convierte en una “loca de atar” cuando descubre que el autor que admira “mató” al personaje que idolatra.
La fama abre muchas puertas cómodas, gratas y mima egos, pero también otra oscura y peligrosa: la locura y violencia de los fans.
Steven Spielberg, tres veces no quiero
En 1998 el director vivió un episodio digno de protagonizar no sus películas, pero sí sus pesadillas. Filmaba en el exterior Rescatando al soldado Ryan cuando Jonathan Norman burló la seguridad y entró en su mansión. El intruso llevaba esposas, cloroformo, cinta aislante y una navaja, y según contó el cineasta, pretendía violarlo delante de su familia. “Si Jonathan Norman realmente me hubiera enfrentado, realmente, en el fondo de mi corazón, creo que me habrían violado, mutilado o asesinado”, aseguró en el juicio contra su acosador. El hombre fue arrestado, enjuiciado y condenado a 25 años de cárcel.
No fue el único episodio de acoso que vivió Spielberg. El que sigue desdibuja los límites entre lo terrorífico y lo insólito. Diana Napolis, una trabajadora social, comenzó a acecharlo argumentando que el cineasta le había implantado un aparato de control de la mente en el cerebro llamado “atrapa almas”. No se quedó en chiquitas además aseguró que Kate Capshaw (esposa de Spielberg) y Jennifer Love-Hewitt pertenecían a un culto satánico del cual el creador de E.T. era el líder.
La mujer se presentó en la premier de The Tuxedo y en los Grammy Latinos acusando con cartelones a las estrellas. Lo increíble es que el director debió aclarar: “Para decir lo obvio, no estoy involucrado con ninguna forma de manipular la mente o el cuerpo de la Señora Napolis a través de tecnología remota o de otro modo”.
En el 2002 la Justica le ordenó a Napolis no acercarse a Spielberg. Un año después fue arrestada por amenazar de muerte a Love-Hewitt. En el tribunal volvió a afirmar que por medio de tecnología “cibertrónica” manipulaban su cerebro. Declarada enferma mental, terminó en un hospital psiquiátrico.
Quizá para confirmar que no hay dos sin tres, el año pasado Spielberg logró una orden de alejamiento contra Sarah Char, una mujer que lo amenazaba por redes sociales. “Si tengo que asesinar personalmente por robar mis IP, lo haré. ¿Entendés?”, le escribió en Twitter en uno de los tantos mensajes que le hizo llegar al cineasta. Para Spielberg resulta más fácil encontrar un final para sus películas que uno para sus perseguidores.
Madonna y el hombre reincidente
El 8 de abril de 1995 es una fecha que seguramente la diva del pop todavía recuerda con un estremecimiento. No fue por un megaconcierto, un nuevo premio o la adopción de uno de sus hijos. Regresaba de un paseo en bicicleta cuando en la puerta de su mansión en Los Ángeles se encontró con un hombre que “parecía un vagabundo, estaba sucio y sus ropas arrugadas, tenía una expresión extraña en la mirada, era muy raro y amenazante”. Se trataba de Robert Dewey Hoskins, un ex convicto que el día anterior había estado merodeando por el lugar. Al verla no le dijo nada, pero le entregó una nota escalofriante: “Te amo y serás mi esposa con seguridad”. El hombre fue inmediatamente alejado por el entrenador de Madonna y sus guardaespaldas.
El 29 de mayo, Hoskins logró saltar el gigantesco muro e ingresar a la propiedad. Madonna no se encontraba pero sí el personal de seguridad, que puedo atraparlo disparándole tres tiros. Los días anteriores Hoskins dejó varios mensajes en el teléfono de la diva donde aseguraba: “Si no puedo, tenerte te cortaré la garganta de oreja a oreja”.
En enero de 1996 Hoskins fue enjuiciado y sentenciado a diez años de prisión. El hombre cumplió su condena y fue liberado en 2006. Lo increíble es que reincidió en el delito de acoso, pero esta vez contra la actriz Halle Berry. Fue arrestado nuevamente y enviado a una institución psiquiátrica. En 2012, logró vencer la seguridad y escapar de su internación, pero fue recapturado a los pocos días. Desde entonces sigue en el lugar, aunque con Hoskins nunca digas nunca.
Agnetha Fältskog, una relación indescifrable
Gert Van der Graaf era un camionero holandés que desde chico se fanatizó con la rubia de Abba. Durante años le escribió cientos de cartas y la llamó por teléfono hasta que la estrella decidió darle una oportunidad porque, según se preguntó, “si está tan interesado en mí, ¿por qué no?”.
La relación duró de 1997 hasta 1999 pero no prosperó. Cuando Agnetha decidió cortar, el admirador encantador, el novio devoto, se convirtió en un fanático acosador que rondaba por la casa, le escribía cartas violentas y la perseguía las pocas veces que ella salía. Alquiló una cabaña cerca de la granja de la cantante y cubrió las paredes con miles de fotos de “la reina”. Agnetha hizo la denuncia y la policía intervino con una orden de restricción. No fue suficiente: el hombre siguió su acoso. Luego de varios episodios violentos y 20 cargos fue expulsado del país y deportado a Holanda.
Brad Pitt y una extraña en su cama
Athena Rolando tenía 16 años cuando se obsesionó con el hombre considerado tantas veces el más bello del mundo y, en ese momento, novio de Gwyneth Paltrow. Durante tres años le envió cartas donde primero le expresaba su amor para terminar confesándole los extraños conjuros que realizaba para que él se separara de Paltrow.
Ante la indiferencia del actor, fue por más. Logró entrar a su casa, pero al comprobar que Pitt no estaba, revolvió sus cosas y se metió en su cama. Estuvo diez horas en la mansión por la que el rubio, seguridad incluida, había pagado dos millones de dólares. El personal que trabajaba en la casa encontró a Rolando dormida envuelta en las sábanas, vestida con la ropa del actor, junto con un libro de brujería, una muñeca de vudú y una carta, en la que pedía disculpas a Brad por haberle lanzado un maleficio en el pasado que, según aseguraba, provocó su ruptura con Paltrow.
Si la situación no tuviera ribetes escalofriantes hay que reconocer lo cómico del asunto. Es imposible no imaginar a un novio dejando a su enamorada con la explicación de “te amo, pero te dejo porque me hicieron una brujería”.
Al encontrar a la intrusa los cuidadores llamaron a la policía y seis agentes detuvieron a Rolando. Le preguntaron por qué llevaba la ropa del actor y contestó: “Me la puse porque tenía frío”. Fue condenada a tres años de libertad condicional, orientación psicológica y a mantenerse a no menos de 100 metros del actor. Cuando la liberaron, dijo: “Si no hubiera leyes lo haría de nuevo, pero esta vez de forma mucho más creativa”.
Jodie Foster y un fanático que estremeció al mundo
El 30 de marzo pasado se cumplieron 40 años de uno de los hechos de acoso más violentos y extremos. Eran las 14.30 cuando Ronald Reagan, presidente de los Estados Unidos, sintió unos estallidos que le parecieron petardos. Se equivocaba: eran balazos. John Hinckley, un perturbado mental, había intentado asesinarlo para deslumbrar a la actriz Jodie Foster, encandilado por su belleza desde que la había descubierto en Taxi Driver, película que vio al menos 15 veces.
Hinckley empezó a perseguir a Foster, que en 1981 tenía 18 años: le escribió cartas, la llamó por teléfono, llegó a matricularse en un curso de escritura de la Universidad de Yale cuando supo que la actriz estudiaba allí.
Una de las cartas de Hinckley a Foster decía: “Un día tú y yo ocuparemos al Casa Blanca y estos campesinos babearán de envidia”. Foster, que le hizo saber que no tenía el mínimo interés en intercambiar con él, entregó toda aquella loca correspondencia al decano de Yale, que la pasó a la policía, que intentó dar con Hinckley, sin éxito.
Convencido de que se convertiría en una figura nacional y mundial después del atentado, y encantado con la idea de que, entonces, Jodie Foster lo vería como un igual, Hinckley decidió matar al presidente de los Estados Unidos.
Llegó a Washington el domingo 29 de marzo. A la mañana siguiente, le escribió una última carta a Foster, porque estaba seguro de no sobrevivir si le disparaba a Reagan. Decía: “Si sigo adelante con este intento, es porque simplemente no puedo esperar más para impresionarte. Al sacrificar mi libertad, y posiblemente mi vida, espero que cambies de opinión sobre mí. Jodie, te pido que mires dentro de tu corazón y al menos me des la oportunidad, con este hecho histórico, de ganar tu respeto y amor.” Nunca llegó a enviarla.
Deambuló por la ciudad, y cerca de las 14 se mezcló con la gente que esperaba la salida de Reagan. Esperó, disparó, minutos después, esposado y en manos del FBI y del Servicio Secreto, preguntó a los agentes si pensaban que la ceremonia de entrega de los Oscar, programada para esa noche en Los Ángeles, sería suspendida por el atentado que acababa de cometer. La ceremonia se suspendió.
El 21 de junio de 1982, Hinckley fue declarado inocente por motivos de locura, y fue recluido luego del juicio en el Hospital St. Elizabeth, de Washington, destinado a enfermos mentales. Allí pasó 35 años hasta que en 2016 obtuvo un régimen de libertades parciales.
Jodie Foster siguió con su carrera. Cada vez que da una entrevista solo pone una condición: no tratar, hablar ni siquiera mencionar a Hinckley.
Echarri y Dupláa: en Argentina también pasa
En el año 2002, Nancy Dupláa protagonizaba 099 Central. No sabía que la ficción se trasladaría a su vida cotidiana y precisaría que policías reales intervinieran.
La noche del 10 de octubre una mujer joven fue detenida en la intersección del Pasaje Bollini y la calle Peña, cerca del domicilio de los actores. Obsesionada con Pablo Echarri, logró conseguir su teléfono y varias veces lo llamó para dejarle amenazas contra Nancy.
Las amenazas no alcanzaron y la mujer comenzó a merodear por la casa. El actor no la conocía, por eso ese día cuando la mujer de 32 años se acercó a él, Pablo no sospechó. Como otras veces se dispuso a firmar un autógrafo o intercambiar unas palabras con la que pensó que era una de sus seguidoras. La amabilidad se convirtió en miedo cuando la mujer le mostró una bolsa en la que, le aseguró, llevaba cristales rotos con los que presuntamente iba a dañar a Nancy. “O me das un poco de bolilla o les voy a cortar el cuerpo con estos vidrios”, le gritó a Echarri cuando lo abordó en la calle.
El actor logró zafar de la mujer e hizo la denuncia policial. La fanática fue detenida e internada en el Moyano. La policía comprobó que vivía con sus padres, se declaraba admiradora del galán y se mostraba dispuesta a cortajearlo en un ataque de celos. Dentro de la casa de la mujer encontraron agendas en las que figuraban la dirección y el teléfono de Echarri.
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