No le resultó nada fácil convertirse en mamá. Y, cuando finalmente lo logró, se encontró con muchas dificultades que no tenía previstas. Sin embargo, este domingo, Nara Ferragut se puede dar el lujo de festejar junto a su marido, Carlos Issa, el primer Día de la Infancia de su hijo Franco (10 meses). Atrás quedaron un mar de lágrimas derramadas, tanto en la época en la que los médicos le decían que no iba a poder quedar embarazada como los tormentosos días del puerperio. Hoy, la conductora de Nara que ver (El Nueve) exhibe su mejor sonrisa. Y asegura que, aunque su vida cambió por completo, ahora sí descubrió el verdadero sentido de la palabra “felicidad”.
—¿Qué sensación tenés al compartir este día con tu niño?
—No lo puedo creer: es un milagro hecho realidad. Yo estoy fascinada con esto de ver crecer a mi hijo. Estoy muy agradecida de que esté bien de salud y de que haya salido todo bárbaro. Porque a mi edad, 41, ya te dicen que sos una “madre añosa”. Y te aseguran que podés tener de todo...Sin embargo, en cada análisis que me fui haciendo durante la gestación me iba saliendo todo mejor. Así que yo iba festejando en cada paso.
—Encima transitaste todo el embarazo y el parto en pandemia....
—Sí, Franquito es un “cuarentenials”. El otro día vino mi hermano de Neuquén a verlo y el nene lo miraba con cara extrañado mientras él le decía: ”Yo soy tu tío y soy un ser humano”. ¡Es que él casi no estuvo en contacto con gente! A mí me gustó haber pasado el embarazo encerrada porque pude empezar a hacer cosas que me conectaron conmigo, desde gimnasia hasta meditación. Y logré un gran autoconocimiento que me trajo mucha serenidad. Pero me hubiera gustado que mi familia pudiera verme y tocarme la panza...
—¿Nadie te vio embarazada?
—No. Y por eso subía tantas fotos y videos a las redes, como para que todos pudieran saber cómo estaba. Tengo a mi mamá en Neuquén, a mi suegra en Mar del Plata, a mi otro hermano en Chile...¡Y nadie me vio con la panza! De hecho, yo quería ir a todos esos lugares en los que te dan prioridad por estar embarazada y no pude disfrutar nada de eso (se ríe).
—Pero, ¿los llevaste bien esos nueve meses?
—Sí: salvo por los últimos tiempos que estaba muy hinchada y me sentía muy incómoda, la verdad es que tuve un embarazo espectacular.
—¿Y cómo fue cuando llegó el bebé, también con las limitaciones de no poder recibir visitas?
—Al principio la pasé muy mal. Yo subestimé mucho lo que era el puerperio. Pensé que enseguida iba a estar muy bien anímicamente. Y la realidad es que tenía muchos cambios emocionales. Me angustiaba y lloraba mucho. Pasaba de la alegría a las lágrimas en un minuto. Y no sabía qué era lo que me sucedía. Gracias a Dios, había hecho un curso de nueva paternidad como para entender de qué se trataba esto de tener un hijo. Pero la verdad es que hubo un cambio hormonal muy fuerte en mí. Y sentía mucho miedo de no estar preparada para ser una buena madre.
—Algo que, en menor o mayor grado, le pasa a todas las mujeres...
—A mí me ayudó mucho mi psicóloga. Pero la verdad es que me entraron todos los temores juntos. Sumado al hecho de que había vivido cuarenta años siendo una mujer totalmente libre e independiente y, ahora, me encontraba con que lo más importante había pasado a ser otra personita. Como que la aceptación de la llegada de Franquito me costó en ese momento.
—Muchas veces esta situación, que es normal, termina afectando a la pareja. ¿Cómo fue el acompañamiento de tu marido?
—Él fue quien más me contuvo. Porque, además, nosotros pasamos un mes completamente solos cuando llegó Franquito. No vino nadie a conocerlo ni a la clínica ni a casa, porque el bebé nació el 30 de septiembre y estábamos en plena cuarentena. Pero Charly es un todo terreno: hacía la comida, limpiaba y me contenía, porque yo no paraba de llorar. Y hay algo más...
—¿Qué?
—Yo lo quería amamantar a mi hijo y no pude. Intenté todo, pero el nene nunca se prendió a la teta y perdía peso. Así que le tuvimos que empezar a dar mamadera. Y yo lloraba, porque para mí era una frustración. Otra más después de la cesárea, porque yo quería tenerlo por parto natural y no tenía líquido amniótico... Así que, todo lo que yo había ideado en mi cabecita y que se suponía que iba a ser alucinante, no se cumplió. Y fue un trabajo encontrarme con todo eso.
—Entiendo.
—Además, yo tengo muy poca tolerancia a la frustración. Pero tuve que aceptar que si algo no salía como yo quería, tal vez era para mejor. Y, por suerte, Charly me hizo todo mucho más liviano. Ya vamos por el décimo mes y hace diez meses que no dormimos, literal. Así que, a las cinco de la mañana, nos pasamos la posta: las primeras horas lo atiendo yo y, después, lo atiende él. Nos abrazamos y nos damos fuerza entre los dos. Porque es hermoso tener un hijo, pero hay cosas que yo por lo menos no las había escuchado...
—¿O no querías escuchar?
—Cuando a mí me decían que tener un hijo era no dormir nunca más, yo pensaba que a mí no me iba a pasar (se ríe). Y lo mismo decía con el tema de las hormonas. ¡Era una negadora! Pero al margen de todo esto, ser padres es lo más lindo del mundo.
—Uno crece como persona al verse obligado a dejar el egoísmo de lado...
—¡Totalmente! Con Charly decimos que un bebé es una patada al ego. Porque, de repente, tenés que dejar de ser vos para ver que hay un ser que todo el tiempo necesita de tu atención. Y más en mi caso, que quiero ser una madre presente y, por eso, cuando llegó Franquito decidí trabajar mucho menos para estar conectada a él.
—Igual seguís con tu programa de los fines de semana...
—Estoy todos los sábados a las 14 hs. Y la verdad es que estoy chocha, porque nos va muy bien. Es una vez por semana y, aunque hay un trabajo previo de producción, eso me permite estar mucho tiempo en casa. Cuando yo me fui de La Previa del Show, porque quería formar una familia y sentía que tenía que priorizar eso, pensé que nunca más iba a tener trabajo. Hoy, sin embargo, estoy haciendo algo que tiene mucho más que ver conmigo. Y que me permite dedicarme a lo que más quiero, que es criar a mi hijo.
—¿En qué etapa está? ¿Ya gatea, se para, dice algo...?
—Gatea por todos lados y creo que en cualquier momento empieza a caminar. No dice ni “papá” ni “mamá”: lo único que dice es “esto”, porque siempre le decíamos “esto no”. En dos meses va a cumplir un año y lo vamos a bautizar. Y la verdad es que estamos ansiosos porque conozca a otros nenes. De hecho, nos hubiera gustado que nuestras familias lo pudieran ver mucho más, porque lo ven crecer por videollamada. Así que ahora, con todos los protocolos, vamos a organizarle un lindo festejo.
—Después de esta experiencia, ¿ya te das por satisfecha o te gustaría tener otro bebé?
—Honestamente, al principio le decía a Charly que no entendía cómo la gente podía tener tres o cuatro hijos. ¡Porque era todo un sufrimiento! Pero ahora me muero por tener uno más. Es difícil. Pero, si viene, nosotros vamos a estar felices.
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