Se llama Joaquín López pero en el mundo del gaming es más conocido por su apócope, Joaco Lopez. Es uno de los streamers argentinos que más vio crecer a su comunidad durante el año pasado y sus transmisiones vía Twitch atraen a cada vez más personas. Pero más allá de su carisma y las ocurrencias que lo volvieron una personalidad influyente entre los adolescentes, el joven de 24 años tiene un pasado signado por la adicción a la cocaína que hoy continúa trabajando para superarla.
“A los 15, 16 años, conocí otras amistades que ya consumían. Yo, en principio no, pero bueno... La junta no fue lo que me llevó a eso, porque es decisión propia. Pero mi cabeza me dijo: ‘¿Qué onda? Vamos a probar’”, recordó en una entrevista con Gastón Pauls, emitida en Seres Libres (Crónica HD).
A la hora de situarse en la primera vez que consumió cocaína, Joaco contó que fue “en la casa de un amigo y antes de salir a bailar. Sentí como miedo y algo que nunca había sentido antes, eso de no parar de hablar. Además, esa noche me fumaba un cigarrillo atrás del otro: no lo sentía y no paraba de hablar. Me sentía muy bien, todo el tiempo amistoso, con ganas de hacer otras cosas”, describió.
En la biografía de Joaco, el 2015 fue el año “más trágico” de su vida, cuando tenía 17. Así lo contó: “Yo nunca tuve problemas en el colegio. Me llevaba materias por vago, pero iba y las rendía sin estudiar. Ese año, me llevé todas las materias, me quedé libre. Mi vieja tuvo que ir a hablar para que me reincorporaran. Ahí, la cocaína ya manejaba mi humor: si el viernes salíamos y no tenía droga en el bolsillo, me ponía de mal humor y no quería salir”, dijo.
“En un momento ya era no salir y quedarnos toda la noche en casa, escabiando, jugando al truco. Ni me daba cuenta de la hora que era. Por ahí eran las 2 de la tarde y yo ya no podía más, pero quería seguir tomando. Y por ahí veníamos tomando desde hacía 12 horas”, agregó López.
Respecto a su peor momento en la adicción, Joaco tiene claro que fue en la previa a su fiesta de egresados, acaso uno de los instantes más esperados por los jóvenes de 17 y 18 años que están cursando su último año del colegio secundario. “El pozo fue un lapso de una semana y media. Un amigo del barrio, entre comillas, nos había ofrecido un negocio: eran cuatro cubos de cinco gramos cada uno... veinte gramos de cocaína pura para vender. Me lo había ofrecido a mí, yo le había dicho que no. Se lo ofreció a mi amigo, y le dijo que sí”, recordó.
Según los cálculos que él y su amigo habían hecho en torno a ese probable negocio, llegaron a la conclusión de que podían haber ganado “80 mil pesos, bastante plata y más para un pibe de 17 años. El tema era que había que venderla. Nunca vendimos nada, nos borramos, no le contestamos más los mensajes al pibe, que era del barrio. Claro, la droga se la daban a él, entonces el chabón nos empezó a buscar”, dijo.
Hasta que algunos días después, fue abordado por el dueño de la droga, el “amigo” que le había ofrecido el negocio y un vecino suyo “que era un pibito de 13 años que andaba robando y fue el que nos mandó al frente. Un día nos vio y nos pidió que le regalemos una bolsa. Se la regalamos y el pibe fue y dijo: ‘Che, tal y tal están regalando tu droga’. Les pasó la dirección, entonces nos vino a buscar”.
Así, Joaco fue apurado en la puerta de la casa y preguntaban por su amigo, quien había aceptado el negocio. “Fuimos a la casa y estaba el padre en la puerta. Él se dio cuenta de que había una situación rara. Le hago un gesto para que no diga nada. Le preguntan por mi amigo y le dicen que no está. Entonces, me llevan de nuevo a la puerta de casa y el que me había ofrecido el negocio, le dice al transa: ‘Mario, dale un tiro’. Mario sacó un arma de la mochila y en ese momento me paralicé. No me acuerdo bien qué pensé, pero dije: ‘Se me terminó la vida acá'. Estos pibes no la van a pensar”.
Por suerte para Joaco, el portador del arma “era el más rescatado de los tres y me entendió que el que había aceptado el negocio era mi amigo y que era a él a quien tenía que buscar. Entonces me dijo: ‘Si no me entregás a tu amigo, te voy a lastimar’. Me dijeron que a la noche iban a pasar a buscar la plata que teníamos que darle a él y que si no se la dábamos, iban a lastimarme a mí, a la familia. Le contamos al papá de mi amigo, a unos amigos, juntamos la plata. Y a los tres días, me vinieron a buscar para que entregara la plata. Y ahí se terminó el problema”, concluyó.
Mientras sigue luchando para no recaer, Joaco se considera “un pibe normal que tuvo suerte. Tuve el enfoque de decir: ‘Esto no lo quiero más para mi vida’. Quiero vivir bien, irme de vacaciones tranquilo, que mi vieja viva en una casa linda”.
SEGUIR LEYENDO: