Mientras los espectadores esperan ansiosos el postergado estreno de Sin tiempo para morir, el nuevo filme de James Bond, es un buen momento para repasar uno de los títulos más raros, tal vez el más extraño que ha tenido la historia del personaje desde su nacimiento cinematográfico oficial en 1962, y dentro del canon de la franquicia.
Luego de cinco grandes éxitos protagonizados por Sean Connery, el personaje no parecía ni agotado ni listo para retirarse. Hoy sabemos de su vigencia, pero en aquel momento no era una certeza. Connery no quiso interpretar más el papel y hubo que reemplazarlo. Fueron tiempos de zozobra, ya que nadie sabía a ciencia cierta si cambiar al actor iba a ser tolerado por los seguidores del mundo. Nunca había existido una franquicia como esa, con tanta taquilla y alto presupuesto, que estuviera a punto de hacer un cambio tan importante.
Para el siguiente título de Bond, Al servicio secreto de su majestad, la misión más complicada de los productores era elegir a un reemplazante. Se barajaron dos nombres. Primero buscaron a Timothy Dalton, quien insólitamente rechazó el papel. “Soy demasiado joven todavía”, respondió. Tenía razón: Timothy Dalton sería James Bond 18 años más tarde. Y el otro actor por el cual optaron era el gran Roger Moore, que también sería un inolvidable 007 en varios filmes, pero por entonces todavía estaba filmando la serie El Santo.
La elección final fue un actor que habían visto en un comercial sin experiencia cinematográfica: George Lazenby. La apuesta era fuerte y el riesgo también. Tal vez por eso decidieron reforzar otros aspectos de la película, con la finalidad de sostener al reemplazante del querido Sean Connery. Se trató de una película muy diferente a los anteriores y esa fue su mayor virtud, así como también su mayor problema. ¿Aceptaría el público un cambio tan rotundo?
Para asegurarse de que el filme fuera sólido se buscó un alto nivel de fidelidad a la novela de Ian Fleming, autor del personaje, y también se eligió a un gran actor para interpretar a Blofeld, el gran villano de James Bond. El papel quedó en manos de Telly Savalas, reconocido actor de cine, futuro protagonista de la serie Kojak. Todos sabemos que un filme de Bond es tan bueno como su villano y como su protagonista femenina.
Por eso la chica Bond no podía ser cualquier chica Bond. La elegida fue la talentosa Diana Rigg, quien ya era una actriz famosa y mucho más que el complemento elegido por su belleza. Era en televisión una estrella gracias a la serie Los vengadores, donde interpretaba a la inmortal Emma Peel, uno de los más grandes personajes femeninos de la televisión mundial. Rigg seguiría teniendo una gran carrera hasta hace unos pocos años cuando interpretó a Olenna Tyrell en Game of Thrones.
¿Y por qué decimos que es una película diferente? Por varios motivos. Lazenby no estaba muy convencido del personaje, intentó hacer algunos cambios, que se viera de manera diferente; quería aportar a la película su propia identidad. Reemplazar a Sean Connery era muy difícil, casi imposible en aquel momento. Y aunque de todas maneras la película funcionó en la taquilla, comparada con las anteriores, recaudó menos.
La pareja protagónica era realmente pareja: la chica Bond estaba a la altura del protagonista. Por supuesto que hay muchas chicas Bond en roles secundarios, porque algo de la identidad del personaje había que mantener. Aunque en el guión no hay explicación alguna por el cambio de actor, sí hay una escena fantástica al comienzo que funciona como el anuncio oficial del nuevo protagonista.
James Bond rescata a Tracy (Diana Rigg) en la playa y pelea contra un grupo de hombres. Mientras eso pasa, ella se va y lo deja solo. Entonces Bond rompe la cuarta pared, mira a cámara y dice: “Estas cosas no le pasaban al otro tipo”. Semejante guiño es un pedido a los espectadores para que entiendan que las cosas han cambiado.
La película es también dramática, tiene momentos trágicos, escenas más humanas. Y hasta un James Bond enamorado. Algo inesperado y solo posible porque el personaje femenino es muy superior al resto. No fueron solo los cambios sino también el final de la película lo que dejó a los espectadores algo perplejos. Por respeto a Bond no lo contaremos, pero su tono difiere del humor de la mayoría de los títulos de 007.
George Lazenby no quería ser James Bond y de hecho nunca más lo fue. Sean Connery volvería para un sexto filme, antes de que tomara la posta Roger Moore. Pero Al servicio secreto de su majestad se convirtió en una película de culto con el correr de los años y muchos dicen que por su fidelidad a la novela de Ian Fleming hoy es una de las mejores versiones de James Bond que existen. Así, con sus rarezas y novedades, la película ha logrado tener un espacio entre los fans.
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