Matías Antúnez nació hace 19 años en La Boca, pero se crió en el conurbano bonaerense. Hijo de Walter y Zulma, de firmes convicciones religiosas, él y sus cuatro hermanos menores, David, Franco, Emanuel y Milagros, crecieron en un hogar marcado por las doctrinas que, entre otras cosas, les impedían escuchar música, asistir a fiestas y mirar televisión. Sin embargo, en un rapto de rebeldía, cuando era apenas un adolescente el joven comenzó a practicar la calistenia, un tipo de entrenamiento físico que se realiza con el propio peso corporal. Y, sin siquiera imaginarlo, un día terminó acompañando a Nahuel El Carpintero López Matheu en la competencia de dominadas de Bienvenidos a Bordo, el ciclo que conduce Guido Kazcka por ElTrece y en el que en poco tiempo se convirtió en una figura.
—¿Cómo fue que terminaste en el programa?
—¿Te acordás de Tomás Urbano, que estaba todo loco? Bueno, en realidad actuaba...Me mandó un mensaje en Instagram diciéndome que le faltaba un pibe para ir a competir. Y yo, que no tenía nada que hacer, lo acompañé. La cuestión es que, cuando nos hicieron la prueba, metimos un montón de dominadas. Me acuerdo que Nahuel nos ganó, pero se había sentido estafado porque decía que las habíamos hecho muy cortitas. Dijo algo como: “Así las hace hasta mi abuela”. Yo me volví a mi casa a seguir con mi vida, pero el pibe que fue conmigo pidió la revancha. La cuestión fue que, cuando fuimos, nos encontramos con que a El Carpitnero que había hecho dupla con Wolfgang ya le habían ganado los policías (Kevin y Enzo). Y perdimos con ellos otra vez, sobre todo por los nervios.
—¿Entonces?
—El Carpintero le comentó a Tomás que yo le había caído bien y me mandó a preguntar si podía ir a hacer la revancha con él. Yo nunca lo tomé muy enserio esto de hacer dominadas en televisión, pero dejé lo que estaba haciendo para acompañarlo porque quería ganar. Yo de lunes a viernes entrenaba a morir y el cuerpo me quedaba detonado. Así que descansé un par de días y, cuando fuimos, entre los dos hicimos un récord de 150. ¡La gente quedó re loca!
—Me imagino...
—La cuestión es que yo me fui y le dije a Nahuel que cualquier cosa que necesitara me llamara. Porque mi objetivo ya lo había cumplido. Hasta ese momento, él iba rotando de compañero. Pero un día jugó con Hernán Drago y casi pierde: tuvo que hacer como 80 dominadas para compensar porque había quedado re jugado. Entonces me pidió que siguiera con él. Es que, en ese momento, competían todos los días y el sistema nervioso no se recupera de la noche a la mañana. A nivel muscular te reponés con ocho horas de sueño, pero lo otro tarda. Así que me pidió que lo ayudara para que, entre los dos, no tuviéramos tanto desgaste. Y terminamos como dupla, ganando siempre.
—¿Cuál es, exactamente, la disciplina que vos practicás?
—El deporte es la calistenia, pero tiene muchas ramas como el street workout, el freestyle, el power free y el street lifting. Ahora, por ejemplo, me estoy preparando para la competencia Arnold Classic Europe que se va a hacer en septiembre en España. Así que, además del programa, estoy entrenando duro para eso.
—¿Es verdad que vos no mirabas televisión?
—No tengo aparato en casa. Es por un tema de religión de mis viejos. Ellos son cristianos evangélicos y van a la iglesia Asamblea de Dios, si no me equivoco. Y es por doctrina que no se permiten determinadas cosas. ¿Si hay algo detrás de eso? No me lo explicaron. La cuestión es que nunca en mi vida miré televisión.
—¿Y qué dicen tus padres ahora que vos formás parte del medio?
—Es un poquito irónica la situación...(se ríe).
—¿Te generó alguna discusión con ellos este asunto?
—Es que el tema no pasa tanto porque vaya a un programa, sino porque respete el hecho de que en casa no tiene que haber tele. Después, lo que yo haga de la puerta para afuera es cosa mía.
—¿Vos comulgás con la misma doctrina?
—No: yo dejé de ir a la iglesia hace ya unos cuatro o cinco años.
—Y me imagino que habrás visto algo del programa, aunque sea por YouTube...
—Sí, porque tengo teléfono. De hecho, lo tuve recién a los 18 años y cuando me lo compré yo mismo.
—¿Tus padres tampoco te permitían tener uno?
—Claro.
—¿Y qué otras prohibiciones hay en tu casa?
—Ir a jodas, por ejemplo, no se puede. Tampoco escuchar música, salvo la que tiene que ver con la iglesia. Aunque yo aprendí a tocar la guitarra y me volví fanático del rock argentino.
—¿Pero nunca fuiste a fiestas con chicos de tu edad?
—No, aunque eso tampoco me llama la atención. Creo que tampoco me resultaría productivo pisar esos lugares si es que me quiero dedicar al deporte de manera profesional...
—¿Y qué pasa con tus compañeros de colegio? ¿Entienden tu situación?
—No me afecta mucho eso. Si los veo, los veo. Yo iba hasta hace unos días un Colegio Técnico de Longchamps. Ahora, por el tema del programa que no me permitía cumplir con las materias que son un montón, me pasé a una Media. Pero tengo amigos. Y si ellos quieren venir a mi casa a tomar unos mates o a comer algo, está todo bien. Eso se puede. Pero hasta ahí nomás: siempre tomando jugo o agua.
—¿El alcohol también está vedado?
—Jamás en mi vida probé una gota.
—¿Nunca te sentiste marginado por tantas prohibiciones?
—Sí, en algunos aspectos sobre todo. Si yo quería jugar a la pelota no podía, porque el fútbol tampoco estaba permitido. Y, cuando me empezaron a censurar por el lado del deporte, no me gustó nada.
—¿La actividad que vos hacés sí está admitida?
—En realidad, todo lo que tiene que ver con entrenar tu cuerpo está considerado como algo ligado a la vanidad, por decirlo de alguna manera. Pero yo arranqué como hobby en el 2016. Y, al principio, a mis padres no les gustaba nada. Pero tampoco me lo pudieron impedir.
—¿Qué opinás vos de la convicción de tu familia?
—Creo que, de alguna, me ahorré muchos problemas gracias a ella. Y también aprendí un montón de cosas. Yo soy músico, al igual que mis hermanos. Es decir que no somos chicos que no sepamos hacer nada. Y, en comparación con el resto, se podría decir que somos bastante cultos. Quizá, si hubiéramos tenido una infancia “normal”, como el resto, la cosa sería distinta. Y, por ahí, de lo que me acordaría es de que volví un sábado borracho a mi casa...
—¿Es decir que no tenés nada para reprocharle a tus padres?
—La verdad que no.
—¿Te gustaría independizarte?
—En algún momento, sí. Yo trabajo desde muy chico en un galpón que se dedica a la limpieza de vidrios en altura, pero lo hago de manera temporaria por el estudio. Así que primero tendría que tener un empleo como para poder mantenerme.
—¿Tenés novia?
—Sí, Agustina. Van a hacer ocho meses que estamos juntos. La conocí hace tiempo por Facebook, porque yo entraba medio ilegal...¡Un día cuando se enteraron mis padres me rompieron el teléfono! Pero bueno, ella vivía cerca del lugar dónde yo entrenaba y empezamos a vernos cada vez más seguido, hasta que nos pusimos de novios. Ella nada que ver con las doctrinas religiosas de mi familia, pero compartimos muchas cosas y la pasamos bien.
—¿Cómo llevas con el hecho de que la gente, que sí mira tele, te reconozca en la calle?
—Es un poco raro porque, de pronto, estás caminando y te meten un teléfono enfrente. Yo no me acostumbro, me parece una falta de respeto. Pero tampoco les puedo decir nada porque entiendo que, quizá, al verte en el programa creen que sos... ¡wow!. ¡Pero yo soy uno igual que el resto! Para mí, esto es un trabajo. Y, el día que ya no lo tenga, mi vida seguirá como antes.
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