Con su carisma barrial, un toque extravagante y andar de loco lindo, Claudio El Turco García se destacó como habilidoso delantero que vistió la de Racing y la de la Selección Argentina, entre otras camisetas. Pero después del fútbol, tuvo un paseo por el infierno: la cocaína. “Dejé de jugar en diciembre de 1999, en enero del 2000 se murió mi papá y yo empecé con la adicción. Mientras jugué al futbol, nunca”, dijo en repetidas oportunidades. Y ahora, volvió a desandar su historia con ese nocivo vicio.
“Mi relación con la droga era muy lejana. La primera vez fue en un boliche, por curiosidad. Aparte de grande: en el 2000 tenía 37 años, casi 38. Te digo la verdad: me sentí distinto, me sentí bien, entre comillas”, recordó en charla con Gastón Pauls en el marco del ciclo Seres Libres (Crónica HD).
Y describió cómo fue en aumento su consumo: “Me compraba un papelito de papel glasé, como se vendía en ese momento: me compraba un gramo y me duraba un mes. Después, ya no era un ‘tac’: era un gramo por día. Y después, dos por día. Nunca dije cuánto tomaba por día, porque si la gente me ve así, dice: ‘La droga no es tan mala, mirá que bien que está'. Pero yo tomaba muchísimo, lo suficiente como para morirme, para que me agarre un ACV”, dijo y recordó que estuvo a punto de llegar a ese límite: “Un día me empezó a zumbar la cabeza y rescaté la escena de una película: me corté la yema de un dedo, me saltó la sangre y me relajó un poco. Tomaba lo necesario para que me pasara cualquier cosa: sabía, pero no me importaba, porque estás en Disney, no ves la realidad”.
El Turco es padre de Daniel, los mellizos Cristian y Alan, Jonathan, Yamil y Rafael, el hijo extramatrimonial que dio a conocer el año pasado. Y en la charla con Pauls, ilustró con una anécdota cómo se vio afectada la paternidad durante su etapa de consumo: “Mirá que enfermo que estaba que en vez de disfrutarlos, los padecía. Íbamos a comer a lo de un amigo, que me bancaba. Entonces, yo no quería tomar adelante de ellos, no iba al baño, nada: quería comer, que comieran rápido. Era verlos media hora, como una obligación. Y cuando terminaban de comer: ‘Chau, chicos, me tengo que ir’. Me inventaba cualquier cosa. Se iban y era una alegría... sos un hijo de puta, ¿cómo te vas a poner alegre?”, se dijo a sí mismo.
A la vez, también afectó en su vínculo con la pelota después de su retiro: “Los pibes me decían: ‘Vamos a jugar’. Y yo prefería consumir y no jugar. Decía: ‘Qué mal que estoy, algo que era mi vida, que yo me volvía loco... Dejar de jugar por tomar. No, yo estoy mal, yo estoy grave’. Pero no le puedo echar la culpa a nadie, porque yo me alejaba. Yo quería estar con el que tomaba merca, porque si vos no tomabas, eras un gil. ‘¿Cómo voy a estar con vos? Me aburro’. Era un idiota”, dijo.
Tras la muerte de su padre, El Turco entró en un espiral de consumo desenfrenado y, a la vez, comenzó con un particular ritual para conmemorar a quien le dio su apellido: “Cinco años seguidos, todos los 25, me compraba una docena de sánguches de miga, una sidra, y droga. Iba al cementerio tipo 5 y media. y me escondía cuando cerraban. Desde las 6 de la tarde hasta las 7, 8 de la mañana, me quedaba con mi viejo. Le ponía cigarrillos, porque fumaba. Yo comía, tomaba, todo... era una cosa de la que no me podía despegar, no podía cortar eso. Dos años antes de dejar de consumir, dije: ‘Ya está, ya me despedí bien, ¿por qué tengo que hacer esto? estoy sufriendo demasiado’”.
A la hora de pensar en momentos en los que tocó fondo, García recordó uno que tuvo que ver con el nacimiento de Yamil, de 16 años y jugador en las inferiores de Racing: “Antes de internarse, mi señora limpió el departamento, lo dejó una belleza para la llegada del bebé. Y cuando ella pasó la noche ahí, metí minas, chabones, todo. Cuando fui a buscarla, me vio y no quería que toque al nene. Y cuando la traigo para mi casa, con mi suegra, abre la puerta del departamento y parecía Londres: un humo... Los cigarrillos apagados en el piso. Se puso a llorar, le agarró un ataque de nervios y se fue con la madre a la casa de ella. El nene no podía estar ahí”.
En el medio de la conversación y a la hora de pensar en las razones que llevan a una persona a consumir, El Turco dejó una definición con su sello: “La cocaína es un impermeable: te tapa la lluvia pero se te ve la ropa. El adicto, cuando se muere alguien, toma porque se murió y está triste. Cuando nace uno, festeja y toma porque está contento. Si llueve, toma porque llueve. Si sale el sol, toma porque sale el sol. Siempre hay una excusa”.
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