Adolf Hitler, Josef Stalin, Saddam Hussein, Idi Amin, Kim II Sung y Muamar el Gadafi son apenas algunos de los tiranos que gobernaron sus naciones mediante el miedo, la violencia y las violaciones de los derechos de las personas bajo la mirada muchas veces cómplices de otras naciones.
Cómo se convirtieron en tiranos es una docuserie de Netflix que cuenta a través de algunas máximas cómo estos seres humanos, que en apariencia tenían buenas intenciones, viraron hacia lo peor que puede ofrecer un líder.
La voz en off que acompaña el relato de las atrocidades de estos hombres es nada más y nada menos que la de Peter Dinklage, el actor británico que dio vida a Tyrion Lannister en la serie Game of Thrones. Y es que muchas veces los sucesos de cada una de las naciones que vieron nacer a estos tiranos estaban a merced de una especie de juego de tronos o de poder.
Cada episodio introduce a estos personajes pero no lo hace desde un recorrido biográfico ni hechos cronológicos. El objetivo es mostrarnos cómo surgen y en qué contexto, y de qué manera- basándose en una especie de manual imaginario- plantearon conceptos básicos para que sus propios pueblos los apoyaran.
Resumir la tiranía en solo estos seis hombres resulta por un lado injusto, ya que quedaron fuera de este listado muchos otros: el italiano Benito Mussolini, el dictador español Francisco Franco, el chileno Augusto Pinochet, el rumano Nicolas Caausescu o el mismo Fidel Castro. Tal vez se conviertan en material de estudio para una segunda temporada.
Cómo se convirtieron en tiranos es una serie que permite que nos saquemos la venda de los ojos en muchos temas y, a su vez, que tomemos conciencia sobre el peligro que puede implicar que ciertas figuras asuman el poder absoluto. La manipulación como arma central de su futuro liderazgo impide muchas veces detectarlos entre los ciudadanos.
La forma de contar cada tiranía resulta dinámica por la utilización de dibujos animados en los tramos en los que no se cuentan con imágenes reales. También con la duración de las entregas, de aproximadamente una media hora. Es por esto que el foco es mostrar lo expuesto que están las sociedades en crisis, o aquellas en las que el odio es el foco central de la interacción a que surjan este tipo de dictadores.
Las crisis, el odio desmedido, un pueblo sin fe en nadie ni nada son algunas de las premisas que permiten que aparezcan estos personajes nefastos. Primero se convencen a sí mismos de ser los salvadores del mundo. Son hombres narcisistas que aprovechan situaciones de resentimiento y la necesidad de una sociedad de culpar a un tercero de la dramática situación que atraviesan. Eso es, en resumen, lo que toman estos oportunistas. Así, los discursos de los tiranos se llenan de odio encontrando un enemigo en común a combatir. Culpar a otros de las desgracias como axioma central.
“No intentemos fingir que los alemanes de los años 40 eran peores de los que nosotros somos en la actualidad. Si sinceramente crees que hay un enemigo interno, querrás que los políticos hagan algo al respecto. Es muy fácil para nosotros mirar al paso y pensar: ‘Jamás caería en los encantos seductores de un tirano como Hitler’. Te aseguro que sí”, afirma el historiador Guy Walters durante el episodio dedicado al nazismo. Un comentario que estremece porque plantea la idea que pueda llegar a reaparecer otro líder como Hitler.
En cada uno de los capítulos se muestra de qué manera, una vez que los tiranos son dueños del poder absoluto, establecen todos un mismo sistema dictatorial: manejan la prensa y se adueñan de los medios de comunicación, eliminan y en algunos casos mandan a matar a quienes los acompañaron para llegar al poder, anulan cualquier intento de insurgencia, adoctrinan a los más jóvenes y, por supuesto, acallan y suelen asesinar a quienes se oponen a sus regímenes.
Además, acompañan sus dictaduras con simbologías, formas de vestimentas y creación de la marca que intenta que el pueblo entero se sienta parte de un gran equipo. Pero lejos del concepto deportivo, este pesudo equipo no es más que una masa indefinida manejada por dementes rodeados de gente que acata a su merced y decide el destino de miles.
Sociedades que muchas veces los apoyan y los adulan como divinidades mientras mueren de hambre y se quedan sin posibilidades de progreso y sin sus libertades. Tan real y cercano que asusta.
Al finalizar los episodios, un erudito que analizó todo este fenómeno se pregunta: “¿Quién puede convertirse en un tirano en una sociedad?”. Su respuesta es contundente: “Cualquiera puede hacerlo”.
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