En 1985 vio la luz MacGyver, una serie norteamericana creada por Lee David Zlotoff para la cadena ABC. Llegó a la pantalla chica por una temporada y rápidamente los capítulos obtuvieron una gran repercusión: lejos de agotarse en aquel inicio con final ya establecido, la producción continuó siete años más, concluyendo recién en 1992.
El personaje principal –que tenía el mismo nombre que la serie- fue llevado adelante por Richard Dean Anderson. Si bien ya tenía un recorrido dentro de la profesión, ponerse en la piel de Agnus MacGyver le otorgó una popularidad que traspasó fronteras gracias a que los derechos fueron comprados para que se trasmitiera en más 70 países.
En cuanto al argumento, MacGyver trataba las aventuras de un agente que resolvía problemas complejos utilizando su inteligencia y sus amplios conocimientos técnicos. Siempre llevaba consigo a su gran compañera: una navaja suiza. Solo con eso, y con lo poco que ocasionalmente tenía a mano, era capaz de enfrentar las más grandes dificultades creando los dispositivos y artefactos más originales.
Rápidamente Anderson generó un magnetismo que hizo que grandes y chicos estuvieran frente a la pantalla esperando para verlo una vez por semana en la televisión abierta, en tiempos en los que el steaming no era posible ni siquiera en una película futurista. MacGyver era un superhéroe de carne y hueso que no usaba armas para hacer el bien: una cinta adhesiva, una botella vacía, hasta un rayo de sol ingresado por una ventana eran sus aliados a la hora de resolver los conflictos que se le presentaban.
¿El resultado? Pasó rápidamente a transformarse en uno de los ídolos de aquellos que crecieron viendo televisión entre fines de los años 80 y principio de los 90. Popularidad que Dean Anderson encontró casi por casualidad: en su niñez, luego en el horizonte de su juventud, la idea de actuar no estaba en sus planes.
Richard nació el 23 de enero de 1950 en Minnesota, Estados Unidos. Creció en una familia de clase media: su madre era maestra de escuela y su padre se desempeñaba como artista relacionado a la música. En sus genes siempre estuvo el deporte. A muy corta edad empezó a jugar al hockey sobre hielo y llegó a ser profesional. Era muy bueno en lo suyo y se destacaba.
Sin embargo, en pleno crecimiento, un fuerte golpe durante un partido lo alejó de las canchas para siempre. Estaba disputando un encuentro regional cuando el choque contra un rival, una mala caída, otros jugadores que se cayeron encima suyo, fueron el cóctel que acabó con su ilusión. Se quebró los brazos, y lo más complejo: los golpes en la cintura escapular le dejaron secuelas. Los médicos que lo atendieron en aquel entonces le prohibieron seguir jugando porque corría riesgo de motricidad.
Reinventarse
Fue un golpe duro a su proyecto de vida cuando ya había definido su futuro. El sueño se había roto apenas había empezado a cumplirlo. En el arte encontró la salvación. Apenas terminó el colegio se mudó a Los Ángeles para estudiar música, y para poder solventar sus gastos, comenzó a trabajar como mozo en un restaurante temático: entre plato y plato tenía que actuar. Eso lo llevó a descubrir su verdadera vocación.
Fue así que cambió de rumbo. A la par que estudiaba actuación daba sus primeros pasos como extra en distintos proyectos menores. En 1976 lo contrataron para General Hospital, una popular novela estadounidense. Allí se puso en la piel del doctor Jeff Webber hasta 1981. De inmediato vino fue su primer protagónico en Siete novias para siete hermanos. Y luego, MacGiver.
Zlotoff era un novato guionista que también estaba haciendo sus primeras armas dentro de la industria. MacGiver fue uno de sus primeros proyectos significativos. Claro que necesitaba un protagonista de renombre, una persona atlética, con carácter, el típico personaje de las películas de acción, pero no daba con el adecuado. Hasta que vio entrar a Anderson en el casting.
“Creo que los productores vieron mucho de MacGyver en mí, como la compasión y el cuidado por el medio ambiente. Y yo le agregué algunas características, como mi pasión por el hockey”, contó el actor en una entrevista en 1989. La serie presentó varias escenas de riesgo y él se encargó de hacerlas: no aceptaba que tener un doble para llevarlas adelante. Y pagó las consecuencias: tuvo varios accidentes e ingresos al hospital durante el rodaje, pero nada lo detuvo.
Pese a la fama, Richard nunca se creyó una estrella de Hollywood, sino que le escapó a todo eso. Más tarde lo convocaron para protagonizar Duro de matar, pero no aceptó (el papel y la gloria recaerían en Bruce Willis). No era lo que más le gustaba, en sus genes no estaba la posibilidad de mostrarse rudo y con armas.
Aparecía primero en la lista de los productores de películas de acción, pero cuando le decían que tenía que empuñar una pistola o una ametralladora, enseguida se negaba. Tiempo después explicó el motivo por que el sí aceptó ponerse en la piel de MacGiver y no de otros personajes similares. “La serie buscaba crear conciencia sobre el uso de armas, por ejemplo, un tema con el que me siento identificado. De hecho, siempre estuvimos en la lista negra de la NRA, la Asociación Nacional del Rifle, y es algo de lo que estoy orgulloso. También hemos hablado de alcoholismo, de los peligros de los pesticidas, del movimiento de trabajadores agrícolas y la difícil situación de los osos y los delfines”.
En 1997 se subió de nuevo a un gran éxito cuando protagonizó Stargate SG1, una serie de ciencia ficción. Se puso en la piel de Jonathan Jack O’Neil hasta 2008. Al concluir, se bajó de los protagónicos por decisión propia. En ese momento empezó a trabajar en producciones menores haciendo distintas participaciones, hasta le puso su voz a videojuegos, y no mucho más. En 2013 dio por terminada su vida como actor.
Misterio y nueva vida
Su alejamiento generó que los fanáticos le perdieran el rastro. Al no tener redes sociales y no brindar entrevistas, su rostro desapareció por completo. Enseguida comenzaron a tejerse leyendas, apuestas sobre qué era de su vida y demás especulaciones. Otros aprovecharon para crear perfiles falsos en Facebook y hacerse pasar por él. Tiempo después Dean Anderson apareció para, a través de un video, informar que apostaba por su vida privada, que ya no quería ser más famoso, y que debían respetarlo.
En 2016 lo convocaron para que volviera a poner en la piel de MacGiver en una suerte de conmemoración por cumplirse los 35 años del primer capítulo. La propuesta no colmó sus expectativas. “Cuando pedí ver guiones y algunas escenas descubrí que no lo encontré tan atractivo. Y no me volví loco por estar ahí, lo confieso, así que rechacé la invitación. Y una vez que estuvo al aire y pude verlo, me alegré”, comentó a través de su página web, el único canal por el que suele aparecer muy esporádicamente.
El año pasado los rumores daban cuenta de que se había contagiado de coronavirus y que su salud estaba endeble. Una vez más tuvo que salir a explicar la situación. “No me contagié, ¿pero quién no está cansado de esta reclusión tan prolongada? Yo he decidido rodearme de música”, comentó a mediados de 2020.
Además, destina su tiempo a compartirlo con Wylie Anderson, su hija, fruto de su relación con Apryl Prose, su pareja desde 1996 a 2003. La joven tiene 24 años y es muy cercana a su padre.
Hace unos meses le preguntaron el motivo por el que se retiró y vive alejado de lo que alguna vez fue. Sincero, respondió: “Siempre me ha costado entender y aceptar el fenómeno de la fama. Soy un chico de Minnesota, donde la gente no está interesada en la celebridad o la fama, por apetecible que sea. Además, me estoy haciendo mayor. Y ahora eso me avergüenza todavía más”.
SEGUIR LEYENDO: